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cuando gobiernan asesinos


[H.D.S. Greenway] Crecientes llamados a disolver el IRA.
Ha habido veces en que un asesino individual ha puesto fuerzas en movimiento que han cambiado la historia. El ejemplo más dramático fue el del asesinato del heredero de los Hapsburg de la monarquía austro-húngara, Francis Ferdinand, en 1914, a manos de un asesino serbio, en Sarajevo, que provocó la Primera Guerra Mundial.
En épocas más recientes, el asesinato del líder de oposición filipino, Benigno Aquino, que fue sacado a empujones del avión y matado a balazos en la pista de asfalto cuando volvía del exilio en 1983, desencadenó una serie de acontecimientos que barrieron con la dictadura de Ferdinand Marcos y su exótica esposa, Imelda, e izaron a la viuda de Aquino, Cory, a la presidencia.
Nadie sabe hasta hoy quién exactamente ordenó el asesinato de Aquino, pero se da por sentado que fueron los matones de Marcos. El funeral de Aquino reunió a decenas de miles en las calles de Manila para protestar. A medida que cristalizaban los sentimientos contra Marcos, las multitudinarias manifestaciones fueron llamadas del "poder popular".
El mes pasado un bomba en una curva en la ruta costanera de Beirut mató a otro líder de la oposición, Rafik Hariri, junto con otra docena de personas.
Nadie sabe con certeza quién ordenó la muerte del ex primer ministro, pero Hariri era conocido por su oposición a la fuerte influencia siria en su país. Su funeral, como el de Aquino, convocó a decenas de miles de personas en las calles de Beirut exigiendo el fin de la ocupación siria, en manifestaciones que fueron llamadas nuevamente poder popular.
Este drama se representa con cantidades cada vez mayores de gente marchando a favor y en contra de Siria, pero parece que se empieza a escribir un nuevo capítulo en la historia del Líbano en el que la ocupación siria se hace cada vez más insostenible.
En otro conflictivo rincón del mundo, Irlanda del Norte, un asesinato enteramente diferente galvanizó a la gente que busca cambios. Esta vez la víctima no era un líder de oposición conocido, sino un obrero católico, Robert McCartney, al que le abrieron la garganta con una botella rota frente a un bar de Belfast después de un altercado con matones del IRA. Había alrededor de 70 personas en el bar, pero fueron amenazados de que guardaran silencio.
En años previos eso habría sido suficiente. El IRA era respetado en vecindarios católicos como protectores no sólo contra el ejército británico y una policía en gran parte protestante, sino también de los merodeantes paramilitares protestantes, que mataban a católicos al azar.
Pero esta vez las cinco hermanas McCartney dijeron que no. Querían que los asesinos de su hermano fueran llevados a justicia en un tribunal. En un esfuerzo por templar los ánimos en lo que se estaba transformando rápidamente en un desastre de relaciones públicas, el IRA mostró su verdadera naturaleza ofreciendo matar a los asesinos de McCartney en el tradicional método tribal tan familiar en Belfast como en las colinas plagadas por los mafiosos en Sicilia.
Pero nuevamente las hermanas dijeron no. Y eso resonó entre los católicos de Irlanda y llevó a las hermanas a la Casa Blanca para reunirse con el presidente Bush el Día de San Patricio.
Causó la incomodidad no solamente entre los recaudadores de fondos -los católicos irlandeses de Estados Unidos- del brazo político del IRA, el Sinn Fein. El presidente Bush hizo lo que había que hacer y no recibió este año al líder del Sinn Fein, Gerry Adams. Tampoco lo hizo el senador Kennedy.
Irlanda del Norte ha sido un campo de tensiones étnicas y religiosas principalmente desde que protestantes escoceses fueran llevados a colonizar el país hace más de 40 años. El cientista político Padraig O'Malley habla del paradigma de la "doble minoría", en la que cada lado se ve a sí mismo como la víctima legítima. Los católicos se ven a sí mismos como una asediada minoría en Irlanda del Norte, mientras los protestantes se ven a sí mismos como una minoría en el contexto de toda Irlanda. E Irlanda misma se ha sentido tradicionalmente amenazada por la más poderosa Gran Bretaña protestante al otro lado del Mar Irlandés.
Pero ahora que Irlanda pasa por un período de auge económico, y tanto Gran Bretaña como Irlanda son parte de una más amplia Unión Europea, hay tanto protestantes como católicos en Belfast que están mirando más allá de sus antiguas quejas y la sensación de ser víctimas para ver al IRA y a los paramilitares protestantes como lo que son: bandas de matones anacrónicos que deberían ser disueltas. Si las hermanas Mc Cartney pueden canalizar esos sentimientos, habrán en realidad cambiado la historia.

18 de marzo de 2005
©boston globe
©traducción mQh

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