el día después
Las elecciones no cambiarán todo. El compromiso de realizar elecciones en Iraq debe mantenerse. Pero gane Bush o Kerry estas elecciones, deberá reconstruir las aporreadas relaciones con Europa y el resto del mundo.
La seguridad interior y la política exterior han ocupado justamente el centro de esta campaña presidencial. El país está en guerra, soldados estadounidenses están muriendo cada día en un conflicto complejo y controvertido en Iraq, y el titular ha modificado a veces de manera atrevida y conflictiva su enfoque tanto de aliados como de enemigos. Todo lo cual explica gran parte de la inhabitual pasión que ha despertado esta elección -una emoción que esperamos se exprese en una gran participación en todo el país. También explica el intento interés con que el resto del mundo se une a los estadounidenses en la ansiosa espera de los resultados. Y coloca un peso especial en el presidente Bush, si es re-elegido, o en el senador John F. Kerry. Una vez que se conozca el resultado, quien gane las elecciones deberá dirigirse al país, y al mundo, rápidamente y explicar en términos claros hacia dónde va Estados Unidos.
El reto será más grande para Kerry, en el caso de que logre hacer a un lado a Bush. El relevo de presidente en tiempos de guerra hace surgir la pregunta de si el objetivo del país de alcanzar la victoria sigue siendo firme, especialmente debido a que Kerry ha basado su campaña en su crítica del funcionamiento de Bush como comandante en jefe. Kerry ha sido enérgico al prometer una guerra sin cuartel contra Al Qaeda. Pero con Iraq en un crítico momento, debe también enviar el mensaje de que su investidura no significará el abandono del compromiso estadounidense allá de realizar elecciones y derrotar a los movimientos extremistas. Los enemigos que esperan abiertamente una victoria de Kerry, como el régimen de Corea del Norte, necesitan oír del nuevo presidente una reiteración de su mensaje de que no dejará de presionarles para que desistan de la fabricación de armas de destrucción masiva y de apoyar al terrorismo. Kerry debería también enfatizar que Estados Unidos sólo tendrá un comandante en jefe entre ahora y enero y que incluso si es derrotado, Bush no renunciará a su deber.
Un presidente Bush victorioso tendrá la opción de declarar como reivindicadas sus políticas militares y diplomáticas, y seguir adelante con ellas sin cambio alguno. Esto tendría sentido en el caso de Iraq, porque a corto plazo hay pocas opciones, excepto realizar las elecciones programadas y seguir adiestrando a las fuerzas de seguridad. Pero más ampliamente, Bush cometería un error si adopta la continuidad de su política exterior. No es ningún secreto que muchos gobiernos aliados de Estados Unidos en todo el mundo, y especialmente en Europa, esperan que Bush sea derrotado. Si es re-elegido, su primera reacción será concluir que en los próximos cuatro años no habrá posibilidades de mejorar las relaciones con Washington. Los partidarios de una Europa unida en torno a su oposición a Estados Unidos se vería fortalecida. Bush podría prevenir esta reacción comprometiéndose a hacer de la reconstrucción de las alianzas estadounidenses una prioridad de su segundo mandato y prometiendo consultar más a menudo y esmeradamente con los aliados tradicionales de Estados Unidos. Si debe superar los gigantescos retos que representan Iraq, Irán, Corea del Norte y otros países, Bush necesitará más apoyo internacional. Debería decirlo de inmediato.
2 november 2004
©washington post
©traducción mQh
El reto será más grande para Kerry, en el caso de que logre hacer a un lado a Bush. El relevo de presidente en tiempos de guerra hace surgir la pregunta de si el objetivo del país de alcanzar la victoria sigue siendo firme, especialmente debido a que Kerry ha basado su campaña en su crítica del funcionamiento de Bush como comandante en jefe. Kerry ha sido enérgico al prometer una guerra sin cuartel contra Al Qaeda. Pero con Iraq en un crítico momento, debe también enviar el mensaje de que su investidura no significará el abandono del compromiso estadounidense allá de realizar elecciones y derrotar a los movimientos extremistas. Los enemigos que esperan abiertamente una victoria de Kerry, como el régimen de Corea del Norte, necesitan oír del nuevo presidente una reiteración de su mensaje de que no dejará de presionarles para que desistan de la fabricación de armas de destrucción masiva y de apoyar al terrorismo. Kerry debería también enfatizar que Estados Unidos sólo tendrá un comandante en jefe entre ahora y enero y que incluso si es derrotado, Bush no renunciará a su deber.
Un presidente Bush victorioso tendrá la opción de declarar como reivindicadas sus políticas militares y diplomáticas, y seguir adelante con ellas sin cambio alguno. Esto tendría sentido en el caso de Iraq, porque a corto plazo hay pocas opciones, excepto realizar las elecciones programadas y seguir adiestrando a las fuerzas de seguridad. Pero más ampliamente, Bush cometería un error si adopta la continuidad de su política exterior. No es ningún secreto que muchos gobiernos aliados de Estados Unidos en todo el mundo, y especialmente en Europa, esperan que Bush sea derrotado. Si es re-elegido, su primera reacción será concluir que en los próximos cuatro años no habrá posibilidades de mejorar las relaciones con Washington. Los partidarios de una Europa unida en torno a su oposición a Estados Unidos se vería fortalecida. Bush podría prevenir esta reacción comprometiéndose a hacer de la reconstrucción de las alianzas estadounidenses una prioridad de su segundo mandato y prometiendo consultar más a menudo y esmeradamente con los aliados tradicionales de Estados Unidos. Si debe superar los gigantescos retos que representan Iraq, Irán, Corea del Norte y otros países, Bush necesitará más apoyo internacional. Debería decirlo de inmediato.
2 november 2004
©washington post
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