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secuestro en méxico: una industria


[Kevin Sullivan] Ciudad de México. A pesar de cambios políticos, México sigue siendo un país violento y un paraíso para delincuentes. No es de extrañar si se considera que los agentes de policía se encuentran a menudo al otro lado de la ley y que los secuestros que deben resolver son en realidad cometidos por ellos mismos. Este impactante reportaje le mereció al autor el Pullitzer, y data de septiembre de 2002, sin perder nada de su actualidad y urgencia.
Los videos y las fotografías llegaban de tanto en tanto. Mostraban a una mujer joven, amarrada y asustada, llorando mientras sus secuestradores la abofeteaban y golpeaban. Las imágenes, los gritos de dolor, desgarraron al tío Gerardo como si lo cortasen con una cuchilla sin filo.
"¿Cuándo quieres que paremos?", le preguntaban los secuestradores en los videos, y en las llamadas que siempre ocurrían entre las dos y las cuatro de la mañana. Amenazaban que la próxima vez le enviarían su lengua, sus ojos, sus orejas, sus dedos. Querían 5 millones de dólares de rescate, e hicieron sugerencias específicas sobre cuáles de las propiedades o negocios podría Gerardo vender para reunir el dinero.
No llamó a la policía. Los secuestradores dijeron que matarían a su sobrina, a su madre y a sus hijos si lo hacía. Debido a la extensión de la información que tenían los secuestradores sobre él, sospechaba que la policía estaba de todos modos involucrada, como ha sido aquí tantas veces el caso. Los coches de policía aparcados fuera de su despacho y de la casa de su madre eran un signo que él no podía ignorar.
Gerardo dijo que se considera valiente, un hombre de negocios con nervios de acero, fuerte como sus abuelos libaneses, que llegaron a México a principios de 1900. Pero los llantos de su sobrina de 19 años, secuestrada a punta de pistola cuando salía del colegio, era más de lo que podía soportar. Y, dijo, las palabras -"¿Cuándo quieres que paremos?"-, lo angustiaban.
"Te quitan uno de tus hijos, y te machacan", dijo.
En México, se secuestra al menos una vez al día una persona para pedir rescate, arruinando sus vidas e imponiendo un coste económico agotador para las víctimas y sus compañías. Se ha hecho algo tan común aquí que ser secuestrado a punta de pistola y retenido durante semanas o meses ha llegado a ser parte de la fábrica de la vida, un riesgo aceptado, un simple coste de hacer negocios.
La mayoría de las víctimas son hombres de negocios mexicanos, en gran parte porque México ha desarrollado una cultura en la que los rescates son pagados rápidamente y la policía rara vez notificada. Según sumarios y entrevistas con las víctimas y especialistas en seguridad, a menudo hay policías implicados en los secuestros, y un sistema judicial débil y corrupto significa a menudo que no son castigados.
Este artículo hace parte de una serie ocasional sobre por qué México sigue siendo un país que vive al margen de la ley. El presidente Vicente Fox llegó al poder hace casi dos años prometiendo dar cuenta del legado de corrupción que se desarrolló durante las siete décadas de autoritario gobierno de un partido único. Está luchando contra fuerzas profundamente enraizadas; México todavía es un lugar donde los delincuentes cometen los actos más crueles a sabiendas de que están a buen resguardo, más allá de la ley.
"Los delincuentes hacen análisis de riesgo", dijo Jorge Septien, un especialista privado en seguridad. "Saben que menos del 1 por ciento de los delincuentes terminan en la cárcel porque hay corrupción e impunidad. El gobierno está enviando a los delincuentes el mensaje de que el delito es un buen negocio".
Hace 15 años, el secuestro apenas sí existía aquí. Pero el crimen comenzó a aumentar en los años ochenta y la crisis económica de 1994-1995 parecía que había provocado cambios fundamentales en México, transformando el secuestro -y el delito, en general- en una industria en crecimiento. Los secuestros decrecieron algo a fines de los noventa, pero los analistas dijeron que están aumentando nuevamente en una sociedad en la que la gente cree que las autoridades no la protege.
El pasado año, el empresario Eduardo Gallo condujo su propia investigación del secuestro y asesinato de su hija, Paola, de 25 años. Furioso por la pasividad de la policía, Gallo empezó una pesquisa privada que finalmente dio con los asesinos. Publicó recientemente un libro sobre sus pesquisas, titulado ‘Paola. Denuncia de un secuestro y de una sociedad corrupta' [‘Paola: Denunciation of a Kidnapping and of a Corrupt Society'].
Funcionarios de Coparmex, la más grande e influyente confederación patronal, dijeron que el año pasado se registraron al menos 360 secuestros; en los primeros ocho meses de este año, ya van 331. No hay disponibles estadísticas completas o fiables. Pero las empresas de seguridad dicen que las cifras reales son mucho más altas que las que maneja Coparmex, poniendo a México y Colombia en una liga propia de los secuestros en América Latina.
Los secuestros se han transformado en una industria tal en México que nadie está inmune. El rescate de una criada se evalúa en 500 dólares; una chica de 12 años, de Tijuana, fue secuestrada este año por estudiantes universitarios que recaudaban dinero para una escuela; alguna gente monta su propio secuestro para sacar dinero de sus familiares o negocios.
Los empresarios son las presas más lucrativas, incluyendo a los extranjeros. La hija del director local de un fabricante de llantas japonesas fue secuestrada en 2000, y la compañía pagó más de un millón de dólares de rescate. El jefe de una empresa mexicana que fabrica coches alemanes abandonó el país hace 18 meses, después de que su esposa fuera secuestrada y pagara un rescate de un millón de dólares. Un banquero español se marchó este verano, después de haber sido secuestrado y liberado.
"No es raro que la gente deje el país con toda su familia", dijo el presidente de Coparmex, Jorge Espina Reyes. "Cuando una familia sufre un secuestro, queda afectada para toda la vida. Están dispuestos a hacer cualquier cosa, dejar el país y sus negocios, para no tener que pasar otra vez por una experiencia así".

