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iraq encara cambio político


1 Iraq encara el cambio político más radical en su historia moderna. 2 El terrorismo se centra en Iraq con ramificaciones por doquier.
Bagdad, Iraq. En el 2005 Iraq podría experimentar el mayor cambio del poder político de su historia moderna, a la vez que sigue convulsionada por una insurgencia que ha desconcertado a los estrategas estadounidenses y ha desbaratado sus pronósticos optimistas previos a la invasión.
A partir de las elecciones nacionales el 30 de enero, los iraquíes deberán concurrir a las urnas tres veces el año próximo: primero para elegir un nuevo parlamento, después para decidir una nueva constitución, y finalmente -si ésta es ratificada- para escoger una nueva legislatura hacia fines de año.
La elección de enero será la primera desde que se desplomó el régimen de Saddam Hussein en abril del 2003. Y la votación de diciembre del 2005 debe completar los pasos avizorados por el gobierno de George W. Bush para transformar Iraq de una de las dictaduras más implacables del Medio Oriente a una democracia en funcionamiento, aun imperfecta.
Esto parece mucho pedir para una nación de casi 26 millones de habitantes con una volátil división entre musulmanes sunitas y chiítas y vastas zonas a las que prácticamente no puede entrar ningún occidental, funcionario del gobierno ni las propias fuerzas de seguridad del país.
Si el plan da resultado, Estados Unidos podría ver el momento de retirar una cantidad sustancial de sus fuerzas.
Sin embargo, se han concretado muy pocas de las predicciones optimistas sobre Iraq: ni la recepción jubilosa con flores a los invasores, ni los ingresos petroleros que solventen la reconstrucción del país, ni los iraquíes a cargo de su propia seguridad.
En cambio Iraq, que ya es la operación militar estadounidense más cruenta desde la guerra de Vietnam, está plagada no sólo de pronósticos fracasados sino también de toneladas de armas y municiones iraquíes que se teme hayan caído en manos de insurgentes.
A esta altura del año pasado, algunos planificadores estadounidenses avizoraron una paulatina disminución del papel de sus soldados para que fuera pasando gradualmente a manos de las fuerzas militares y policiales iraquíes. Pero no fue así. Y el mes pasado, los soldados estadounidenses libraron su combate urbano más intenso desde Vietnam, en el bastión insurgente de Faluya.
En vez de reducción de fuerzas, el Pentágono está aumentando su número a unos 150.000 para mediados de enero, más de los que invadieron Iraq en marzo del 2003.
Las exportaciones petroleras han disminuido debido a una infraestructura inadecuada, sabotaje y una situación de inseguridad que torna demasiado peligrosos los proyectos de renovación en gran escala.
La potencia militar más poderosa del planeta no ha podido contener los ataques dinamiteros suicidas en los 16 kilómetros de carretera entre el centro de Bagdad y el aeropuerto, y mucho menos proteger los pozos petroleros y los miles de kilómetros de oleoductos.
Si se efectúan elecciones, se supone que el poder recaerá en la largamente reprimida comunidad musulmana chiíta, calculada en un 60% de la población. Eso significaría el fin del dominio sunita que antecedió el establecimiento del moderno estado iraquí después de la Primera Guerra Mundial.
Iraq sería el único país árabe con un gobierno de mayoría chiíta, una perspectiva inquietante para las naciones árabes con grupos chiítas numerosos y potencialmente rebeldes. Solamente Irán, país no árabe, tiene un gobierno chiíta.
Algunos iraquíes urbanizados y occidentalizados tiemblan ante la posibilidad de un régimen de clérigos al estilo de Teherán, aunque prominentes políticos chiítas consideran ese temor infundado.
De todos modos, requerirá una considerable habilidad política para que los líderes iraquíes sobrelleven ese radical viraje de poder sin inflamar las pasiones sectarias y étnicas entre kurdos, árabes sunitas, turcomanos, cristianos y otros que integran el mosaico nacional.
Los árabes sunitas ya componen el núcleo de la insurgencia, gran parte de la cual se atribuye a la antigua red del Partido Baath de Saddam. Si los sunitas se sienten privados de un papel significativo en el nuevo Iraq, crecerán las filas de los rebeldes.
Los kurdos, calculados entre el 14% y el 20% de la población y el grupo más pro-estadounidense, están ansiosos por mantener el autogobierno de que disfrutan en el norte desde 1991.
Pero si se sienten amenazados, o si la nueva constitución los despoja de esa autonomía, los kurdos podrían reclamar la independencia, argumentando que Estados Unidos está en deuda con ellos por haberle suministrado milicianos para luchar junto con las tropas invasoras en el 2003.
Un desmembramiento de Iraq no sólo alarmaría a todos los países de la región sino también a europeos y estadounidenses.
Más preocupante sería la respuesta de la minoría árabe sunita, la elite política y social durante Saddam, concentrada en el centro y el norte de Iraq. Los sunitas eran también el núcleo de la Guardia Republicana y los servicios de seguridad de Saddam, que pasaron a la clandestinidad después que cayó el régimen, y forjaron alianzas con extremistas islámicos extranjeros e iraquíes.
Los sunitas están divididos entre quienes han optado por participar en la política, como el presidente interino Ghazi al-Yawer y el estadista Adnan Pachachi, y quienes por el contrario rechazan todo lo que tenga que ver con la ocupación.
Entre estos últimos se encuentra una alianza de unos 3.000 clérigos sunitas, la Asociación de Expertos Musulmanes. Han instado a boicotear las elecciones para protestar tanto el ataque a Faluya como la presencia de la ocupación estadounidense.
El desafío que encara Iraq será encaminarlo al proceso político, quizás mediante fórmulas de poder compartido o garantías de un papel para los sunitas a fin de alejarlos de los extremistas musulmanes.
Mientras tanto, el proceso para juzgar a Saddam se retrasó después que el gobierno despidió al director del tribunal para crímenes de guerra, Salem Chalabi, y es improbable que el derrocado líder iraquí enfrente juicio antes de que se instale a fines del 2005 un gobierno plenamente constitucional.

