cara a cara buscando justicia
[Richard Marosi] En México, acusado y acusador se enfrentan en un acalorado careo mientras un juez escudriña sus palabras y conducta. Puede ser traumático para las víctimas de agresiones sexuales.
Tijuana, México. Dana Conour, una ama de casa de 33 años de Iowa, se presentó a un tribunal mexicano y se enfrentó al agente de policía acusado de haberla violado.
Cuando sus miradas se encontraron, los acontecimientos de esa terrible noche volvieron a su memoria. Recordó cómo él la violó sobre el escritorio, le ofreció un cigarrillo después de la agresión y luego lo comentó riendo con otro agente. Recordó la larga espera por su marido, que había ido a un cajero automático a sacar dinero y pagar a los agentes para que la dejaran en libertad.
Conour volvió a Tijuana, casi dos meses después de la agresión, con la esperanza de identificar al agresor en una fila y terminar con el asunto. En lugar de eso, se encontró con un careo, un ritual central en la justicia mexicana.
Conour estaba a un brazo de distancia del acusado, Héctor Arias, 35, un supervisor de la policía, con sólo una pantalla de metal como separación. Mientras un juez y varios abogados miraban, Arias la miró a los ojos y proclamó que era inocente.
"Lo tuve que mirar a los ojos", recordó Conour, ahora de vuelta en casa, Milo, Iowa, a la espera de la sentencia en el caso. "Dijo: ¿Por qué me está haciendo esto? Me está arruinando la vida'. Y yo le dije: Usted me hizo esto. Yo no le pedí que lo hiciera'".
El careo es una tradición jurídica mexicana que data de la Inquisición española. El acusado y el acusador se colocan frente a frente y cuentas sus versiones de la verdad, con escasa participación de los abogados.
El encuentro puede durar unos minutos, u horas. Los jueces buscan inconsistencias y estudian el lenguaje corporal. ¿Está sudando el acusado? ¿Está intranquilo? ¿Titubea alguno de ellos?
¿Qué dicen los ojos? ¿Puede el supuesto agresor mirar a la víctima sin sobresalto, y viceversa?
Que el careo sea un método efectivo de descubrir la verdad es asunto de debate, pero muchos juristas, jueces, fiscales y abogados defensores dicen que la práctica ha demostrado su utilidad.
Algunas víctimas de delitos esperan el encuentro, diciendo que les proporciona una descarga emocional. Pero las víctimas de agresiones sexuales y sus abogados consideran el careo como un método primitivo de re-victimización en un sistema judicial que, a pesar de las reformas, todavía acarrea vestigios de machismo.
"Si la mujer no está preparada, el violador se la comerá viva", dijo María Santos Ramírez, una psicóloga que trata a víctimas de agresiones sexuales en Tijuana, donde grupos de mujeres están ejerciendo presión sobre los legisladores para prohibir el careo en casos de agresiones sexuales.
"El hombre hará cualquier cosa para hacerla sentirse mal".
El careo tiene paralelos en otros sistemas judiciales occidentales, que garantizan a los acusados el derecho a enfrentarse e interrogar a sus acusadores. Pero en un tribunal norteamericano, un acusado y la supuesta víctima normalmente pelean a través de substitutos -el fiscal y el abogado defensor- y rara vez se encuentran próximos uno al otro.
Los críticos dien que el escenario íntimo del careo profundiza el trauma psicológico de la víctima. Obligada a enfrentarse a sus agresores, a veces sólo días después de haber sido agredidas, algunas mujeres sufren colapsos emocionales, dicen fiscales de delitos sexuales y grupos de defensa de los derechos de las víctimas. Muchas víctimas no pueden hablar. Algunas se desmayan. Otras no pueden mirar a los ojos a los agresores.
Los niños que son víctimas de abusos sexuales deben enfrentarse a acusados que los intimidan con miradas penetrantes o furtivas, gestos de amenaza, dicen los expertos. Una chica de Tijuana, de 17 años entonces, dijo que había tratado de mirar a los ojos a su antiguo maestro, del que dijo que la había violado repetidas veces durante un período de dos años.
La niña decidió retirar los cargos. Ahora a los 18, dijo que prefiere ver a su agresor caminando libremente por su vecindario antes que soportar un careo. "Cuando lo veo en la calle, al menos puedo escapar", dijo.
Sin embargo, los críticos conceden que el careo a menudo es la única manera de determinar los hechos. Los detectives mexicanos a menudo carecen de tecnología para presentar casos utilizando muestras de ADN, sangre o alguna prueba física, de modo que la conducta de acusado y acusador durante un careo puede ofrecer claves importantes.
