¿qué hace la policía iraquí en iraq?
columna de mérici
La campaña de los insurgentes en Iraq contra las mal o nada adiestradas, mal armadas, mal equipadas y mal dirigidas fuerzas policiales iraquíes tiene un objetivo claro: aislar a las fuerzas norteamericanas de ocupación. Desde el estallido de atentados en los últimos meses del año pasado, las tropas americanas decidieron quedarse en sus cuarteles y dejar las labores de seguridad pública en manos de la policía iraquí. En una ciudad ocupada, sin embargo, parece inevitable que las tareas policiales se confundan con los ocupantes, sobre todo si incluye perseguir a los milicianos que cometen atentados contra las fuerzas de la ocupación. Es inevitable que los policías sean vistos como colaboracionistas. Y conviene también a los insurgentes forzar esa identificación.
Sin embargo, las tareas de seguridad pública siguen siendo indispensables. Hay que recordar que los secuestros de particulares, los robos, los asesinatos, las violaciones, las agresiones, los incendios provocados, las estafas y hasta los pequeños actos de ratería siguen siendo en Bagdad pan de todos los días. Las condiciones de guerra y de caos sólo empeoran los peligros a los que se exponen los ciudadanos. Y las fuerzas policiales deben procurar que los ciudadanos sufran menos el ataque cotidiano de la delincuencia.
La antigua policía iraquí fue desbandada. Comprensiblemente, si se considera que sus agentes eran reclutados con criterios o tribales o políticos y que una de sus funciones era mantener el régimen baazista en pie. Y las fuerzas de ocupación no dedicaron en su momento ni el tiempo ni los recursos necesarios para el adiestramiento y equipamiento de un nuevo cuerpo policial, desprovisto de los males del pasado.
Se puede uno crear una imagen del estado de la policía iraquí leyendo los informes de prensa. No todos los agentes tienen adiestramiento suficiente, no todos van igualmente armados ni con suficientes municiones. Algunos llevan ostensiblemente pistolas, pero sin balas. Unos pocos llevan chalecos antibalas, no todos. Se dice que es porque muchos agentes, si contaran con armas de nivel y abundancia de balas, se pasarían a la resistencia. Sea. ¿Pero no es ese un riesgo que vale la pena que se corra si ha de asegurarse la vida de los policías que sí siguen perteneciendo al cuerpo bagdadí?
Pero hay más cosas incomprensibles todavía. Se cita a los reclutas, a los candidatos a devenir agentes de policía, en las comisarías, vale decir, fuera de la resguardada y hasta hace poco relativamente segura Zona Verde. Los insurgentes atacan cuando hacen la cola. Han muertos cientos de reclutas esperando afuera de las comisarías. Y, sin embargo, se sigue reclutando y tramitando las solicitudes de la misma manera. Día tras día.
Aparte de buscar una manera más segura de reclutar a los futuros agentes, ¿no sería mejor adiestrarlos en el extranjero, en Europa o en Estados Unidos, a salvo de atentados, de amenazas, de secuestros y en lugares donde puedan dedicarse enteramente al oficio de ser adiestrados? ¿O es que la vida de los agentes tampoco vale mucho?
Bagdad y otras ciudades de Iraq necesitan fuerzas policiales con o sin guerra. Y deben ser naturalmente fuerzas policiales profesionales, tanto o más que las policías europeas. El adiestramiento de los agentes debe naturalmente incluir el muy necesario aprendizaje del respeto de los derechos humanos y de los derechos civiles de todo detenido. Deberán incluirse reglamentos, por ejemplo, que transformen en delito no sólo la violación de los derechos humanos sino también el no impedir que un superior o un colega los cometa u ordene cometerlos, incluso si para ello debe emplearse algún grado de violencia. Deberá transformarse en delito el no denunciar esas violaciones por parte de otros agentes o de superiores. Los nuevos agentes deberán tener la absoluta certeza de que la nueva policía iraquí será verdaderamente nueva, moderna y al día tanto material como espiritualmente. Y que cuenta con el absoluto respaldo de la comunidad internacional.
El problema, naturalmente, es qué país se atreverá a adiestrarlas, en los países de la coalición norteamericana o en otros, con las actuales condiciones de guerra.
No es probable que alguien se ofrezca a hacerlo, ni otros países ni Naciones Unidas. Son en realidad tareas de la comunidad internacional, pero imposibles de realizar mientras Estados Unidos mantenga ocupado Iraq.
Cuando Estados Unidos y el Reino Unido abandonen Iraq, Naciones Unidas y otros países de la comunidad internacional podrán contribuir al adiestramiento de la nueva policía iraquí si, como es probable, un nuevo gobierno que surja de elecciones legítimas y nacionales lo solicite. Y aún así es probable que sea conveniente adiestrar a los agentes fuera de Iraq.
Mientras haya tropas extranjeras en Iraq, su policía, mal o bien adiestrada, será considerada colaboracionista. Cuando ya no haya tropas extranjeras, tendrán naturalmente menos enemigos, y podrán dedicarse a la tarea de garantizar la seguridad pública. Pero estos enemigos serán los enemigos normales de toda policía en todo el mundo.