15 de diciembre de 2004
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EL TERRORISMO SE CENTRA EN IRAQ CON RAMIFICACIONES POR DOQUIER

El Cairo, Egipto. Aunque el campo de batalla terrorista se extendió por doquier excepto Estados Unidos en el año que termina, claramente la superpotencia y sus aliados fueron sus blancos. Y se puede anticipar aun más violencia en el 2005 mientras persista la ocupación de Iraq y los terroristas sigan decididos a volver a atacar territorio estadounidense.
Desde vehículos dinamitados que dejaron veintenas de muertos hasta ejecuciones rituales de a una víctima por vez para amedrentar, Iraq fue el más castigado por el terrorismo en el año que concluye. Las víctimas fueron extranjeros o iraquíes que trabajaban para reconstruir el país bajo la ocupación encabezada por Estados Unidos.
Pero Europa aprendió que no era inmune en marzo, cuando explosiones en los trenes de pasajeros en Madrid dejaron 191 muertos. En videograbaciones, militantes musulmanes dijeron que habían actuado en nombre de al-Qaida en venganza por la alianza de España con Estados Unidos en Iraq y Afganistán.
Tres días después del ataque, los socialistas, que habían prometido retirar las fuerzas españolas de Iraq, vencieron en las urnas a los conservadores del primer ministro José María Aznar. Los socialistas cumplieron expeditivamente su promesa del retiro, y algunos declararon que al-Qaida había logrado una victoria política sobre Estados Unidos.
Un secuestro terrorista en octubre en Iraq también pareció destinado a los votantes de un país europeo aliado de Estados Unidos. Las cintas mostraron a un rehén británico, Kenneth Bigley, rogando por su vida al primer ministro Tony Blair mientras Gran Bretaña se preparaba para las elecciones posiblemente en el 2005. Al final, Bigley fue decapitado, al igual que dos estadounidenses capturados junto con él.
El 6 de diciembre, estadounidenses y saudíes comprobaron lo difícil que es contener el terrorismo cuando cinco pistoleros -cuatro de ellos saudíes- atacaron el consulado de Estados Unidos en Yida, Arabia Saudí. Cinco empleados del consulado -todos del Medio Oriente o de Asia- murieron y otros diez resultaron heridos, dos de ellos estadounidenses. Cuatro de los atacantes fueron muertos y el quinto capturado por las fuerzas saudíes.
Jonathan Stevenson, un experto antiterrorista basado en Washington del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, de Londres, observa que la red terrorista al-Qaida y sus aliados buscaron blancos más vulnerables conectados con Estados Unidos en el mundo después que se reforzó la seguridad dentro de ese país y que al-Qaida se quedó sin su base de operaciones en Afganistán.
Pero a la larga, el movimiento de Osama bin Laden espera concretar algún otro ataque espectacular en Estados Unidos, advirtió Stevenson.
Ha "reservado Estados Unidos para los ataques más valiosos, más simbólicos", agregó.
Puede que Bin Laden se vea limitado a emitir amenazas videograbadas desde su madriguera, pero sus aliados se ven alentados por cada uno de sus anuncios, como el de noviembre en el que por primera vez se atribuyó claramente responsabilidad por los ataques del 11 de septiembre del 2001, y dijo que Estados Unidos debía dejar de amenazar a los musulmanes si quería evitar "otro Manhattan".