"La policía no tiene otras pruebas para respaldar una acusación de violación, de modo a los careos terminan en él dijo, ella dijo' en esta confrontación primitiva y medieval", dijo David Shirk, director del Transborder Institute de la Universidad de San Diego.
Según la Constitución mexicana, los acusados en causas penales tienen derecho a un careo. Es una de las pocas garantías que tienen los acusados en el sistema judicial napoleónico de México, que asume que el detenido es culpable -no inocente- cuando es acusado.
Los enfrentamientos frente a frente toman lugar durante una sesión en general equivalente a las vistas preliminares del sistema judicial norteamericano, cuando un juez determina si hay suficientes evidencias como para continuar con una causa penal.
La práctica surgió en respuesta a los tribunales de la Edad Media, cuando la gente podía ser denunciada por herejía por acusadores anónimos, dicen juristas mexicanos.
El careo también es una herramienta de la investigación. Este año las autoridades federales consideraron la posibilidad de someter a careo a los antiguos presidentes mexicanos Ernesto Zedillo y Carlos Salinas de Gortari para resolver algunas cuestiones en torno al asesinato todavía no resuelto del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio en 1994.
El padre de Colosio solicitó un careo para aclarar las supuestas inconsistencias en las declaraciones del ex presidente ante los detectives. Muchos mexicanos creen que el asesinato fue ordenado desde arriba, en una conspiración del partido gobernante. El careo no ha tenido lugar.
Debido a la opinión que tienen muchos mexicanos del sistema judicial es influida por las películas de tribunales norteamericanas, las víctimas a menudo se sorprenden cuando se enteran de que tendrán que enfrentarse a sus supuestos agresores a corta distancia, dijo Layda Negrete, profesora de leyes en el Centro de Investigación y Docencia Económicas de Ciudad de México.
Los careos se realizan en los despachos de los jueces, que en México son salas del tribunal: no hay jurados en los juicios. Los careos a menudo rompen la monotonía de los procesos jurídicos mexicanos, que descansan casi por entero en testimonios escritos.
"Te enteras de que está habiendo un careo por todos los gritos que se oyen", dijo Negrete. Conour dijo que tuvo miedo en noviembre pasado cuando un funcionario del tribunal le dijo que tenía que colocarse frente a Arias, que estaba en una celda adyacente a la oficina del juez junto a otros tres agentes acusados de complicidad.
La última vez que había visto a Arias fue en Tijuana en octubre de 2003. Conour, su marido Steve y su hijo Xavier de 9 años, habían estado de visita con familiares en California. No habían sido capaces de conseguir una receta para tratar su narcolepsia, un trastorno crónico del sueño.
Por eso viajaron a México, donde un farmacéutico accedió a darles las medicinas. Arias y los otros agentes detuvieron a la familia en un paseo comercial a poca distancia de la frontera. Los agentes alumbraron sus caras con linternas y acusaron a los Conour de comprar medicamentos ilegalmente.
Fueron llevados a la comisaría de policía, donde Arias supuestamente pidió una mordida. Un agente llevó a su marido e hijo hacia un cajero automático para que sacara dinero, dijo Conour. Ella contó que Arias entonces echó llave a la oficina y bajó las persianas.
Conour dijo que se había defendido, y Arias la violó.
Cuando Steve volvió, Conour estaba en el sillón fumando nerviosamente un cigarrillo, dijo el marido. Arias estaba sentado tranquilamente detrás de su escritorio, dijo.
"Me di cuenta de que algo andaba mal", dijo Steve Conour, ingeniero y antiguo submarinista de la Marina norteamericana. "Pero ¿qué podía hacer?"
Steve dijo que vació sus bolsillos y le dio a Arias 120 dólares. Arias los escoltó a la puerta. "Es entre nosotros", les dijo.
Ver a Arias de nuevo en el tribunal le provocó sentimiento de confusión y de rabia, dijo Dana Conour. Se veía menos imponente sin su uniforme y su arma, dijo. Todavía tenía una greña de pelo negro y de punta, pero se había quitado el mostacho.
"Usted me violó. Usted es el que me violó", recordó Conour que le dijo.
Arias estaba tan cerca que ella podía haber pasado la mano por la ranura de 15 centímetros de la pantalla de metal que los separaba y tocarlo. Un intérprete tradujo sus palabras.
Conour describió los toqueteos de Arias y sus exigencias de dinero. Ella dijo que su familia había quedado tan traumatizada que no querían volver nunca más a México.
Arias nunca dejó de mirarla, dijo, y cuando le tocó el turno de hablar, negó todo. Arias se comportó "tan manso como una cordero, como si fuera una víctima", dijo.
