matando presidentes
[Lynne Duke] Más fácil decirlo que hacerlo.
Pat Robertson, fundador de la Coalición Cristiana, piensa que Estados Unidos debería asesinar a Hugo Chávez, el presidente de Venezuela.
Veamos. ¿Qué opciones tenemos? Los informes del comité Church del senado de hace 30 años nos ofrecen algunas opciones.
Qué tal un frasco de veneno, como se ordenó en un propuesto asesinato de 1960 del primer ministro congoleño, Patricio Lumumba. O quizás entregar armas a un escuadrón de la muerte local, como hizo Washington con los que despacharon al presidente dominicano, Rafael Trujillo.
Y no pasemos por alto a Fidel Castro, ese sólido Castro en Cuba. En los años sesenta, hubo ocho -contad bien, ocho- intentos diferentes de asesinato. Las conspiraciones incluían un asesinato por la mafia, cigarros envenenados, un marisco-bomba y un traje de buceo tipo skin contaminado con hongos mortíferos, para no mencionar los varios rifles y explosivos en manos de exiliados cubanos que odiaban a Castro.
Sin embargo, Castro sigue ahí -lo que prueba que los asesinatos geopolíticos son disparates o, al menos, no son nunca fáciles.
Chávez, sabes, cuando estalló ayer la controversia de Robertson, estaba de visita en Cuba, con Castro. Robertson y otros en el gobierno de Bush creen que Chávez es un peón de Castro. Y Chávez se ha alzado a sí mismo a un status heroico con frecuentes predicciones de que Estados Unidos lo quiere muerto. Robertson, en una tirada contra el presidente rico en petróleo, dijo que Washington le da a Chávez lo que este quiere.
Pero, volvamos a las cosas serias.
Es raro que una figura conocida abogue públicamente por un curso tan radioactivo de acción como el asesinato, que es lo que explica la consternación colectiva que causaron las declaraciones de Roberton.
"Tenemos la capacidad para sacarlo, y creo que ha llegado la hora de ejercer esa capacidad", dijo Robertson el lunes, en el programa The 700 Club', de la Red de Radiodifusión Cristiana.
"No necesitamos otra guerra de 200 billones de dólares para deshacernos de, sabes, un dictador autoritario. Es mucho más fácil dejar que el trabajo lo hagan algunos operativos encubiertos y terminar con el asunto".
Y usando un lenguaje que induce inmediatamente una sensación de cosa vista, Robertson dijo que sacar a Chávez impediría que su país se convierta en una "plataforma de lanzamiento para la infiltración comunista y el extremismo musulmán".
Le preguntamos a Michael Scharf, profesor de leyes en la Universidad de la Reserva Occidental de Case y ex asesor jurídico del ministerio de Asuntos Exteriores, qué pensaba sobre el asunto.
"Evidentemente, Robertson no es un hombre de estado", escribió en un e-mail. "No es posible justificar jurídicamente una acción semejante contra el presidente Chávez".
Y, rápidamente, varios funcionarios del gobierno de Bush realizaron el ritual político de distanciarse de un personaje que, a pesar de este incidente, representa al flanco conservador cristiano del presidente.
Ningún gobierno quiere estar cerca de una discusión pública sobre asesinatos. La amplia historia norteamericana de asesinatos de líderes extranjeros es larga, colorido y todavía polémica.
Lo que sabemos proviene, en lo principal, de investigaciones de mediados de los años setenta por un comité selecto del senado sobre una época muy ajetreada de asesinatos o intentos de asesinato que fueron realizados por Estados Unidos o con su apoyo. Cinco casos -en el Congo, la República Dominicana, Vietnam del Sur, Cuba y Chile- fueron estudiados por el comité del senado, conocido comúnmente como el comité Church por su presidente, el demócrata de Idaho, Frank Church.
Las amargas reacciones de algunos de esos casos siguen moldeando la política nacional en esos países hoy.
El Congo, por ejemplo, ha tenido 45 años de dictadura, guerra y desgobierno que pueden llegar a su fin el próximo año si se convocan las elecciones programadas -una gran incógnita. Serían las primeras elecciones nacionales desde que Lumumba fuera elegido primer ministro en 1960, cuando la colonia llamada el Congo Belga obtuvo su independencia.
Lumumba no duraría. Estados Unidos, los belgas y varios grupos congoleños decidieron ir a por él en lo que llegaría a ser una carrera para asesinarlo.
