capturan guerrillero colombiano
[Scott Wilson] Vallepudar, Colombia. El hijo de un conocido abogado del país, Ricardo Palmera estudió en las escuelas más exclusivas, llegando a graduarse en la Universidad de Harvard antes de transformarse en el director de un importante banco aquí en el noreste de Colombia. Pero un día de 1987, por razones incomprensibles incluso para su mujer y sus hijos, el que fue alguna vez un dandy paleto desapareció en la Sierra Nevada para comenzar una vida como soldado de un ejército de guerrilleros marxistas.
Adoptó un nuevo nombre, Simón Trinidad, y se volvió con tal calculada crueldad contra sus antiguos amigos burgueses que sus motivos han desconcertado desde entonces a su rica región ganadera. Para cuando fue detenido el 2 de enero, en Quito, Ecuador, Palmera -el guerrillero políticamente más importante capturado hasta la fecha- se había transformado en un misterioso símbolo del sacrificio y la barbarie de la larga guerra civil colombiana.
"Es un misterio para todos en la provincia de César", dijo Hernán Araujo, un importante ganadero que era amigo de Palmera. "Un hijo de ricos, un hijito de papá, y de repente desaparece. Nos dejamos de preguntarnos una y otra vez: ¿Cuándo cambió Ricardo?"
Palmera representa una época del pasado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, el ejército marxista insurgente de alrededor de 18 mil miembros y conocido como FARC, y su captura ha puesto de relieve los retos militares, demográficos y diplomáticos que amenazan a la guerrilla cuatro décadas después de que emergieran para desafiar al estado.
Mientras el presidente Álvaro Uribe y su campaña militar apoyada por Estados Unidos acumulan éxitos, la más vieja jefatura política de las FARC está perdiendo terreno ante una generación más joven de comandantes menos doctrinarios que favorecen tácticas militares duras por sobre la organización política para alcanzar las metas del grupo, según diplomáticos occidentales, analistas y antiguos miembros de las FARC.
A los 53 años, Palmera es identificado con el ala política más vieja, ahora enzarzada en una lucha por el poder con la facción militar ascendente que controla mucho del tráfico de armas de las FARC, el dinero y las lucrativas regiones productoras de drogas. El resultado puede determinar quién sucederá al septuagenario líder campesino, Manuel Marulanda. La ausencia de Palmera probablemente aumentará la influencia del ala militar y reprimirá los llamados al interior de la organización para reiniciar las conversaciones de paz, dijeron analistas y otros familiarizados con el grupo.
Las FARC ya no está atrayendo a intelectuales afines como Palmera, según diplomáticos occidentales y antiguos guerrilleros, en gran parte porque el grupo no ha logrado adaptar su primera estrategia -que se concentraba en la organización de los campesinos para lograr la reforma agraria- para atraer a la creciente población urbana de Colombia.
"Se han aislado políticamente, y para tratar de recuperar el espacio que han perdido debido a los fracasos políticos, se han volcado exclusivamente a la acción militar", dijo William Alfonso Forero, un antiguo comandante de nivel medio de las FARC y uno de los mil 500 guerrilleros que, según el gobierno, desertaron el año pasado.
Forero, de 31, fue reclutado hace una década cuando era un estudiante políticamente activo en la Universidad Nacional de Bogotá, en la capital de Colombia, 400 millas al suroeste de aquí. Cuando ingresó a sus filas, dijo Forero, cada comandante debía explicar por escrito cómo una operación militar planificada podía ayudar a alcanzar los objetivos políticos de las FARC. Para cuando se alejó de la guerrilla, dijo Forero, la regla había sido dejada de lado, incluso para operaciones de envergadura.
"Han abandonado la formación política de los reclutas, abandonado la educación, y los chicos están siendo enrolados directamente para el ala militar", dijo Forero en una entrevista el año pasado. "Me uní a la guerrilla por mi amor a la humanidad. Y la dejé por amor a la humanidad".
No está claro qué posición oficial tenía Palmera en la jerarquía de las FARC en la época de su captura, aunque es ciertamente el primer líder guerrillero conocido popularmente que haya sido detenido. Los jefes de las FARC han refutado las acusaciones del gobierno de que era miembro de uno de los consejos de gobierno del grupo, pero Palmera está acusado de varios crímenes como si lo fuera. Guardó silencio durante las vistas previas al juicio, sosteniendo que sólo respondería a la acusación de rebelión.
