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sunníes llaman a las armas


[Thanassis Cambanis] Clérigos sunníes llaman a luchar contra chiíes y kurdos. Iraq al borde de la guerra civil.
Bagdad, Iraq. Por primera vez, jeques sunníes están llamando públicamente a sus seguidores a atacar con fuerza a kurdos étnicos y chiíes, una escalada en la retórica que podría exacerbar la violencia general que ya sacude las comunidades étnicas de Iraq.
"Los norteamericanos no son el problema; estamos viviendo bajo la ocupación de kurdos y chiíes, dijo Abdulhalik Adburahman, un líder sunní de la norteña ciudad de Kirkuk, a una asamblea de jefes tribales la semana parada, ante un ensordecedor aplauso. "Es hora de contraatacar".
Llamados similares a la violencia están siendo expresados contra el trasfondo de un alarmante aumento de la violencia étnica de ojo por diente y asesinatos sectarios.
De acuerdo a varios líderes iraquíes, escuadrones de la muerte chiíes matan rutinariamente a sunníes sospechosos de lazos con el Partido Baaz o con la resistencia. Grupos de sunníes atacan en venganza a los chiíes, dijeron líderes políticos sunníes como Adnan Pachachi, sugiriendo que son organizaciones importantes, y no pequeñas células aisladas de vigilantes, las que están detrás de los asesinatos.
Cada vez más términos como "resistencia" y "fuerzas anti-iraquíes", favoritas de los funcionarios estadounidenses aquí, no transmiten gran parte de lo que es la violencia. Políticos iraquíes dicen que la violencia más brutal es realizada por combatientes sunníes con chiíes y kurdos -tanto civiles como los que trabajan para las fuerzas de seguridad respaldadas por el gobierno iraquí.
Los sunníes han ahora empezado a referirse a un frente de resistencia casi exclusivamente sunní, al que llaman "patriotas árabes", que están realizando ataques de venganza contra la coalición chií-kurda que ha desplazado a la camarilla dominante sunní, hacia los márgenes de la política del país.
"Han habido un buen número de asesinatos de gente de la que se sospechaba que trabajaron para el antiguo régimen. Eso ha llevado a asesinatos de venganza", dijo Pachachi, cuya plataforma secular y laica opuesta a la violencia sectaria no logró generar apoyo popular tras las elecciones del 30 de enero. Ahora Pachachi está tratando de posicionarse a sí mismo como una figura unificadora para los grupos sunníes que se sienten excluidos del proceso político.
La semana pasada, los jeques sunníes llamaron abiertamente a los líderes tribales a prestar apoyo político y logístico a los combatientes sunníes trabados en lo que ven como una lucha necesaria para su supervivencia como minoría en Iraq. Los kurdos y chiíes, que juntos constituyen un 80 por ciento de la población de Iraq, temen que esas declaraciones fanáticas -y acciones- puedan provocar un estallido de matanzas étnicas que podrían desgarrar al estado iraquí.
"Nuestra dignidad es humillada todos los días en las áreas más problemáticas", dijo a la asamblea sunní el jeque Amash Awad al-Obeidi, jefe de 17.000 miembros de la tribu en Ramadi, exhortando a sus colegas jefes a concentrarse en la acción, y no en interminables reuniones políticas. "Estamos hundiéndonos en la sangre. Las palabras sobran".
Existe una enorme desconfianza entre los tres principales grupos étnicos -chiíes, kurdos y sunníes-, cada uno de ellos reivindicando cifras de población inverosímilmente altas.
Los jeques sunníes dicen que Irán envió millones de personas a cruzar la frontera haciéndose pasar por chiíes iraquíes para hinchar los totales de votación de los partidos islámicos chiíes durante las elecciones recientes. Los kurdos acusan a los sunníes en el norte de fraude, cometido para privar de derechos a cientos de miles de kurdos ansiosos de deshacerse de décadas de ‘limpieza étnica' durante el régimen de Saddam Hussein, y vuelven a sus casas en lugares inestables, como la disputada ciudad de Kirkuk.
Los sunníes son acusados por kurdos y chiíes de fomentar la violencia en sus áreas y luego boicotear las elecciones, para poder exagerar la cuota de votos que dicen que habrían obtenido.
Todo dicho, la efervescente retórica aumenta la tensión que preocupa a los nacionalistas laicos como Pachachi, que calcula que han muerto miles de iraquíes en la espiral de asesinatos sectarios.
"Estos asuntos se pueden poner muy caóticos", dijo. "Lo peor que puede pasar en este país es tener un conflicto generalizado entre varias sectas. Tenemos que evitarlo cueste lo que cueste".
