motines en cárceles iraquíes
[Bradley Graham] Motín de presos en Iraq expone nuevos riesgos para Estados Unidos. Armas no letales fueron inefectivas en medio del caos.
Campamento Bucca, Iraq. Un sangriento motín de reclusos hace tres semanas en uno de los centros de detención norteamericanos más grande de Iraq ha dejado al descubierto una población carcelaria cada vez más endurecida que se opone a las tropas estadounidenses con crecientes riesgos de violencia carcelaria, de acuerdo a militares.
Las tropas estadounidenses que participaron en el conflicto dicen que la situación era caótica y peligrosa. Dicen que el nivel de la violencia les sorprendió. También dicen que las armas no letales de control de disturbios que tenían a su disposición en ese momento fueron en gran parte inefectivas.
"Lo que pasó aquí el 31 de enero ha cambiado la dinámica" de control de esas situaciones, dijo el general de división William Brandenburg, que supervisa las operaciones de detención de los militares norteamericanos en Iraq e hizo una gira de inspección en la planta la semana pasada. "Mostró que los presos podían arrojar piedras más lejos que nuestras armas no letales. También mostró que tenemos que entender mejor a los detenidos".
Cuatro reclusos murieron y seis quedaron heridos en el motín la mañana del 31 de enero, la mayor cantidad de muertes en conflictos carcelarios desde que las tropas norteamericanas invadieran Iraq hace dos años. Los asustados guardias, algunos de los cuales habían llegado a Iraq apenas un mes antes, trataron en vano de aplacar el motín, rociando con gas de pimienta y disparando balas de goma contra grupos de reclusos, de acuerdo a los informes de las tropas.
Los choques se esparcieron a través de cinco de ocho recintos en el enorme centro de detención en el desierto del sur de Iraq cerca de la frontera de Kuwait. Los reclusos apedrearon a los guardias con grandes rocas y armas improvisadas, levantando desechos por sobre las vallas de metas de cinco metros y contra las torres de vigilancia de diez metros de altura que rodean el recinto.
Sólo después de que dos guardias del Ejército en torres separadas abrieron fuego con rifles M-16, matando a reclusos, descendió la violencia. Oficiales norteamericanos dicen que los guardias actuaron por cuenta propia, sin tener orden de disparar. Las reglas permiten el uso de fuerza letal si los soldados se sienten amenazados.
Por primera vez desde el incidente las autoridades norteamericanas permitieron a un periodista visitar las instalaciones la semana pasada y hablar con algunos de los implicados. El episodio sigue bajo una investigación penal de los militares, pero las entrevistas entregaron muchos detalles previamente desconocidos e información sobre problemas internos.
Las operaciones de detención en Iraq han demostrado ser un problema persistente para los militares estadounidenses que fueron sorprendidos sin preparación para una lucha contra lo que se ha transformado en una implacable resistencia y hacer frente a miles de sospechosos capturados. Las fotos que documentaron los maltratos y humillaciones de detenidos en la cárcel de Abu Ghraib al oeste de Bagdad en 2003 emergieron a superficie la primavera pasada, desencadenando un escándalo público y gatillando una serie de investigaciones.
Desde entonces, los jefes militares han estrechado los controles de los custodios de las cárceles militares norteamericanas y mejorado las condiciones de detención. Los planes de ese proyecto sobre los centros de detención en Iraq se concentraron en el Campamento Bucca, una facilidad de 40 hectáreas desarrollada de la nada para transformarse en una vitrina de los métodos de detención corregidos del Ejército. Pero un incremento de las operaciones militares en los últimos meses, y la decisión de cancelar la liberación de detenidos hasta después de las elecciones iraquíes el 30 de enero, han mantenido alto el número de prisioneros.
Unos 3.180 prisioneros se encuentran ahora en la cárcel de Abu Ghraib, que sigue siendo el principal centro de interrogatorios de los militares norteamericanos. El Campamento Bucca, que tiene una capacidad máxima de 6.000 detenidos, tiene unos 5.150 reclusos. El Campamento Cropper, cerca del aeropuerto de Bagdad, alberga a unos 100 detenidos de "alto valor". Otros 1.300 sospechosos de ser insurgentes son retenidos para chequeos iniciales a nivel de división y brigada militares, de acuerdo a cifras de los militares.