Los 45 cargos en su contra constituyen un catálogo de la desconcertante violencia de las FARC en los últimos años, que le ha costado al grupo el apoyo de la izquierda latinoamericana y europea debido a que sus tácticas parecen no tener relación con los objetivos políticos declarados del grupo. Esos hechos incluyen el asesinato en septiembre de 2001 de Consuelo Araujo, la matriarca de la más importante familia de la provincia de César y antigua y popular ministro de cultura. Palmera era el jefe nominal del Bloque Caribe, que llevó a cabo su secuestro y ejecución. Pero el mundo de la guerra es pequeño en Colombia: la hermana de Palmera está casada con el hermano de Araujo.
"En este momento, las FARC están increíblemente aisladas y no podrían gozar de peor reputación", dijo un diplomático occidental familiarizado con la organización. "Se enfrentan a un reto revolucionario, y tengo realmente dudas de que puedan cambiar. Si no pueden, perderán su nicho".
La brisa del desierto sopla sobre los llanos cubiertos de matorrales de César, que se elevan abruptamente hacia la Sierra Nevada, donde Palmera tomó las armas. El ganado sobrepasa al millón de habitantes de la provincia por tres a uno, y los mejores terrenos ganaderos están concentrados en las manos de varias familias grandes, que forman lo que uno de ellos ha llamado una "modesta oligarquía".
Palmera, cuyo padre fue el abogado preferido de las familias ricas de Colombia, pertenecía al exclusivo Club Valledupar, con sus pistas de tenis de tierra batida y sus piscinas. Sus antiguos amigos aquí recuerdan su afición por la ropa, su inteligencia y su aire ligeramente arrogante. Los diarios locales tienen al alto y robusto Palmera, que cambió su pelo negro rizado por una austera calva, como uno de los más populares solterones de César.
Después de conseguir su diploma en económicas en Bogotá y una beca en Harvard, Palmera se asentó en Valledupar y comenzó a enseñar historia en la Universidad Popular de César. Poco después entró a la banca, llegando finalmente a ser director del Banco del Comercio, donde sus clientes incluían a los rancheros y algodoneros con los que se crió.
La relación de Palmera con los rebeldes comenzó en los años ochenta, cuando las FARC, mucho más pequeñas en esa época, eran vistas como románticas por la izquierda colombiana e ignoradas por sus élites. Las FARC se habían embarcado en un proceso de paz condenado al fracaso con el gobierno a mediados de la década y comenzado un partido político con la idea de participar en las elecciones.
En Valledupar, las demostraciones de los campesinos -inspirados por las FARC- pidiendo una distribución más igualitaria de la tierra coincidieron con las iniciativas por la paz. Después de la primera protesta, Palmera fue arrestado por ayudar a organizar la ocupación de la plaza mayor de la ciudad. Sus amigos estaban estupefactos.
Poco después, Palmera huyó a las montañas, llevándose varios cientos de miles de dólares del banco. Se embarcó en una guerra contra el estado que era especialmente personal, ya que transformó sus años de fiestas con los ricos y de administración de sus finanzas en valiosos datos de inteligencia.
"Lo que está claro es que después de unirse a la subversión, comenzaron los secuestros, las extorsiones, los ataques y las amenazas de muerte", dijo Hernando Molina, gobernador de la provincia de César e hijo de Consuelo Araujo. "La violencia alcanzó a todos, sin importar si eras dueño de una empresa o un peón. Tú eras declarado objetivo, y atacado".
A medida que se extendió la violencia, también creció la reputación de Palmera. Como administraba las finanzas del Bloque Caribe, se pensaba que había organizado esa ola de secuestros para pedir rescates, estableciendo un "impuesto" que los rancheros debían pagar a las guerrillas y preparando ataques contra poblados distantes. Muchas de las víctimas eran amigos de Palmera; algunos sus propios parientes. Pero nunca fue visto.
Apareció de nuevo en 1998, cuando el entonces presidente Andrés Pastrana entregó un enclave de 16 mil acres en el sur de Colombia a las FARC como un incentivo para comenzar las negociaciones de paz. Palmera fue nombrado en el equipo negociador, confirmando su lugar entre los personeros políticos más influyentes de las FARC.
"Hasta ese momento, todo era leyenda", dijo Araujo, el ranchero y sobrino de la asesinada ministro de cultura. "Cuando lo vimos a la mesa, supimos que su poder era tan grande como lo sospechábamos".
Esas conversaciones fracasaron en febrero de 2002, después de que las guerrillas secuestraran un avión de pasajeros y a un senador colombiano que viajaba en él, un delito por el que Palmera ha sido acusado como líder de las FARC. Desapareció, y fue detenido en 2 de enero en Quito después de lo que las autoridades han descrito como un trabajo de meses de vigilancia por las fuerzas de seguridad colombianas. Palmera hizo el signo de la victoria y gritó: "¡Vivan las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, el ejército del pueblo!" cuando lo conducían a la cárcel.
