bush contra salim hamdan 6
[Ionathan Mahler] Salim Hamdan fue elegido para ser juzgado por los nuevos tribunales militares por sus aspectos emblemáticos. No parece estar implicado en ningún acto de terrorismo, pero fue chofer de bin Laden.
El general de brigada Thomas L. Hemingway, un general, juez y abogado que es actualmente asesor del Pentágono en asuntos judiciales, no quiso comentar las evidencias que posee el gobierno contra Hamdan y otros, excepto señalar que la acusación ha entregado a los abogados defensores 18 mil páginas de hallazgos, incluyendo fotografías incriminatorias y sumarios de las numerosas declaraciones que hizo Hamdan durante los interrogatorios. "Si quieres una caracterización de una palabra sobre el caso contra Hamdan, esa palabra sería ‘sólido’", me dijo el general Hemingway.
El gobierno ciertamente está consciente de que los primeros juicios serán meticulosamente observados y no parece probable que escojan un caso que no sea impermeable. La historia de Hamdan también tiene un atractivo literario. A diferencia de la inmensa mayoría de los combatientes enemigos, que llegaron a Afganistán en la cresta de la ola yihadista después de 1999, él trabajó para bin Laden desde 1996 hasta su captura en noviembre de 2001, un período de tiempo en el que han ocurrido no solamente los atentados del 11 de septiembre de 2001, sino también los atentados de 1998 contra dos embajadas estadounidenses en el este de África y el atentado en 2000 contra el destructor U.S.S. Cole. Y mientras muchos yihadistas nunca conocieron a bin Laden, Hamdan no ha negado nunca haber trabajado directamente para él. Un fiscal diestro podría transformar su juicio en la historia de la guerra de diez años de Al Qaeda contra Estados Unidos e ilustrar así la naturaleza de nuestro enemigo; los tribunales estarán abiertos a la prensa, excepto cuando se presenten evidencias confidenciales. Cualquiera sean las pruebas que tenga el gobierno contra Hamdan, es difícil creer que pudo haber trabajado para bin Laden durante cinco años, en períodos en que se cometieron varios importantes atentados terroristas, sin conocer las intenciones de Al Qaeda o la confianza de bin Laden. Y dado que ha admitido ser un chofer, el paso al transporte de armas no es difícil de imaginar.
Sin embargo, parece claro que Hamdan no era un cuadro de alto nivel de Al Qaeda. Para cuando Estados Unidos decidió juzgarlo, en 2003, había ciertamente gente detenida de la que se sospechaba que habían cometido crímenes mucho más graves. ¿Por qué no juzgar primero a los terroristas más odiosos? El gobierno se niega a discutir cómo decidió en el caso de Hamdan, pero es fácil hacer algunas inferencias lógicas. Es razonable pensar que mientras más cerca del núcleo duro esté el terrorista, más útil será la información que posea. El gobierno puede no haber terminado de interrogar a los detenidos de "más alto valor" cuando decidió anunciar sus primeras acusaciones. (Los interrogatorios antes regulares de Hamdan, que empezaron casi inmediatamente después de su detención y continuaron durante la mayor parte de dos años, cesaron a principio de 2004, poco antes de que el gobierno anunciara que había sido escogido para ser enjuiciado). Estados Unidos estaba también entrando en terreno desconocido con los nuevos tribunales; el terrorismo no está todavía considerado como un crimen de guerra en el derecho internacional. Es posible que el gobierno quiera esperar para juzgar a sus detenidos de más valor hasta que tenga la oportunidad de poner a prueba sus teorías jurídicas con participantes de menor valía.