La Theater Internment Facility del Campamento Bucca se divide en ocho recintos, cada uno designado para albergar a 800 reclusos. Las tiendas en las que viven los reclusos se han transformado en muchos casos en cabañas climatizadas de madera y tejado de metal corrugado. Pequeños espacios sirven para jugar fútbol o voleibol. Los prisioneros reciben comidas calientes como arroz, sopa y guisos.
Ya antes ha habido problemas en Campamento Bucca. A mediados de octubre estalló una riña entre reclusos sunníes y chiíes que se disputaban sobre la observancia del Ramadán, el mes de ayuno de los musulmanes. Más tarde los chiíes fueron trasladados a un recinto separado.
A principios de diciembre estalló una protesta después de que dos prisioneros fueron castigados en celdas de aislamiento tras un intento de fuga. Reclusos gritando, armados con estacas de las tiendas desarmadas y protegiéndose con colchones, amenazaron con tomar por asalto la prisión. Los guardias evitaron disparar y dispersaron a los reclusos utilizando tropas adicionales, perros guardianes y camiones de bomberos en una demostración de fuerza.
Problemas de otra naturaleza también pusieron al Campamento Bucca en el centro de la atención recientemente cuando el New York Daily News publicara fotos mostrando a varias mujeres soldados en ropa interior luchando en una piscina de plástico llena de lodo mientras un pequeño grupo de hombres las animaba a seguir. El incidente ocurrió el 30 de octubre en el campamento y la mayoría de los participantes eran del Batallón 160 de Policía Militar, un unidad de reserva del Ejército que debía partir al día siguiente. El Ejército está investigando el incidente.
La revuelta del 31 de enero empezó cuando soldados norteamericanos entraron al reciento Nº5 para revisarlo a la búsqueda de contrabando. Un clérigo musulmán se quejó de que los soldados dañaran varios libros del Corán. Pronto masas de prisioneros se habían formado y empezaron a empujar contra la valla principal, cantando y gritando.
"La preocupación inicial era que echaran abajo la valla y escaparan", dijo el sargento de la Fuerza Aérea Keith Gray, que corrió a la escena con una unidad de emergencia de 15 soldados. "Empezamos a rociarlos con gas de pimienta, que hizo retroceder a las primeras dos líneas. Pero entonces empezaron a tirar cosas".
Usando tirachinas improvisadas, los reclusos tiraron rocas y pedazos de cemento sacado de los pisos de sus cabañas. Arrojaron palos y botellas de plástico de agua rellenas de arena. Encendieron bolsas de plástico con ambientadores inflamables.
Los reclusos de otros cuatro recintos se unieron a la revuelta.
El veterano de la Fuerza Aérea Tony Miles, que tenía turno en una torre de vigilancia en el recinto Nº1 se vio paralizado por los escombros. "Fue caótico", recordó. "Me tiraban cosas de todas partes".
En otra torre, el soldado de la Fuerza Aérea Eric Coggswell pidió a los reclusos repetidas veces en árabe que dejaran de protestar. "Pero no me escuchaban", dijo. "Disparé ocho rondas de balas de goma no letales y pequeños proyectiles de goma. Pero un montón de los prisioneros usaban sacos de dormir como escudos".
Otros guardias dijeron que los reclusos parecían saber el alcance limitado de las armas no letales y del gas de pimienta y se alejaban para volver a acercarse al perímetro. Las piedras rompieron los cristales dobles de las ventanas de algunas de cabinas de las torres.
"Fue como una fuente de agua al revés, con los proyectiles volando hacia arriba", dijo el capitán del Ejército Jerry Baird, que supervisa el centro de detención.
El soldado del Ejército, Christopher Cole describió a los reclusos como moviéndose en oleadas en torno al perímetro de su recinto, atacando torre tras torre.
"Cuando estuvieron enfrente de mi torre, me tiraron tantas piedras que lo único que pude hacer fue agacharme atrás y esperar a que pasaran", dijo. "Pero mis disparos no letales no les alcanzaban".
La revuelta duró alrededor de una hora, y terminó pronto después de que se extendiera el rumor de que varios reclusos habían sido atacados con balas mortíferas en el recinto Nº5.
Jefes militares norteamericanos sospechan ahora que el motín fue planificado, aunque el propósito sigue siendo oscuro. Algunos aquí sospechan que la intención era protestar contra las elecciones, que se habían realizado el día anterior. Otros dicen que creen que tenía por intención poner a prueba la reacción de los custodios.
