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UN HOMBRE DE MUCHOS NOMBRES PERO SÓLO UN LEGADO EN LA AMAZONIA - larry rohter


El notorio criminal brasileño Sebastião Rodrigues de Moura, responsable de decenas de asesinatos y torturas en los años setenta y ochenta, es un personaje tan importante en Brasil que cuenta con un estado propio. Un reportaje sobre la improbable vida política de ese país.
Curionópolis, Brasil. En Brasilia, donde cuenta con muchos y poderosos clientes agradecidos por los favores que les ha hecho durante muchos años, Sebastião Rodrigues de Moura es conocido bajo muchos nombres. Vicerrey de la Selva. Rey de Pará. En los pasillos del Congreso hay incluso quienes le llaman ‘el Kurtz del Amazonas', en referencia al personaje de la novela de Joseph Conrad, ‘Heart of Darkness'.
"Exageraciones", dice Moura -llamado a menudo Alcalde Curió por su aparente parecido con una agresiva especie de pájaro de la zona-, descartando la idea con un movimiento de mano. Pero nadie en Amazonia reina en un territorio bautizado en su honor que, como aseveran sus críticos en la capital, le es permitido manejar como su feudo personal.
Durante casi 35 años Moura, hoy una paternal figura con el pelo teñido rubio, ha sido uno de los hombres que otros aquí en el estado de Pará al este de la Amazonia tenían miedo de cruzarse en la calle. Guerrilleros trotskistas, avaros mineros, entrometidos curas extranjeros, campesinos taciturnos, políticos palabreros, rancheros ambiciosos -todos los que se han metido con el Alcalde Curió han perdido, contribuyendo así a la leyenda de su ferocidad e implacabilidad.
Algunos, de hechos, no han sobrevivido como para contar la historia, y otros simplemente no quieren hablar. Desde que terminara el gobierno militar en Brasil en 1985, grupos de derechos humanos han estado clamando que Moura sea juzgado por el asesinato de más de 60 guerrilleros de izquierda, algunos de los cuales fueron decapitados, y la tortura de decenas de guías campesinos durante los años setenta, pero han perdido cada vez.
"No puedo negar que he participado en combates para impedir que se implantara en el corazón de la Amazonia un territorio al servicio del comunismo mundial", dijo a propósito de su papel en la más grande operación de contra-insurgencia en la historia de Brasil. "Era una guerra. Les combatimos en la selva con las armas en la mano, y llevamos a cabo la misión que nos habían encomendado las fuerzas armadas".
Las investigaciones del gobierno sobre el destino de aquellos que murieron o que fueron torturados durante la guerrilla de Araguaia han contactado recientemente a Moura y le han invitado a declarar. Él se ha negado a hacerlo, diciendo que lo hará sólo si recibe órdenes de su comandante. Pero cuando se le preguntó si acataría una orden semejante, en caso de que se emitiera, respondió: "No es probable".
"Sé que no tengo el derecho de llevarme a la tumba la verdad de las cosas que he vivido", dijo. "Pero sólo contaré la verdad en mis memorias".
La historia de Moura, según la cuenta él, comienza en diciembre de 1934 en São Sebastião do Paraíso, una pequeña ciudad comercial en el interior del estado de Minas Gerais. "Mis orígenes son humilde", dice. Su padre era un barbero y su madre tenía una pensión para estudiantes.
Recuerda que su infancia no fue nada excepcional, hasta que terminó la Segunda Guerra Mundial y un primo que volvía de combatir con la fuerza expedicionaria brasileña, que se había unido a la causa aliada en Italia, fue paseado por las calles de su ciudad como si fuese un héroe. "En ese momento decidí lo que quería ser", dijo.
Mientras se alistaba como cadete en la academia militar nacional decidió complementar su magro salario transformándose en boxeador, "con lo que podía ganar con una pelea a la semana más de lo que ganaba en un mes". Sus compañeros de clase, impresionados por su agresividad en el ring, le pusieron el apodo que ha usado desde entonces, Alcalde Curió, por un pequeño pájaro negro de buche rojo común en Brasil.