En la época de su detención, Palmera, cuya vida le prometía una interminable sucesión de fiestas, clubes privados y casas solariegas, estaba sufriendo de una devastadora enfermedad que contrajo en la selva. "La única mancha de mi vida", dijo en una entrevista años antes de su captura, "es ser miembro de la oligarquía de Valledupar".
Adoptó un nuevo nombre, Simón Trinidad, y se volvió con tal calculada crueldad contra sus antiguos amigos burgueses que sus motivos han desconcertado desde entonces a su rica región ganadera. Para cuando fue detenido el 2 de enero, en Quito, Ecuador, Palmera -el guerrillero políticamente más importante capturado hasta la fecha- se había transformado en un misterioso símbolo del sacrificio y la barbarie de la larga guerra civil colombiana.
"Es un misterio para todos en la provincia de César", dijo Hernán Araujo, un importante ganadero que era amigo de Palmera. "Un hijo de ricos, un hijito de papá, y de repente desaparece. Nos dejamos de preguntarnos una y otra vez: ¿Cuándo cambió Ricardo?"
Palmera representa una época del pasado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, el ejército marxista insurgente de alrededor de 18 mil miembros y conocido como FARC, y su captura ha puesto de relieve los retos militares, demográficos y diplomáticos que amenazan a la guerrilla cuatro décadas después de que emergieran para desafiar al estado.
Mientras el presidente Álvaro Uribe y su campaña militar apoyada por Estados Unidos acumulan éxitos, la más vieja jefatura política de las FARC está perdiendo terreno ante una generación más joven de comandantes menos doctrinarios que favorecen tácticas militares duras por sobre la organización política para alcanzar las metas del grupo, según diplomáticos occidentales, analistas y antiguos miembros de las FARC.
A los 53 años, Palmera es identificado con el ala política más vieja, ahora enzarzada en una lucha por el poder con la facción militar ascendente que controla mucho del tráfico de armas de las FARC, el dinero y las lucrativas regiones productoras de drogas. El resultado puede determinar quién sucederá al septuagenario líder campesino, Manuel Marulanda. La ausencia de Palmera probablemente aumentará la influencia del ala militar y reprimirá los llamados al interior de la organización para reiniciar las conversaciones de paz, dijeron analistas y otros familiarizados con el grupo.
Las FARC ya no está atrayendo a intelectuales afines como Palmera, según diplomáticos occidentales y antiguos guerrilleros, en gran parte porque el grupo no ha logrado adaptar su primera estrategia -que se concentraba en la organización de los campesinos para lograr la reforma agraria- para atraer a la creciente población urbana de Colombia.
"Se han aislado políticamente, y para tratar de recuperar el espacio que han perdido debido a los fracasos políticos, se han volcado exclusivamente a la acción militar", dijo William Alfonso Forero, un antiguo comandante de nivel medio de las FARC y uno de los mil 500 guerrilleros que, según el gobierno, desertaron el año pasado.
Forero, de 31, fue reclutado hace una década cuando era un estudiante políticamente activo en la Universidad Nacional de Bogotá, en la capital de Colombia, 400 millas al suroeste de aquí. Cuando ingresó a sus filas, dijo Forero, cada comandante debía explicar por escrito cómo una operación militar planificada podía ayudar a alcanzar los objetivos políticos de las FARC. Para cuando se alejó de la guerrilla, dijo Forero, la regla había sido dejada de lado, incluso para operaciones de envergadura.
"Han abandonado la formación política de los reclutas, abandonado la educación, y los chicos están siendo enrolados directamente para el ala militar", dijo Forero en una entrevista el año pasado. "Me uní a la guerrilla por mi amor a la humanidad. Y la dejé por amor a la humanidad".
No está claro qué posición oficial tenía Palmera en la jerarquía de las FARC en la época de su captura, aunque es ciertamente el primer líder guerrillero conocido popularmente que haya sido detenido. Los jefes de las FARC han refutado las acusaciones del gobierno de que era miembro de uno de los consejos de gobierno del grupo, pero Palmera está acusado de varios crímenes como si lo fuera. Guardó silencio durante las vistas previas al juicio, sosteniendo que sólo respondería a la acusación de rebelión.
Los 45 cargos en su contra constituyen un catálogo de la desconcertante violencia de las FARC en los últimos años, que le ha costado al grupo el apoyo de la izquierda latinoamericana y europea debido a que sus tácticas parecen no tener relación con los objetivos políticos declarados del grupo. Esos hechos incluyen el asesinato en septiembre de 2001 de Consuelo Araujo, la matriarca de la más importante familia de la provincia de César y antigua y popular ministro de cultura. Palmera era el jefe nominal del Bloque Caribe, que llevó a cabo su secuestro y ejecución. Pero el mundo de la guerra es pequeño en Colombia: la hermana de Palmera está casada con el hermano de Araujo.
