ATRAPADO SIN SALIDA: LAS PASIONES DE GRAHAM GREENE - andrés gómez bravo
Publican el último volumen de su biografía más ambiciosa.
El biógrafo Norman Sherry puso fin a 30 años de investigación con el lanzamiento de The Life of Graham Greene', Vol. III, el capítulo que cierra -en 800 páginas- la mayor biografía jamás escrita sobre el novelista británico. Publicada a 100 años del natalicio del autor de El poder y la gloria', esta tercera entrega desmitifica su imagen de católico circunspecto y lo revela como un hombre atado a sus instintos: obsesionado con el sexo, fervoroso cliente de prostíbulos, mal padre y, en contrapartida, atormentado por la culpa y el remordimiento. Un maníaco depresivo en permanente fuga.
En 1974 Graham Greene conoció al profesor Norman Sherry, jefe del Departamento de Literatura inglesa de la Universidad de Leicester. El escritor británico lo ubicaba por su libro sobre Joseph Conrad, que le había parecido admirable. Sherry buscaba un nuevo tema de estudio y, para su fortuna, Greene se sentía incapaz de afrontar una autobiografía. Pero el encuentro no auguraba nada bueno. Greene parecía desconfiar, y tenía razones: el profesor sólo había leído una de sus novelas. El azar, sin embargo, jugaría a favor de Sherry.
Después de comer, salieron a caminar. El escritor quería mostrarle el sitio donde solía beber con Kim Philby, su ex jefe en el servicio secreto. Y cruzó la calle sin mirar. El taxi alcanzó a frenar, pero no evitó el golpe y Greene fue a dar al suelo. "Casi pierde su tema, profesor Sherry", dijo Greene. "Pero no es tan malo como sería perder a su biógrafo, señor Greene", respondió el aludido, extendiéndole la mano y sacando risas del circunspecto escritor. La alianza estaba sellada.
Una vez emprendida la tarea, el profesor le dijo a Greene que el trabajo le tomaría tres años. Otra vez lo hacía reír. "No; van a ser 20", dijo, "y algunos más".
Finalmente, fueron 30. El tercer y último tomo de la biografía -The Life of Graham Greene Vol. III'- acaba de aparecer en Estados Unidos, a 100 años del nacimiento del escritor y 13 de su muerte en Suiza.
Con los dos primeros, publicados en 1989 y 1994, la saga suma 2.251 páginas, en las que Norman Sherry desnuda la intimidad de un novelista que cultivó una imagen de control, pero que vivió moviéndose y/o huyendo por el mundo, dejando y tomando esposas y amantes -por lo general, las esposas de otros-, que fue un atormentado católico y un fervoroso cliente de prostíbulos, así como tardío fan del socialismo.
Es la biografía más acabada y la única autorizada de Greene. Pero a los descendientes del escritor -de quienes se mantuvo lejos durante sus últimos 40 años- no les gustó. Le critican su fijación en la vida sexual y dicen que Sherry, más que biógrafo, es una especie de Inspector Clouseau literario.
Una opinión muy distinta expresó Paul Théroux en un extenso artículo en The New York Times: "Para alguien interesado en la vida y el trabajo de Greene, esta biografía en tres volúmenes es incomparable; como historia intelectual y política del siglo XX es inestimable; como viaje literario, así como viaje a través del mundo, es magistral; como un libro fuente y galería de pícaros, es fascinante".
Greene, responde Norman Sherry, era un obsesionado con el sexo. "Tenía un enorme apetito sexual, pero al mismo tiempo le gustaba el sexo sin compromiso. Le encantaba la idea de dejarles a las prostitutas el dinero encima del aparador", cuenta.
Amores Peligrosos
Nacido en Berkhamsted en 1904, Graham Greene -lo revela Sherry- era un maníaco depresivo que pasaba de la alegría a la tristeza como quien cambia de camisa. Pese a que les temía a las armas, de joven jugaba a la ruleta rusa y en alguna ocasión, despechado por el rechazo de una de sus chicas, pensó en el suicido.
Gastó dos mil cartas hasta convencer a Vivien Dayrell-Browning de casarse con él en 1926. Incluso abrazó el catolicismo, en buena medida -según confesaría- para "medir mi maldad" con la religión.
Pero una vez casado, retomó sus visitas a los prostíbulos y se fue alejando de su mujer cuando llegaron los hijos. "Tengo aversión por los niños", registraba en una carta a una de sus amantes.