Debido a las reglas militares norteamericanos ningún prisionero pudo ser entrevistado para este reportaje. Oficiales de alto rango aquí defendieron la decisión de los dos policías militares -ambos sargentos- de hacer uso de armas mortíferas.
"Esa es una situación en que los policías militares deben decidir", dijo el teniente coronel Tim House, comandante del Batallón de Policía Militar Nº105, que está a cargo del Campamento Bucca. "Pensaron que había peligro de muerte o de lesión física grave".
Brandenburg, comandante de las operaciones de detención en Iraq, dijo que no ve la necesidad de revisar las reglas que controlan el uso de la fuerza por guardias militares norteamericanos. Pero ha instruido a los oficiales aquí de que se aseguren de que todos los guardias comprenden las reglas.
Casi la mitad de los guardias pertenecen al Batallón Houser de la Guardia Nacional del Ejército y han estado de servicio en Iraq durante casi cuatro meses. Los otros pertenecen a una unidad de seguridad de la Fuerza Aérea, el Escuadrón Expedicionario de Seguridad, que llegó en enero.
Los jefes militares también han proporcionado a los guardias de nuevas armas no letales que disparan proyectiles de plástico a más distancia. Además, el campamento ha recibido un camión de bomberos nuevo de 4.500 litros, cuyas mangueras se pueden usar contra los reclusos.
Brandenburg ha ordenado instalar más cámaras en todos los recintos para intensificar la vigilancia, y ha instruido a los oficiales aquí que reúnan más información de inteligencia sobre la población carcelaria.
"No se puede hacer demasiado para identificar a los tipos malos", dijo al staff en una reunión la semana pasada. "Tenemos detenidos a gente dura, así que el enfoque debe ser más parecido al de una cárcel. Tenemos que ponernos a la cabeza de esto".
Una nueva cárcel de máxima seguridad con celdas de metal separadas se está construyendo en el campamento. Brandenburg dijo que ayudaría a mantener separados a los revoltosos.
Los guardias aquí dijeron que el motín del 31 de enero los había puesto más alertas.
"Aprendí que las cosas se pueden poner mal en un instante, así que no hay que ser complaciente", dijo Coggswell.
El especialista Kevin Plemmons, un guardia del recinto Nº4, agregó: "Realmente, no se puede confiar en esos tipos. Hay que estar constantemente alerta".
21 de febrero de 2005
©washington post
©traducción mQh
Las tropas estadounidenses que participaron en el conflicto dicen que la situación era caótica y peligrosa. Dicen que el nivel de la violencia les sorprendió. También dicen que las armas no letales de control de disturbios que tenían a su disposición en ese momento fueron en gran parte inefectivas.
"Lo que pasó aquí el 31 de enero ha cambiado la dinámica" de control de esas situaciones, dijo el general de división William Brandenburg, que supervisa las operaciones de detención de los militares norteamericanos en Iraq e hizo una gira de inspección en la planta la semana pasada. "Mostró que los presos podían arrojar piedras más lejos que nuestras armas no letales. También mostró que tenemos que entender mejor a los detenidos".
Cuatro reclusos murieron y seis quedaron heridos en el motín la mañana del 31 de enero, la mayor cantidad de muertes en conflictos carcelarios desde que las tropas norteamericanas invadieran Iraq hace dos años. Los asustados guardias, algunos de los cuales habían llegado a Iraq apenas un mes antes, trataron en vano de aplacar el motín, rociando con gas de pimienta y disparando balas de goma contra grupos de reclusos, de acuerdo a los informes de las tropas.
Los choques se esparcieron a través de cinco de ocho recintos en el enorme centro de detención en el desierto del sur de Iraq cerca de la frontera de Kuwait. Los reclusos apedrearon a los guardias con grandes rocas y armas improvisadas, levantando desechos por sobre las vallas de metas de cinco metros y contra las torres de vigilancia de diez metros de altura que rodean el recinto.
Sólo después de que dos guardias del Ejército en torres separadas abrieron fuego con rifles M-16, matando a reclusos, descendió la violencia. Oficiales norteamericanos dicen que los guardias actuaron por cuenta propia, sin tener orden de disparar. Las reglas permiten el uso de fuerza letal si los soldados se sienten amenazados.