Una Experiencia Terrible e Interminable
Seis meses después del secuestro, Gerardo dijo que todavía tiene demasiado miedo de los secuestradores como para mencionar su apellido en este artículo. Dijo que su sobrina, una estudiante de arquitectura, estuvo encerrada durante más de un mes en un cuarto oscuro y pequeño, con la televisión a todo volumen, día y noche. Le dijo que cuatro de sus secuestradores dormían en el dormitorio con ella. Nunca abusaron sexualmente de ella, pero su presencia y la luz parpadeante de la televisión el día entero aumentaban su terror.
Otra víctima de secuestro, un adolescente, estuvo retenido en la misma casa. La sobrina le contó a Gerardo que ella nunca lo vio, pero lo podía oír cuando los secuestradores lo desnudaban y golpeaban hasta que lloraba, y entonces lo grababan en video para sus padres. Mientras le pegaban una y otra vez, les oyó decir las mismas palabras que su familia había llegado a temer: "¿Cuándo quieres que paremos?"
Como patriarca de una familia extensa, y como claro objetivo de las demandas de los secuestradores, le tocó a Gerardo negociar. Dijo que finalmente había pagado cientos de miles de dólares por su rescate, pero no dijo exactamente cuánto.
Recuperó a su sobrina en marzo, pero la prueba no terminó. Dijo que los secuestradores seguían llamando, amenazando con matar a sus hijos si les hacía problemas, si llamaba a la policía. Contó que una vez le llamaron para hacerle saber que estaban frente a la casa de su madre.
Le describieron el lugar, le dijeron lo que estaba haciendo su madre. Y le dijeron que la iban a matar.
"Estás loco", dijo Gerardo. Dijo que había comprado un arma de fuego.
Pero luego, hace unas semanas, vendió su Mercedes, puso su casa en venta y se mudó con su familia a Boca Ratón, Florida, definitivamente, incapaz de soportar la inseguridad que sentía constantemente en su país natal. Su sobrina ahora está estudiando arquitectura en Florida y sus hijos van a la escuela allí.
"No puedo seguir viviendo aquí", dijo Gerardo, 45, corredor de maratón en buena forma, sentado en cajas en su oficina de Ciudad de México el día que se marchó. "Tenemos que cambiar nuestras vidas. Tengo un hijo de cinco años. No puedo correr riesgos".
Dijo que los negocios que le había llevado levantar toda una vida, la fabricación y venta de repuestos de automóviles y la venta de propiedades serán seguramente declarados en quiebra y sus 35 empleados perderán sus trabajos. Dijo que trataría de dirigir sus negocios desde Florida, con viajes discretos cada tantos meses. Pero dijo que se necesita más una gestión más práctica que eso, y que los secuestradores lo habían arruinado.
Dijo que gastó 150 mil dólares contratando a dos detectives privados, y ellos le dijeron que su sobrina había sido secuestrada por una banda bien organizada, dirigida por agentes de las policías estatal y local.
Estaban demasiado conectados y organizados como para poder atacarlos, concluyó. "Con el dinero que están haciendo, pueden comprar a cualquiera", dijo.
Los secuestradores lo han llamado por teléfono para reírse de él: "Nunca nos agarrarás, sabemos demasiado", recordó. Y sí que sabían un montón. "Pincharon nuestras conferencias telefónicas de dos o tres meses antes del secuestro y nos las hicieron escuchar. Verificaron nuestras propiedades, sabían de nuestros coches y casas. Tenían un inventario. Me dijeron, ‘Dile a tu madre que venda el condominio para pagar el rescate'".
Gerardo dijo que estaba enfurecido, que le gustaría matar a alguien. Pero los elementos contra él eran demasiado fuertes, y no tenía otra opción sino huir. Nunca informó a la policía.
"Trabajas, estudias, te casas, tienes hijos, una vida, estabilidad", dijo. "Me iba a quedar aquí para siempre. Pero ahora nos vamos de México, con el dinero".

