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tiranía de pinochet


Chile recuerda la sanguinaria y corrupta dictadura chilena. El 11 de septiembre de 1973 Pinochet, en connivencia con patrones y políticos, inicia asesinato de más de 3.000 dirigentes sindicales, políticos, estudiantiles y de organizaciones sociales. Justicia sólo pretende juzgar a Pinochet y otros militares.
Cuando en julio de 2001 un controvertido diagnóstico de demencia senil a favor de Augusto Pinochet hizo que la Corte Suprema de Chile ordenará el cierre sin sentencia de un juicio que enfrentaba por 57 homicidios y 18 secuestros contra opositores cometidos en octubre de 1973, quedaba marcado el inició de un posible olvido.
En el amanecer del 11 de septiembre de 1973, un telefonema despertó al entonces presidente chileno Salvador Allende, en el se le comunicaba de un posible golpe de estado encabezado por la cúpula militar y principalmente por Augusto Pinochet. Las sospechas se confirmaron cuando la sede presidencial de La Moneda fue atacada, ahí la suerte del mandatario determinó que no vería el final del día y que Chile iniciaba la peor de sus noches con una dictadura de 17 años y tres mil víctimas, de las cuales, más de mil están desaparecidos.

Arribo
Allende, que había perdido dos elecciones, llegó al poder con una visión socialista que grupos opositores no aprobaron. Sus decisiones de nacionalizar los monopolios y controlar los precios del mercado interno fueron un arma de doble filo: por un lado los grupos revolucionarios lo presionaron para que tomara medidas más radicales, en tanto, la derecha no comulgaba con esa postura.
Esas diferencias políticas causaron que la economía cayera, además del bloqueo —no reconocido— por parte de Estados Unidos que nunca aceptó esas medidas.
La situación se tornó complicada hasta provocar una crisis que Allende no pudo detener a pesar de otorgar puestos de su gobierno a varios militares con lo que pretendía un mayor control de las discrepancias.
Al final, esa fue su mayor equivocación, porque mientras el presidente preparaba la resistencia el día de la insurrección, en otros sitios de Chile operaba la rebelión, organizada por el general Augusto Pinochet —uno de sus hombres de mayor confianza—, el almirante José Toribio Merino y el general de aviación Gustavo Leig, además del jefe de la policía, César Mendoza.

Cobardía
Por eso cuando La Moneda fue cercada, Allende sabía de su final, y resumía sus posibilidades de triunfo, "estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición. Viva Chile! ¡Viva el pueblo!"
Semanas antes, Pinochet, que ya había tenido acercamientos con el gobierno del presidente estadunidense Richard Nixon, le aconsejaba que dejará la presidencia, a lo que respondió con negativas.
EU negó toda acción que ayudará al golpe militar, pero en 1999 se descubrió que la Agencias Central de Inteligencia (CIA) operó en Chile desde 1962 hasta 1975, además de apoyar con miles de dólares para el mantenimiento militar.
Cuando terminó la revuelta, Pinochet asume la presidencia y opta por un gobierno castrense, que prolonga bajo una dictadura represora, autoritaria y sin políticas socialistas.
Hoy, a 31 años de distancia, Pinochet afronta un nuevo proceso donde se le juzga por los atropellos cometidos, aunque sus abogados se empeñan en decir que es "imposible un juicio" porque esta poco menos que "demente".

11 de septiembre de 2004
©crónica

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