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tensión con guardias


[Josh White y Griff Witte] Equipo de guardias fue detenido por marines tras tiroteo. Incidente ocurrió en julio.
Los sentimientos de impotencia empezaron a dominarlo de inmediato. El mono naranja y las frágiles sandalias eran demasiado pequeñas, el silencio espeluznante. El tiempo pasaba lentamente. No pasó mucho tiempo antes de que Darrell Cleland supiera que había exactamente 197 bloques de cemento en su diminuta celda y 861 huecos en la reja sobre su cabeza.
Cleland, 28, escoltaba prisioneros en Bahía Guantánamo, Cuba, como sargento de pelotón en el Cuerpo de Marines. Tras las rejas en Faluya, en mayo, sus hermanos del Cuerpo de Marines que son ahora sus guardias, Cleland se identificó repentinamente con sus antiguos prisioneros.
"Estoy seguro que los tipos en Guantánamo estaban pensando lo mismo: ¿Cuánto tiempo voy a estar aquí?", dijo Cleland, de Salem, Ohio, que había dejado el Cuerpo en 2002 y se había incorporado a la firma Zapata Engineering, uno de los muchos subcontratistas de seguridad que operan en Iraq.
Cleland y otros 15 guardias norteamericanos fueron detenidos el 28 de mayo por una unidad de los Marines, cuando oficiales militares dijeron que los guardias dispararon contra un puesto de control de la Marina cuando su convoy pasaba a través de Faluya -la primera acusación pública de ese tipo. Le dio a Cleland y sus compatriotas una poco habitual mirada en la vida de los detenidos, y la humillación, temor y desesperación que es parte de ella.
Los guardias también se vieron atrapados en una subterránea lucha por el poder entre el personal militar en servicio activo y los más de 20.000 bien pagados guardias de seguridad privados que trabajan en Iraq. Los guardias operan fuera de la cadena de mando militar y no están sujetos a las leyes militares, lo que puede provocar resentimiento entre las fuerzas norteamericanas y confusión en el terreno. Los guardias, muchos de ellos veteranos con años de combate, se quejan de que las jóvenes tropas estadounidenses carecen de la experiencia y de la capacidad de juzgar en condiciones de presión. Sin embargo, sin el otro, ninguno de los dos grupos puede llevar a cabo sus misiones en un Iraq hostil.
Esa noche, la tensión puede haberse exacerbado un poco más que hace un mes, cuando los marines denunciaron que 16 guardias, todos ellos con experiencia militar, habían disparado frenéticamente contras civiles y un puesto de observación americano. Los guardias contrarrestaron que estaban simplemente volviendo a su base y que nunca dispararon contra las tropas norteamericanas.
El Cuerpo de Marines está investigando. Los guardias de Zapata fueron dejados en libertad pero colocados en una lista negra, con la prohibición de trabajar en el campo de la seguridad en Iraq y fichados como criminales -aunque ninguno de ellos ha sido acusado de nada.
Esta versión se basa en entrevistas con ocho de ellos. Un portavoz de la Marina proporcionó alguna información sobre el incidente y se negó a permitir que cualquiera de los marines implicados fuera entrevistado mientras esté pendiente el resultado de la pesquisa.

