¿por qué tiene miedo el fascismo holandés?
columna de mérici
Mientras Europa calla, el gobierno holandés continua con su política de odio contra la población extranjera, y particularmente contra la población árabe y musulmana.
Fuera de Holanda, muchos se sorprendieron de las aparentemente inusitadas acciones xenofóbicas de la actual coalición gobernante -de corte neo-fascista-, dirigidas todas a excluir a la población extranjera residente del goce de sus aportes al desarrollo y bienestar de este país.
Su clase obrera la conforman extranjeros. Sin embargo, la bazofia fascista les desprecia y no escatima oportunidad en hacérnoslo saber. Ahora el gobierno tiene intenciones de excluir a los extranjeros de la seguridad social, del seguro médico y de todos los otros avances que se lograron aquí justamente gracias al aporte fundamental del trabajo extranjero.
Holanda tenía fuera de sus fronteras la reputación de ser un país solidario y tolerante. Sin embargo, junto a sus tradiciones más liberales, Holanda ha sido también sinónimo de esclavitud, de apartheid -un término que proviene de su lengua-, de explotación. África sufrió en sangre y muerte la presencia holandesa. Suriname fue fundado por Holanda con los esclavos robados a África. Ahora el gobierno holandés, en una postura típica, ha abandonado a Suriname a su suerte, argumentando que nada tiene ya que ver con el país que fundó con la muerte, la sangre y el trabajo de millones de seres humanos.
Este gobierno ha creado un en gran parte artificial clima de odio hacia los extranjeros. Nunca hubo aquí conflictos de este orden hasta que asumiera la bazofia fascista. Y las leyes que decreta son cada vez más estúpidas e injustas: se puede aquí ser condenado a prisión sobre la base de declaraciones anónimas de policías (!) y soplones; no se puede so pena de ir en prisión comparar al régimen con los nazis de la Alemania de la Segunda Guerra, con los que sin embargo guardan un asombroso parecido; la eutanasia se aplica con criterios económicos y sociales y muchos ancianos, holandeses y extranjeros, han de morir porque el gobierno prohíbe que se les atienda en hospitales si no cuentan con seguro médico; a los refugiados se les encarcela y maltrata, humilla e insulta cotidianamente. Podría llenar páginas con el odio fascista.
Sin embargo, la bestia se dirige sobre todo contra los musulmanes y los árabes. ¿Por qué? Dicen los fascistas que se debe al miedo que tienen de que los árabes les ataquen como atacaron a Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001. Es difícil creer que se atribuyan tanta importancia. Pero, sea, podría ser un motivo legítimo. De hecho, todo el mundo vive ahora bajo el temor de la irracionalidad y violencia del fundamentalismo.
Pero la bazofia fascista no quiere reconocer que se trata de un problema policial, no bélico ni de estados en guerra. Porque le conviene malversarlo de este modo. Porque así ocultan el motivo verdadero de su temor.
Y el motivo verdadero de su temor es el crimen que cometieron sus soldados -que constituyen un excelente ejemplo de cobardía- contra la población musulmana de Sbrenica.
¿Lo habíamos olvidado? En 1995 Naciones Unidas encargó a las tropas holandesas la defensa del refugio creado para proteger a la población civil bosnio-musulmana de los ataques de los criminales serbios bajo el mando de Milosevic. Sin embargo, cuando los serbios atacaron, las tropas holandesas abandonaron su mandato y en lugar de resistir y oponerse a los serbios, colaboraron con ellos ayudándoles a separar a hombres y niños de las mujeres. Ese mismo día, poco después, 7.000 hombres y niños bosnios perdieron la vida a manos de las tropas serbias.
La cobardía e infamia holandesa no fue nunca castigada y el comandante de sus tropas vive ahora un exilio dorado nada menos que en la costa española. Los soldados que participaron así en la masacre sirven todavía en el ejército y quizás esperan volver a ser enviados en misiones de protección, que pagan muy bien.
La entonces temida venganza musulmana no se ha producido. Y es de esperar que no se produzca, si ha de producirse con la muerte de inocentes -como esos 7.000 hombres y niños, como esas 3.000 personas en las Torres de Nueva York. Europa entonces hizo la vista gorda. Hasta el día de hoy. Y es difícil imaginar que se haga justicia con los criminales y sus cómplices.
Hace pocos días una notoria agitadora fascista declaró que no podía sentir nada positivo hacia los musulmanes en razón de los muchos crímenes que habían cometido. Habrá que señalarle que esos crímenes no han sido cometidos por los musulmanes, como ha escogido expresarse, sino por delincuentes y criminales que no han nunca de confundirse con los que practican la fe musulmana. Pero la agitadora en ningún momento se refirió a la matanza en la que participaron sus gentes, de las que con la misma insensata y odiosa ligereza podrían ser llamadas cristianas. No es amnesia que no lo recuerde. Es una demostración de incomprensible, injustificada y arrogante inmoralidad. Es fascismo puro.
Esos ataques incesantes contra los musulmanes tienen por intención prevenir un ataque que se supone que vendrá. Se trata de reprimir a los árabes y mantenerlos tan ocupados de su propia defensa que no logren llevar a cabo ningún acto de venganza.
Pero los crímenes cometidos con la aprobación y complicidad holandesas, como los cometidos por los terroristas fundamentalistas, están más allá de la comprensión de los hombres. Son tan atroces que más allá de la justicia sólo Dios podrá juzgarlos en su verdadera dimensión, pues son inspirados por el mal.
