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islam político a prueba en basra


[Anthony Shadid] En Basra, los partidos laicos pueden sacar ventajas de una arraigada desconfianza de los partidos religiosos.
Basra, Iraq. Por la calle de Argelia, de Basra, una bulliciosa avenida tan celebrada por la historia y deprimente como la ciudad misma, Adnan Abu Tarig se apresuraba el lunes a la oficina de su firma comercial, susurrando sus planes para las elecciones del domingo.
"Votaré por cualquiera que crea en la libertad", insistió el hombre de negocios de 53 años.
Furtivamente, Abu Tariq miró entonces a un lado y otro: hacia el tráfico embotellado en una calle llena de fango y baches, y hacia una galería de polvorientas tiendas envueltas en las tinieblas debido a un corte que ha durado 24 horas. Con un toque de melodrama, ocultó su cara detrás de un pila de diarios enfundados en una carpeta azul. Y, con un murmullo, dijo: "Por cualquiera, excepto los partidos religiosos".
Entre las grietas que dividen la votación del domingo para el Parlamento iraquí, la línea divisoria entre los religiosos y los laicos es la más importante. La lista que ha atraído la mayor atención es la coalición conocida como la Alianza Unida Iraquí, que reúne a los principales partidos chiíes de Iraq, y que, según creen muchos iraquíes, cuenta con la bendición del gran ayatollah Ali Sistani. Su campaña está impregnada de símbolos religiosos y su éxito en las elecciones aseguraría un lugar para el clérigo conservador del país a la hora de redactar la nueva Constitución.
Desde la caída de Saddam Hussein, esos partidos efectivamente han manejado Basra. Bajo su gobierno, los servicio de electricidad y agua potable han sido esporádicos, los funcionarios del ayuntamiento han sido acusados de corrupción y los asesinatos políticos han sembrado el temor en la ciudad. A juzgar por la opinión de los habitantes, lo que puede ser el primer experimento de un gobierno musulmán de posguerra en Iraq puede ser también su primer fracaso.
"¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Dos años?", pregunta Salah Abdullah, 34, cuando le pregunté sobre la tienda de celulares en el centro. "Muéstrame a una sola persona que haya pavimentado la calle. O eres un ladrón trabajando para ellos, o haces negocios por tu cuenta".
"Fracasaron", dice despreciativamente, agitando un dedo. "Son gentuza, y usan la religión como una fachada".