Una Misión Corriente
El 28 de mayo un convoy de cuatro camiones Ford F-350 y un todoterrenos Ford Excursion blindado salió de la base de Zapata en las afueras de Faluya con una misión bastante corriente: Entregar una pequeña cantidad de explosivos en una enorme base americana llamada Campamento de la Victoria cerca del Aeropuerto Internacional de Bagdad y recoger a unos empleados civiles iraquíes. Luego debían volver a la base.
Los hombres del convoy venían de todos los rincones de Estados Unidos, y los acentos de Nueva Yersey se mezclaban con el gangueo de Tennessee. Catorce de ellos eran guardias de seguridad armados, y los otros ocho eran ex-marines.
Su sesión informativa antes de la salida del convoy incluyó una discusión del creciente número de ataques en su ruta y el frecuente uso de coches-bomba para atacar los convoyes.
Pero la primera pata de su viaje fue bastante irregular. Los miembros del convoy dicen que llegaron al Campo Victoria y estaban almorzando hacia las 2 de la tarde. Fue hacia esas horas, alegarían los marines más tarde, que un convoy que correspondía con la descripción de los vehículos de Zapata empezaron a disparar "indiscriminadamente" contra civiles. Los guardias dicen que eso nunca ocurrió y que no tenían idea de ningún problema sino hasta que volvieron.
"Antes de salir del Campo Victoria, llamé a mi esposa y le dije: ‘Estaré de vuelta en una media hora. Te llamaré entonces'", dijo Pete Ginter, un veterano de ocho años de servicio en la Marina que había trabajado como guardia en Bosnia y Kosovo antes de trasladarse a Iraq. "Esa fue la última vez que hablé con ella -y duró tres días y medio".
Para los guardias los problemas empezaron cuando, más tarde ese día, en el viaje de regreso a través de Faluya divisaron un cargador frontal acercándose por el lado derecho. Temiendo una emboscada, Cleland, armado con un M-4 se asomó por su ventana y trató de alejar con señas al camión. No pudo llamar la atención del conductor y disparó tres tiros al suelo.
"Tomé cuidado que al rebotar no dieran contra su camión", dijo Cleland. "Sólo se trataba de hacerle saber que estábamos allá".
El convoy estaba todavía en la ribera este del río Eúfrates, al otro lado de un puente desde el puesto de control ECP 6 de los Marines. Cleland dijo que las balas no pueden haber cruzado el puente e impactado en el puesto de control.
Los marines cuentan otra historia, diciendo que el puesto de observación "fue atacado por hombres armados en vehículos cuya descripción corresponde con los implicados en un ataque anterior". De acuerdo a declaraciones de los Marines emitidas tras el incidente, los marines también vieron al convoy disparando contra vehículos civiles en Faluya. El Cuerpo de Marines se negó a responder preguntas específicas sobre el incidente publicado por el Washington Post, debido a que la investigación aún estaba en curso.
Miembros del convoy dijeron que creen que fueron atacados cuando cruzaban el puente, pero no retornaron el fuego. Una vez al lado oeste del puente, los guardias cruzaron las barricadas que llevan al puesto de control, y el cuarto vehículo, un camión Ford, arrojó una tira de púas diseñadas para obligar a los conductores a disminuir la velocidad mientras se acercaban. Una de las llantas traseras del camión explotó.
Pero los marines en el puesto no se alarmaron, de acuerdo a los guardias. Los miembros del convoy cambiaron la llanta y hablaron con un joven marine que les preguntó si necesitaban ayuda. Minutos después, salió un capitán de marines, acusó a los hombres de haber disparado contra el puesto, y les ordenó dirigirse a una base en Faluya.
"Dijo que mis hombres sólo dispararon seis balas contra su puesto", dijo Richard Devine, 41, veterano de las Fuerzas Especiales del Ejército y el comandante del convoy. "Me impactó oírlo. Quise salir a ver los impactos. Cambiaron la historia y ahora dicen que fueron dos balas que cayeron cerca del puesto de control".
Todavía armados, los guardias fueron llevados a la base, algunos en un Humvee con un sospechoso encapuchado y amarrado. Allá, fueron llevados al salón de conferencias, donde entregaron sus carnés de identificación del ministerio de Defensa. Sus armas fueron guardados en otro lugar.
Varias horas después, 15 a 20 marines en uniforme de combate entraron al salón y ordenaron a los guardias colocarse contra la pared con las manos sobre la cabeza. Un perro militar gruñía y ladraba, dijeron.
"Una policía militar tenía un perro, y el perro estaba muy cerca, tan cerca que yo podía oler su aliento", dijo Gary Simpler, 39, ex sargento de las Fuerzas Especiales que pasó 20 años en el ejército.
En una declaración un portavoz de los Marines dijo que un perro militar estuvo presente, pero dijo que, de acuerdo a un testigo, el perro no asumió nunca una postura agresiva y no estuvo cerca de los detenidos.
Los guardias fueron escoltados uno por uno a un patio donde los focos iluminaban el cerrado cielo. Varios guardias dijeron que un grupo de unos 40 marines estaban parados formando un semi-círculo, mofándose y abucheándolos. Los guardias fueron colocados de rodilla y les pusieron esposas de plástico. Varios marines tomaron fotografías, y otros reían y se burlaban de sus salarios.
"Los marines no hacen esto a otros marines", dijo Robert Shaver, 32, de Saratoga Springs, Nueva York. "¿Qué pasó con semper fidelis?"
Ginter, que es católico, lleva un rosario de muñeca y una cruz en el cuello. Dijo que no se había sacado el rosario en casi cuatro años y llevaba la cruz desde que se la diera su esposa poco antes de que partiera para Iraq. "Pensaba que me protegía", dijo.
Un marine empujó a Ginter. Cuando Ginter le pidió que tuviera cuidado con los objetos religiosos, los arrojó al suelo y maldijo, dijo Ginter.
"Les dije: ‘Perdón, señor. Yo soy estadounidense. Tengo derecho a practicar mi religión", dijo Ginter. El marine maldijo nuevamente y agarró a Ginter por los testículos, dijo Ginter. "Me los apretó tan fuerte que casi me desmayé", dijo.
Los guardias fueron llevados a un bus, todos con gafas oscurecidas. Cuando el bus paró, fueron encerrados en un polvoriento corral de alambre de púa y obligados a quitarse la ropa -excepto los calzoncillos. Se entregó a cada uno un mono naranja, un Corán, una botella para orinar y una estera para rezar.
"Ah, entonces yo sabía exactamente dónde estaba", dijo Devine. "Estaba en algún lugar donde colocan a los iraquíes y a los terroristas".
Los guardias fueron encerrados en celdas de 1.80m por 1.80m, con una estera azul para extenderla en el suelo de cemento. Sus repetidas súplicas de hablar con un abogado, sus familiares, la Cruz Roja o Amnistía Internacional fueron denegadas.