"El curió es un pájaro agresivo, que la gente del nordeste los meten en jaulas juntos y los dejan pelear, a menudo hasta la muerte", explica Moura. "El curió es tan agresivo que es capaz de pelear contra su propia imagen en un espejo".
Cuando el ejército tomó el poder en Brasil en 1964, Moura fue asignado a labores de inteligencia y contra-insurgencia y a lo que llama vagamente "la represión de los movimientos de guerrilla urbana" en las ciudades brasileñas más importantes.
Se había licenciado de su primer curso de adiestramiento en guerra selvática, así que cuando el Partido Comunista de Brasil inició un frente guerrillero a lo largo del río Araguaia en el este de Amazonia, fue llamado a servir. Se presentó a sí mismo como el agrónomo llamado Carlos Alberto Lucchini. Su verdadera misión era identificar y matar a los rebeldes, logrando el apoyo de los campesinos de la zona.
El gobierno militar lo volvió a llamar para restaurar el orden cuando la fiebre del oro que comenzó aquí en 1980. Serra Pelada se transformó pronto en una de las minas a tajo abierto más grandes del mundo, famosa por sus pepitas que podían pesar hasta 137 libras y por sus imágenes de buscadores de oro que trabajaban en condiciones violentas y subhumanas.
En Sierra Pelada, hoy un distrito de Curionópolis, Moura gobernó con puño de hierro. Prohibió el alcohol, los juegos y las mujeres; obligó a los buscadores de oro a entregar sus armas cuando salían de la mina; e hizo que se izase la bandera brasileña todas las mañanas en un ceremonia obligatoria.
"Tenía todo el poder y podía hacer lo que quería", dijo, melancólicamente. "Nadie podía meterse conmigo, ni los habitantes, ni los diputados ni los tribunales".
Pero los 116.000 mineros que habían acudido a Serra Pelada estaban dispuestos a tolerar esos abusos porque Moura había peleado por ellos. Expulsó a los tasadores que ofrecían por el oro un precio muy por debajo del precio de mercado y se las arregló para que se instalasen en la zona una cadena de economatos del estado y un banco, de modo que los buscadores no tuvieran que pagar los exorbitantes precios que les imponían los comerciantes, e impidiendo que quedasen en deuda con los intermediarios.
Finalmente ese papel lo llevó a la política. Moura fue elegido durante un tiempo al Congreso brasileño, pero a fines de los años ochenta, cuando el gobierno creó una nueva jurisdicción y la llamó Curionópolis, volvió a asumir su rol como el señor de facto de la región, al que agregó el título oficial de alcalde durante cuatro años.
En su escritorio aquí Moura exhibe una pancarta apoyando a un movimiento para definir todo el sudeste de Amazonia, una zona rica en oro, platino, hierro, cobre, bauxita, maderas tropicales y energía hidroeléctrica, y transformarlo en el estado de Carajás. Ha sido mencionado como probablemente el primer gobernador de tal entidad. Pero ha quitado importancia a esas aspiraciones.
"No tengo esa ambición, pero si se crea ese estado mis camaradas podrían convencerme de asumir esa obligación", dijo. "En política no puedes decir nunca que de ese agua no beberás".
Entretanto quiere ser re-elegido como alcalde aquí en el territorio que lleva su nombre, en las elecciones programadas para octubre. Su principal opositor utiliza en su campaña un eslogan que pide una "Curionópolis Sin Temor", pero Moura dice que en el último sondeo obtuvo más del 60 por ciento de los votos.
Dadas lo imprevisible de la política brasileña, el partido al que pertenece Moura ha formado parte desde 2003 de la coalición de gobierno dirigida por el izquierdista Partido de los Trabajadores. "Yo capturé a José Genoíno en abril de 1972", dijo refiriéndose al antiguo guerrillero que es ahora presidente del partido gobernante.
Ahora acepta la idea de que los jóvenes e idealistas guerrilleros contra los que luchó todos esos años "estaban motivados por los mismos objetivos, el mismo espíritu social que el ejército, aunque nuestros caminos eran diferentes", dijo. "Pero ellos tomaron una dirección, y yo otra".

11 de septiembre de 2004
15 de septiembre de 2004
©newyorktimes
©traducción mQh

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