qué tan malas son las monjas
columna de mérici
Hace unos días se podía leer en una página web animalista que la Congregación de la Divina Providencia de Antofagasta preparaba, en vísperas del traslado del convento a otro lugar, el "exterminio" de los gatos que en los últimos años venía recogiendo de la calle la hermana Orietta Copmman. Se trataba de unos cincuenta gatos. La congregación, según la hermana, se proponía fumigar el local, y le daban plazo para encontrarles hogares adoptivos. Le preguntan a la religiosa qué piensa sobre el exterminio y responde de modo tal que parece corroborar las malvadas intenciones de las otras reclusas. El presunto plan de fumigación se convirtió en plan de exterminio.
En la edición del 18 de febrero, el plan de exterminio desaparece. El 19 el exterminio vuelve a aparecer, pero veladamente: sin especificar con qué se los fumigaría, le preguntan a un veterinario sobre los efectos de la fumigación en los gatos, aparentemente en un lugar cerrado. La respuesta es aterradora: "(...) los efectos son terribles, lesiones hepáticas, renales, neurológicas y cardiovasculares, y si alguno sobrevive su muerte es muy cruel y dolorosa". Y cita Redacción luego a una entrevistada que declara que no entrará nunca más a una iglesia y "nunca más creeré en las monjas de la asesina congregación".
En la edición del 20 de febrero aparece una declaración de un grupo de voluntarias animalistas -Gatos Abandonados de Antofagasta- que han ayudado a la Hermana Orietta a esterilizar a los animales y en sus intentos de encontrarles familias humanas adoptivas, desmintiendo los planes de exterminio y fumigación, pero confesando que tenían la intención de abandonar en la calle a los gatos, porque habían prometido entregar desocupado el recinto. Finalmente la congregación logró extender el plazo de desalojo de los gatos para que las voluntarias les puedan encontrar hogar.
La Congregación, o sus autoridades, sí confiesan el abandono, y es una confesión espantosa, como una amenaza de violencia de la persona de quien menos lo esperamos, y expresada con tanta ingenuidad que parece una burla. Aún así, es de una enfermiza exageración atribuirles planes de exterminio o dar por sentado que la fumigación tenía por objeto matar a los gatos. Una redactora de prensanimalista aclara su participación diciendo que tiene pruebas de que las monjas planeaban una fumigación, pero lo que se le ha pedido que explique es por qué difundieron que la Congregación pensaba exterminar a los gatos. En el foro del 17 de febrero, la Redacción insiste en que las monjas pensaban fumigar el recinto con los gatos dentro, lo que, de suceder en un lugar cerrado, y tratándose de un plaguicida potente, ciertamente significaría la muerte de los meninos, y de todo otro ser viviente en ese lugar.
En los debates en el foro de prensanimalista destaca la hostilidad hacia el catolicismo, los católicos o la Iglesia Católica. Esos sentimientos son también los que parecen animar a los colaboradores de esa página, porque en ningún momento dan información veraz sobre el suceso, creando una innecesaria y perversa excitación que no conduce a nada y que, dicho generosamente, es terriblemente contraproducente. Difundir falsedades a sabiendas, para llamar la atención o cualquier otro motivo, es una práctica aborrecible de un periodismo mitad perverso, mitad mediocre. Y difamar la fe de una amplia mayoría de chilenos, los que, además, en los barrios forman la espina dorsal del movimiento animalista a través de las numerosas asociaciones de protección animal inspiradas en Francisco de Asís, debe ser considerado como una terriblemente errada opción estratégica.
Creen algunos que esta alharaca impidió de hecho que los gatos fueran exterminados. Pero como esa no fue nunca la intención de la Congregación, la difamación no sirvió para nada. Quizás contribuyó la alharaca a que la Congregación lograra extender el plazo de desalojo, pero dejando a las monjas injustamente marcadas como monstruos sanguinarios. ¿Era necesario? Nadie se acercará a ofrecer excusas, y muchos seguirán disfrutando de las interpretaciones torcidas y mal intencionadas.
La manipulación de la información es siempre deplorable, aunque crean algunos que todo está permitido. Es una práctica que se repite con demasiada frecuencia. Los hornos crematorios o la alimentación de perros grandes con perros chicos, acusaciones ambas lanzadas contra la Sociedad Protectora de Animales Benjamín Vicuña Mackenna de Santiago hace unos años, no fueron probadas nunca, pero cierta prensa las hizo circular profusamente y muchos ingenuos creyeron los infundios.
Ahora se discute en la red otro caso en que una señora, convencida de una noticia falsa difundida igualmente por un medio animalista -de que los perros serían sacrificados- liberó a unos perros que habían sido encerrados en un hospital para prepararlos para su esterilización. En realidad, la difusión de noticias falsas puede ser incluso peor que la noticia original tergiversada. No sirve para nada y es inmoral.
La causa animalista no necesita este tipo de prácticas turbias e inútiles. La nuestra es una causa noble, basada en la verdad de la explotación animal que rechaza, y en la piedad, principio y experiencia fundamental del catolicismo y otras filosofías, incluyendo la humanista. Necesitamos una prensa que esté a la altura, profesional e ideológicamente.
[La foto viene de prensanimalista.]
mérici
0 comentarios