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sufíes bajo ataque


[Edward Wong] A medida que crecen desavenencias entre sunníes.
Bagdad, Iraq. Mientras el ritual del crepúsculo de los musulmanes sufíes alcanzaba su crescendo, los cinco tocadores de tambor golpearon más fuerte y más rápido, inspirando a los hombres que formaban un círculo a girar sus cabezas más rápidamente, con el pelo hasta las caderas dando vueltas en el aire.
El sol se hundió más allá del patio interior del santuario, y los cánticos subieron de volumen.
"Dios, el único sobreviviente, el único eterno", dijeron los hombres al unísono, con los ojos cerrados, mientras más de doscientos espectadores les miraban en su santuario en Bagdad occidental. "El único, el único".
El sufismo, considerado generalmente como una rama del islam sunní, se divide en órdenes, siendo la más famosa la de los Mevlevi, o derviches giratorios. Los sufíes buscan, a través de la danza, la música, los cánticos y otros rituales físicamente intensos, transcender la existencia mundana y ver la cara de la divinidad. Su misticismo ha contribuido a su reputación de pacíficos.
Pero en Iraq, nadie está muy lejos de la guerra. En una señal de las cada vez más amplias y crecientemente complejas desavenencias en la sociedad iraquí, los sufíes se han encontrado repentinamente como blancos de ataques. Muchos iraquíes creen que los responsables son probablemente sunníes fundamentalistas que consideran apóstatas a los sufíes, a un paso de los chiíes.
El jeque Ali al-Faiz, un funcionario de este santuario sufí, o talia, recitó una lista de agresiones recientes -este mes, el líder de una takia en el bastión insurgente de Ramadi fue secuestrado y matado; antes este año, estalló una bomba en una takia en Kirkuk; en enero, hombres armados golpearon a fieles sufíes en una mezquita en Ramadi; en septiembre último, explotó una bomba en la cocina de una takia, y en abril de 2004, una bomba destruyó toda una takia en la misma ciudad.
Los primeros atentados fueron aterradores, pero hasta esta primavera había pocas víctimas sufíes. Pero el 2 de junio, un terrorista suicida irrumpió con una minifurgoneta cargada de explosivos en una takia en las afueras de Balad, a 65 kilómetros al norte de Bagdad, y mató al menos a 8 personas, dejando a otras 12 más heridas.
El ataque tomó lugar en la mitad de un ritual. La minifurgoneta se lanzó a través de la puerta principal, y luego explotó cuando la gente corría hacia ella, dijo un campesino que dijo que su nombre era Abu Zakaria. "Nos apresuramos en llegar en el coche, con mis hermanos", dijo. "Era una confusión de cuerpos. Llevé los cuerpos hacia el coche sin saber si estaban muertos o vivos".
Cinco días después, en una reunión de deudos en un salón hecho con cañas en el pueblo de Mazaree, el jefe de la takia, el jeque Idris Aiyash, lamentó la pérdida de su padre y tres hermanos. "Si seguimos así, podemos terminar en una guerra civl", dijo.
Algunos grupos sufíes en Iraq han formado milicias y se están preparando para más violencia.
En una reciente ceremonia al atardecer aquí, guardias con Kalashnikov se apostaron en un tejado. "Ahora en nuestra sociedad todo es muy caótico, porque el asesino no sabe a quién mata y los que mueren no saben por qué son matados", dijo el jeque Faiz. "Toda la comunidad está amenazada, también nosotros".
No hay cálculos precisos del número de sufíes en Iraq, aunque las congregaciones más grandes están en Bagdad y en el Kurdistán iraquí. El jeque Faiz dijo que solamente en la capital había docenas de takias y más de 100 en todo el país antes de la guerra. Esa cifra puede haberse reducido hasta a un tercio desde la invasión estadounidense, dijo.
La guerra de guerrillas ha hecho cojear el flujo de peregrinos a la Mezquita de Abdul-Qadir al-Gailani en el centro de Bagdad, uno de los santuarios sufíes más importantes del mundo. Una tarde reciente, los puestos de venta de recuerdos religiosos estaban en gran parte abandonados. El jeque Mahmoud al-Esawi, el imán de la mezquita, dijo que ya no llegaban visitantes de lugares como India, Pakistán y Europa.
Muchas takias en la capital han optado por mantener sus ceremonias en la tarde, de modo que los fieles puedan volver a casa antes de la puesta del sol. "La falta de seguridad ha creado muchas cosas negativas en nuestra sociedad", dijo el jeque Esawi. "Algunos grupos rechazan la takia y sus rituales".
Muchos iraquíes dicen que el atentado en las afueras de Balad fue probablemente realizado por árabes sunníes de la secta fundamentalista de los salafis, que cuenta entre sus adherentes con Osama bin Laden y el jordano Abu Musab al-Szarqawi. Si es así, podría ser una señal de que los sunníes de la línea dura atacarán cada vez más a otros sunníes, a medida que se extienden las divisiones sectarias.
Pero el atentado puede haber tenido su origen en la enredada red de religión y política. La takia pertenecía a la orden Kasnazani, que ha emergido como la más política y posiblemente el grupo sufí más grande del país. Su rico fundador kurdo, el jeque Muhammad Abdul-Kareem al-Kasnazani, se hizo de muchos enemigos. Martin van Bruinessen, profesor de estudios islámicos en la Universidad de Utrecht en Holanda, dijo que en los años setenta y principios de los ochenta, el jeque Kasnazani, con el respaldo de Saddam Hussein, dirigió una milicia contra las fuerzas kurdas de Jalal Talabani, que es ahora presidente de Iraq.
El jeque Kasnazani se estableció en el Iraq árabe, aumentando sus seguidores y actuando como intermediario de las ventas de petróleo de Hussein. Hizo buenas migas con Izzat Ibrahim al-Douri, ahora el ayudante de Hussein más buscado.
Pero el jeque cayó en desgracia con Hussein poco antes de la invasión norteamericana. En una demostración de su persistente poder, escapó a la capital kurda de Sulaimaniya, donde vive ahora bajo la protección de Talabani. Desde ahí, el jeque casi con toda seguridad colaboró en los planes norteamericanos de invasión de Iraq, dijo Bruinessen, que sospecha que el jeque Kasnazani era el valioso informante al que los agentes de la CIA llamaban "el Papa".
Aunque los motivos del devastador ataque en Mazaree siguen siendo desconocidos, los grupos sufíes han continuado saliendo y realizando sus ceremonias para no-sufíes, a veces por dinero, pero normalmente con la intención de que los espectadores puedan ver a Dios. Los grupos sufíes en Iraq han incluso realizado rituales en bases militares americanas.
Antes de que empezaran los bailes y cantos en una takia al oeste de Bagdad, que pertenece a la orden Kasnazani, un anciano con túnica gris y un turbante hundió un puñal de 30 centímetros parecido a una brocheta de parrilla a través de la mandíbula de un adolescente sentado en el suelo alfombrado del santuario. Hizo lo mismo en el pecho de un hombre a la izquierda, que se había sacado la camisa. El hombre y el niño miraron impasibles, aparentemente sin sentir dolor, orgullosos de demostrar a dos visitantes americanos la fortaleza de su fe.

Zaineb Obeid contribuyó desde Mazaree, y Khalid al-Ansary desde Bagdad.

23 de agosto de 2005
©new york times
©traducción mQh


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