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las cuevas de osama bin laden


[Richard Leiby] Agente de la CIA dice que estaba allí. Pero sus ex jefes lo contradicen.
New York, Estados Unidos. Gary Berntsen era conocido en los cuarteles de la CIA como un operativo de terreno agresivo, el tipo inclinado a actuar primero y pedir permiso después. Pero tenía la combinación justa de fuerza física y cerebro para misiones difíciles. Cuando en octubre de 2001 lo llamaron a la dirección en el Centro Contraterrorista, recuerda Berntsen, las órdenes de su jefe fueron simples: "Gary, quiero que empieces a matar enemigos de inmediato".
Partió para Afganistán al día siguiente determinado a eliminar a un hombre en particular. Según Berntsen, pudo haber capturado a Osama bin Laden -si le hubieran dado los hombres y el tiempo para hacerlo.
Ahora, cada vez que ve al cabecilla de al Qaeda amenazando con ataques contra los estadounidenses, se "horroriza", dice Berntsen. "Me siento angustiado por el hecho de que no lo hicimos. Yo hice todo lo que había que hacer".
¿Qué hacer ahora? Escribir un libro. Parece ser una popular carrera de ultratumba para un creciente número de espías. La contribución de Berntsen al género es ‘Jawbreaker’, su versión y ajuste de cuentas sobre cómo eludió bin Laden su captura en Tora Bora ese diciembre. Su cubierta lo anuncia como "El Libro Que la CIA No Quiere Que Usted Lea".
El terrorista más notorio del mundo ha estado en la mira de Berntsen desde 1998, de cuando investigaba los lazos de al Qaeda con los atentados con bomba contra dos embajadas estadounidenses al este de África. En su libro, Berntsen relata su carrera de 23 años en el contraterrorismo, pero lo principal es esto: bin Laden escapó hacia Pakistán por los pasos montañeses cubiertos de nieve, afirma el ex espía, porque los generales norteamericanos no le proporcionaron los 800 hombres que pidió.
La versión de Berntsen se contradice con la del general de ejército Tommy Franks, ex director del Comando Central, que ha escrito que bin Laden "nunca estuvo a nuestro alcance". Con todo el debido respeto para Franks, dice Berntsen, pero "yo era el tipo que estaba en el terreno" que dirigió la más grande operación paramilitar de la CIA contra los talibanes y bin Laden.
"Lo pudimos haber terminado allá".

Berntsen, 48, que se retiró de la agencia en junio pasado, se llama a sí mismo un "adicto a la adrenalina" y parece un tío de acción: 1 metro 82 de altura, 101, penetrantes ojos verdes, pelo corto y una cara elástica que refleja una permanente intensidad que llega ocasionalmente a ebullición completa. Durante un almuerzo en un tranquilo restaurante francés en Manhattan, me contó su historia con sonrisas y muecas y grandes porciones de bravuconería.
Su línea de trabajo encubierto era simple: Localizar y neutralizar a terroristas. Ahora su misión abierta es la auto-promoción: Se disputa con periodistas y anfitriones de programas de entrevistas por televisión (entre ellos, los anfitriones Greaseman y Mancow), apareciendo en entrevistas selectas en CNN, y haciendo todo lo que puede para estimular las ventas de ‘Jawbreaker: The Attack on bin Laden and al-Qaeda: A Personal Account by the CIA’s Key Field Commander’, escrito con un escritor llamado Ralph Pezzullo.
El libro toma su título del nombre de la CIA para las unidades que operaban en Afganistán incluso antes de la guerra, entonces operadas lado a lado con tropas de las Fuerzas Especiales y de Operaciones Especiales y preparadas para misiones de combate. Aunque ‘Jawbreaker’ [Quebrantahuesos] parece retratar a Berntsen como un tío duro, dice que era simplemente el nombre secreto que eligió un ordenador.
"Estoy agradecido de que me dio un buen nombre que puedo usar para la cubierta de mi libro". Se ríe entre dientes. "Pudo haber sido ‘Tope de Puerta’ o algo similar".
El lanzamiento del libro fue retrasado durante más de cuatro meses por la comisión de revisión de publicaciones de la CIA, que investiga los manuscritos de empleados activos y retirados.
Berntsen llevó a la CIA dos veces a tribunales para que liberara el manuscrito. "¿No leyeron mi perfil psicológico?", se pregunta, y luego deletrea lo que debería decir: "A este tipo le gusta correr riesgos. Y si cree que tiene la razón, no va a abandonar. Y ellos querían que yo simplemente me alejara".
El libro cayó el 27 de diciembre, justo en el agujero negro que hay entre Navidad y Noche Vieja, que irritó todavía más al autor. Pero Bernsten encontró alguna ventaja en la censura: ‘Jawbraker’ está lleno de pasajes tachonados, algunos de ellos con sarcásticas notas para sus lectores. Como: "Los censores de la CIA redactaron esta sección con una prohibición burocrática del cuartel general, que puso en peligro toda nuestra operación".
Un portavoz de la CIA, Tom Crispell, dijo que "como norma", el proceso de revisión se hace dentro de 30 días. "Pero un manuscrito complicado puede tomar más tiempo" y las negociaciones entre el autor y la agencia sobre la redacción puede extender todavía más el proceso, agregó. "Estamos obligados legalmente a proteger informaciones de inteligencia delicadas e impedir que sean divulgadas".

