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herencia de saul bellow


El Premio Nobel de Literatura 1976 deja una notable obra narrativa. La herencia de Saul Bellow, un autor a contracorriente. El aclamado novelista de ‘Las aventuras de Augie March' y ‘Herzog', fallecido el martes en Estados Unidos, es considerado uno de los pilares de la literatura norteamericana. Con humor e inteligencia, combatió las modas intelectuales y los paternalismos culturales y se ganó el odio de hippies y feministas.
En 1965, en plena época de contracultura, experimentos artísticos y rebeldía al por mayor, Saul Bellow se reía de los iconoclastas. "¿Qué es el radicalismo de los escritores radicales de hoy? La mayor parte es bohemia de segunda mano, populismo sentimental, D.H Lawrence con agua, imitación de Sartre", decía a la prestigiosa revista Paris Review. Para Bellow, "ese radicalismo no sirve para nada... adoptar la 'pose' del radicalismo es algo fácil y banal".
Con opiniones como ésa, Bellow se forjó fama de tradicionalista y anacrónico. En realidad, el autor de ‘Herzog' era escéptico de las modas intelectuales, defensor del individualismo en días de confusión colectiva y, claro, un tipo que prefería nadar a contracorriente.
Nacido en Lachine (Montreal), en 1915, y muerto el martes en Massachussets, Bellow deja una obra notable, en la que enfrentó la ansiedad modernista norteamericana armado de inteligencia, lucidez e ironía.

Los Zulúes
"Por acuerdo general de la crítica, Saul Bellow es el novelista americano más brillante de su generación, supongo que con Norman Mailer como más próximo rival", afirma Harold Bloom.
Descendiende de judíos emigrados de San Petersburgo, Bellow creció en Chicago y su narrativa es una aguda mirada a la vida norteamerica post Segunda Guerra. Con sus primeras novelas -‘Hombre en suspenso' y ‘La víctima'- logró reconocimiento crítico, pero su despegue lo marca ‘Las aventuras de Augie March' (1953). La historia de un pícaro que intenta adaptarse a la sociedad estadounidense obtuvo el National Book Award.
Consolidó su prestigio con ‘Carpe Diem' (1956) y ‘Henderson, el rey de la lluvia' (1959), y fue catapultado a la fama tras la publicación de ‘Herzog' (1964). Considerada su mejor novela, relata la historia de un profesor fracasado que en su desesperación escribe cartas que nunca envía a todos quienes considera responsables de su infelicidad: su ex mujer, su abogado, su siquiatra, amigos y desconocidos.
Con ella Bellow ganó un nuevo National Book Award y la antipatía de mujeres, académicos y progresistas del mundo que lo calificaban de anticuado, sexista y elitista.
Para la generación de los '60, Bellow encarnaba un resabio de la vieja cultura. El decía que el amor libre siempre existió y que los hippies lo volvieron pancarta política. Y ajustó cuenta con ellos en ‘El planeta del Míster Sammler' (1970), su tercer National Book Award.
Enemigo de los mesías y los paternalismos culturales, era un defensor de la tradición literaria. "Cuando los zulúes tengan un Tolstoi, lo leeremos", dijo, irritando a las conciencias bienpensantes.
En su discurso de aceptación del Premio Nobel, en 1976, disparó también contra los intelectuales de última generación, al tiempo que explicaba su rol de aguafiestas: "El deterioro y la caída de todo son nuestro temor diario, estamos agitados en la vida privada y atormentados por las preguntas públicas".
A los 84 años, con una hija recién nacida, publicó ‘Ravelstein', una sátira sobre la vida académica. Consultado en la ocasión sobre su legado para las nuevas generaciones, fue claro: "Les enseñé a prescindir de muchas tonterías y del esnobismo. Me parece que eso que, según los parámetros de la mayoría de la gente, se llama la alta cultura intelectual, no vale la pena".

7 de abril de 2005
©tercera

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