Altos Costes Para Las Víctimas
Pedro Fletes Rentería, rector de un colegio privado de Ciudad de México, fue secuestrado el 1 de marzo de 2001 cuando llegaba a su trabajo a las 6 de la mañana. Unos hombres enmascarados lo obligaron a subir a un coche y lo pusieron boca abajo con una pistola en la nuca. Lo tuvieron secuestrado durante 59 días.
Fletes Rentería dijo que estuvo la mayor parte del tiempo encerrado en un armario de cinco pies cuadrados, con un cubo como wáter. Le permitían bañarse cada tres días. Podía oír a los niños jugando, a las familias cuando tenían fiestas -los sonidos de Ciudad de México en una cálida primavera.
Fletes, 54, dijo que los secuestradores sabían todo sobre él, incluyendo los nombres de sus hijos y sus horarios. Dijo que lo único que aparentemente no podían entender eran sus negocios: el rescate de 5 millones de dólares era más que el valor total de la escuela.
"Sentí todas las emociones que te puedes imaginar, en ciclos: angustia, desesperación, pensar mal de la familia, creer que me iba a morir, llorar", dijo Fletes, cuya cara es blanda y redonda debajo de barba a pintas. "Era inhumano".
Después de dos meses, después de que su familia pagara el rescate - pero no dirá su monto -, los secuestradores lo llevaron a un concurrido cruce en el centro de la ciudad y lo dejaron ir. Le devolvieron el traje negro que llevaba el día de su secuestro. Había sido lavado y planchado.
Fletes dijo que los secuestradores casi llevaron a su familia a la quiebra financiera. Dijo que su esposa, sus cinco hijas y su hijo gastaron miles de dólares en guardaespaldas para protegerlo durante varios meses.
"Pero ya me deshice de ellos", dijo, tamborileando sobre el escritorio, sus manos revoloteando a su alrededor como pájaros nerviosos. "Era demasiado caro, y yo no quería vivir así".
Los costes para su escuela, que imparte desde la enseñanza básica hasta la secundaria, no han cesado. Desde su secuestro, ha pagado más de 18 mil dólares para instalar un sistema de seguridad con un circuito de televisión cerrado y alarmas sensibles al movimiento. Paga más de 5 mil 500 dólares al mes en medidas de seguridad que nunca tomó antes, incluyendo nuevos guardias en las puertas y nuevas cartas de identificación y medidas de seguridad para sus mil 200 alumnos.
Dijo que hubiese preferido gastar el dinero en un nuevo laboratorio de idiomas, pintar las agrietadas y amarillas paredes y modernizar los 40 viejos ordenadores de la escuela.
"Si no tuviésemos que gastar ahora tanto en seguridad todo sería mejor".

