hip-hop con los pies en la tierra
[Juan Forero] Bogotá, Colombia. En la salita de la modesta casa de bloques de hormigón de su madre, debajo del brillo de dos bombillas calvas, los hermanos Rodríguez, Juan Emilio y Andrés, entraron en acción, moviendo los brazos al estallar en un rap acerca de la guerra de guerrillas de Colombia, y del papel de la droga en ella.
"Sangre en los campos, tierras colonizadas, lazos invisibles de esclavitud, en el Amazonas", cantaron en rítmico español en ´Manos Criminales´, una canción sobre la guerra de Washington contra las drogas.
En otra, ´Éxodo´, sobre los refugiados que han escapado de la guerra civil colombiana, dicen ellos, "a medida que avanza la guerra, hay sólo una manera de salir".
"El éxodo continúa, la carga de la violencia", cantan. "La guerra es incierta, incomprensible, ciencia absurda".
Juan Emilio y Andrey, raperos de un trío llamado Cescru Enlace, son muy poco conocidos. Pero han editado dos cedés, el primero en 1999, y sus canciones -muy cargadas políticamente- se están ganando a la juventud colombiana.
Hoy el rap es producido y escuchado prácticamente en todo el mundo, a medida que los jóvenes de todas partes imitan los estilos líricos y la moda de la música americana más vendedora del momento. El rap también se ha extendido en el mundo de habla hispana, pero en pocos países son sus letras tan políticas como en Colombia.
"Se han transformado en los reporteros poetas de las barriadas", dijo Ruth Kathryn Henry, que estudió el hip-hop colombiano con una beca Fulbright. "Hablan por la gente que tienen a su alrededor, que no necesariamente tienen elección".
Se han agarrado al rap para desahogarse en un mundo lleno de rebeldes marxistas, escuadrones de la muerte de extrema derecha, pobreza y una élite avariciosa -la clase de material que los raperos de otras partes del mundo no pueden ni soñar.
"Aquí en Colombia hay mucho que decir", comenta Kany, de 33 años, líder de uno de los grupos raperos más viejos de Colombia, La Etnnia. "Sales a la calle y encuentras inspiración. No necesitas inventártelo".
Aunque su estilo es a veces una divertida imitación del de artistas americanos, los raperos de Colombia se enorgullecen especialmente de la autenticidad de su arte adoptado, al punto de expresar desdén hacia sus contrapartes más famosos del norte, de los que dicen que se han vendido a las grandes compañías discográficas.
"Esto es rap de verdad, no una imitación", dijo Juan Emilio Rodríguez, treintañero, líder de Crescu Enlace, que va por la vida bajo el nombre de 3-X. "Lleva la contraria. Es un rap político. No trata de coches y mujeres. Esto que hacemos nosotros ya no se hace en Estados Unidos. Nosotros lo estamos haciendo".
El rap no ha llegado todavía a la mayoría aquí, pero es parte de una escena musical colombiana diversa, que ha logrado dominar a América Latina. Juanes, el roquero lastimero, ganó cinco grammys latinos el pasado año. La música de Carlos Vives, conocido por sus alegres vallenatos con acordeón, cruza todas las fronteras. Y Shakira, la cantante de caderas giratorias, se ha transformado en una de las artistas latinoamericanas con más éxito de los últimos años en fusión.
Pero el rap es cada vez más lo que los jóvenes colombianos quieren oír. Lo que ven como una cultura hip-hop, con sus vaqueros anchos y sus alhajas gigantescas, está de moda en las calles. En las fiestas, el rap ha desplazado a la salsa y al bolero. Incluso las más importantes emisoras de radio ofrecen programas sobre el hip-hop.
"Me gusta el ritmo, el beat, el bum, bum, bum", dijo Waira Zamora, de 19 años y estudiante universitaria. "Puedo escuchar rap toda la noche".
Los de más venta siguen siendo norteamericanos, artistas como 50 Cent y el grupo NWA. Algunos raperos americanos, como Eminem, han tenido aquí un éxito fenomenal, vendiendo incluso más álbumes que las estrellas más conocidas de la música popular más tradicional, como la cumbia.
Los artistas hip-hoperos de Colombia, cuya música está imbuida frecuentemente de rabia contra su gobierno o el de Estados Unidos, hasta ahora han evitado a los grandes sellos discográficos y publican sus propios cedés, vendiéndolos en tiendas de discos en las barriadas o en los ágiles mercados callejeros. Pero el establisment musical está tomando nota.