Por primera vez desde el incidente las autoridades norteamericanas permitieron a un periodista visitar las instalaciones la semana pasada y hablar con algunos de los implicados. El episodio sigue bajo una investigación penal de los militares, pero las entrevistas entregaron muchos detalles previamente desconocidos e información sobre problemas internos.
Las operaciones de detención en Iraq han demostrado ser un problema persistente para los militares estadounidenses que fueron sorprendidos sin preparación para una lucha contra lo que se ha transformado en una implacable resistencia y hacer frente a miles de sospechosos capturados. Las fotos que documentaron los maltratos y humillaciones de detenidos en la cárcel de Abu Ghraib al oeste de Bagdad en 2003 emergieron a superficie la primavera pasada, desencadenando un escándalo público y gatillando una serie de investigaciones.
Desde entonces, los jefes militares han estrechado los controles de los custodios de las cárceles militares norteamericanas y mejorado las condiciones de detención. Los planes de ese proyecto sobre los centros de detención en Iraq se concentraron en el Campamento Bucca, una facilidad de 40 hectáreas desarrollada de la nada para transformarse en una vitrina de los métodos de detención corregidos del Ejército. Pero un incremento de las operaciones militares en los últimos meses, y la decisión de cancelar la liberación de detenidos hasta después de las elecciones iraquíes el 30 de enero, han mantenido alto el número de prisioneros.
Unos 3.180 prisioneros se encuentran ahora en la cárcel de Abu Ghraib, que sigue siendo el principal centro de interrogatorios de los militares norteamericanos. El Campamento Bucca, que tiene una capacidad máxima de 6.000 detenidos, tiene unos 5.150 reclusos. El Campamento Cropper, cerca del aeropuerto de Bagdad, alberga a unos 100 detenidos de "alto valor". Otros 1.300 sospechosos de ser insurgentes son retenidos para chequeos iniciales a nivel de división y brigada militares, de acuerdo a cifras de los militares.
La Theater Internment Facility del Campamento Bucca se divide en ocho recintos, cada uno designado para albergar a 800 reclusos. Las tiendas en las que viven los reclusos se han transformado en muchos casos en cabañas climatizadas de madera y tejado de metal corrugado. Pequeños espacios sirven para jugar fútbol o voleibol. Los prisioneros reciben comidas calientes como arroz, sopa y guisos.
Ya antes ha habido problemas en Campamento Bucca. A mediados de octubre estalló una riña entre reclusos sunníes y chiíes que se disputaban sobre la observancia del Ramadán, el mes de ayuno de los musulmanes. Más tarde los chiíes fueron trasladados a un recinto separado.
A principios de diciembre estalló una protesta después de que dos prisioneros fueron castigados en celdas de aislamiento tras un intento de fuga. Reclusos gritando, armados con estacas de las tiendas desarmadas y protegiéndose con colchones, amenazaron con tomar por asalto la prisión. Los guardias evitaron disparar y dispersaron a los reclusos utilizando tropas adicionales, perros guardianes y camiones de bomberos en una demostración de fuerza.
Problemas de otra naturaleza también pusieron al Campamento Bucca en el centro de la atención recientemente cuando el New York Daily News publicara fotos mostrando a varias mujeres soldados en ropa interior luchando en una piscina de plástico llena de lodo mientras un pequeño grupo de hombres las animaba a seguir. El incidente ocurrió el 30 de octubre en el campamento y la mayoría de los participantes eran del Batallón 160 de Policía Militar, un unidad de reserva del Ejército que debía partir al día siguiente. El Ejército está investigando el incidente.
La revuelta del 31 de enero empezó cuando soldados norteamericanos entraron al reciento Nº5 para revisarlo a la búsqueda de contrabando. Un clérigo musulmán se quejó de que los soldados dañaran varios libros del Corán. Pronto masas de prisioneros se habían formado y empezaron a empujar contra la valla principal, cantando y gritando.
"La preocupación inicial era que echaran abajo la valla y escaparan", dijo el sargento de la Fuerza Aérea Keith Gray, que corrió a la escena con una unidad de emergencia de 15 soldados. "Empezamos a rociarlos con gas de pimienta, que hizo retroceder a las primeras dos líneas. Pero entonces empezaron a tirar cosas".
Usando tirachinas improvisadas, los reclusos tiraron rocas y pedazos de cemento sacado de los pisos de sus cabañas. Arrojaron palos y botellas de plástico de agua rellenas de arena. Encendieron bolsas de plástico con ambientadores inflamables.