La más importante de su primera época fue Catherine Walston, casada con un millonario diputado laborista; la mujer que lo hizo pensar en el suicidio. Pero no fue la única, y Greene, mientras estaba con ella y su esposa, mantuvo otras relaciones y no abandonó a las prostitutas. De hecho, Catherine le preguntó directamente si era cierto que pagaba por acostarse con otras y él le respondió con una lista de sus 47 putas favoritas.
Separado desde 1948, nunca se divorció, acaso para evitar casarse de nuevo, y si bien enviaba dinero para sus hijos, fue más bien un padre desastroso.
La actriz sueca Anita Björk y la francesa Ivonne Cloetta, esposa de un diplomático y quien lo acompañaría por 32 años, son las mujeres que dejaron huella en su madurez. Pero no lo apaciguaron.
En 1959 estaba de vacaciones en Jamaica con Catherine Walston y le escribía a un amigo: "A pesar de la vida agradable aquí (y mis 500 palabras por día) mi mente se desvía hacia Douala [Yvonne] -para no hablar de Estocolmo [Anita]. ¡Quizás la viuda holandesa es la verdadera solución!".
"Las mujeres casadas son más fáciles", decía para justificar su afición a los adulterios, tema que trasladaría a sus libros. "La verdad de Greene está en su ficción", dice Sherry, quien establece que su personalidad escurridiza se acomodaba a las relaciones furtivas, a escondidas, peligrosas; el sexo ocasional lo atraía igual que la vida nómade.
La Culpa
Ex miembro del servicio secreto británico, Greene recorrió el mundo y se codeó con líderes políticos. Irritó a Duvalier, en Haití, al que llamó tirano, torturador y brujo; cayó rendido ante Fidel Castro y viajaba a Panamá con boletos pagados por Omar Torrijos.
Visitó Chile para conocer la experiencia del gobierno socialista de Allende y se transformó en un tardío recluta de la izquierda. "Si tuviera que elegir entre la vida en la Unión Soviética y la vida en Estados Unidos, elegiría ciertamente la Unión Soviética", escribió en otra de sus cartas.
Greene era la contradicción misma: un aventurero que no sabía conducir; un tipo independiente que dependía de las mujeres hasta para comer -no cocinaba- y un hombre infiel que vivía atormentado: "He traicionado a muchas personas en mi vida", anotó.
En 1978, tras la muerte de Catherine Walston, su esposo Harry le escribió una sorprendente carta: "No debería usted tener remordimientos. Es cierto que causó dolor. Pero ¿quién puede decir honestamente que ha pasado por la vida sin causar dolor? Usted también dio alegrías. A Catherine le ofreció algo que ninguna otra persona le había dado antes".
Biógrafos Que Dan Su Vida Por La De Otros
Cuando Greene aceptó a Norman Sherry como su biógrafo, le envió un mapamundi con los sitios que había visitado marcados en rojo. Sherry los visitó todos y casi no termina su trabajo: en Panamá contrajo gangrena y perdió un tercio del intestino; fue arrestado en Haití, se infectó de diabetes tropical en Liberia y casi pierde un oído cuando le metieron la punta de un revólver por la oreja. Con problemas a la próstata, Sherry temía morir antes de finalizar. Hoy, residente en EE.UU., se confiesa "cósmicamente agotado".
Sherry es de la especie de biógrafos que dedican su vida a investigar la de otros. El fundador de la estirpe fue James Boswell, que en el siglo XVIII se consagró a relatar la biografía de Samuel Johnson y uno de los últimos es Robert A. Caro, que prepara su cuarto volumen sobre Lyndon Johnson. En el medio hispano sobresale el irlandés Ian Gibson, quien en 1965 comenzó a estudiar a Federico García Lorca y hoy es el mayor especialista en el poeta. En Chile, Hernán Loyola y Edmundo Olivares llevan décadas estudiando la vida de Pablo Neruda.
Las Mejores Versiones En Cine
El Tercer Hombre (1949). Dirigida por Carol Reed, con Joseph Cotten, Trevor Howard, Orson Welles y Alida Valli. Clásico del cine negro, el mejor Greene cinematográfico, la cinta entrega una poderosa visión de la posguerra en Europa, con una Viena dividida entre norteamericanos, ingleses, franceses y rusos. Un perfecto thriller que mezcla el espionaje, el contrabando, el amor y la ambición.
Nuestro Hombre La Habana (1963). Carol Reed vuelve a unirse con Greene en este filme basado en la novela homónima. Alec Guiness interpreta a Jim Worlmod, un comerciante británico instalado en la Cuba de Batista, que es contactado por un agente del servicio británico para que ejerza de espía mientras un grupo de rebeldes quiere tomarse el poder.
