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LA RE-ELECCIÓN DE BUSH AUMENTARÁ EL TERRORISMO EN EL MUNDO


columna de mérici
Si la guerra de Bush fuera realmente contra el terrorismo, no estaría en Iraq en estos momentos. Al contrario, si continúa la presencia de Estados Unidos en ese país, la posibilidad de que el terrorismo se intensifique y extienda a otros países se hace mayor. La resistencia iraquí no incluye sola ni preponderantemente a fundamentalistas descarrilados; según la mayoría de los informes, la mayoría de la resistencia es dirigida por los baazistas y el antiguo ejército iraquí. Los fundamentalistas y los asociados a bin Laden son grupos minoritarios de los que, en otras condiciones, se habría dado cuenta policialmente y en poco tiempo. Es probable que así ocurra una vez que las tropas norteamericanas abandonen Iraq. Pero mientras permanezcan las tropas, se mantendrá en pie la alianza táctica entre realistas y fundamentalistas.
No tiene mucho sentido llamar terrorismo a los ataques de la resistencia iraquí contra objetivos militares y políticos. De hecho, la gran mayoría de las víctimas de la resistencia son reclutas, agentes de policía, soldados y políticos del nuevo régimen. Las víctimas civiles -los ‘daños colaterales'- son en proporción pocas, si se las compara con las más de 20.000 bajas civiles provocadas por los bombardeos norteamericanos. Los civiles iraquíes no se engañan sobre estos hechos. Las muertes de civiles se deben en primerísima parte a los bombardeos, no a las bombas improvisadas de la resistencia.
Son los grupos fundamentalistas, que participan en la resistencia con un programa propio, que está lejos de ser compartido por el grueso de la resistencia, los que cometen actos de terror aborrecibles, con decapitaciones filmadas en video y televisadas, y que permiten que Estados Unidos presente al mundo la imagen de una resistencia que no es resistencia sino desenfrenado y sangriento terror fundamentalista. Esto está lejos de ser verdad. Y la insistencia norteamericana y británica en presentar una imagen evidentemente distorsionada de la resistencia iraquí está cada vez más clara.
Como quiera que sea, los actos de terror de los fundamentalistas se han quedado en Iraq. Pero pueden cometer atentados espeluznantes en cualquier país del mundo, en países con guerras y sin guerras, y los cometerían aun en un Iraq pacífico y no ocupado, como los cometerán en cualquier país de Europa, apoye o no este país la guerra norteamericana. El terrorismo fundamentalista hace puntos matando infieles para ser recibido con más alegría por las vírgenes del paraíso. No tiene objetivos políticos; no se puede por tanto negociar con ellos; no dejarán de matar sino cuando se les mate. En Iraq tienen un campo de batalla casi santificado, un perfecto caldo de cultivo.
De momento, los fundamentalistas se concentran en Iraq y Afganistán (aunque ciertamente los hay en todo el mundo). Pero la continuación de la ocupación provoca indignación en todo el mundo musulmán y no hay que ser demasiado sabiondo para darse cuenta que esa indignación se transformará en algún momento en atentados terroristas, no solamente en Iraq, donde afecta en particular a los policías y funcionarios iraquíes, sino en todo Oriente Medio y en realidad en todo el mundo. Si Bush es re-elegido y continúa la ocupación de Iraq, es más probable que aumente el odio anti-norteamericano y los atentados contra Estados Unidos y sus aliados en todo el mundo. Como Bush no ofrece otra cosa que seguir en Iraq y continuar esa guerra insensata e injusta, el peligro de un resurgimiento terrorista en toda Europa se hace bastante patente. Con Bush, la posibilidad de un nuevo 11 de marzo en Europa o de un nuevo 11 de septiembre en Estados Unidos se hace simplemente más grande. Los terroristas tratarán de golpear en cualquier parte y recurriendo a los métodos más mortíferos.
Esta lucha contra el fundamentalismo tiene más posibilidades de ser ganada efectivamente si se cuenta con el apoyo de las fuerzas moderadas árabes y musulmanas. Pero esas fuerzas no podrán desarrollarse si continúa la ocupación. De momento, las fuerzas moderadas, por su asociación con Occidente, son consideradas anti-patriotas en Iraq, y debido a la guerra en Iraq y al apoyo de Estados Unidos a Israel, no es probable que estas fuerzas moderadas puedan desarrollarse. Realmente, la parte de la población que quisiera un régimen islámico estricto, incluyendo la prohibición de reír y oír música, no tiene demasiados partidarios. Pero la ocupación impide el desarrollo de fuerzas moderadas en Iraq y en otras partes de Oriente Medio y, al contrario, facilita enormemente el desarrollo de los sectores más radicales del extremismo islámico.
