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guerra llega a indios


[Juan Forero] La guerra en Colombia se derrama sobre el pacífico mundo de los indios.
Tacueyó, Colombia. Los indios nasa parecen vivir bien en su exuberante reserva aquí en el sur de Colombia, una ringlera de montañas y valles donde crecen frutas dulces, los arroyos rebosan de truchas y pájaros de colores revolotean por todas partes.
Viven en ordenadas, bien mantenidas casas, y cultivan café, bananas y frijoles. Enfatizando la independencia económica, gestionan un exitoso vivero y están tratando de empezar una mina de mármol.
La principal amenaza para su vida es la implacable guerra civil de Colombia, que lleva ya 41 años. Pero los nasa, un pueblo indígena de unas 100.000 personas en esta región, han montado una campaña de resistencia cívica pacífica para mantenerse alejados de una guerra alimentada por las drogas, que enfrenta al ejército y paramilitares de extrema derecha contra rebeldes marxistas que intentan derrocar al gobierno.
Durante cuatro años los adustos pero desarmados guardias indígenas nasa -ahora una fuerza de 7.000 hombres y mujeres- han simplemente expulsado a los combatientes que se aventuran en estas neblinosas montañas de la provincia de Cauca. Hacen frente a rebeldes y soldados por igual con bastones ceremoniales de un metro decorados con borlas con los colores de la bandera nasa, verde y roja, y convencen a los extraños de que se alejen.
Su éxito les ha ganado la aclamación de Naciones Unidas y gobiernos extranjeros que pagan los programas de desarrollo de los nasa.
Los indios han obligado a los traficantes a cerrar sus laboratorios de producción de cocaína. Han hecho frente a los escuadrones de la muerte paramilitares. Cuando el alcalde del pueblo nasa de Toribio fue secuestrado por los guerrilleros el año pasado, 400 guardias marcharon dos semanas en los Andes hacia el campamento rebelde donde se lo mantenía retenido. Lograron su liberación.
"No queremos grupos armados en nuestra tierra", dijo Julio Mesa, 57, el jefe de los guardias indígenas de Tacueyó. "Así que lo que hacemos es reunir a la gente para sacarlos".
Pero en las últimas dos semanas, se ha producido violentos conflictos en tres de los ocho pueblos nasa, poniendo a prueba el pacifismo y autonomía de los indios.
El 14 de abril los rebeldes bombardearon Toribio. En los nueve días de lucha murieron un niño de 9 años y varios policías y soldados. El gobierno recuperó el pueblo, pero los rebeldes bombardearon otra comunidad, Jambaló, con sus escandalosamente imprecisos morteros con cargas de gas propano y explosivos. Tacueyó fue el siguiente.
El miércoles, con un avión militar colombiano haciendo llover balas sobre posiciones rebeldes, docenas de jóvenes soldados apoyados por tanquetas y vehículos blindados irrumpieron en Tacueyó. Los rebeldes respondieron disparando casi una docena de morteros improvisados. Los soldados respondieron desde su ametralladoras montadas en la plaza mayor.
"Me preocupan los francotiradores", dijo un soldado con cara de niño, Andrés Nova, 24, mientras se apretujaba contra una muralla para protegerse. "Pero no son tan buenos, pero cualquiera con un rifle es un peligro".
Poco después, los francotiradores mataron a un soldado e hirieron a otros dos.
Los indios de Tacueyó fueron cogidos en el medio. Cuando un proyectil rebeldes aterrizó en una casa, hiriendo gravemente a dos niños, Mesa y otros corrieron a por ayuda. Estaban asombrados e impotentes.
Mesa, 57, y su esposa María, 54, también miembro de la guardia, había hablado con los rebeldes antes. "Ellos dijeron: ‘Estamos en guerra'", contó Mesa. "No había nada más que decir, así que me marché. Pero primero les dije: ‘Lo que están haciendo ustedes está muy mal'".
En todo Colombia docenas de tribus indias están siendo golpeadas por la guerra. Los asesinos han actuado contra dirigentes de los indiios wayuú al nordeste de Colombia. En la provincia de Choco al noroeste, niños embera víctimas de la pobreza y la guerra, han cometido suicidio. En todo el país decenas de miles de indios se han transformado en refugiados. Algunas de las tribus más pequeñas, advirtió hace poco Naciones Unidas, están a punto de desaparecer.
Mesa y otros líderes nasa están resueltos a evitar ese destino para su pueblo. Los nasa, también conocidos aquí como los páez, no fueron siempre pacíficos. En los años ochenta formaron un grupo combatiente, Quintin Lame, pero la violencia no hizo más que escalar. Los indios cambiaron de táctica, y juraron permanecer alejados de la guerra. Se dedicaron a construir una comunidad auto-suficiente mantenida unida por una filosofía centrada en la autodeterminación y el derecho a ser dejado en paz.
"El gobierno quiere involucrarnos, en su ejército, en la policía, en su red de informantes", dijo Nelsón Lemus, un dirigente indio. "Los guerrilleros quieren involucrarnos con su historia revolucionaria, la lucha por el poder".
Pero "implicarse en la guerra", dijo, "perjudica a nuestra cultura, idioma, costumbres".
Cuando Mesa hablaba de los esfuerzos de los nasa por mantener la paz, la bala de un francotirador impactó cerca y el dirigente indio y otros guardias se echaron al suelo.
"Queremos hablar, ver si quieren escucharnos", dijo Mesa, levantando su pequeño y gordo cuerpo del suelo y sacudiéndose el polvo cuando terminaron los balazos. "A veces nos escuchan, pero muchas veces no".
Para el ejército, cuyos jefes se reunieron con los indios durante la experiencia, no habrá retirada, aunque el coronel Juan Trujillo dijo que entendía la posición de los nasa. Pero dijo que la tarea del ejército es luchar contra los rebeldes. "Aquí nosotros somos el estado", dijo.
Sin embargo, Mesa no pensaba rendirse. El jueves pasado hizo tranquilamente la larga caminata hacia Tacueyó, llevando un sombrero de campesino y su fiel bastón, y en general indiferente a los balazos a su alrededor. Sin embargo, ha hecho frente a episodios desgarradores. Había muerto una niña de dos años; los aldeanos se preguntaban si acaso tenían la culpa los proyectiles y balas que habían rastrillado los campos cerca de su casa.
Pero no todas las noticias eran malas. Cuando la gente del pueblo se preocupó de que las tanquetas estaban tomando posiciones muy cerca por donde había escapado la mayoría de los vecinos, Mesa logró pedirle a un comandante que parara.
Y cuando un joven fue detenido por soldados, por sospechas de ayudar a los rebeldes, Mesa convenció al ejército que se lo entregaran.
"Ve usted", dijo Mesa, llevándoselo. "Hablar es el mejor modo de resolver las cosas".

3 de mayo de 2005
©new york times
©traducción mQh

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