"Se supone que es una conversación civilizada... Pero es duro. Tengo que soportar al tipo que me violó y que dice que nunca me ha visto antes. Me dice llorando que le estoy arruinando la vida", dijo Conour.
Después de 20 minutos de argumentación inútil, dijo Conour, ella explotó y lo llamó "cochino" -un puerco.
Juan José Juárez, el abogado defensor de los agentes acusados, que presenció el careo, dijo que creía que Conour había sido violada, pero no por Arias ni ninguno de los otros acusados.
El fiscal, Narciso Ramírez Moreno, dijo que Conour salió bien parado del careo. El veredicto se espera para principios del próximo año.
Steve Conour, que también se careó con los cuatro acusados, dijo que la confrontación fue "catártica", una posibilidad para hacer bajar la vista a Arias. "No pestañeé en dos horas".
Arias no soportó su mirada, lo que dio a Steve alguna satisfacción. "Miraba hacia abajo... Creo que se trata de algún tipo de reconocimiento, lo que me ayuda a creer que es culpable, y que es algo con lo que tendrá que aprender a vivir".
Aunque los expertos no se ponen de acuerdo sobre si con los careos se llega a la verdad, Víctor Fernández Córdova, un fiscal de Tijuana, cree sí son efectivos. Dijo que ha visto a víctimas atrapar a los agresores en mentiras. Una vez, dijo, un agresor acusado fue dejado en libertad después de que la "víctima" reconociera que había inventado la acusación.
Pero Negrete, profesor de leyes, dijo que muchos jueces consideran el careo como una pérdida de tiempo, porque la mayoría de las sesiones degeneran en gritos.
En Ciudad de México las víctimas de agresiones sexuales y secuestros pueden ahora optar por participar en un careo a través de una video-conferencia.
En Baja California, se han fundado agencias de ayuda para preparar a las mujeres ante los careos. Son asesoradas a que mantengan la mirada e ignoren los ataques personales.
Las autoridades dicen que han dejado de obligar a los niños a tomar parte en careos, pero los fiscales y grupos de mujeres dicen que la práctica continúa.
"Es horrible la cara de un violador", dijo Gabriela Navarro Peraza, una ex fiscal de delitos sexuales que encabeza el Instituto de la Mujer, de Baja California. "Aquí, pareciera que el acusado tiene más garantías que la víctima".
Cecilia Sánchez contribuyó a este reportaje.
15 de noviembre de 2004
22 de noviembre de 2004
©los angeles times
©traducción mQh
Cuando sus miradas se encontraron, los acontecimientos de esa terrible noche volvieron a su memoria. Recordó cómo él la violó sobre el escritorio, le ofreció un cigarrillo después de la agresión y luego lo comentó riendo con otro agente. Recordó la larga espera por su marido, que había ido a un cajero automático a sacar dinero y pagar a los agentes para que la dejaran en libertad.
Conour volvió a Tijuana, casi dos meses después de la agresión, con la esperanza de identificar al agresor en una fila y terminar con el asunto. En lugar de eso, se encontró con un careo, un ritual central en la justicia mexicana.
Conour estaba a un brazo de distancia del acusado, Héctor Arias, 35, un supervisor de la policía, con sólo una pantalla de metal como separación. Mientras un juez y varios abogados miraban, Arias la miró a los ojos y proclamó que era inocente.
"Lo tuve que mirar a los ojos", recordó Conour, ahora de vuelta en casa, Milo, Iowa, a la espera de la sentencia en el caso. "Dijo: ¿Por qué me está haciendo esto? Me está arruinando la vida'. Y yo le dije: Usted me hizo esto. Yo no le pedí que lo hiciera'".
El careo es una tradición jurídica mexicana que data de la Inquisición española. El acusado y el acusador se colocan frente a frente y cuentas sus versiones de la verdad, con escasa participación de los abogados.
El encuentro puede durar unos minutos, u horas. Los jueces buscan inconsistencias y estudian el lenguaje corporal. ¿Está sudando el acusado? ¿Está intranquilo? ¿Titubea alguno de ellos?
¿Qué dicen los ojos? ¿Puede el supuesto agresor mirar a la víctima sin sobresalto, y viceversa?
Que el careo sea un método efectivo de descubrir la verdad es asunto de debate, pero muchos juristas, jueces, fiscales y abogados defensores dicen que la práctica ha demostrado su utilidad.
Algunas víctimas de delitos esperan el encuentro, diciendo que les proporciona una descarga emocional. Pero las víctimas de agresiones sexuales y sus abogados consideran el careo como un método primitivo de re-victimización en un sistema judicial que, a pesar de las reformas, todavía acarrea vestigios de machismo.