La CIA despachó a un agente con esa infame frasco de veneno, informó el comité Church. Hacia la misma época, un líder militar congoleño llamado Mobutu Sese Seko y otros estaban empollando un plan para secuestrar y asesinar a Lumumba, que fue lo que hicieron. Fue golpeado hasta que murió. El hombre del veneno de la CIA lo arrojó en el río Congo.
En Chile, también, un viejo asesinato todavía reverbera mientras el país intenta dar cuenta del legado del general Augusto Pinochet.
La CIA apoyó una intriga para desestabilizar el gobierno del presidente Salvador Allende secuestrando a uno de sus generales. Se creía que la remoción del general René Schneider allanaría el camino para un golpe de estado contra Allende. La CIA proporcionó armas a un grupo de disidentes que neutralizarían a Schneider, aunque el comité Church dijo que no fue con armas de la CIA con las que se lo mató en 1970. Pinochet dirigió un golpe contra Allende tres años más tarde -una movida que Estados Unidos estimuló, concluyó el comité Church.
El 2 de noviembre de 1963, apenas tres semanas antes del asesinato del presidente John F. Kennedy, el presidente de Vietnam del Sur, Ngo Dinh Diem, murió en un golpe de estado. Estados Unidos apoyó a los generales que conspiraron contra él, en la creencia de que se podía ganar la Guerra de Vietnam más bien sin que con Diem. El resto, por supuesto, es historia.
Cuando salieron a luz todas estas maquinaciones en los años setenta, el presidente Ford emitió un decreto presidencial prohibiendo los asesinatos políticos.
Pero en 1986, Estados Unidos bombardeó blancos libios donde se creía que estaba el gobernante del país, Moammar Gaddafi. El intento tomó lugar después de un atentado terrorista en un club nocturno berlinés visitado por soldados norteamericanos.
En los años noventa, el presidente Bill Clinto autorizó que la CIA buscara y matara a Osama bin Laden.
Y la guerra de Iraq empezó, recordaréis, con un ataque aéreo norteamericano contra un edificio donde se creía que se ocultaban Saddam Hussein y sus hijos. Fue un intento de asesinato, y también el inicio de la guerra.
25 de agosto de 2005
©washington post
©traducción mQh
Veamos. ¿Qué opciones tenemos? Los informes del comité Church del senado de hace 30 años nos ofrecen algunas opciones.
Qué tal un frasco de veneno, como se ordenó en un propuesto asesinato de 1960 del primer ministro congoleño, Patricio Lumumba. O quizás entregar armas a un escuadrón de la muerte local, como hizo Washington con los que despacharon al presidente dominicano, Rafael Trujillo.
Y no pasemos por alto a Fidel Castro, ese sólido Castro en Cuba. En los años sesenta, hubo ocho -contad bien, ocho- intentos diferentes de asesinato. Las conspiraciones incluían un asesinato por la mafia, cigarros envenenados, un marisco-bomba y un traje de buceo tipo skin contaminado con hongos mortíferos, para no mencionar los varios rifles y explosivos en manos de exiliados cubanos que odiaban a Castro.
Sin embargo, Castro sigue ahí -lo que prueba que los asesinatos geopolíticos son disparates o, al menos, no son nunca fáciles.
Chávez, sabes, cuando estalló ayer la controversia de Robertson, estaba de visita en Cuba, con Castro. Robertson y otros en el gobierno de Bush creen que Chávez es un peón de Castro. Y Chávez se ha alzado a sí mismo a un status heroico con frecuentes predicciones de que Estados Unidos lo quiere muerto. Robertson, en una tirada contra el presidente rico en petróleo, dijo que Washington le da a Chávez lo que este quiere.
Pero, volvamos a las cosas serias.
Es raro que una figura conocida abogue públicamente por un curso tan radioactivo de acción como el asesinato, que es lo que explica la consternación colectiva que causaron las declaraciones de Roberton.
"Tenemos la capacidad para sacarlo, y creo que ha llegado la hora de ejercer esa capacidad", dijo Robertson el lunes, en el programa The 700 Club', de la Red de Radiodifusión Cristiana.
"No necesitamos otra guerra de 200 billones de dólares para deshacernos de, sabes, un dictador autoritario. Es mucho más fácil dejar que el trabajo lo hagan algunos operativos encubiertos y terminar con el asunto".
