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vida de mafia a prueba de tontos


Dos libros que revelan todo sobre la mafia, y que satisfacen el apetito por las aventuras fuertes.
De algún modo, nada parece satisfacer nuestro apetito de historias sobre la mafia. Todos hemos oído esas turbias grabaciones de conversaciones telefónicas pinchadas, hemos visto las borrosas fotos de los equipos de vigilancia, hemos seguido obsesivamente las series de El Padrino y Los Sopranos. Pero queremos más, no sabemos si para prepararnos para clavar en la cabeza de alguien un punzón para el hielo (y no olvide de cubrir el mango con cinta de pegar, para no dejar huellas) o para ocuparnos de las provisiones para ir a hacerle la guerra a otro clan familiar (no olvide las grandes cacerolas de la salsa marinara para alimentar a todo el mundo en la casa de seguridad).
Ahora contamos con dos nuevas y alegres guías para viajar en el mundo de los gángsters: ‘The Way of the Wiseguys' (Running Press) y ‘Gangsters and GoodFellas' (M. Evans & Co.), y los dos rompen una vez más el código de la omerta.
Pocos están tan calificados para exponer los secretos de la mafia como Brasco y Hill. Brasco es el nombre de guerra del agente encubierto del FBI, Joseph Pistone, cuya autobiografía de 1988 llegó al celuloide con Johnny Depp en el papel protagónico. La historia de Hill fue escrita primero por el autor Nicholas Pileggi en 1985, que se transformó luego en ‘GoodFellas', de Martin Scorsese. Ambos escribieron sobre familias (Brasco vendió a los Bonannos; Hill, a los Luccheses) y, desde entonces, ambos han evitado llamar la atención.
El relato de Brasco es un manual para hombres que se hacen a sí mismos, con capítulos como ‘Cómo Apoderarse de un Negocio' (inicie una pelea violenta en un bar, luego convenza al dueño para que le pague por su "protección") y ‘Buenas Maneras de la Mafia' (los tipos rudos piden antes que las señoras). Dado el colorido de la materia, su estilo es veces un poco seco, incluso formal. Sin embargo, lo poco aquí es a menudo sensacional, y al leer el capítulo sobre cómo cometer un asesinato por encargo, uno casi siente el roce frío y liso de un revólver 22. "Para los mafiosos de Nueva York", escribe Brasco, "el método preferido de ejecución es dos balazos detrás de la oreja".
‘Gangsters and GoodFellas' es mucho más despreocupado y ligero. En una suerte de secuela del firmemente controlado original de Pileggi, Hill arrastra a los lectores en una loca carrera a través del programa de protección de testigos en su fútil intento de adaptarse después de que los federales lo trasladaran de los carriles de la izquierda de Nueva York a Hicksville, Kentucky, una ciudad más lenta que las tortugas. ("Kentucky era como un país extranjero", recuerda. "Hablaban en apalache, con acento sureño. No capice").
Tomados juntos, los libros ofrecen una moraleja ying-yang, con Brasco como una flecha contándonos en detalle cómo hacen los delincuentes sus negocios y Hill, el delincuente de toda una vida, tratando de sentar cabeza y de volar derecho. En virtud de su naturaleza franca, y confesional, la historia de Hill es más íntima y su prosa más fibrosa; el de Brasco es una disertación reflexiva sobre los gángsters. Sin embargo, ambos están tan apretujados de anécdotas reveladoras, conductas enfermizas y humor negro, que no se olvidarán pronto.

©time
30 mayo 2004

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