"Ha sido un movimiento subterráneo durante un tiempo, y ahora está saliendo a la superficie", según María Isabel Ramírez, que comercializa la música rap en Colombia para la Universal Records y está preparando una compilación de 14 grupos locales de rap.
Un festival de rap financiado por el ayuntamiento ha florecido hasta el punto de atraer a miles de fans. En el centro colonial de Bogotá, un grupo de raperos ha comenzado incluso un centro cultural hip-hopero, fundado con la ayuda de un grupo cultural europeo, que imparte clases de fusión musical, break dancing y graffiti.
Pero los raperos que han salido de barriadas como Las Cruces -una colección de destartaladas casonas coloniales, callejones oscuros y calles estrechas cerca del palacio presidencial- se educaron en la calle.
Los Hermanos Pimienta, según la leyenda rapera, fueron en los años ochenta los primeros raperos de Bogotá, después de que el hip-hop y la cultura urbana americana comenzaran a surgir en Las Cruces. Fundaron La Etnnia.
La posibilidad de contar historias líricas sobre unas vidas sumidas en la pobreza, hicieron al rap inmediatamente popular entre la gente joven que siente que nunca ha tenido un escape.
Kany, líder de La Etnnia, dijo que el grupo simplemente canta sobre la vida de la gente. "Estábamos en un gueto y empezamos a cantar acerca de lo que veíamos", dijo. "Las calles están llenas de historias y nosotros somos como los cronistas".
Sin embargo, mientras los raperos de aquí se modelan a sí mismos siguiendo a los raperos gangsta americanos, el rap colombiano es más bravuconada que balas. Incluso los poetas callejeros de Cescru Enlace viven como la mayoría de los jóvenes colombianos: con sus viejos.
Andrey Rodríguez, de 26, de Cescru Enlace, va por la vida con el nombre de Batalla. Tiene la fanfarronería, los vaqueros anchos y toda la estética rap, y su música refleja el país violento y caótico en el que vive. Pero, al despedirse después de un ensayo hace unos días, acarició los cabellos de su abuela.
"Tú ves cosas y te dices a ti mismo: "Estas son cosas sobre las que puedo cantar", dijo. "Tratamos de que el rap sea real, de que sea siempre real".
"Sangre en los campos, tierras colonizadas, lazos invisibles de esclavitud, en el Amazonas", cantaron en rítmico español en ´Manos Criminales´, una canción sobre la guerra de Washington contra las drogas.
En otra, ´Éxodo´, sobre los refugiados que han escapado de la guerra civil colombiana, dicen ellos, "a medida que avanza la guerra, hay sólo una manera de salir".
"El éxodo continúa, la carga de la violencia", cantan. "La guerra es incierta, incomprensible, ciencia absurda".
Juan Emilio y Andrey, raperos de un trío llamado Cescru Enlace, son muy poco conocidos. Pero han editado dos cedés, el primero en 1999, y sus canciones -muy cargadas políticamente- se están ganando a la juventud colombiana.
Hoy el rap es producido y escuchado prácticamente en todo el mundo, a medida que los jóvenes de todas partes imitan los estilos líricos y la moda de la música americana más vendedora del momento. El rap también se ha extendido en el mundo de habla hispana, pero en pocos países son sus letras tan políticas como en Colombia.
"Se han transformado en los reporteros poetas de las barriadas", dijo Ruth Kathryn Henry, que estudió el hip-hop colombiano con una beca Fulbright. "Hablan por la gente que tienen a su alrededor, que no necesariamente tienen elección".
Se han agarrado al rap para desahogarse en un mundo lleno de rebeldes marxistas, escuadrones de la muerte de extrema derecha, pobreza y una élite avariciosa -la clase de material que los raperos de otras partes del mundo no pueden ni soñar.
"Aquí en Colombia hay mucho que decir", comenta Kany, de 33 años, líder de uno de los grupos raperos más viejos de Colombia, La Etnnia. "Sales a la calle y encuentras inspiración. No necesitas inventártelo".
Aunque su estilo es a veces una divertida imitación del de artistas americanos, los raperos de Colombia se enorgullecen especialmente de la autenticidad de su arte adoptado, al punto de expresar desdén hacia sus contrapartes más famosos del norte, de los que dicen que se han vendido a las grandes compañías discográficas.
"Esto es rap de verdad, no una imitación", dijo Juan Emilio Rodríguez, treintañero, líder de Crescu Enlace, que va por la vida bajo el nombre de 3-X. "Lleva la contraria. Es un rap político. No trata de coches y mujeres. Esto que hacemos nosotros ya no se hace en Estados Unidos. Nosotros lo estamos haciendo".