Esquivando el Lazo
‘Jawbreaker’ es el último de una estantería cada vez más grande de libros escritos por expertos de contraterrorismo que acusan a los políticos y a los burócratas de la CIA por no reconocer cabalmente la amenaza que representaba al Qaeda antes del 11 de septiembre de 2001. El amigo de Berntsen, Michael Scheuer, que encabezó la brigada sobre bin Laden de la agencia y escribió ‘Arrogancia imperial’ [Imperial Hubris], le escribió una asombrosa nota publicitaria: "Lea este conmovedor libro, guárdelo en un lugar seguro y vuelva a leerlo después de que al Qaeda haga detonar una bomba nuclear en Estados Unidos. Entonces sabrá quién firmó la sentencia de muerte de decenas de miles de sus compatriotas".
Es el segundo libro de un jefe de equipo Jawbreaker. El año pasado el veterano de la agencia, Gary C. Schroen, que precedió a Berntsen en la batalla, publicó: ‘First In: An Insider’s Account of How the CIA Spearheaded the War on Terror in Afghanistan’.
La memoria de Schroen relata las instrucciones que recibió de Cofer Black, entonces director del Centro Contraterrorista de la CIA: "Quiero que me envíes la cabeza de bin Laden en una caja con hielo seco. Quiero mostrar al presidente la cabeza de bin Laden".
Berntsen recibió el mismo tipo de perorata. Si el cuero cabelludo del saudí lo ha evitado, no fue por falta de gritos y maldiciones contra las líneas de comunicación que le impidieron formar el pequeño equipo que apoyo militar que necesitaba para capturar a bin Laden.
Berntsen dice que sabía exactamente dónde se había apertrechado la fuerza yihadista de mil hombres en la región montañosa cerca de la frontera con Pakistán. Un miembro del equipo Jawbreaker que hablaba árabe informó que había oído a bin Laden por un radio recuperado de un combatiente de al Qaeda muerto. El jefe terrorista exhortó a sus partidarios a seguir peleando y, en un momento, pidió disculpas por "estar atrapados... y machados por los bombardeos americanos", escribe Berntsen.
Según sus cálculos, había apenas 40 soldados de Operaciones Especiales y una docena de otros de las Fuerzas Especiales para impedir la fuga potencial de bin Laden "a través de los cientos de kilómetros de cuevas y pasos en la montaña". Los puntos de exclamación no tardan en aparecer furiosamente en el libro cuando Berntsen se descarga: "¡Necesitábamos soldados americanos en el terreno! Yo había enviado mi petición de 800 policías montados del ejército y todavía estoy esperando la respuesta. Lo repetí en el cuartel general a todos los que querían escucharme: ¡Los necesitamos ahora! ¡Estamos perdiendo la oportunidad de capturar a bin Laden y sus hombres!"
Recuerda haberle gritado a un general de ejército en Kabul que había dejado en claro que no enviarían tropas terrestres "por miedo a molestar a nuestros aliados afganos". "¡Váyase al carajo!", gritó Berntsen.
En opinión de Berntsen, la milicia afgana de la que dependía Franks no era "fiable" y "fue improvisada a última hora" -ciertamente no era el ejército al que confiar la captura del hombre que ordenó los atentados del 11 de septiembre de 2001. "En mis informes dejé en claro que nuestros aliados afganos no tenían ninguna prisa en capturar a al Qaeda en Tora Bora", escribe. Pero sus superiores en Langley le dijeron que no era lo que haría la CIA.
Esta versión concuerda con la acusación del senador John Kerry durante la campaña de 2004, de que el presidente Bush había "encargado" erróneamente el trabajo de capturar a bin Laden a señores de la guerra afganos. Franks, en un artículo de opinión del New York Times en octubre de 2004, defendió a Bush diciendo: "Le puedo asegurar que la interpretación de los acontecimientos por parte del senador no se coincide con la realidad... Hasta hoy no sabemos si bin Laden estaba o no en Tora Bora en diciembre de 2001".
Berntsen escribe que Franks "estaba o mal informado por su propia gente o enceguecido por la niebla de la guerra", y ahí termina su reproche.
"Yo soy republicano", dice, y apoya incondicionalmente al presidente y su enfoque de la guerra contra el terrorismo. "No ayuda para nada aporrear a George Bush. Yo podría estar diciendo un montón de cosas salvajes sobre un montón de gente, pero con eso no logramos nada. No quiero reducir la capacidad de presidente de ganar esta guerra".
Berntsen prefiere llamar la campaña afgana una "obra maestra fallida" -el fallo es que bin Laden escapó.

Aprendiendo a Volar en Línea Recta
Hijo de un ingeniero aeroespacial, Berntsen malgastó su juventud en las tierras baldías de la adolescencia en Long Island a mediados de los años setenta. "Las drogas no me interesaban", escribe, "pero bebía paquetes de cerveza de seis latas desde que tenía 13". Egresó del fondo de su clase de 300 de la escuela secundaria -un "analfabeto funcional con un promedio de 65.6 puntos".
Se enderezó uniéndose a la Fuerza Aérea, donde fue bombero durante cuatro años. Emergencias, explosiones, gente muriendo a su lado: "Aprendí a funcionar bajo altos niveles de tensión. En realidad, me gusta".
Saltaba en paracaídas para divertirse. Estaba estudiando ciencias políticas y ruso en la Universidad de Nuevo México cuando lo reclutó la CIA.
Cuando llegó en 1983, la división de Oriente Medio de la agencia estaba de duelo. Terroristas de Hezbollah respaldados por Irán habían hecho volar la embajada norteamericana en Beirut, matando a 17 estadounidenses, varios empleados de la CIA entre ellos. "Eliminaron casi a toda la estación", dice Berntsen.
El jefe de estación, William Buckley -al que Berntsen había conocido en Washington- fue más tarde secuestrado, torturado y asesinado por un grupo de yihadistas de Hezbollah. "No había modo de que yo me ofreciera de voluntario para ir a Oriente Medio", dice. "Pero sentía una obligación personal. Pensé que si no lo hacía yo, ¿quién lo iba a hacer?"
Finalmente aprendió a hablar farsi, dirigió operaciones contra Hezbolla y gastó tres años con la unidad Irán en Europa, "desplegada en todo el mundo contra los asesinos", dice.
También sirvió en Sri Lanka, Nepal, los Balcanes y América del Sur. No quiere entrar en detalles, pero dice: "Cada vez que había algo difícil que hacer, me enviaban a mí". En general, Berntsen describe estar en medio de balaceras y dirigiendo el combate y los bombardeos, pero dice que nunca tuvo que matar a nadie personalmente.
"Es un hombre muy bien informado", recuerda a Bernsten, Sandy Vogelgesang, ex embajadora ante Nepal. "Muy sólido -el tipo de persona que te da plena confianza".
Desde la perspectiva de Berntsen, la CIA perdió su norte en los años de Clinton, especialmente durante la dirección de John Deutch y su subdirector, George Tenet. En el papel que cubre la mesa de almuerzo, dibuja un gráfico circular para ilustrar cómo Tenet "encogió" la misiones encubiertas de la agencia. Como en libro de 2002, ‘No ver el mal’ [See No Evil], de Robert Bauer, otro antiguo operativo de contraterrorismo, la memoria de Berntsen describe un servicio de espionaje esclerótico asfixiado por una burocracia inerte de después de la Guerra Fría, mal preparada para infiltrar los grupos terroristas.
"En la CIA de George Tenet la dirección de las operaciones era menos importante que la vida política de Washington y las redes del séptimos piso [del edificio de la CIA en Langley]", escribe Berntsen. "Observé con frustración cómo los agentes que ocupaban seguros trabajos de oficina eran ascendidos más rápidamente que los agentes de operaciones que arriesgaban sus vidas en el terreno".
No tengo comentarios, dijo Bill Harlow, ex portavoz de la CIA que ayudó a Tenet a escribir una memoria. "El director Tenet no hará ningún comentario sobre ningún libro, bueno o malo".
(Quizás se ablande cuando tenga que vender su propio libro).

