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radicalización musulmana


[Ahmet Olgun] No hay una fórmula mágica que prevenir la radicalización de jóvenes musulmanes, dicen directores de organizaciones de mezquitas. "Padres e imanes deben seguir dialogando con ellos".
Rótterdam, Holanda. Mohammed tiene 13 año, pero la seriedad de su cara lampiña lo hace parecer mayor. Este niño marroquí, nacido y criado en Ámsterdam, no se ocupa ni de niñas, ni de fútbol ni de música. Su vida es el islam, su vocación. "Mi identidad", dice en el vestíbulo de la controvertida mezquita El Tawheed, de Ámsterdam Oeste.
A pesar de su joven edad, Mohamed tiene creencias muy enraizadas. Como sobre el asesinato de Theo van Gogh. Condena el crimen, dice. "Pero el cineasta, con sus diatribas de insultos contra mi religión, se lo buscó él mismo". Cada insulto de van Gogh lo ofendía profundamente. Y sobre los homosexuales tiene sus propias ideas. "Son animales", dice. ¿Por qué? "Porque hacen cosas de animales".
No hay asomo de duda en su voz, ni espacio para los que no piensan como él. Confía a cien en sus propias convicciones y opiniones. "Pero no son cosas que me haya enseñado el imán", dice a la pregunta de dónde saca sus informaciones sobre el islam. El imán de la mezquita El Tawheed estuvo antes en discusión debido a sus prédicas anti-occidentales. Ahora desde La Haya se oyen voces de que la mezquita debe ser cerrada. El templo era visitado de vez en cuando por Mohammed B., acusado del asesinato de van Gogh.
El joven Mohammed no habla árabe. Y aún no descubre internet. Para Mohammed no hay más que una fuente, y esa fuente es el libro sagrado, el Corán. "Los versos del Corán los traduce mi madre para mí".
¿Dónde están los líderes musulmanes con conocimiento de la religión y de la lengua y sociedad holandesas que deben ganarse la confianza de Mohammed? Son ellos los que pueden impedir que Mohammed adopte el islam fundamentalista. Los que pueden fusionar la sociedad occidental moderna y el islam, y que deben ser los modelos de Mohammed y miles de otros jóvenes musulmanes de Holanda. "Muchos jóvenes no tienen a quién recurrir", reconoce Ahmed Hamdi, de la Unión de Mezquitas Marroquíes. "Las mezquitas no pueden hacer desaparecer su vacío y frustración. A la búsqueda de conocimiento, pero también de una salida, dan vueltas en la calle y en internet", dice. "Así llegan a entrar en contacto con personajes extremistas. Entonces se aíslan en sus casas, se ocultan de todo el mundo y de las autoridades", según Hamdi.
El concejal amsterdamés Ahmed Aboutaleb llamó esta semana a la comunidad marroquí a informar a las autoridades sobre individuos de los que sospechan "que pueden salirse de las reglas". Y si esas personas no pueden compartir los "valores básicos comunes" de la sociedad holandesa, deben mejor abandonar el país, según el concejal, él mismo de origen marroquí. Sadik Harchaoui, director del instituto multicultural Forum, pide desde el asesinato de van Gogh un ‘plan delta' contra el radicalismo. En cárceles, en barrios marginados, en mezquitas y en patios de escuelas el estado debe hacer frente severamente a la radicalización y la influencia de elementos extranjeros. Pero Harchaoui no puede transformar su plan en algo tangible. Opina que de este modo se aumenta la resistencia de los jóvenes, de modo que a los reclutadores no les sea tan fácil atraer a los jóvenes hacia su bando.
Con esos llamados, los ‘extranjeros profesionales' se ponen a sí mismos fuera de juego. Así opinan Ali Eddaoudi, asesor espiritual musulmán en las cárceles y publicista. "Aboutaleb, parlamentarios marroquíes, presidentes de organizaciones propias, no tienen idea de lo que pasa con estos jóvenes". Con sus "reacciones emocionales" causan todavía más daño, advierte Eddaoudi.
Según él, los jóvenes como Mohammed necesitan modelos. Y no ayuda en nada, enfatiza, que "a los que tienen otra visión del islam que la que se prefiere oír en Holanda, de inmediato les peguen la etiqueta de que son fundamentalistas y extremistas". "Con esto sólo le colocas una mordaza a los jóvenes", dice el asesor espiritual musulmán. "Y la consecuencia es que se sienten incomprendidos y se aíslan de la sociedad".
También Haci Karacaer, director de la organización de mezquitas turcas Milli Görüs cree que es necesario que los musulmanes conservadores sean involucrados en el debate social. "Esta gente puede llegar a los radicales en ciernes", dice. Junto a eso, los musulmanes y sus organizaciones deben hacerse responsables, dice Karacaer. "Predicar en la propia parroquia no es suficiente. Musulmanes y jóvenes deben seguir confrontándose a gente de otros credos". Karacaer organiza periódicamente debates públicos en los que científicos, periodistas y representantes de otras religiones discuten con jóvenes. Así se ven enfrentados a gente con otra visión del islam, de modo que pueden relativizar mejor, dice Karacaer.
Los musulmanes en Holanda no se la pueden solos, eso está claro para el director de la asociación turca de mezquitas. "Esa incapacidad es justamente parte del problema". El estado debería apoyarlos, opina. "Ahora se prepara a los imanes en nueve días. ¡Nueve días! Eso es imposible. Es mejor que sigan un trayecto de aprendizaje de dos años. Que estudien orientación social y sociología. Eso le ayudará a ser más cosmopolitas. Pero estas medidas requieren participación, paciencia y tiempo", según el director de Milli Görüs. "Gritar que los musulmanes se están radicalizando es para los políticos más fácil y más rentable electoralmente que tomar medidas que sean realmente relevantes".
Driss el Boujoufi, vice-presidente de UMMON, opina que la fórmula mágica para impedir que los jóvenes musulmanes se radicalicen no existe. "Los padres y los imanes deben tratar de llegar a los jóvenes. Hacerles claro qué es realmente el islam, para que no caigan en manos de los yihadistas". Los jóvenes no asisten a las mezquitas, pero sí sus padres, tíos y hermanos. Y ellos deben, dice El Boujoufi, transmitir un mensaje más moderado. "Quizás no lleguemos a todos los jóvenes ni podamos impedir la radicalización en un cien por cien", dice El Boujoufi. "Pero noventa por ciento es un buen resultado". "La radicalización entre los jóvenes no se puede excluir", dice Karacaer, de Milli Görüs. "Pero podemos tratar de hacer del islam en Holanda algo manejable. Eso ayudaría mucho".

9 de noviembre de 2004
©nrc
©traducción mQh

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