Invirtiendo En Seguridad
Las compañías en México pagan caro para protegerse a sí mismas porque el gobierno no lo hace. Los analistas dijeron que las grandes compañías gastan entre el 5 y el 15 por ciento de sus presupuestos anuales en seguridad -a veces, 2 millones de dólares o más.
En un país donde más de 54 millones de personas -más de la mitad de población- viven con menos de 4 dólares 50 al día, los líderes empresariales declaran que su pesado gasto en seguridad representa trabajos y oportunidades perdidas.
"En lugar de invertir en seguridad, podrían estar invirtiendo en nuevas fábricas o en nuevas líneas de productos", dijo Javier Prieto de la Fuente, presidente de Concamin, la Cámara Industrial de Comercio de México. "Cuando participas en mercados internacionales, incluso el 1 por ciento es importante. Estamos perdiendo nuestra competitividad a causa de estos problemas".
Mientras que muchas partes de México están relativamente libres de la epidemia de secuestros, los problemas son graves en Ciudad de México, Guadalajara, Puebla, y en las áreas fronterizas con Estados Unidos, donde se ubican muchas de las empresas industriales de México. Muchos compañías japonesas cerca de la frontera prohíben a sus ejecutivos desplazarse en coches particulares. Son desplazados en buses con guardias armados entre sus hogares en los suburbios de San Diego y las fábricas en los alrededores de Tijuana.
Las compañías extranjeras pagan primas -el equivalente a las primas de riesgo- para atraer a ejecutivos cotizados a México. Firmas extranjeras y mexicanas deben a menudo pagar seguros de secuestro por sus empleados más importantes. El problema es suficientemente grave como para que una compañía aquí comenzara a ofrecer implantes quirúrgicos de aparatos que pueden ayudar a localizar a la gente usando tecnología vía satélite, aunque de momento no ha tenido clientes.
Pocas compañías, si acaso alguna, han dejado el país sólo por los problemas de seguridad, ya que México es un mercado demasiado grande y atractivo como para abandonar. La inversión extranjera directa continúa creciendo, pero muchos aquí dicen que los secuestros y otros delitos son la causa principal por la que la economía mexicana no crece más rápidamente.
El secuestro se ha hecho tan común que Fox lo mencionó en su discurso anual a la nación de 2002, como un asunto de extrema importancia. Los estudiosos de la delincuencia dicen que la nueva unidad anti-secuestros del gobierno federal es un paso importante. Pero incluso Fox concedió que erradicar el "azote" de la inseguridad era todavía "una deuda pendiente con nuestros ciudadanos".