Es mucho más probable derrotar al terrorismo simplemente con mejores policías y servicios secretos más eficaces. Lo demuestra la situación en Francia, el Reino Unido, España y otros países europeos, que conocen bien la amenaza terrorista y han podido desmantelarla en gran parte. En lugar de bombardear los barrios musulmanes de las grandes ciudades de Europa, o transformarlos en guetos cercados y vigilados -que sería el equivalente de la receta de Bush-, se han dedicado a perseguir con los normales procedimientos policiales a los terroristas, propinándoles golpes duros y en algunos casos definitivos. El peligro fundamentalista no desaparecerá de un día para otro, pero no se creará el inmenso caldo de cultivo que han provocado los norteamericanos con su bruta política exterior.
La idea de que hay que eliminar las raíces del terrorismo construyendo sociedades democráticas en el mundo árabe-musulmán parece atractiva, pero es falsa. ¿Por qué no daría una democracia origen a grupos fundamentalistas asesinos? Para esos fundamentalistas, el asesinato de infieles es el modo en que se hacen un hueco en su paraíso. Y su paraíso no es de este planeta ni conoce el tiempo. Estos brotes de fiebre asesina los conoce el mundo musulmán desde tiempos inmemoriales. Grupos similares a los de bin Laden han existido en Turquía y en el Medio Oriente permanentemente y se tienen registros detallados de ellos desde al menos el siglo diecinueve. Si no me equivoco, la misma palabra ‘asesino' proviene de esa filosofía. No se necesita despertar el odio extremista; existe por sí mismo. No es necesario haber hecho nada para ser víctima de algún fundamentalista; te matará porque necesita el crimen para acceder a su cielo. Si se acaban sus víctimas más ideales, el fundamentalista atacará a su hermano. Véase si no el caso de Argelia.
Una sociedad democrática no impedirá el surgimiento de ideologías asesinas. Después de todo, el nazismo nació en el seno de Europa y aún hoy esa ideología criminal representa un grave peligro en todas las regiones donde hay sociedades germánicas. El peligro es latente, particularmente en Holanda y Alemania y en algunos países nórdicos. Tampoco ha terminado la democracia con esos gérmenes. La democracia y los valores de la civilización occidental no han impedido crímenes horrendos, como el atentado con bomba en una estación de trenes en Milán, en los años ochenta, de factura fascista; ni los crímenes de los cristianos serbios, con la complicidad de tropas holandesas, en julio de 1995, en Srebrenica, donde los soldados mataron a sangre fría a 7.000 niños y hombres musulmanes, civiles desarmados e inocentes. Sin embargo, se habla hoy del futuro ingreso de Serbia en la Unión Europea. Antes en el pasado no muy lejano de Europa, sus valores occidentales no impidieron el apartheid ni las aventuras coloniales ni el racismo elevado a ideología en todo el mundo occidental. Y ese mundo occidental ya se componía entonces de sociedades democráticas.
Las ideologías asesinas y basadas en el odio, como se ve, no son patrimonio ni de los árabes ni de los musulmanes ni de las sociedades no democráticas.
Pero lo que sí parece verdadero es que situaciones sostenidas de miseria y de opresión, en la sociedad que sea y en cualquier parte del mundo, son un excelente caldo de cultivo para esas ideologías. Palestina, y su sangrienta ocupación israelí, es un ejemplo de ello. Son esas situaciones las que sirven de palanca al fundamentalismo. Y son esas situaciones a las que debe ponerse término. La proposición de que en una sociedad democrática será menos probable que surjan estas ideologías asesinas sólo se sostiene si se da por sentado que una sociedad semejante no conoce ni la miseria ni la opresión. Y está lejos de ser el caso.
Para Occidente lo que importa es que los gobiernos no estén involucrados, ni por razones de real politik ni filosóficas con el extremismo fundamentalista. En ese sentido, Arabia Saudí representaba y representa un mayor peligro que Iraq. Lo importante para Occidente es que las sociedades en Oriente Medio persigan y terminen efectivamente con los terroristas. Que cuenten con servicios policiales que no incluyan a elementos terroristas -como ha sido y sigue siendo el caso en muchos servicios policiales y secretos de Oriente Medio y otras regiones (más evidente es el caso de Pakistán y Arabia Saudí). Que cuenten con regímenes jurídicos que pongan fuera de juego a los fundamentalistas.
Pero lo que propone Bush es simplemente continuar el caos y el estado de guerra. Su filosofía fundamentalista le obliga a continuar la guerra e incluso a extenderla a otros países. Esa misma filosofía le hace despreciar los mecanismos normales de las democracias y terminará transformándolo en un peligro incluso para la democracia norteamericana. Continuar la guerra, como pretende Bush, no hará más que aumentar el peligro terrorista.

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