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indígenas veneran al diablo


Con ofrendas al diablo y la posterior búsqueda de Dios para 'matarlo', una comunidad indígena náhuatl de menos de 400 habitantes del porteño estado de Veracruz celebra este mes su carnaval.
Ciudad de México, México. "Para esta comunidad el diablo es ambivalente; no sólo tiene capacidad para causar males: si se le hacen ofrendas puede hacer cosas buenas", expone el antropólogo Rubén Croda, coordinador de promotores del Consejo para la Cultura y las Artes (Conaculta) en Veracruz.
"Son atribuciones que le daban a deidades prehispánicas, que no eran exclusivamente 'buenos' o 'malos'", explicó.
La comunidad de Solteros de Juan Rosas, perteneciente al municipio de Papantla, ubicado en el norte de Veracruz, se fundó hace poco más de 20 años, cuando los nahuas (indígenas que hablan náhuatl) migraron hacia ese lugar desde Ixhuatlán de Madero, convirtiéndose en "una isla náhuatl en un mar de indígenas totonacas", añadió el antropólogo.
"De ahí que sea destacable que a pesar de su movilidad mantengan sus costumbres, y que a pesar de las difíciles circunstancias en las que viven, el carnaval mantenga sus peculiares características", prosiguió Croda.
El carnaval se inicia cuatro días antes del Miércoles de Ceniza católico. Este año se realizará del 4 al 8 de febrero y se espera que en total lo aprecien unas 700 personas, contando a los visitantes de comunidades aledañas.
Bonifacio Ontiveros, originario de esa comunidad, consideró el carnaval como "una fiesta pagana para la autodeterminación de los pueblos indígenas".

'Capitán Primero'
La primera noche del carnaval, el principal organizador, denominado "capitán primero" ofrece su casa para venerar al diablo.
"Se colocan en el piso y en hilera las máscaras que utilizarán los 'disfrazados'. Enfrente de cada una se pone un plato con caldo de pollo sin sal y algunas piezas 'malas' como pata y ala, porque según se cree acá, es lo que come el diablo, además de una taza de café", narró Ontiveros, promotor local para Conaculta.
"Esta ceremonia es presidida por un curandero real o improvisado que reza frente a las máscaras con el fin de que no se moleste, permita a todos jugar felizmente durante la fiesta y evite cualquier incidente durante el año a la totalidad de los asistentes", continuó.
El curandero, disfrazado de diablo al estilo Medioevo, es decir, con traje, cuernos y cola roja, brinca siete veces sobre las máscaras mientras los músicos tocan el "son del mal espíritu".
"Así todos quedan protegidos y el Diablo queda contento", añadió.
Al término de la ceremonia, "que todos toman muy en serio, a diferencia de otros carnavales", dice Ontiveros, las máscaras de diablos se guardan en un costal durante toda la noche.
Al día siguiente, "ya limpias", son utilizadas por los 'disfrazados' que junto con el curandero invitan, casa por casa, a todos los habitantes de la comunidad a participar en la celebración.
"Los que acuden al llamado se unen al festival saliendo de sus casas vestidos de 'damas', con pañoletas en la cara, y de 'viejos', y así la caravana va creciendo, acompañada de un trío de músicos que tocan el violín, la guitarra y la jarana", prosiguió.
La gente se disfraza de 'damas' o 'viejos', según sus costumbres, para que Dios, a quien buscan durante la visita a las casas para matarlo, no los identifique.
"Después de cuatro días de búsqueda nunca se encuentra a Dios porque en realidad sólo es una farsa que sólo se cree el Diablo", explicó Ontiveros.
El promotor cultural dijo que su comunidad ha intentado, sin éxito, llevar una representación de este carnaval al que se realiza en el puerto de Veracruz, el más grande de México, reglamentado durante el siglo XIX.
Todos los presentes aportan un total de 2.500 pesos (unos 220 dólares) para pagar la comida, músicos y actores durante los cuatro días que dura el festival.

4 de febrero de 2005
©univisión

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