"Si la mujer no está preparada, el violador se la comerá viva", dijo María Santos Ramírez, una psicóloga que trata a víctimas de agresiones sexuales en Tijuana, donde grupos de mujeres están ejerciendo presión sobre los legisladores para prohibir el careo en casos de agresiones sexuales.
"El hombre hará cualquier cosa para hacerla sentirse mal".
El careo tiene paralelos en otros sistemas judiciales occidentales, que garantizan a los acusados el derecho a enfrentarse e interrogar a sus acusadores. Pero en un tribunal norteamericano, un acusado y la supuesta víctima normalmente pelean a través de substitutos -el fiscal y el abogado defensor- y rara vez se encuentran próximos uno al otro.
Los críticos dien que el escenario íntimo del careo profundiza el trauma psicológico de la víctima. Obligada a enfrentarse a sus agresores, a veces sólo días después de haber sido agredidas, algunas mujeres sufren colapsos emocionales, dicen fiscales de delitos sexuales y grupos de defensa de los derechos de las víctimas. Muchas víctimas no pueden hablar. Algunas se desmayan. Otras no pueden mirar a los ojos a los agresores.
Los niños que son víctimas de abusos sexuales deben enfrentarse a acusados que los intimidan con miradas penetrantes o furtivas, gestos de amenaza, dicen los expertos. Una chica de Tijuana, de 17 años entonces, dijo que había tratado de mirar a los ojos a su antiguo maestro, del que dijo que la había violado repetidas veces durante un período de dos años.
La niña decidió retirar los cargos. Ahora a los 18, dijo que prefiere ver a su agresor caminando libremente por su vecindario antes que soportar un careo. "Cuando lo veo en la calle, al menos puedo escapar", dijo.
Sin embargo, los críticos conceden que el careo a menudo es la única manera de determinar los hechos. Los detectives mexicanos a menudo carecen de tecnología para presentar casos utilizando muestras de ADN, sangre o alguna prueba física, de modo que la conducta de acusado y acusador durante un careo puede ofrecer claves importantes.
"La policía no tiene otras pruebas para respaldar una acusación de violación, de modo a los careos terminan en él dijo, ella dijo' en esta confrontación primitiva y medieval", dijo David Shirk, director del Transborder Institute de la Universidad de San Diego.
Según la Constitución mexicana, los acusados en causas penales tienen derecho a un careo. Es una de las pocas garantías que tienen los acusados en el sistema judicial napoleónico de México, que asume que el detenido es culpable -no inocente- cuando es acusado.
Los enfrentamientos frente a frente toman lugar durante una sesión en general equivalente a las vistas preliminares del sistema judicial norteamericano, cuando un juez determina si hay suficientes evidencias como para continuar con una causa penal.
La práctica surgió en respuesta a los tribunales de la Edad Media, cuando la gente podía ser denunciada por herejía por acusadores anónimos, dicen juristas mexicanos.
El careo también es una herramienta de la investigación. Este año las autoridades federales consideraron la posibilidad de someter a careo a los antiguos presidentes mexicanos Ernesto Zedillo y Carlos Salinas de Gortari para resolver algunas cuestiones en torno al asesinato todavía no resuelto del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio en 1994.
El padre de Colosio solicitó un careo para aclarar las supuestas inconsistencias en las declaraciones del ex presidente ante los detectives. Muchos mexicanos creen que el asesinato fue ordenado desde arriba, en una conspiración del partido gobernante. El careo no ha tenido lugar.
Debido a la opinión que tienen muchos mexicanos del sistema judicial es influida por las películas de tribunales norteamericanas, las víctimas a menudo se sorprenden cuando se enteran de que tendrán que enfrentarse a sus supuestos agresores a corta distancia, dijo Layda Negrete, profesora de leyes en el Centro de Investigación y Docencia Económicas de Ciudad de México.
Los careos se realizan en los despachos de los jueces, que en México son salas del tribunal: no hay jurados en los juicios. Los careos a menudo rompen la monotonía de los procesos jurídicos mexicanos, que descansan casi por entero en testimonios escritos.
"Te enteras de que está habiendo un careo por todos los gritos que se oyen", dijo Negrete. Conour dijo que tuvo miedo en noviembre pasado cuando un funcionario del tribunal le dijo que tenía que colocarse frente a Arias, que estaba en una celda adyacente a la oficina del juez junto a otros tres agentes acusados de complicidad.
La última vez que había visto a Arias fue en Tijuana en octubre de 2003. Conour, su marido Steve y su hijo Xavier de 9 años, habían estado de visita con familiares en California. No habían sido capaces de conseguir una receta para tratar su narcolepsia, un trastorno crónico del sueño.