Mientras al-Qaida se reagrupa, la invasión estadounidense de Irak brindó un escenario para los extremistas musulmanes de todo el mundo dispuestos a enfrentar a los estadounidenses. Aunque los ‘guerreros santos' son una minoría entre los iraquíes que combaten por motivos nacionalistas, los extranjeros ejercen una influencia desproporcionada a su número.
El más prominente es un jordano que abandonó los estudios secundarios conocido como Abu-Musab al-Zarqawi, quien confirmó lo que muchos sospechaban desde hacía tiempo cuando manifestó su lealtad a bin Laden en un mensaje en la internet en octubre.
Se dice que Al-Zarqawi ha decapitado personalmente a por lo menos dos estadounidenses secuestrados, Nicholas Berg y Eugene Armstrong. Su grupo se ha responsabilizado de numerosos ataques a civiles y fuerzas iraquíes y de la coalición.
Su objetivo es hacer ingobernable Iraq, privando a Estados Unidos de una oportunidad de demostrar la seriedad de su compromiso de imponer democracia y estabilidad en el corazón del mundo árabe.
Los vecinos de Iraq se han opuesto desde el comienzo a la invasión estadounidense. Ahora temen que muchos jóvenes de sus países que fueron a Iraq regresen más experimentados en la lucha y más radicalizados en sus creencias, y determinados a derrocar regímenes en lugares como Arabia Saudí, que padeció varios ataques terroristas en el 2004, especialmente el ataque al consulado de Estados Unidos.
Mientras más rápido se vayan los soldados estadounidenses de Iraq, más rápidamente se diluirá la amenaza a los países vecinos. Pero hacia el final del 2004, Estados Unidos anunció planes de aumentar sus fuerzas en Iraq a su máxima cifra de 150.000 para mediados de enero, en la esperanza de afianzar la seguridad antes de las elecciones nacionales del 30 de enero.
No está en claro cuándo Iraq podría estar suficientemente seguro como para que se vayan los ocupantes. Anthony Joes, experto en guerra de guerrillas en la Universidad St. Joseph en Filadelfia, dijo que la historia demuestra que, pese al poderío bélico de Estados Unidos, enfrenta un desafío enorme.
"Iraq es 29 veces más grande que Chechenia, donde los rusos han estado proclamando su ‘victoria final' en los últimos diez años", observó Joes. "Iraq es 32 veces más grande que Irlanda del Norte, donde durante un cuarto de siglo después de 1972 unos pocos centenares de criminales mantuvieron en vilo a 22.000 soldados británicos".
En las páginas en la internet donde los extremistas ventilan su furia y comparten sus ideas, la invasión estadounidense es representada como prueba de que bin Laden tiene razón en que Estados Unidos quiere controlar tierras musulmanas y humillar a los musulmanes.
Los civiles iraquíes atrapados entre dos fuegos son representados como víctimas de la brutalidad estadounidense. Los líderes iraquíes que cooperan con los ocupantes en la esperanza de construir una democracia son considerados traidores al islam.
Peter Lawler, profesor de relaciones internacionales en la Universidad de Manchester, dijo que los musulmanes jóvenes en Europa y otros sitios están enfurecidos por el apoyo de Estados Unidos a Israel y a dictaduras árabes.
Si se puede mitigar esa indignación convenciéndolos de que Occidente buscará la democracia en el Medio Oriente, los extremistas hallarán mayores dificultades para reclutar atacantes suicidas.
"Pero eso requiere una diplomacia sutil, creativa y a largo plazo", advirtió.

15 de diciembre de 2004
©univisión

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