los partidarios de bush
columna de mérici
Llama la atención el crédito extraordinario de que goza el presidente Bush, y ese inmerecido prestigio y el silencio que se guarda sobre su papel como presidente son inquietantes. Por ejemplo, no preocupa a muchos que ganó las elecciones del 2000 por medio de prácticas fraudulentas y por una vergonzosa intervención de la Corte Suprema cuando Bush pidió que se suspendiera el conteo de los votos. Fue una demostración escandalosa de una manera de entender la democracia, que debe ser similar a como un Ali Babá entiende el concepto de propiedad. Más grave es que, siendo la diferencia de votos tan mínima, aún si esa elección hubiese sido legítima, el presidente claramente no tenía el mandato de la ciudadanía para imponer su programa. Sin embargo, siguió adelante como si contase con ese mandato, y con una incompetencia y petulancia abrumadoras, rodeándose de los peores elementos imaginables.
Luego, a pocos de sus partidarios parece preocupar que haya mentido para justificar el ataque contra Iraq ni que haya desechado a la comunidad internacional y los informes profesionales, ahora probadamente correctos, de las agencias de la ONU. No parece evidente que les preocupe a sus partidarios que haya instalado un sistema judicial paralelo, secreto, inconstitucional e ilegal, que permite cosas como la tortura, las detenciones arbitrarias y prolongadas sin que los perseguidos tengan derecho a impugnar su detención ni a una defensa legal. Tampoco les preocupa que haya instalado otro sistema para encubrir el anterior. No les inquieta que conceda contratos para la reconstrucción de Iraq a empresas de sus ministros y senadores. No preocupa que gente como Dick Cheney y otros de su gobierno tengan intereses comerciales en la guerra de Iraq. Tampoco les inquieta aparentemente que haya impedido por decreto que se investiguen las actividades de la empresa de Dick Cheney en Iraq.
No parece preocupar a sus partidarios que no acate las resoluciones ni de la Corte Suprema ni de tribunales. Al contrario, pareciera que todas esas irregularidades les alegran. Y eso causa estupor, incredulidad y temor. Estupor porque se tendería a creer que la primera lealtad de todo demócrata, de izquierda o de derechas, es el respeto de la ley; incredulidad porque no parece posible que el presidente entregue Iraq y el mismo erario americano al pillaje de su familia y amigos mientras los soldados mueren en Iraq por falta de pertrechos y 45 millones de ciudadanos no pueden pagar sus cuidados médicos; y temor, porque si no preocupa a Bush y sus partidarios ni la ley, ni la comunidad internacional, y ni siquiera las normas mínimas de la decencia, ¿adónde se supone que terminará el planeta con semejante equipo de gobierno? Si es re-elegido, Bush creerá que se aplaude su incompetencia, su petulancia, su desprecio de la democracia y su increíble deshonestidad.
©mérici
Luego, a pocos de sus partidarios parece preocupar que haya mentido para justificar el ataque contra Iraq ni que haya desechado a la comunidad internacional y los informes profesionales, ahora probadamente correctos, de las agencias de la ONU. No parece evidente que les preocupe a sus partidarios que haya instalado un sistema judicial paralelo, secreto, inconstitucional e ilegal, que permite cosas como la tortura, las detenciones arbitrarias y prolongadas sin que los perseguidos tengan derecho a impugnar su detención ni a una defensa legal. Tampoco les preocupa que haya instalado otro sistema para encubrir el anterior. No les inquieta que conceda contratos para la reconstrucción de Iraq a empresas de sus ministros y senadores. No preocupa que gente como Dick Cheney y otros de su gobierno tengan intereses comerciales en la guerra de Iraq. Tampoco les inquieta aparentemente que haya impedido por decreto que se investiguen las actividades de la empresa de Dick Cheney en Iraq.
No parece preocupar a sus partidarios que no acate las resoluciones ni de la Corte Suprema ni de tribunales. Al contrario, pareciera que todas esas irregularidades les alegran. Y eso causa estupor, incredulidad y temor. Estupor porque se tendería a creer que la primera lealtad de todo demócrata, de izquierda o de derechas, es el respeto de la ley; incredulidad porque no parece posible que el presidente entregue Iraq y el mismo erario americano al pillaje de su familia y amigos mientras los soldados mueren en Iraq por falta de pertrechos y 45 millones de ciudadanos no pueden pagar sus cuidados médicos; y temor, porque si no preocupa a Bush y sus partidarios ni la ley, ni la comunidad internacional, y ni siquiera las normas mínimas de la decencia, ¿adónde se supone que terminará el planeta con semejante equipo de gobierno? Si es re-elegido, Bush creerá que se aplaude su incompetencia, su petulancia, su desprecio de la democracia y su increíble deshonestidad.
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