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pueblo de mujeres


[Emily Wax] Una aldea de mujeres en Kenia es un signo del auge del feminismo en África.
Umoja, Kenia. Sentada a la sombra, con las piernas cruzadas en una esterilla de sisal curtido, Rebecca Lolosoli, matriarca de una aldea exclusivamente de mujeres, tomó la mano de la asustada chica de 13 años. La niña debía casarse con un hombre tres veces mayor, y Lolosoli le dijo que no estaba obligada a hacerlo.
El hombre era el hermano de Lolosoli, pero no importaba. Este es un trozo de África donde mandan las mujeres.
"Eres una niña. Él es un viejo", dijo Lolosoli, que da refugio a niñas que escapan de matrimonios forzados. "Las mujeres no tienen por qué seguir aceptando este sin sentido".
Hace diez años, un grupo de mujeres fundó la aldea de Umoja, que significa ‘unidad' en swahili, en un campo no deseado de hierba seca. Las mujeres dijeron que habían sido violadas y, como resultado, abandonadas por sus maridos que dijeron que había deshonrado la comunidad.
Picada por el tratamiento, Lolosoli, una mujer carismática y segura de sí misma con una campanuda corona de pelo negro, decidió que ningún hombre viviría en su aldea circular de chozas de barro y estiércol.
En un acto de despecho, los hombres de su tribu empezaron a construir su propia aldea al otro lado del camino, a menudo vigilando las actividades en Umoja y espiando a sus contrapartes femeninos.
Lo que empezó como un grupo de mujeres sin casa buscando un lugar dónde vivir solas, se convirtió en una exitosa y feliz aldea. Aquí viven unas tres docenas de mujeres y dirigen un centro cultural y un camping para turistas que visitan desde la adyacente Reserva Nacional Samburu. Umoja ha florecido, atrayendo finalmente a tantas mujeres que buscan ayuda que incluso contratan a hombres para ir a recoger leña, una ocupación tradicionalmente femenina.
Los hombres en la aldea rival también intentaron construir un centro cultural y turístico, pero no tuvieron demasiado éxito.
Pero las mujeres se sintieron alentadas con los beneficios de su camping y su centro cultural, donde venden artesanía. Por primera vez fueron capaces de enviar a sus hijos a la escuela, comer bien y rechazar las peticiones masculinas de que sus hijas sean circuncisadas o casadas.
Se hicieron tan respetables que las mujeres con problemas, algunas golpeadas, algunas tratando de divorciarse, empezaron a aparecerse por este pequeño villorrio al norte de Kenia. Lolosoli fue incluso invitada a Naciones Unidas para asistir a una reciente conferencia sobre asertividad de género en Nueva York.
"Eso fue cuando empezó a actuar la gente celosa", dijo Lolosoli, agregando que los hombres de la localidad habían amenazado con matarla, antes de su viaje a Nueva York. "Me dijeron, francamente, que querían matarme", dijo Lolosoli, riendo porque pensaba que la idea era muy exagerada.
Sebastian Lesinik, el jefe de la aldea masculina, también rió, describiendo la clara división que veía entre hombres y mujeres. "El hombre es la cabeza", dijo. "La dama es el cuello. Un hombre no puede, digámoslo así, pedir consejo a su cuello".
"Está poniendo en cuestión nuestra cultura", dijo Lesinik en una entrevista en un bar una abrasadora tarde. "Es lo que está de moda en estos tiempos modernos. Mujeres problemáticas como Rebecca".
Con una mezcla de sentido común femenino y el goteo de influencias del mundo exterior, ha crecido una versión del feminismo junto a niveles extremos de violencia sexual, la batalla contra el VIH-SIDA y la secuelas de las guerras, que han cambiado todos de maneras sorprendentes el papel de la mujer.
Se ha presentado al parlamento de Kenia un paquete de nuevas leyes para dar a las mujeres derechos sin precedentes para rechazar propuestas de matrimonio, luchar contra el acoso sexual en el trabajo, rechazar la mutilación genital y perseguir la violación, un acto tan frecuente que los líderes kenianos lo califican como el problema de derechos humanos más grave del país. La pena más severa, conocida como ‘proyecto de ley de castración química', castrará a violadores condenados repetidas veces y enviados a prisión de por vida.