Vamos a Romper la Porcelana
Existe la establecida tradición, entre los que trabajan en las trincheras de cualquier organización, de echar chispas sobre los estúpidos y desconfiados en la cima y en los cuartos traseros. Los tipos en la calle son llamados "personalidades difíciles". A veces, impulsivos. Berntsen dice que toda crítica que se le haga "puede ser válida", pero se pregunta pertinentemente: "¿Por qué era que siempre enviaban a Gary Berntsen?"
Black, que aprobó el nombramiento de Berntsen en Afganistán, da una respuesta: "Cuando vas al campo de batalla, no vas con tus hermanitas. Él es exactamente el tipo que quieres que vaya contigo".
Black y otros señalan que no había una guía moderna para los agentes de inteligencia que hacen la guerra en Afganistán -no lo habían hecho desde la Segunda Guerra Mundial. "Marchó a una batalla cuyo resultado era completamente incierto", dice Black, "y estuvo a la altura de la más alta tradición de la OSS, de lanzar espías en la Alemania nazi".
"Gary hizo un trabajo increíble", accede Billy Waugh, un legendario veterano de las Fuerzas Especiales que sirvió con Berntsen y aparece en el libro. Waugh tenía 72 en la época en que viajó a Afganistán como subcontratista de la CIA. Concede a Bernsten un gran honor: "Yo le llamaba el viejo... Él era el jefe".
Las mismas cualidades que ponen a Berntsen aparte son en última instancia las que socavaron su carrera. Quería quedarse unos meses más en Afganistán, pero fue enviado de vuelta a América Latina (donde se encontraba para el 11 de septiembre de 2001). "No se trataba de nada político", es como lo definió vagamente.
"Matan tres mil personas en tu país, y simplemente dices: ‘¡Lo voy a hacer! ¡Alguien tiene que romper la porcelana, y yo voy a ser ese que lo haga".
Cree que los "ataques catastróficos adicionales" contra Estados Unidos están en camino y que la última gran esperanza reside en el servicio secreto de la CIA -pero debe cultivar una nueva generación de operativos como él. Como los que tienen perfiles psicológicos como tipos que "aceptan correr riesgos".
Dice cosas como se debieran ser grabadas en mármol debajo de la insignia de CIA en Langley. Como: "No se trata de conectar los datos. Se trata de recogerlos".
Y: "El terreno dirige, no el cuartel general. Lo lamento".
"Déjame explicarte algo", dice. "Cuando estás en terreno, lo ves, lo hueles, lo oyes, estás escribiendo como él, estás enviando mensajes a Washington. Pero Washington siempre tiene dificultades a la hora de entenderlos. ¿Sabes qué quiero decir? Pasan la tarde en la cancha de fútbol con sus niños... Están involucrados, pero no viven como tú".
En Afganistán "yo tenía una pequeña libreta verde. Yo apunto todo lo que hago de improviso -sin personal...
"¿Cuántos empleados crees que tenía el general Franks? ¡Y yo, sin nada!"
Sorbe su café. Ríe tranquilo. "Simplemente estoy colgando en un extremo de una rama muy larga".
Puedes apostar a que es un lugar donde le gusta estar, un hombre solo pisando un suelo inestable. No le da miedo caerse, pero hablar con él unas horas revela una cierta ansiedad, la sensación de que está buscando qué hacer. Un guerrero que necesita saber su próxima misión.
De mediana edad, Bernsten está reconfigurando su carrera y algo más. Separado de la esposa con la que vivió más de 20 años, ha vuelto a su barrio de Nueva York. Su hija, una oficial de la inteligencia de la marina, se acaba de casar. Su hijo está en la universidad.
Berntsen ya está escribiendo su siguiente libro, que girará sobre políticas contraterroristas. Está armando un documental de tele y una película. Está pensando en volver a la administración pública. Está tomando contacto con políticos republicanos. Algún día quiere ser candidato.
La guerra no terminará cuando se aparezca alguien con la cabeza de bin Laden en una caja. "La guerra durará las siguientes dos décadas, y tengo intenciones de participar en ella", dice.
Pero hay una cosa que aprendió desde que dejó el campo de batalla: "Tengo que reducir mi rabia a un punto en que se siga cocinando, pero que no llegue a hervir".

16 de febrero de 2006

©washington post
©
traducción mQh

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1 comentario

Jose L. Miranda -

Estos Unidos necesita hombres como GARY Berntsen, un americano de muchas agallas y sabe lo que hace, mi pais tambien le debe mucho.
Yo tengo la fortuna de haberlo conocido personalmente y sé quien es y de que es capaz. Dios lo bendiga a GARY.