Un problema muy grave, a propósito de esto, es: ¿Cómo va a confiar el iraquí de a pie en una nueva policía si está esta bajo el mando de gente como el primer ministro, cuyo partido se ha hecho culpable de estafas, robos, apropiaciones ilegítimas y hasta de secuestro de personas?
Sin embargo, las tareas de seguridad pública siguen siendo indispensables. Hay que recordar que los secuestros de particulares, los robos, los asesinatos, las violaciones, las agresiones, los incendios provocados, las estafas y hasta los pequeños actos de ratería siguen siendo en Bagdad pan de todos los días. Las condiciones de guerra y de caos sólo empeoran los peligros a los que se exponen los ciudadanos. Y las fuerzas policiales deben procurar que los ciudadanos sufran menos el ataque cotidiano de la delincuencia.
La antigua policía iraquí fue desbandada. Comprensiblemente, si se considera que sus agentes eran reclutados con criterios o tribales o políticos y que una de sus funciones era mantener el régimen baazista en pie. Y las fuerzas de ocupación no dedicaron en su momento ni el tiempo ni los recursos necesarios para el adiestramiento y equipamiento de un nuevo cuerpo policial, desprovisto de los males del pasado.
Se puede uno crear una imagen del estado de la policía iraquí leyendo los informes de prensa. No todos los agentes tienen adiestramiento suficiente, no todos van igualmente armados ni con suficientes municiones. Algunos llevan ostensiblemente pistolas, pero sin balas. Unos pocos llevan chalecos antibalas, no todos. Se dice que es porque muchos agentes, si contaran con armas de nivel y abundancia de balas, se pasarían a la resistencia. Sea. ¿Pero no es ese un riesgo que vale la pena que se corra si ha de asegurarse la vida de los policías que sí siguen perteneciendo al cuerpo bagdadí?
Pero hay más cosas incomprensibles todavía. Se cita a los reclutas, a los candidatos a devenir agentes de policía, en las comisarías, vale decir, fuera de la resguardada y hasta hace poco relativamente segura Zona Verde. Los insurgentes atacan cuando hacen la cola. Han muertos cientos de reclutas esperando afuera de las comisarías. Y, sin embargo, se sigue reclutando y tramitando las solicitudes de la misma manera. Día tras día.
Aparte de buscar una manera más segura de reclutar a los futuros agentes, ¿no sería mejor adiestrarlos en el extranjero, en Europa o en Estados Unidos, a salvo de atentados, de amenazas, de secuestros y en lugares donde puedan dedicarse enteramente al oficio de ser adiestrados? ¿O es que la vida de los agentes tampoco vale mucho?
Bagdad y otras ciudades de Iraq necesitan fuerzas policiales con o sin guerra. Y deben ser naturalmente fuerzas policiales profesionales, tanto o más que las policías europeas. El adiestramiento de los agentes debe naturalmente incluir el muy necesario aprendizaje del respeto de los derechos humanos y de los derechos civiles de todo detenido. Deberán incluirse reglamentos, por ejemplo, que transformen en delito no sólo la violación de los derechos humanos sino también el no impedir que un superior o un colega los cometa u ordene cometerlos, incluso si para ello debe emplearse algún grado de violencia. Deberá transformarse en delito el no denunciar esas violaciones por parte de otros agentes o de superiores. Los nuevos agentes deberán tener la absoluta certeza de que la nueva policía iraquí será verdaderamente nueva, moderna y al día tanto material como espiritualmente. Y que cuenta con el absoluto respaldo de la comunidad internacional.
El problema, naturalmente, es qué país se atreverá a adiestrarlas, en los países de la coalición norteamericana o en otros, con las actuales condiciones de guerra.
No es probable que alguien se ofrezca a hacerlo, ni otros países ni Naciones Unidas. Son en realidad tareas de la comunidad internacional, pero imposibles de realizar mientras Estados Unidos mantenga ocupado Iraq.
Cuando Estados Unidos y el Reino Unido abandonen Iraq, Naciones Unidas y otros países de la comunidad internacional podrán contribuir al adiestramiento de la nueva policía iraquí si, como es probable, un nuevo gobierno que surja de elecciones legítimas y nacionales lo solicite. Y aún así es probable que sea conveniente adiestrar a los agentes fuera de Iraq.
Mientras haya tropas extranjeras en Iraq, su policía, mal o bien adiestrada, será considerada colaboracionista. Cuando ya no haya tropas extranjeras, tendrán naturalmente menos enemigos, y podrán dedicarse a la tarea de garantizar la seguridad pública. Pero estos enemigos serán los enemigos normales de toda policía en todo el mundo.
Un problema muy grave, a propósito de esto, es: ¿Cómo va a confiar el iraquí de a pie en una nueva policía si está esta bajo el mando de gente como el primer ministro, cuyo partido se ha hecho culpable de estafas, robos, apropiaciones ilegítimas y hasta de secuestro de personas?
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