El Peso del Poder
Basra, alguna vez la joya del Oriente Medio, carga con las cicatrices de tres guerras en 25 años, y se ha transformado en un sorprendente e inesperado laboratorio del matrimonio entre el islam político y la democracia en el mundo árabe. En Egipto, Siria, el Golfo Pérsico y otras partes, los gobiernos autoritarios han mencionado a menudo el apoyo popular de los partidos islámicos y sus redes populares como un argumento contra la democracia. Pero aquí en Basra, simplemente tener autoridad ha socavado ese apoyo. El reto más grande que enfrentan esos partidos no es hacerse con el poder, dijeron habitantes, sino qué hacer una vez que estén a cargo y sean responsables de la poco envidiable tarea de hacer sentido del Iraq de posguerra.
"Tuvieron una oportunidad, y no la aprovecharon", dijo Amar Abdel-Ali, otro cliente en la tienda de móviles. "Pudieron haber hecho un buen trabajo y haber ganado votos, pero no hicieron nada -ni siquiera una cuarta parte de lo que esperábamos".
El partido en el centro de la política de Basra es el Consejo Supremo de la Revolución Islámica de Iraq, cuyo presidente Abdul Aziz Hakim está en primer lugar en la lista electoral de la Alianza Unida Iraquí. Fundado por exiliados iraquíes en el vecino Irán en 1982, el partido volvió al sur de Iraq y a Bagdad después de la invasión norteamericana. Fue dirigido por el hermano de Hakim, Mohammed Bakir Hakim, un respetado ayatollah que fue asesinado en la devastadora explosión de un coche-bomba en las afueras de uno de los santuarios chiíes más sagrados en Nayaf en agosto de 2003.
En Basra, cuya mayoritaria población chií no vivió la carnicería de Bagdad, el movimiento de Hakim emergió pronto como el mejor organizado, el mejor financiando y la más influyente organización entre los alrededor de 25 contendientes de la ciudad. Ahora el grupo es visto como la fuerza dominante en el ayuntamiento de la ciudad, y los líderes de la Organización Badr, su milicia, controla el puesto de alcalde y las más importantes posiciones dentro de las fuerzas de seguridad de la ciudad.
Con algunos otros grupos islámicos percibidos por los residentes como poco más que pandillas, el partido supervisó un creciente conservadurismo en una ciudad que fue largo tiempo famosa por ser la región más libertina del país. Las tiendas de venta de licores, que en el pasado eran varias decenas, han cerrado todas. Se aplicó una siniestra justicia vigilante para dar cuenta del Partido Baaz, de Hussein. En las escuelas secundarias y en la Universidad de Basra, las mujeres fueron estimuladas -a menudo por medio de la fuerza- a usar velos.
"Los que tienen el poder en gobierno son los partidos islámicos, así que ellos son responsables de la situación", dijo Majid Sari, presidente de un pequeño partido en Basra que es candidato de una lista laica conocida como la Coalición Democrática Nacional.
Cuando Sari hablaba, se apagaron las luces de su despacho. "Esta es una de las mejoras del nuevo gobierno", dijo, sarcásticamente.
Un amigo en el despacho intervino: "¡Y las aguas de las cloacas en las calles!"
La implacable realidad de Basra ha demostrado ser una bendición para los candidatos de la oposición. Durante el festivo musulmán de cuatro días, Eid al-Adha, que terminó el domingo, algunos vecindarios tuvieron electricidad durante una hora, si acaso. El editor de un diario se quejó amargamente que los habitantes no sabrían qué hacer si supieran que tendrían un día entero de electricidad. La calidad del agua ha mejorado, gracias a un multimillonario proyecto de reconstrucción, pero una desvencijada red de distribución ha logrado que todavía siga siendo escasa en algunas áreas. Las quejas sobre la corrupción son abundantes, y los residentes dicen que la crisis del petróleo que ha afectado a gran parte de Iraq se ha exacerbado con el contrabando de petróleo hacia el Golfo Pérsico.
Pero hay un dominante sentimiento de inseguridad que irrita a muchos vecinos de Basra. A diferencia de los coches-bomba y morteros que se han transformado en rutinarios en Bagdad, Basra se encuentra transtornada por una tenebrosa campaña de asesinatos. Dos candidatos para las elecciones del domingo de la coalición del primer ministro interino Ayad Allawi fueron asesinados este mes, y la maestra de una escuela básica, Iman Jawair, fue ultimada a balazos frente a su casa hace diez días, aparentemente por no llevar velo. Khairallah Malaki, un brigadier de la policía que trabaja asesor de seguridad del gobierno local, estimó que un 10 por ciento de los 13.000 agentes de policía de la ciudad eran más leales a los partidos religiosos que a los jefes civiles, una cifra considerada baja por los partidos de oposición.
"No puedes levantar la voz a menos que alguien te respalde pegando un tiro al aire", dijo Abdel-Khaleq Karim, el productor de un programa de llamadas de la Radio Nahrein de Basra, que emite diariamente de 10:30 a 11:30 de la mañana.

¿Quiés Es Resposable?
Los activistas islámicos se erizan con las quejas e insisten en que el problema no son sus errores de gestión, sino más bien, dicen, del gobierno interino en Bagdad, las fuerza británicas que ocupan Basra y la ley existente que los priva del poder que necesitan para ser efectivos.
"No hay autoridad en el consejo del ayuntamiento para llevar a cabo su trabajo", dijo Salah Battat, un concejal.
Battat, antiguo combatiente de la resistencia, es una de las figuras mejor conocidas de la nueva generación de líderes del Consejo Supremo. Abandonó Iraq en 1979 y volvió tras la caída de Hussein. A veces incómodo en público, habla de generalidades y tiene todavía que deshacerse del característico estilo clandestino de los miembros de los movimientos secretos. En Basra y otros lugares, esa cualidad distingue al Consejo Supremo del fanfarrón callejero del pueblo del movimiento rival encabezado por Moqtada Sáder, el radical clérigo chií que goza de popularidad entre la juventud pobre de la ciudad.
En un estilo familiar en Irán, Battat lleva un traje gris con una camisa abotonada hasta el cuello, pero sin corbata. En su escritorio hay un retrato de Abdul Aziz Hakim; hay un retrato más grande de su hermano asesinado en un rincón, cerca de una mesa rociada de incienso quemado.
Battat reconoció las deficiencias del ayuntamiento pero dijo que el Consejo Supremo no debía ser acusado de todo. A pesar de contar con poco dinero y muy poca autoridad, dijo que todavía se enorgullece de lo que ha hecho el ayuntamiento el año pasado: pagó subsidios mensuales de 100 dólares a 5.000 familias en Basra con familiares asesinados durante el régimen de Hussein; entregó casas a 20 de esas familias; excluyó a miembros del Partido Baaz de funciones en el ayuntamiento, y pavimentó y reparó algunas calles y puentes.
Entonces, en un comentario no solicitado, Battat negó que su partido tuviera alguna responsabilidad en la corrupción o de actuar bajo las órdenes del gobierno islámico iraní, del que diplomáticos occidentales dicen que todavía financian generosamente al movimiento.
"No puede decir que esos partidos hayan sido importados de fuera o que la gente les tengan miedo", dijo, hablando suave y lentamente. "No hemos sacado ninguna ventaja de nuestra posición ni hemos favorecido nuestra gente".
Battat hizo una pausa. "Trabajamos en Basra", dijo, "y no conocemos a nadie que diga esas cosas".