El Americano (2002). Dirigida por Philip Noyce, filmada en Vietnam, narra la historia de Alden Pyle (Brendan Fraser), un norteamericano que llega a Indochina en 1952, hace amistad con el periodista inglés Thomas Fowler (Michael Caine) y se enamora de su novia, la nativa Phuong.
24 de octubre de 2004
13 november 2004
©la tercera
En 1974 Graham Greene conoció al profesor Norman Sherry, jefe del Departamento de Literatura inglesa de la Universidad de Leicester. El escritor británico lo ubicaba por su libro sobre Joseph Conrad, que le había parecido admirable. Sherry buscaba un nuevo tema de estudio y, para su fortuna, Greene se sentía incapaz de afrontar una autobiografía. Pero el encuentro no auguraba nada bueno. Greene parecía desconfiar, y tenía razones: el profesor sólo había leído una de sus novelas. El azar, sin embargo, jugaría a favor de Sherry.
Después de comer, salieron a caminar. El escritor quería mostrarle el sitio donde solía beber con Kim Philby, su ex jefe en el servicio secreto. Y cruzó la calle sin mirar. El taxi alcanzó a frenar, pero no evitó el golpe y Greene fue a dar al suelo. "Casi pierde su tema, profesor Sherry", dijo Greene. "Pero no es tan malo como sería perder a su biógrafo, señor Greene", respondió el aludido, extendiéndole la mano y sacando risas del circunspecto escritor. La alianza estaba sellada.
Una vez emprendida la tarea, el profesor le dijo a Greene que el trabajo le tomaría tres años. Otra vez lo hacía reír. "No; van a ser 20", dijo, "y algunos más".
Finalmente, fueron 30. El tercer y último tomo de la biografía -The Life of Graham Greene Vol. III'- acaba de aparecer en Estados Unidos, a 100 años del nacimiento del escritor y 13 de su muerte en Suiza.
Con los dos primeros, publicados en 1989 y 1994, la saga suma 2.251 páginas, en las que Norman Sherry desnuda la intimidad de un novelista que cultivó una imagen de control, pero que vivió moviéndose y/o huyendo por el mundo, dejando y tomando esposas y amantes -por lo general, las esposas de otros-, que fue un atormentado católico y un fervoroso cliente de prostíbulos, así como tardío fan del socialismo.
Es la biografía más acabada y la única autorizada de Greene. Pero a los descendientes del escritor -de quienes se mantuvo lejos durante sus últimos 40 años- no les gustó. Le critican su fijación en la vida sexual y dicen que Sherry, más que biógrafo, es una especie de Inspector Clouseau literario.
Una opinión muy distinta expresó Paul Théroux en un extenso artículo en The New York Times: "Para alguien interesado en la vida y el trabajo de Greene, esta biografía en tres volúmenes es incomparable; como historia intelectual y política del siglo XX es inestimable; como viaje literario, así como viaje a través del mundo, es magistral; como un libro fuente y galería de pícaros, es fascinante".
Greene, responde Norman Sherry, era un obsesionado con el sexo. "Tenía un enorme apetito sexual, pero al mismo tiempo le gustaba el sexo sin compromiso. Le encantaba la idea de dejarles a las prostitutas el dinero encima del aparador", cuenta.
Amores Peligrosos
Nacido en Berkhamsted en 1904, Graham Greene -lo revela Sherry- era un maníaco depresivo que pasaba de la alegría a la tristeza como quien cambia de camisa. Pese a que les temía a las armas, de joven jugaba a la ruleta rusa y en alguna ocasión, despechado por el rechazo de una de sus chicas, pensó en el suicido.
Gastó dos mil cartas hasta convencer a Vivien Dayrell-Browning de casarse con él en 1926. Incluso abrazó el catolicismo, en buena medida -según confesaría- para "medir mi maldad" con la religión.
Pero una vez casado, retomó sus visitas a los prostíbulos y se fue alejando de su mujer cuando llegaron los hijos. "Tengo aversión por los niños", registraba en una carta a una de sus amantes.
La más importante de su primera época fue Catherine Walston, casada con un millonario diputado laborista; la mujer que lo hizo pensar en el suicidio. Pero no fue la única, y Greene, mientras estaba con ella y su esposa, mantuvo otras relaciones y no abandonó a las prostitutas. De hecho, Catherine le preguntó directamente si era cierto que pagaba por acostarse con otras y él le respondió con una lista de sus 47 putas favoritas.
Separado desde 1948, nunca se divorció, acaso para evitar casarse de nuevo, y si bien enviaba dinero para sus hijos, fue más bien un padre desastroso.