El rap no ha llegado todavía a la mayoría aquí, pero es parte de una escena musical colombiana diversa, que ha logrado dominar a América Latina. Juanes, el roquero lastimero, ganó cinco grammys latinos el pasado año. La música de Carlos Vives, conocido por sus alegres vallenatos con acordeón, cruza todas las fronteras. Y Shakira, la cantante de caderas giratorias, se ha transformado en una de las artistas latinoamericanas con más éxito de los últimos años en fusión.
Pero el rap es cada vez más lo que los jóvenes colombianos quieren oír. Lo que ven como una cultura hip-hop, con sus vaqueros anchos y sus alhajas gigantescas, está de moda en las calles. En las fiestas, el rap ha desplazado a la salsa y al bolero. Incluso las más importantes emisoras de radio ofrecen programas sobre el hip-hop.
"Me gusta el ritmo, el beat, el bum, bum, bum", dijo Waira Zamora, de 19 años y estudiante universitaria. "Puedo escuchar rap toda la noche".
Los de más venta siguen siendo norteamericanos, artistas como 50 Cent y el grupo NWA. Algunos raperos americanos, como Eminem, han tenido aquí un éxito fenomenal, vendiendo incluso más álbumes que las estrellas más conocidas de la música popular más tradicional, como la cumbia.
Los artistas hip-hoperos de Colombia, cuya música está imbuida frecuentemente de rabia contra su gobierno o el de Estados Unidos, hasta ahora han evitado a los grandes sellos discográficos y publican sus propios cedés, vendiéndolos en tiendas de discos en las barriadas o en los ágiles mercados callejeros. Pero el establisment musical está tomando nota.
"Ha sido un movimiento subterráneo durante un tiempo, y ahora está saliendo a la superficie", según María Isabel Ramírez, que comercializa la música rap en Colombia para la Universal Records y está preparando una compilación de 14 grupos locales de rap.
Un festival de rap financiado por el ayuntamiento ha florecido hasta el punto de atraer a miles de fans. En el centro colonial de Bogotá, un grupo de raperos ha comenzado incluso un centro cultural hip-hopero, fundado con la ayuda de un grupo cultural europeo, que imparte clases de fusión musical, break dancing y graffiti.
Pero los raperos que han salido de barriadas como Las Cruces -una colección de destartaladas casonas coloniales, callejones oscuros y calles estrechas cerca del palacio presidencial- se educaron en la calle.
Los Hermanos Pimienta, según la leyenda rapera, fueron en los años ochenta los primeros raperos de Bogotá, después de que el hip-hop y la cultura urbana americana comenzaran a surgir en Las Cruces. Fundaron La Etnnia.
La posibilidad de contar historias líricas sobre unas vidas sumidas en la pobreza, hicieron al rap inmediatamente popular entre la gente joven que siente que nunca ha tenido un escape.
Kany, líder de La Etnnia, dijo que el grupo simplemente canta sobre la vida de la gente. "Estábamos en un gueto y empezamos a cantar acerca de lo que veíamos", dijo. "Las calles están llenas de historias y nosotros somos como los cronistas".
Sin embargo, mientras los raperos de aquí se modelan a sí mismos siguiendo a los raperos gangsta americanos, el rap colombiano es más bravuconada que balas. Incluso los poetas callejeros de Cescru Enlace viven como la mayoría de los jóvenes colombianos: con sus viejos.
Andrey Rodríguez, de 26, de Cescru Enlace, va por la vida con el nombre de Batalla. Tiene la fanfarronería, los vaqueros anchos y toda la estética rap, y su música refleja el país violento y caótico en el que vive. Pero, al despedirse después de un ensayo hace unos días, acarició los cabellos de su abuela.
"Tú ves cosas y te dices a ti mismo: "Estas son cosas sobre las que puedo cantar", dijo. "Tratamos de que el rap sea real, de que sea siempre real".
16 abril 2004 ©the new york times ©traducción mQh"
2 comentarios
RapEr -
hay les va es cancion
con censacion
y exprecion
cantando desde lo alto
pienso y salto
por q ago esto
simplemente por q soy el sexto
el q de retruca
y t la pone por la nuca
sin parar
y sin sesar
asi q mejor no tenedme rencor
por q soy el mejor
yy t keria decir q
sos gay,y eso me molesta
asi q por k
no me chupas esta .
MaDe iN ArGeNtInA
JAC -