El tratamiento de los prisioneros puede haber sido otro factor. Abogados del gobierno han defendido desde hace tiempo los interrogatorios coercitivos. Sin embargo, para los primeros tribunales el gobierno puede haber querido acusados "limpios" -no maltratado ni torturados-, tanto para evitarse aprietos como para impedir que se dude de la veracidad de sus declaraciones a los interrogadores. Sin embargo, este no es un punto sobre el los abogados de Hamdan quieran hacer concesiones. Hamdan ya estuvo implicado en un afidávit de que algunas de sus declaraciones fueron obtenidos baja coerción. Dice que le dieron puñetazos y patadas por no responder algunas preguntas, y que uno de sus interrogadores colocó una pistola en la mesa durante las sesiones.
A fines de noviembre, pocas semanas después de que la Corte Suprema accediera a ver el caso de Hamdan contra Rumsfeld, Hamdan fue trasladado de su pabellón normal en Camp Delta, a un pabellón apartado, más pequeño, llamado Tango. Cuando sus abogados se enteraron del traslado a principios de diciembre, no les gustó nada. La reubicación de Hamdan no sólo violaba la orden explícita de un juez federal de que fuera mantenido entre la población general del Camp Delta, sino además quedaría al lado de Ali Hamza Ahmed Sulayman al-Bahlul, un propagandista de Al-Qaeda conocido por incitar a los otros detenidos contra sus abogados estadounidenses. "Lo van a colocar junto a un conocido partidario de rechazar a los abogados, que va contra de una orden federal, y ni siquiera me lo dicen?", me dijo el co-defensor de Katyal, el capitán de corbeta, Charles Swift, después del traslado de Hamdan. Swift y Katyal presentaron de inmediato una moción de emergencia para que su defendido fuera devuelto a su pabellón normal, y las autoridades de Guantánamo accedieron.
Muchos detenidos asumen que sus abogados son espías norteamericanos, una sospecha mantenida viva por el hecho de que casi todos los documentos o cartas que entran o sacan del campo tienen que pasar por los censores militares. Los abogados de Hamdan dicen que tienen una buena relación con él; sin embargo, están preocupados de que pueden perderlo por la influencia de los elementos más radicales de la cárcel. Así mientras Katyal define una estrategia en su despacho cerca del Capitolio en Georgetown, Swift, un locuaz auditor general del ejército de 44 años con aspecto de chiquillo, viaja a menudo a Bahía Guantánamo con su intérprete, Charles Schmitz, un profesor de geografía de voz suave y experto en la cultura yemení, para asegurar a su defendido que están de su lado y persuadirlo de que tenga fe en un sistema jurídico que él no entiende.
El gobierno ciertamente está consciente de que los primeros juicios serán meticulosamente observados y no parece probable que escojan un caso que no sea impermeable. La historia de Hamdan también tiene un atractivo literario. A diferencia de la inmensa mayoría de los combatientes enemigos, que llegaron a Afganistán en la cresta de la ola yihadista después de 1999, él trabajó para bin Laden desde 1996 hasta su captura en noviembre de 2001, un período de tiempo en el que han ocurrido no solamente los atentados del 11 de septiembre de 2001, sino también los atentados de 1998 contra dos embajadas estadounidenses en el este de África y el atentado en 2000 contra el destructor U.S.S. Cole. Y mientras muchos yihadistas nunca conocieron a bin Laden, Hamdan no ha negado nunca haber trabajado directamente para él. Un fiscal diestro podría transformar su juicio en la historia de la guerra de diez años de Al Qaeda contra Estados Unidos e ilustrar así la naturaleza de nuestro enemigo; los tribunales estarán abiertos a la prensa, excepto cuando se presenten evidencias confidenciales. Cualquiera sean las pruebas que tenga el gobierno contra Hamdan, es difícil creer que pudo haber trabajado para bin Laden durante cinco años, en períodos en que se cometieron varios importantes atentados terroristas, sin conocer las intenciones de Al Qaeda o la confianza de bin Laden. Y dado que ha admitido ser un chofer, el paso al transporte de armas no es difícil de imaginar.