La actriz sueca Anita Björk y la francesa Ivonne Cloetta, esposa de un diplomático y quien lo acompañaría por 32 años, son las mujeres que dejaron huella en su madurez. Pero no lo apaciguaron.
En 1959 estaba de vacaciones en Jamaica con Catherine Walston y le escribía a un amigo: "A pesar de la vida agradable aquí (y mis 500 palabras por día) mi mente se desvía hacia Douala [Yvonne] -para no hablar de Estocolmo [Anita]. ¡Quizás la viuda holandesa es la verdadera solución!".
"Las mujeres casadas son más fáciles", decía para justificar su afición a los adulterios, tema que trasladaría a sus libros. "La verdad de Greene está en su ficción", dice Sherry, quien establece que su personalidad escurridiza se acomodaba a las relaciones furtivas, a escondidas, peligrosas; el sexo ocasional lo atraía igual que la vida nómade.
La Culpa
Ex miembro del servicio secreto británico, Greene recorrió el mundo y se codeó con líderes políticos. Irritó a Duvalier, en Haití, al que llamó tirano, torturador y brujo; cayó rendido ante Fidel Castro y viajaba a Panamá con boletos pagados por Omar Torrijos.
Visitó Chile para conocer la experiencia del gobierno socialista de Allende y se transformó en un tardío recluta de la izquierda. "Si tuviera que elegir entre la vida en la Unión Soviética y la vida en Estados Unidos, elegiría ciertamente la Unión Soviética", escribió en otra de sus cartas.
Greene era la contradicción misma: un aventurero que no sabía conducir; un tipo independiente que dependía de las mujeres hasta para comer -no cocinaba- y un hombre infiel que vivía atormentado: "He traicionado a muchas personas en mi vida", anotó.
En 1978, tras la muerte de Catherine Walston, su esposo Harry le escribió una sorprendente carta: "No debería usted tener remordimientos. Es cierto que causó dolor. Pero ¿quién puede decir honestamente que ha pasado por la vida sin causar dolor? Usted también dio alegrías. A Catherine le ofreció algo que ninguna otra persona le había dado antes".
Biógrafos Que Dan Su Vida Por La De Otros
Cuando Greene aceptó a Norman Sherry como su biógrafo, le envió un mapamundi con los sitios que había visitado marcados en rojo. Sherry los visitó todos y casi no termina su trabajo: en Panamá contrajo gangrena y perdió un tercio del intestino; fue arrestado en Haití, se infectó de diabetes tropical en Liberia y casi pierde un oído cuando le metieron la punta de un revólver por la oreja. Con problemas a la próstata, Sherry temía morir antes de finalizar. Hoy, residente en EE.UU., se confiesa "cósmicamente agotado".
Sherry es de la especie de biógrafos que dedican su vida a investigar la de otros. El fundador de la estirpe fue James Boswell, que en el siglo XVIII se consagró a relatar la biografía de Samuel Johnson y uno de los últimos es Robert A. Caro, que prepara su cuarto volumen sobre Lyndon Johnson. En el medio hispano sobresale el irlandés Ian Gibson, quien en 1965 comenzó a estudiar a Federico García Lorca y hoy es el mayor especialista en el poeta. En Chile, Hernán Loyola y Edmundo Olivares llevan décadas estudiando la vida de Pablo Neruda.
Las Mejores Versiones En Cine
El Tercer Hombre (1949). Dirigida por Carol Reed, con Joseph Cotten, Trevor Howard, Orson Welles y Alida Valli. Clásico del cine negro, el mejor Greene cinematográfico, la cinta entrega una poderosa visión de la posguerra en Europa, con una Viena dividida entre norteamericanos, ingleses, franceses y rusos. Un perfecto thriller que mezcla el espionaje, el contrabando, el amor y la ambición.
Nuestro Hombre La Habana (1963). Carol Reed vuelve a unirse con Greene en este filme basado en la novela homónima. Alec Guiness interpreta a Jim Worlmod, un comerciante británico instalado en la Cuba de Batista, que es contactado por un agente del servicio británico para que ejerza de espía mientras un grupo de rebeldes quiere tomarse el poder.
El Americano (2002). Dirigida por Philip Noyce, filmada en Vietnam, narra la historia de Alden Pyle (Brendan Fraser), un norteamericano que llega a Indochina en 1952, hace amistad con el periodista inglés Thomas Fowler (Michael Caine) y se enamora de su novia, la nativa Phuong.
24 de octubre de 2004
13 november 2004
©la tercera
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