Los reclusos de otros cuatro recintos se unieron a la revuelta.
El veterano de la Fuerza Aérea Tony Miles, que tenía turno en una torre de vigilancia en el recinto Nº1 se vio paralizado por los escombros. "Fue caótico", recordó. "Me tiraban cosas de todas partes".
En otra torre, el soldado de la Fuerza Aérea Eric Coggswell pidió a los reclusos repetidas veces en árabe que dejaran de protestar. "Pero no me escuchaban", dijo. "Disparé ocho rondas de balas de goma no letales y pequeños proyectiles de goma. Pero un montón de los prisioneros usaban sacos de dormir como escudos".
Otros guardias dijeron que los reclusos parecían saber el alcance limitado de las armas no letales y del gas de pimienta y se alejaban para volver a acercarse al perímetro. Las piedras rompieron los cristales dobles de las ventanas de algunas de cabinas de las torres.
"Fue como una fuente de agua al revés, con los proyectiles volando hacia arriba", dijo el capitán del Ejército Jerry Baird, que supervisa el centro de detención.
El soldado del Ejército, Christopher Cole describió a los reclusos como moviéndose en oleadas en torno al perímetro de su recinto, atacando torre tras torre.
"Cuando estuvieron enfrente de mi torre, me tiraron tantas piedras que lo único que pude hacer fue agacharme atrás y esperar a que pasaran", dijo. "Pero mis disparos no letales no les alcanzaban".
La revuelta duró alrededor de una hora, y terminó pronto después de que se extendiera el rumor de que varios reclusos habían sido atacados con balas mortíferas en el recinto Nº5.
Jefes militares norteamericanos sospechan ahora que el motín fue planificado, aunque el propósito sigue siendo oscuro. Algunos aquí sospechan que la intención era protestar contra las elecciones, que se habían realizado el día anterior. Otros dicen que creen que tenía por intención poner a prueba la reacción de los custodios.
Debido a las reglas militares norteamericanos ningún prisionero pudo ser entrevistado para este reportaje. Oficiales de alto rango aquí defendieron la decisión de los dos policías militares -ambos sargentos- de hacer uso de armas mortíferas.
"Esa es una situación en que los policías militares deben decidir", dijo el teniente coronel Tim House, comandante del Batallón de Policía Militar Nº105, que está a cargo del Campamento Bucca. "Pensaron que había peligro de muerte o de lesión física grave".
Brandenburg, comandante de las operaciones de detención en Iraq, dijo que no ve la necesidad de revisar las reglas que controlan el uso de la fuerza por guardias militares norteamericanos. Pero ha instruido a los oficiales aquí de que se aseguren de que todos los guardias comprenden las reglas.
Casi la mitad de los guardias pertenecen al Batallón Houser de la Guardia Nacional del Ejército y han estado de servicio en Iraq durante casi cuatro meses. Los otros pertenecen a una unidad de seguridad de la Fuerza Aérea, el Escuadrón Expedicionario de Seguridad, que llegó en enero.
Los jefes militares también han proporcionado a los guardias de nuevas armas no letales que disparan proyectiles de plástico a más distancia. Además, el campamento ha recibido un camión de bomberos nuevo de 4.500 litros, cuyas mangueras se pueden usar contra los reclusos.
Brandenburg ha ordenado instalar más cámaras en todos los recintos para intensificar la vigilancia, y ha instruido a los oficiales aquí que reúnan más información de inteligencia sobre la población carcelaria.
"No se puede hacer demasiado para identificar a los tipos malos", dijo al staff en una reunión la semana pasada. "Tenemos detenidos a gente dura, así que el enfoque debe ser más parecido al de una cárcel. Tenemos que ponernos a la cabeza de esto".
Una nueva cárcel de máxima seguridad con celdas de metal separadas se está construyendo en el campamento. Brandenburg dijo que ayudaría a mantener separados a los revoltosos.
Los guardias aquí dijeron que el motín del 31 de enero los había puesto más alertas.
"Aprendí que las cosas se pueden poner mal en un instante, así que no hay que ser complaciente", dijo Coggswell.
El especialista Kevin Plemmons, un guardia del recinto Nº4, agregó: "Realmente, no se puede confiar en esos tipos. Hay que estar constantemente alerta".
21 de febrero de 2005
©washington post
©traducción mQh
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