Sin embargo, parece claro que Hamdan no era un cuadro de alto nivel de Al Qaeda. Para cuando Estados Unidos decidió juzgarlo, en 2003, había ciertamente gente detenida de la que se sospechaba que habían cometido crímenes mucho más graves. ¿Por qué no juzgar primero a los terroristas más odiosos? El gobierno se niega a discutir cómo decidió en el caso de Hamdan, pero es fácil hacer algunas inferencias lógicas. Es razonable pensar que mientras más cerca del núcleo duro esté el terrorista, más útil será la información que posea. El gobierno puede no haber terminado de interrogar a los detenidos de "más alto valor" cuando decidió anunciar sus primeras acusaciones. (Los interrogatorios antes regulares de Hamdan, que empezaron casi inmediatamente después de su detención y continuaron durante la mayor parte de dos años, cesaron a principio de 2004, poco antes de que el gobierno anunciara que había sido escogido para ser enjuiciado). Estados Unidos estaba también entrando en terreno desconocido con los nuevos tribunales; el terrorismo no está todavía considerado como un crimen de guerra en el derecho internacional. Es posible que el gobierno quiera esperar para juzgar a sus detenidos de más valor hasta que tenga la oportunidad de poner a prueba sus teorías jurídicas con participantes de menor valía.
El tratamiento de los prisioneros puede haber sido otro factor. Abogados del gobierno han defendido desde hace tiempo los interrogatorios coercitivos. Sin embargo, para los primeros tribunales el gobierno puede haber querido acusados "limpios" -no maltratado ni torturados-, tanto para evitarse aprietos como para impedir que se dude de la veracidad de sus declaraciones a los interrogadores. Sin embargo, este no es un punto sobre el los abogados de Hamdan quieran hacer concesiones. Hamdan ya estuvo implicado en un afidávit de que algunas de sus declaraciones fueron obtenidos baja coerción. Dice que le dieron puñetazos y patadas por no responder algunas preguntas, y que uno de sus interrogadores colocó una pistola en la mesa durante las sesiones.
A fines de noviembre, pocas semanas después de que la Corte Suprema accediera a ver el caso de Hamdan contra Rumsfeld, Hamdan fue trasladado de su pabellón normal en Camp Delta, a un pabellón apartado, más pequeño, llamado Tango. Cuando sus abogados se enteraron del traslado a principios de diciembre, no les gustó nada. La reubicación de Hamdan no sólo violaba la orden explícita de un juez federal de que fuera mantenido entre la población general del Camp Delta, sino además quedaría al lado de Ali Hamza Ahmed Sulayman al-Bahlul, un propagandista de Al-Qaeda conocido por incitar a los otros detenidos contra sus abogados estadounidenses. "Lo van a colocar junto a un conocido partidario de rechazar a los abogados, que va contra de una orden federal, y ni siquiera me lo dicen?", me dijo el co-defensor de Katyal, el capitán de corbeta, Charles Swift, después del traslado de Hamdan. Swift y Katyal presentaron de inmediato una moción de emergencia para que su defendido fuera devuelto a su pabellón normal, y las autoridades de Guantánamo accedieron.
Muchos detenidos asumen que sus abogados son espías norteamericanos, una sospecha mantenida viva por el hecho de que casi todos los documentos o cartas que entran o sacan del campo tienen que pasar por los censores militares. Los abogados de Hamdan dicen que tienen una buena relación con él; sin embargo, están preocupados de que pueden perderlo por la influencia de los elementos más radicales de la cárcel. Así mientras Katyal define una estrategia en su despacho cerca del Capitolio en Georgetown, Swift, un locuaz auditor general del ejército de 44 años con aspecto de chiquillo, viaja a menudo a Bahía Guantánamo con su intérprete, Charles Schmitz, un profesor de geografía de voz suave y experto en la cultura yemení, para asegurar a su defendido que están de su lado y persuadirlo de que tenga fe en un sistema jurídico que él no entiende.
8 de enero de 2006
©new york times
©traducción mQh
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