Por eso viajaron a México, donde un farmacéutico accedió a darles las medicinas. Arias y los otros agentes detuvieron a la familia en un paseo comercial a poca distancia de la frontera. Los agentes alumbraron sus caras con linternas y acusaron a los Conour de comprar medicamentos ilegalmente.
Fueron llevados a la comisaría de policía, donde Arias supuestamente pidió una mordida. Un agente llevó a su marido e hijo hacia un cajero automático para que sacara dinero, dijo Conour. Ella contó que Arias entonces echó llave a la oficina y bajó las persianas.
Conour dijo que se había defendido, y Arias la violó.
Cuando Steve volvió, Conour estaba en el sillón fumando nerviosamente un cigarrillo, dijo el marido. Arias estaba sentado tranquilamente detrás de su escritorio, dijo.
"Me di cuenta de que algo andaba mal", dijo Steve Conour, ingeniero y antiguo submarinista de la Marina norteamericana. "Pero ¿qué podía hacer?"
Steve dijo que vació sus bolsillos y le dio a Arias 120 dólares. Arias los escoltó a la puerta. "Es entre nosotros", les dijo.
Ver a Arias de nuevo en el tribunal le provocó sentimiento de confusión y de rabia, dijo Dana Conour. Se veía menos imponente sin su uniforme y su arma, dijo. Todavía tenía una greña de pelo negro y de punta, pero se había quitado el mostacho.
"Usted me violó. Usted es el que me violó", recordó Conour que le dijo.
Arias estaba tan cerca que ella podía haber pasado la mano por la ranura de 15 centímetros de la pantalla de metal que los separaba y tocarlo. Un intérprete tradujo sus palabras.
Conour describió los toqueteos de Arias y sus exigencias de dinero. Ella dijo que su familia había quedado tan traumatizada que no querían volver nunca más a México.
Arias nunca dejó de mirarla, dijo, y cuando le tocó el turno de hablar, negó todo. Arias se comportó "tan manso como una cordero, como si fuera una víctima", dijo.
"Se supone que es una conversación civilizada... Pero es duro. Tengo que soportar al tipo que me violó y que dice que nunca me ha visto antes. Me dice llorando que le estoy arruinando la vida", dijo Conour.
Después de 20 minutos de argumentación inútil, dijo Conour, ella explotó y lo llamó "cochino" -un puerco.
Juan José Juárez, el abogado defensor de los agentes acusados, que presenció el careo, dijo que creía que Conour había sido violada, pero no por Arias ni ninguno de los otros acusados.
El fiscal, Narciso Ramírez Moreno, dijo que Conour salió bien parado del careo. El veredicto se espera para principios del próximo año.
Steve Conour, que también se careó con los cuatro acusados, dijo que la confrontación fue "catártica", una posibilidad para hacer bajar la vista a Arias. "No pestañeé en dos horas".
Arias no soportó su mirada, lo que dio a Steve alguna satisfacción. "Miraba hacia abajo... Creo que se trata de algún tipo de reconocimiento, lo que me ayuda a creer que es culpable, y que es algo con lo que tendrá que aprender a vivir".
Aunque los expertos no se ponen de acuerdo sobre si con los careos se llega a la verdad, Víctor Fernández Córdova, un fiscal de Tijuana, cree sí son efectivos. Dijo que ha visto a víctimas atrapar a los agresores en mentiras. Una vez, dijo, un agresor acusado fue dejado en libertad después de que la "víctima" reconociera que había inventado la acusación.
Pero Negrete, profesor de leyes, dijo que muchos jueces consideran el careo como una pérdida de tiempo, porque la mayoría de las sesiones degeneran en gritos.
En Ciudad de México las víctimas de agresiones sexuales y secuestros pueden ahora optar por participar en un careo a través de una video-conferencia.
En Baja California, se han fundado agencias de ayuda para preparar a las mujeres ante los careos. Son asesoradas a que mantengan la mirada e ignoren los ataques personales.
Las autoridades dicen que han dejado de obligar a los niños a tomar parte en careos, pero los fiscales y grupos de mujeres dicen que la práctica continúa.
"Es horrible la cara de un violador", dijo Gabriela Navarro Peraza, una ex fiscal de delitos sexuales que encabeza el Instituto de la Mujer, de Baja California. "Aquí, pareciera que el acusado tiene más garantías que la víctima".
Cecilia Sánchez contribuyó a este reportaje.
15 de noviembre de 2004
22 de noviembre de 2004
©los angeles times
©traducción mQh
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