En la vecina Uganda, miles de mujeres están manifestándose este mes a favor de la Ley de Relaciones Familiares, que les darían derechos legales específicos si sus maridos tomaran una segunda mujer, en parte debido al temor de contraer el VIH.
Once años después del genocidio en Ruanda, en el que se calcula que murieron 800.000 personas, las mujeres en el país ocupan el 49 por ciento de los escaños en la Cámara Baja del parlamento. Muchas de ellas son viudas de la guerra que dicen que se sintieron compelidas a levantarse en protesta después de que líderes masculinos dirigieran a la mayoría hutu en la matanza de 1994 de los miembros tutsi.
En todo el continente en África Occidental, las mujeres nigerianas están presionando fuertemente para la nominación de más mujeres políticas, incluyendo al presidente en 2007, diciendo que los hombres no han sabido dirigir propiamente al país.
Concentrándose en la cumbre del Grupo de los Ocho en Escocia esta semana, las activistas dijeron que esperaban que la ayuda internacional para África incluya el financiamiento de las mujeres que reclaman sus derechos en tribunales y más representación en las cámaras.
"Estamos en el inicio de algo importante para las mujeres africanas", dijo Margaret Auma Odhiambo, dirigente del grupo más grande de viudas de Kenia. Los miembros son mujeres cuyos maridos han muerto de complicaciones relacionadas con el SIDA.
Los esfuerzos de Lolosoli para pedir cambios en su parte del continente muestra las dificultades de cambiar el ritmo y estructura de poder en la vida de la aldea. Antes de que Lolosoli asistiera a la conferencia de Naciones Unidas, iba de casa en casa en la cercana ciudad de Archer's Post, diciéndoles a las mujeres que ellas tenían derechos, como el de negarse a tener sexo con sus maridos si ellos las golpeaban o maltrataban.
"Una mujer no es nada en nuestra comunidad", dijo, refiriéndose a los miembros de su tribu, incluyendo a los hombres en la aldea al otro lado del camino.
"No puedes responder a los hombres o hablar con ellos, tengas o no razón", dijo. "Eso tiene que cambiar. Las mujeres tienen que exigir sus derechos y entonces nos respetarán. Pero si te quedas callada, todo el mundo piensa que no tienes nada que decir. Y nuevamente, yo no me hice popular diciendo lo que decía".
En la conferencia de Naciones Unidas en Nueva York, dijo Lolosoli, ella y otras mujeres de todo el mundo se unieron mientras ellas miraban un episodio de ‘Oprah' que giraba sobre las mujeres, la agresión verbal y el adulterio.
"No haces más que llorar", suspiró Lolosoli, que dijo que muchos hombres de su tribu todavía tienen varias esposas. "Nuevamente, lo que me inspiró fue que muchas mujeres hacen frente a retos de este tipo y los superan".
Cuando volvió a Kenia armada con ideas y manuales de adiestramiento en asertividad, se plantó en sus treinta incluso cuando algunos hombres interpusieron una denuncia en tribunales, tratando de prohibir la aldea de mujeres.
"Yo simplemente negaba a los hombres cuando me lanzaban amenazas indirectas y preguntaban: ‘¿Estás bien? ¿Están bien tus hijos? ¿Están bien tus vacas?'", dijo. Su táctica y calmada reacción los desarmó, recordó. "Después de todo, no nos iban a parar".
Lolosoli está todavía peleando con su hermano por su intento de casarse con una niña de 13.
Pero en los últimos tiempos los hombres de la aldea han empezado a admitir su derrota. Ya no están tratando de atraer a los turistas. Algunos se han mudado. Otros han tenido problemas para casarse porque algunas mujeres en el área están siguiendo el ejemplo de Lolosoli.
"Pero ella ha tenido éxito, es verdad", suspiró Lesinik, que dijo que él está quizás un poco celoso. Luego se encogió de hombros y dijo: "Quizás podemos aprender de nuestros cuellos. Quizás podemos aprender un poco".

9 de julio de 2005
©washington post
©traducción mQh

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