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vender licor es arriesgado


[Pamela Constable] Naturalmente, desde los bombardeos e invasión de Iraq, todo ha cambiado en el país, y los iraquíes se sienten entregados a manos de delincuentes y fanáticos descerebrados que intentan imponer un ideario estrafalario y aberrante. Las milicias fundamentalistas atacan ahora a las tiendas de venta de licores. La existencia de estas milicias de fanáticos no augura nada bueno para Iraq.
Bagdad, Iraq. Después del anochecer era una de las calles más ajetreadas del Bagdad de posguerra. Los coches aparcaban en doble y triple banda; sus ocupantes, en camino a una fiesta, apagaban los motores y se zambullían en The Mirage o varias otras populares tiendas de licores para comprar un paquete de seis o una botella de whisky importado.
Ahora, la calle de Ghadeer está muerta. Las aceras están sembradas de trozos de cristal y salpicada de pilas de escombros pulcramente armadas, cada una marcando el lugar donde, hacia varias noches la semana pasada, bombas que habían sido enterradas con precisión, explotaron a la puerta de cinco tiendas de licores.
"Son extremistas islámicos. Creen que el alcohol es malo. Quieren imponer sus ideas a la sociedad por la fuerza, y se están aprovechando de la democracia y de la falta de seguridad", dijo Sadiq Faraj, un corredor de propiedades cuya oficina fue dañada por una de las explosiones. "Si Saddam Hussein estuviera en el poder, habrían sido ejecutados de inmediato".
En la secularizada sociedad musulmana de Iraq, el licor ha sido largo tiempo aceptado como parte de la sociabilidad, y la sedienta vida nocturna era el escape que se tenía durante la dictadura de Hussein. Después de la invasión norteamericana el año pasado, la influencia de los extranjeros y el desplome del sistema de cobro de aranceles espoloneó un nuevo boom del licor, y tiendas como The Mirage comenzaron a atiborrarse de clientes.
Pero en las últimas semanas, los vendedores de licor de la ciudad han sido declarados blancos legítimos de ataques, según se dice, de grupos islámicos fundamentalistas determinados a erradicar el vicio y alentados por el ambiente de confusión y caos de la actual transición política.
Panfletos y graffiti han advertido a los propietarios de tiendas de licores que cierren o se atengan a las violentas consecuencias. Han explotado artefactos explosivos en tiendas de cuatro vecindarios y un propietario, que desafió varias advertencias, fue matado a balazos el jueves pasado al anochecer. Estaba en la acera de su tienda en el sórdido distrito comercial de Kamalia.
Los testigos dijeron que el pistolero, un joven en ropa de calle, salió de un sedán Opel que estaba estacionado, caminó hacia la tienda, sacó una pistola y disparó una ráfaga de balas contra el propietario, Abu Sari Salem, 52.
Dijeron que el pistolero escapó en su coche; Salem murió de camino al hospital.
"Lo habían amenazado varias veces, pero se negó a cerrar. Me dijo que nunca dejaría su trabajo, incluso si ellos le volaban la tienda", dijo Saad Mahmoud, 26, que maneja un tienda de repuestos cerca de la tienda de Salem. "Dijo que era su única fuente de ingresos".
Como Salem y los vendedores de licor de la calle de Ghadeer, muchas víctimas de los ataques han sido cristianos, una minoría en Iraq que ha vendido tradicionalmente licores en algunos barrios. Algunos iraquíes dijeron que tienen miedo de los asaltantes que están tratando de introducir una cuña entre musulmanes y cristianos, que han coexistido pacíficamente desde hace mucho tiempo.
Pero la violencia también ha sido dirigida más ampliamente contra actividades del destartalado barrio rojo, incluyendo Kamalia, donde los residentes, según grupos religiosos, han comenzado recientemente campañas para liberar a la comunidad de la prostitución, las bailarinas gitanas y las videotecas, y de la venta de licores.
En los últimos meses, cruzadas anti-vicio similares han surgido en otras regiones de Iraq, a medida que los militantes islámicos van ganando terreno. En el norte, en Mosul y en Kirkuk, han atacado a teatros y tiendas de bebidas alcohólicas, y el 10 de julio tres tiendas fueron hechas saltar por los aires en Baqubah, a unas 55 kilómetros al nordeste de la capital.
En Faluya, una plaza fuerte de los sunníes al occidente de Bagdad, controlada por una combinación de fuerzas de seguridad y militantes fundamentalistas, los vendedores de licor y otros que han sido acusados de corrupción moral, han sido golpeados y obligados a desfilar desnudos por las calles. A los infractores se les dijo que se llevaran sus negocios a Bagdad.
Aunque nadie ha reclamado responsabilidad por la serie de ataques reciente en la capital, algunos iraquíes han dicho que son el trabajo de grupos chiís armados, tales como la milicia del Ejército Mahdi dirigida por el clérigo agitador Moqtada Sadr.
El viernes pasado, un clérigo cercano a Sadr leyó un sermón en una mezquita del distrito de Kadhimiya, de Bagdad, un animado eje de actividades chiís religiosas y comerciales. Dio a los vendedores de licor 48 horas para cerrar sus negocios, advirtiéndoles que "el alcohol, las canciones y las prostitutas" no eran bienvenidas en la zona "sagrada".
Esta semana en En Kamalia los vecinos negaron la necesidad de alguna purga moral y acusaron a delincuentes y saboteadores que quieren interrumpir las actividades normales. También criticaron al gobierno por no refrenar los delitos violentos y el terrorismo urbano.
"Esa gente es mala y lo que están haciendo no hace parte de ninguna religión", dijo Sabir Kadhim, un mecánico cuyo garaje está junto a la tienda de Salem. "El problema es que no tenemos un gobierno que pueda parar esos ataques".
"¿A esto le llaman yihad?", preguntó enfadado. "Si quieren yihad, deberían atacar a los norteamericanos".
Los ataques han logrado intimidar a muchos comerciantes. En el Mercado de la Miel en el centro de Bagdad, donde se venden caros alimentos importados, especialmente a extranjeros, el propietario Namir Naum dijo el martes que había decidido dejar de vender licor por al menos un mes.
Y en Kamsarah, otro barrio cristiano donde dos tiendas de licor adyacentes fueron atacadas con bombas la semana pasada, un propietario que estaba barriendo su carbonizada tienda el lunes por la mañana se negó a dar su nombre y dijo que el otro tendero acababa de huir a Siria.
"Nadie sabe quién lo ha hecho, o por qué", dijo el dueño, que ha vendido licores en su tienda de racionamiento durante los últimos siete años sin sufrir problemas. "Son cobardes. Sólo quieren crear problemas, y no tenemos protección. En tiempos de Saddam podíamos caminar por la calle a las cinco de la mañana y nadie te molestaba. Ahora todo eso ha cambiado".

Bassam Sebti contribuyó a este informe.
21 de julio de 2004
©washingtonpost ©traducción mQh

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