"En este momento, las FARC están increíblemente aisladas y no podrían gozar de peor reputación", dijo un diplomático occidental familiarizado con la organización. "Se enfrentan a un reto revolucionario, y tengo realmente dudas de que puedan cambiar. Si no pueden, perderán su nicho".
La brisa del desierto sopla sobre los llanos cubiertos de matorrales de César, que se elevan abruptamente hacia la Sierra Nevada, donde Palmera tomó las armas. El ganado sobrepasa al millón de habitantes de la provincia por tres a uno, y los mejores terrenos ganaderos están concentrados en las manos de varias familias grandes, que forman lo que uno de ellos ha llamado una "modesta oligarquía".
Palmera, cuyo padre fue el abogado preferido de las familias ricas de Colombia, pertenecía al exclusivo Club Valledupar, con sus pistas de tenis de tierra batida y sus piscinas. Sus antiguos amigos aquí recuerdan su afición por la ropa, su inteligencia y su aire ligeramente arrogante. Los diarios locales tienen al alto y robusto Palmera, que cambió su pelo negro rizado por una austera calva, como uno de los más populares solterones de César.
Después de conseguir su diploma en económicas en Bogotá y una beca en Harvard, Palmera se asentó en Valledupar y comenzó a enseñar historia en la Universidad Popular de César. Poco después entró a la banca, llegando finalmente a ser director del Banco del Comercio, donde sus clientes incluían a los rancheros y algodoneros con los que se crió.
La relación de Palmera con los rebeldes comenzó en los años ochenta, cuando las FARC, mucho más pequeñas en esa época, eran vistas como románticas por la izquierda colombiana e ignoradas por sus élites. Las FARC se habían embarcado en un proceso de paz condenado al fracaso con el gobierno a mediados de la década y comenzado un partido político con la idea de participar en las elecciones.
En Valledupar, las demostraciones de los campesinos -inspirados por las FARC- pidiendo una distribución más igualitaria de la tierra coincidieron con las iniciativas por la paz. Después de la primera protesta, Palmera fue arrestado por ayudar a organizar la ocupación de la plaza mayor de la ciudad. Sus amigos estaban estupefactos.
Poco después, Palmera huyó a las montañas, llevándose varios cientos de miles de dólares del banco. Se embarcó en una guerra contra el estado que era especialmente personal, ya que transformó sus años de fiestas con los ricos y de administración de sus finanzas en valiosos datos de inteligencia.
"Lo que está claro es que después de unirse a la subversión, comenzaron los secuestros, las extorsiones, los ataques y las amenazas de muerte", dijo Hernando Molina, gobernador de la provincia de César e hijo de Consuelo Araujo. "La violencia alcanzó a todos, sin importar si eras dueño de una empresa o un peón. Tú eras declarado objetivo, y atacado".
A medida que se extendió la violencia, también creció la reputación de Palmera. Como administraba las finanzas del Bloque Caribe, se pensaba que había organizado esa ola de secuestros para pedir rescates, estableciendo un "impuesto" que los rancheros debían pagar a las guerrillas y preparando ataques contra poblados distantes. Muchas de las víctimas eran amigos de Palmera; algunos sus propios parientes. Pero nunca fue visto.
Apareció de nuevo en 1998, cuando el entonces presidente Andrés Pastrana entregó un enclave de 16 mil acres en el sur de Colombia a las FARC como un incentivo para comenzar las negociaciones de paz. Palmera fue nombrado en el equipo negociador, confirmando su lugar entre los personeros políticos más influyentes de las FARC.
"Hasta ese momento, todo era leyenda", dijo Araujo, el ranchero y sobrino de la asesinada ministro de cultura. "Cuando lo vimos a la mesa, supimos que su poder era tan grande como lo sospechábamos".
Esas conversaciones fracasaron en febrero de 2002, después de que las guerrillas secuestraran un avión de pasajeros y a un senador colombiano que viajaba en él, un delito por el que Palmera ha sido acusado como líder de las FARC. Desapareció, y fue detenido en 2 de enero en Quito después de lo que las autoridades han descrito como un trabajo de meses de vigilancia por las fuerzas de seguridad colombianas. Palmera hizo el signo de la victoria y gritó: "¡Vivan las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, el ejército del pueblo!" cuando lo conducían a la cárcel.
En la época de su detención, Palmera, cuya vida le prometía una interminable sucesión de fiestas, clubes privados y casas solariegas, estaba sufriendo de una devastadora enfermedad que contrajo en la selva. "La única mancha de mi vida", dijo en una entrevista años antes de su captura, "es ser miembro de la oligarquía de Valledupar".
13 enero 2004 ©
the washington post ©traducción mQh
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