La mayor parte de la violencia étnica se ha concentrado en tres lugares: el área al sur de Bagdad conocida como el ‘Triángulo de la Muerte', donde los asesinados son en su mayor parte chiíes; Kirkuk, la ciudad refinadora dividida entre kurdos, árabes y turcomanos, y donde los kurdos controlan la seguridad y los árabes los acusan de sembrar el terror; y Mosul, la ciudad norteña dividida entre kurdos y árabes, donde los cadáveres de árabes y kurdos asesinados aparecen en lugares públicos con alarmante regularidad.
Decenas de líderes comunitarios han sido asesinados en Mosul y Kirkuk. Los kurdos son especialmente sensibles frente a acusaciones de represión étnica, porque ellos fueron víctimas de la campaña de Anfal de Hussein en 1988, en la que murieron al menos 100.000 kurdos y fueron desplazados cientos de miles más.
Durante la década de los ochenta, el Partido Baaz desplazó sistemáticamente a los kurdos de Kirkuk con el fin de inclinar el balance étnico de la ciudad a favor de los árabes. Los kurdos ahora sólo apoyarán a un gobierno iraquí que prometa revertir la ‘limpieza étnica' de Kirkuk -un tema explosivo para muchos árabes.
"Los kurdos piden Kirkuk. Más tarde empezarán a pedir Bagdad", dijo el jeque Abu D'ham, un jefe tribal sunní de Kirkuk que teme ser asesinado si se publica su nombre completo. "Fue Saddam Hussein el que dio demasiado a los kurdos, más de lo que merecían".
Más temprano que tarde, dijo, los árabes de la ciudad se rebelarán. "Habrá guerra".
Los sunníes se reunieron en Bagdad la semana pasada, de ciudades asoladas por la guerra como Mosul, Ramadi, Faluya y Samarra, para expresar una fuerte mezcla de rabia anti-norteamericana, rabia étnica y apoyo a la resistencia. Dos veces durante la asamblea, emisarios de los líderes chiíes trataron de hablar, y las dos veces fueron acallados.
"Usted es de una familia chií. ¿Por qué se mete en nuestros asuntos?", le dijo a un chií que trató de dirigirse a la asamblea el hombre en el podio, el jeque Mohammed Mahmoud al-Mudaris, un funcionarios del Partido Islámico Iraquí.
"Estupendo, como usted quiera, sunníes contra chiíes", dijo el chií cuando salía furiosamente del salón de conferencias. "Eso es exactamente lo que quieren los judíos".
Los sunníes también temen que cuando los partidos políticos chiíes se apoderen del gobierno, purgarán de las fuerzas de seguridad a los muchos sunníes que sienten simpatía hacia las tribus y la resistencia -una medida que, advierten, sólo inflamarán más a los sunníes.
Líderes chiíes como Adil Abdel-Mahdi, un importante funcionario del más poderoso partido chií, el Consejo Supremo de la Revolución Islámica de Iraq, han alentado esas preocupaciones con promesas de sacar a los infiltrados de la policía y fuerzas armadas iraquíes.
"Toda vez que encontremos una persona corrupta o peligrosa, la sacaremos de ahí. Eso no se ha hecho lo suficientemente", dijo Abdel-Mahdi.
La turbia división chií-sunní pueden involucrar a millones de personas. Todas las principales ciudades de Iraq, desde Basra hasta el sur, Bagdad, y Mosul al norte, tienen considerables poblaciones sunníes, chiíes y kurdas. Esto también se desarrolla contra el telón de fondo de un creciente cisma sunní-chií en todo el mundo árabe.
Desde que la caída del gobierno de Hussein abriera el camino para que la mayoría chií entrara en la política iraquí, en todo el mundo árabe los chiíes han actuado pidiendo más derechos, especialmente en países como Arabia Saudí y Bahrain.
En los últimos dos años, líderes chiíes de Iraq han atacado abiertamente a los gobiernos dirigidos por sunníes que se arrimaron al gobierno de Hussein y ahora guardan silencio sobre las constantes olas de ataques terroristas en Iraq. Jordania e Iraq incluso retiraron sus embajadores respectivos la semana pasada después de que se informara que el terrorista kamikaze que mató a 125 chiíes en febrero era jordano.
"¿Nos matan en Mosul, en Bagdad y en todas partes y nadie dice nada en el mundo árabe?", preguntó en las oraciones del viernes el imán chií de la mezquita de Boratha, en Bagdad, Jalaluddin al-Saghir.
Tras el servicio, un grupo de hombres chiíes discutieron las perspectivas de una guerra étnica más amplia en Iraq.
"Hemos vivido pacíficamente durante muchos años, pero ahora ha empezado el conflicto", dijo Ali al-Dabagh, un ingeniero de 40 años. "Tenemos dirigentes sabios en los dos lados. Están tratando de calmar las cosas, y tenemos la esperanza de que no se descontrolen".
Junto a él, Jalal A'ati Sahaib, 44, taxista, culpó de los asesinatos intestinos a los extranjeros. Pero luego agregó: "Un día, el lado contrario lo dejará. Se cansarán de los asesinatos. Se darán cuenta de la paciencia que tenemos".
Dabagh agregó: "Ojalá que esto no termine en una guerra civil".

Shamil Aziz contribuyó desde Baghdad.

Al autor se puede escribir a: tcambanis@globe.com

29 de marzo de 2005
©boston globe
©traducción mQh
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