Y nosotros, pueblo de Dios, aguardamos con temor, pues así se explica el miedo del fascismo holandés.
Fuera de Holanda, muchos se sorprendieron de las aparentemente inusitadas acciones xenofóbicas de la actual coalición gobernante -de corte neo-fascista-, dirigidas todas a excluir a la población extranjera residente del goce de sus aportes al desarrollo y bienestar de este país.
Su clase obrera la conforman extranjeros. Sin embargo, la bazofia fascista les desprecia y no escatima oportunidad en hacérnoslo saber. Ahora el gobierno tiene intenciones de excluir a los extranjeros de la seguridad social, del seguro médico y de todos los otros avances que se lograron aquí justamente gracias al aporte fundamental del trabajo extranjero.
Holanda tenía fuera de sus fronteras la reputación de ser un país solidario y tolerante. Sin embargo, junto a sus tradiciones más liberales, Holanda ha sido también sinónimo de esclavitud, de apartheid -un término que proviene de su lengua-, de explotación. África sufrió en sangre y muerte la presencia holandesa. Suriname fue fundado por Holanda con los esclavos robados a África. Ahora el gobierno holandés, en una postura típica, ha abandonado a Suriname a su suerte, argumentando que nada tiene ya que ver con el país que fundó con la muerte, la sangre y el trabajo de millones de seres humanos.
Este gobierno ha creado un en gran parte artificial clima de odio hacia los extranjeros. Nunca hubo aquí conflictos de este orden hasta que asumiera la bazofia fascista. Y las leyes que decreta son cada vez más estúpidas e injustas: se puede aquí ser condenado a prisión sobre la base de declaraciones anónimas de policías (!) y soplones; no se puede so pena de ir en prisión comparar al régimen con los nazis de la Alemania de la Segunda Guerra, con los que sin embargo guardan un asombroso parecido; la eutanasia se aplica con criterios económicos y sociales y muchos ancianos, holandeses y extranjeros, han de morir porque el gobierno prohíbe que se les atienda en hospitales si no cuentan con seguro médico; a los refugiados se les encarcela y maltrata, humilla e insulta cotidianamente. Podría llenar páginas con el odio fascista.
Sin embargo, la bestia se dirige sobre todo contra los musulmanes y los árabes. ¿Por qué? Dicen los fascistas que se debe al miedo que tienen de que los árabes les ataquen como atacaron a Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001. Es difícil creer que se atribuyan tanta importancia. Pero, sea, podría ser un motivo legítimo. De hecho, todo el mundo vive ahora bajo el temor de la irracionalidad y violencia del fundamentalismo.
Pero la bazofia fascista no quiere reconocer que se trata de un problema policial, no bélico ni de estados en guerra. Porque le conviene malversarlo de este modo. Porque así ocultan el motivo verdadero de su temor.
Y el motivo verdadero de su temor es el crimen que cometieron sus soldados -que constituyen un excelente ejemplo de cobardía- contra la población musulmana de Sbrenica.
¿Lo habíamos olvidado? En 1995 Naciones Unidas encargó a las tropas holandesas la defensa del refugio creado para proteger a la población civil bosnio-musulmana de los ataques de los criminales serbios bajo el mando de Milosevic. Sin embargo, cuando los serbios atacaron, las tropas holandesas abandonaron su mandato y en lugar de resistir y oponerse a los serbios, colaboraron con ellos ayudándoles a separar a hombres y niños de las mujeres. Ese mismo día, poco después, 7.000 hombres y niños bosnios perdieron la vida a manos de las tropas serbias.
La cobardía e infamia holandesa no fue nunca castigada y el comandante de sus tropas vive ahora un exilio dorado nada menos que en la costa española. Los soldados que participaron así en la masacre sirven todavía en el ejército y quizás esperan volver a ser enviados en misiones de protección, que pagan muy bien.
La entonces temida venganza musulmana no se ha producido. Y es de esperar que no se produzca, si ha de producirse con la muerte de inocentes -como esos 7.000 hombres y niños, como esas 3.000 personas en las Torres de Nueva York. Europa entonces hizo la vista gorda. Hasta el día de hoy. Y es difícil imaginar que se haga justicia con los criminales y sus cómplices.
Hace pocos días una notoria agitadora fascista declaró que no podía sentir nada positivo hacia los musulmanes en razón de los muchos crímenes que habían cometido. Habrá que señalarle que esos crímenes no han sido cometidos por los musulmanes, como ha escogido expresarse, sino por delincuentes y criminales que no han nunca de confundirse con los que practican la fe musulmana. Pero la agitadora en ningún momento se refirió a la matanza en la que participaron sus gentes, de las que con la misma insensata y odiosa ligereza podrían ser llamadas cristianas. No es amnesia que no lo recuerde. Es una demostración de incomprensible, injustificada y arrogante inmoralidad. Es fascismo puro.
Esos ataques incesantes contra los musulmanes tienen por intención prevenir un ataque que se supone que vendrá. Se trata de reprimir a los árabes y mantenerlos tan ocupados de su propia defensa que no logren llevar a cabo ningún acto de venganza.
Pero los crímenes cometidos con la aprobación y complicidad holandesas, como los cometidos por los terroristas fundamentalistas, están más allá de la comprensión de los hombres. Son tan atroces que más allá de la justicia sólo Dios podrá juzgarlos en su verdadera dimensión, pues son inspirados por el mal.
Y nosotros, pueblo de Dios, aguardamos con temor, pues así se explica el miedo del fascismo holandés.
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