"No Confiamos En La Policía"
Fletes dijo que nunca quiso que la policía se involucrara en el caso.
"No confiamos en la policía, y queremos proteger a nuestras familias", dijo. "Ahora mismo sé de otros dos casos de secuestro, y en ninguno de ellos se ha llamado a la policía".
Pero dijo que cuando fue secuestrado, uno de los secuestradores disparó -quizás como advertencia. Causó tal conmoción que llegó la policía, y se inició una investigación.
Fletes dijo que la Policía Federal Preventiva fue la agencia que condujo la investigación. Aunque dijo que su hermano negoció directamente con los secuestradores, sin intervención de la policía, y que finalmente él mismo pagó el rescate.
Una vez liberado, la búsqueda de los secuestradores fue dejada en manos del procurador general de Ciudad de México, que tiene una unidad especial dedicada a investigar los secuestros.
"Puedo decir que son muy amistosos, pero no efectivos", dijo Fletes. "Creo que piensan que si la víctima vuelve a casa, el caso está resuelto".
Sus propios detectives privados encontraron evidencias de que agentes de policía importantes de Ciudad de México pueden estar implicados en el caso. El abogado de Fletes, José Antonio Ortega, un importante abogado que dirige el comité de seguridad de Coparmex, dijo que los registros telefónicos muestran que la cabina telefónica usada por los secuestradores era también utilizada por un funcionario importante de la unidad anti-secuestros del departamento.
Jesús Jiménez Granados, jefe de la unidad anti-secuestros de la procuraduría general, dijo que había investigado las acusaciones y que no había encontrado pruebas de que los agentes de policía estuviesen implicados. Pero dijo que los agentes sospechosos fueron entonces trasladados a otra unidad. Dijo que en materias tan delicadas como las investigaciones de secuestros, la policía y los investigadores deben estar más allá de toda sospecha.
"La gente confía en nosotros", dijo Jiménez, un fornido hombre metido en un traje para alguien más alto. "Creo que estamos dando resultados a los ciudadanos y nos estamos ganando su confianza".
Jiménez dijo que su despacho recibió 149 denuncias por secuestro el último año y resolvió un 70 por ciento de ellas. Jiménez también dijo que la policía ha detenido a un sospechoso que puede haber participado en el secuestro de Fletes. "Está a punto de ser completamente resuelto", dijo.
Pero Fletes sigue escéptico, y con miedo. En su despacho, a pocos metros de la calle donde fue secuestrado, Fletes dijo que los agentes de policía de los que sospecha que estuvieron implicados en su secuestro "podrían volver en cualquier momento".
Fletes dijo que la elección de Fox hace dos años fue un signo positivo, y que algunas cosas han comenzado a cambiar. Pero dijo que México todavía es un país en el que a menudo se gobierna más por la fuerza y la intimidación que por las leyes. Dijo que su sobrino ha sido "expresamente secuestrado" este mes por secuestradores que lo mantuvieron retenido unas horas y lo obligaron a sacar dinero con su tarjeta de crédito -un delito común en Ciudad de México, y que no es nunca resuelto.
"Hemos tenido una transición política", dijo Fletes. "Pero lo que todavía necesitamos es una transición hacia la justicia".

©washington post ©traducción mQh

4 comentarios

juan -

gracias

Anónimo -

ok

merche -

Creo que debería prestarse bien de atención al desarrollo de la tecnología de localizadores de personas, por satélite u otras formas. Es la solución a los secuestros, no sólo en México. Bien futurista se presenta la vuelta de la esquina.

luis -

Me hace pensar en los Sensacionales, esas historietas gráficas que venden como churros en México. Nunca estuve en ese país, pero leo todos los meses un capítulo (que publica la revista Ciudadela de Ámsterdam). Siempre me llamaron la atención las atroces historias que cuentan los Sensacionales (padres raptados a quienes los raptores cortan una mano y se la mandan al hijo para que pague y cosas así), y he pensado vaya con los mexicanos, que morbosillos y no más. Pero ahora le veo aún otra dimensión. Esas novelitas gráficas no sólo aportan a la riqueza de la ficción de ese país: los Sensacionales son romances, o sea comentan la puritita realidad; son como periodismo. Periodismo gráfico bien barroco. El mexicano se recrea con las historias, y las pasea de género en género.