El Papel de Irán
La cuestión del apoyo iraní perjudica a los partidos islámicos de Basra, en particular al Consejo Supremo, que luchó con los iraníes durante la guerra de Irán-Iraq 1980-1988 y, como recuerdan amargamente algunos veteranos de guerra iraquíes, supervisó los campos de prisioneros de guerra. Algunos funcionarios del Consejo Supremo todavía hablan árabe con acento persa, y muchos residentes -tanto religiosos como laicos- puntúan sus conversaciones con rumores sobre las actividades del servicio secreto iraní en el sur de Iraq.
Una partido islámico rival, un retoño del movimiento de Sáder conocido como Fudhala, está haciendo campaña con un lema que es un golpe no demasiado sutil contra las sospechadas inclinaciones del Consejo Supremo: "Nacido en Irán, financiado por Irán, con jefes iraquíes".
A pesar del descontento, el Consejo Supremo y sus partidos aliados todavía tienen una carta en la manga: la estatura de Sistani, cuyo liderazgo es conocido como marja. Mientras que el ayatollah no ha endorsado formalmente a la Alianza Unida Iraquí para las elecciones parlamentarias y la lista del Consejo Supremo para las elecciones locales, el partido adorna su propaganda de la campaña con su retrato. "Todos estamos con la lista del marja", dice un cartel. En las mezquitas partidarias, los predicadores insisten en que votar por la alianza es un deber religioso.
Los candidatos de la oposición sugieren que mientras grupos seculares como la Unión del Pueblo -respaldado por el Partido Comunista- y la coalición de Allawi funcionan razonablemente en Basra, los partidos religiosos todavía tienen apoyo en el campo, que es más conservador y religioso.
En su opinión los iraquíes del campo están más dispuestos a seguir a los clérigos y a los líderes tribales históricamente leales a los jefes chiíes de Nayaf.
"Los partidos islámicos se han hecho fuertes en el campo", dice Ahmed Khudheir, portavoz del Partido Comunista, cuya destartala oficina está llena de retratos de dirigentes asesinados durante el gobierno de Hussein y fotografías de Carlos Marx y Vladimir Lenin. "Allá no hay política; hay religión".
En la ciudad, sin embargo, hay un proceso en camino que podría llamarse de desmitificación de la autoridad, una reducción de la distancia entre autoridad y pueblo que estaba tan arraigada durante Hussein. El éxito más grande de las elecciones puede ser el grado en que los habitantes de Basra pidan cuentas al gobierno, independientemente de sus inclinaciones, expresando críticas nunca oídas en 25 años.
A menudo las charlas se ponen furiosas.
"Ninguno de los partidos ha hecho nada", dijo Saad Fatlawi, parado en una tienda de electro-domésticos en la calle de Argelia. "Roban, saquean, usan la fuerza, y a los que no se someten, los machacan".
Su colega Khaled Hassan interrumpió para decir que Sistani había "bendecido" a la lista del Consejo Supremo.
"Esto no es vida", respondió Fatlawi. "¿Es así como tenemos que vivir? Esto no es vida".
Los partidos seculares cuentan con ese sentimiento, al menos en la ciudad, para mejorar sus fortunas.
"No es porque tengamos un proyecto fuerte o seamos activos en el terreno. Somos débiles, desorganizados y estamos confundidos", dijo Sari, el líder del partido de oposición. "Pero la gente votará por nosotros solamente porque no estamos bajo el alero de los partidos religiosos. Esa es la realidad".

24 de enero de 2005
26 de enero de 2005
©washington post
©traducción mQh

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