Se Ordena Investigación
Dave Lapan, teniente coronel de los Marines y portazos de la Fuerza Multinacional-Oeste, dijo que el general de brigada Stephen T. Johnson, el comandante de su unidad, ordenó la detención de los guardias de seguridad mientras dure la pesquisa. Lapan dijo no se exige que los detenidos sean informados sobre sus derechos ni tienen derecho a hablar con un abogado durante el período de detención inicial y que no hay representantes de la Cruz Roja en el área de Faluya.
"Sus acciones fueron consideradas una amenaza para los marines y otros, que es por qué están detenidos", dijo Lapan. "Estamos investigando incidentes previos de naturaleza similar".
De acuerdo a documentos conseguidos por el Post, un memorándum de los Marines del 7 de junio señalaba que las Fuerzas Multinacionales-I "han tenido muchos problemas con Zapata y no renovarán su contrato". Otro memorándum, escrito el 4 de junio, indicaba que los guardias fueron acusados de "disparar repetidas veces contra civiles y marines, de conducir erráticamente y de posesión ilegal de armas", representando una "amenaza directa a los marines".
Gail Rosenberg, portavoz de Zapata, dijo que no había incidentes previos y que el contrato con el Cuero de Ingenieros del Ejército americano expiró después del incidente.
Los guardias dijeron que las armas "ilegales" mencionadas en las acusaciones son seis armas antitanques que llevaban para defenderse de ataques insurgentes. Dijeron que el ejército y oficiales de la compañía les habían alentado a llevar las armas con guiños y gestos, diciéndoles que las mantuvieran ocultas.
Después de que los guardias pasaran tres días bajo detención, aparecieron agentes del FBI y militares norteamericanos para entrevistar a algunos de ellos. De acuerdo a Shaver, Simpler y Devine, parecía que el FBI estaba tratando de determinar si eran insurgentes, aunque los investigadores tenían frente a sus ojos las fichas militares de los guardias. Una vez que fueron confirmados, fueron entregados a un agente del Servicio de Investigaciones Criminales de la Marina. Fueron liberados poco después. Los Marines distribuyeron una "cartas de exclusión", prohibiendo su entrada a las bases de la coalición en el oeste del país.
Cleland, que de acuerdo a los guardias fue el único en disparar un tiro esa tarde, no fue interrogado nunca sobre el incidente.
Ahora los guardias dicen que quieren limpiar sus nombres. Las noticias del incidente se esparcieron rápidamente en Iraq y las acusaciones de que habían disparado contra tropas americanas destruyó su reputación.
Rick Blanchard, 42, ex marine, dijo que tenía dos trabajos de seguridad esperándole en Iraq, pero ahora no sabe si le permitirán entrar al país. "Han arruinado mi carrera", dijo.
Lapan dijo que una decisión sobre si presentar o no cargos penales será tomada cuando se complete la investigación.

17 de septiembre de 2005
10 de julio de 2005
©washington post
©traducción mQh


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