Y usando un lenguaje que induce inmediatamente una sensación de cosa vista, Robertson dijo que sacar a Chávez impediría que su país se convierta en una "plataforma de lanzamiento para la infiltración comunista y el extremismo musulmán".
Le preguntamos a Michael Scharf, profesor de leyes en la Universidad de la Reserva Occidental de Case y ex asesor jurídico del ministerio de Asuntos Exteriores, qué pensaba sobre el asunto.
"Evidentemente, Robertson no es un hombre de estado", escribió en un e-mail. "No es posible justificar jurídicamente una acción semejante contra el presidente Chávez".
Y, rápidamente, varios funcionarios del gobierno de Bush realizaron el ritual político de distanciarse de un personaje que, a pesar de este incidente, representa al flanco conservador cristiano del presidente.
Ningún gobierno quiere estar cerca de una discusión pública sobre asesinatos. La amplia historia norteamericana de asesinatos de líderes extranjeros es larga, colorido y todavía polémica.
Lo que sabemos proviene, en lo principal, de investigaciones de mediados de los años setenta por un comité selecto del senado sobre una época muy ajetreada de asesinatos o intentos de asesinato que fueron realizados por Estados Unidos o con su apoyo. Cinco casos -en el Congo, la República Dominicana, Vietnam del Sur, Cuba y Chile- fueron estudiados por el comité del senado, conocido comúnmente como el comité Church por su presidente, el demócrata de Idaho, Frank Church.
Las amargas reacciones de algunos de esos casos siguen moldeando la política nacional en esos países hoy.
El Congo, por ejemplo, ha tenido 45 años de dictadura, guerra y desgobierno que pueden llegar a su fin el próximo año si se convocan las elecciones programadas -una gran incógnita. Serían las primeras elecciones nacionales desde que Lumumba fuera elegido primer ministro en 1960, cuando la colonia llamada el Congo Belga obtuvo su independencia.
Lumumba no duraría. Estados Unidos, los belgas y varios grupos congoleños decidieron ir a por él en lo que llegaría a ser una carrera para asesinarlo.
La CIA despachó a un agente con esa infame frasco de veneno, informó el comité Church. Hacia la misma época, un líder militar congoleño llamado Mobutu Sese Seko y otros estaban empollando un plan para secuestrar y asesinar a Lumumba, que fue lo que hicieron. Fue golpeado hasta que murió. El hombre del veneno de la CIA lo arrojó en el río Congo.
En Chile, también, un viejo asesinato todavía reverbera mientras el país intenta dar cuenta del legado del general Augusto Pinochet.
La CIA apoyó una intriga para desestabilizar el gobierno del presidente Salvador Allende secuestrando a uno de sus generales. Se creía que la remoción del general René Schneider allanaría el camino para un golpe de estado contra Allende. La CIA proporcionó armas a un grupo de disidentes que neutralizarían a Schneider, aunque el comité Church dijo que no fue con armas de la CIA con las que se lo mató en 1970. Pinochet dirigió un golpe contra Allende tres años más tarde -una movida que Estados Unidos estimuló, concluyó el comité Church.
El 2 de noviembre de 1963, apenas tres semanas antes del asesinato del presidente John F. Kennedy, el presidente de Vietnam del Sur, Ngo Dinh Diem, murió en un golpe de estado. Estados Unidos apoyó a los generales que conspiraron contra él, en la creencia de que se podía ganar la Guerra de Vietnam más bien sin que con Diem. El resto, por supuesto, es historia.
Cuando salieron a luz todas estas maquinaciones en los años setenta, el presidente Ford emitió un decreto presidencial prohibiendo los asesinatos políticos.
Pero en 1986, Estados Unidos bombardeó blancos libios donde se creía que estaba el gobernante del país, Moammar Gaddafi. El intento tomó lugar después de un atentado terrorista en un club nocturno berlinés visitado por soldados norteamericanos.
En los años noventa, el presidente Bill Clinto autorizó que la CIA buscara y matara a Osama bin Laden.
Y la guerra de Iraq empezó, recordaréis, con un ataque aéreo norteamericano contra un edificio donde se creía que se ocultaban Saddam Hussein y sus hijos. Fue un intento de asesinato, y también el inicio de la guerra.
25 de agosto de 2005
©washington post
©traducción mQh
2 comentarios
ricky -
El Enigma -
Lamentable pero cierto, habiendo cosas mas importantes.
Saludos
El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra