marxista con marimbas en yucatán
[Sam Enríquez] El Delegado Cero, alias el Subcomandante Marcos, lleva su gira nacional a Yucatán.
Cancún, México. Con inmensos retratos dibujados de Marx, Engels, Lenin y Stalin como telón de fondo, las bailarinas hacían girar muñecos gigantes y los malabaristas lanzaban antorchas encendidas. El líder rebelde con máscara negra, conocido anteriormente como el Subcomandante Marcos, había llegado a la ciudad, y estaba montando un estrafalario acto con marxismo y marimbas.
Una docena de años después de dirigir una rebelión armada en el sureño estado de Chiapas que terminó con más de cien muertos, el líder del movimiento zapatista llevó la semana pasada su sesentero discurso y espectáculo a dos balnearios de Yucatán, recibiendo comentarios mezclados de los numerosos curiosos que asistieron.
Después de años de vivir oculto -una revista decía que había encontrado el amor-, el antiguo profesor universitario que ahora prefiere que lo llamen el Delegado Cero dejó el 1 de enero su bastión en la selva para embarcarse en una gira de seis meses que espera que reviva el interés en su mensaje izquierdista.
Para los que se lo perdieron la primera vez que vino, incluyendo a decenas de jóvenes que viajaron exclusivamente para verlo a él, Marcos ocupó el centro del escenario y dio a sus temas un apasionada revisión: El capitalismo es malo. La globalización es mala. El racismo es malo. Todos los políticos, todos los partidos son lo mismo: malos. Los ricos se quedan con todo; los jóvenes y los pobres son ignorados.
Planea visitar los 31 estados para lo que llama "la otra campaña", un contrapunto de la campaña presidencial mexicana. El presidente Vicente Fox le ha prometido a Marcos un pasaje seguro, a pesar del hecho de que el Delegado no reconoce la soberanía de México.
Incluso a pesar del auge de la izquierda en otros países latinoamericanos, y más recientemente con la elección de nuevos presidentes en Chile y Bolivia, pocos creen aquí que la versión del anti-capitalismo de Marcos prenda en algún lugar. Todos los años medio millón o más de hombres y mujeres mexicanos arriesgan sus vidas cruzando la frontera estadounidense por la posibilidad de construir una vida mejor, con las ropas, coches y otros bienes materiales que ofrece el sistema de mercado.
Para los estimados 250 mil indígenas que viven en aldeas controladas por los zapatistas, la pobreza sigue como siempre. Las aldeas controladas por los zapatistas no aceptan los servicios del gobierno, lo que incluye la educación y el cuidado médico. Y el apoyo económico internacional del movimiento ha disminuido.
Sin embargo, es difícil resistir a un tipo enmascarado con una maja gorra y traje de faena que fuma pipa por un hoyo en su pasamontañas y se traslada en una moto negra. Aunque no sea realmente un nativo de la selva. Rafael S. Guillén, 48, un panzudo ex profesor de filosofía, es hijo de un vendedor de muebles del norte de México, según el gobierno. Pero él lo niega.
Marcos convocó a más de mil personas en un parque de aquí y a varios otros cientos a una cacha de fútbol de tierra en la cercana Playa del Carmen. Devotos partidarios se mezclaron con simpatizantes casuales, trabajadores pobres, turistas y transeúntes.
La noche de apertura en la Playa del Carmen el jueves incluía a músicos que tocaban tambores y conchas de caracolas y martilleaban dos marimbas hechas de gruesos trozos de madera y bambú. Digirieron una procesión de disfrazados en zancos que se pavonearon entre la muchedumbre vestidos con largas túnicas blancas, tradicionales máscaras de calaveras y sombreros.
Mientras los músicos se entregaron a un larga sesión improvisada de estilo maya en el escenario, una pareja de niños se entusiasmaron, de desnudaron hasta la cintura y empezaron a caminar sobre sus manos.
"El mensaje es un poco oscuro, mi español no es muy bueno", dijo uno de los tamborileros, David Bandikoro, que se vino desde París el año pasado para estudiar la música indígena de Tulum. "Pero la libertad y la igualdad, esas cosas sí las entiendo".
Marcos llegó a la cancha de fútbol poco antes de las nueve de la noche, y una hilera de partidarios se dieron las manos para formar una cadena humana que lo separaba de la muchedumbre. Dio la mano a los músicos y posó para las fotografías.
El lema del grupo, dijo, es" todo para todos; para nosotros, nada".
El turismo es venderse a los extranjeros, dijo, y aceptar una vida como sirviente y peón. Los ricos se divierten en los hoteles en la playa mientras los pobres viven en la miseria y el medio-ambiente está arruinado. Los candidatos presidenciales, dijo, son delincuentes. "Vinimos a contarles", dijo, "que nadie los puede salvar. Se tienen que salvar ustedes mismos".
Muchos estuvieron de acuerdo. Otros se rascaron la cabeza.
"Algunas de las cosas que dice están bien, pero ¿qué es lo que quiere? ¿Qué va a hacer?", dijo Leonel Vázquez Carranza, 47, un camarero de hotel desempleado que llegó aquí el miércoles en la noche con mente abierta y terminó muy dogmático. "Es bueno con las palabras, pero ¿qué es lo que va a hacer en concreto?"
Es difícil saber qué quiere decir Marcos exactamente porque se niega a conceder entrevistas y no responde preguntas de la audiencia. Sus amigos sugieren enviar preguntas a su sitio en la red: http://www.ezln.org.mx
Pero no hay que esperar una respuesta rápida, advierten; Marcos tiene poco tiempo.
La gran preocupación aquí en Cancún no es la ideología; es el trabajo. El huracán Wilma pasó por aquí en octubre y miles de cuartos de hotel siguen vacíos, sea debido a reparaciones o a falta de interés.
Los trabajos en la construcción viven un auge, pero los trabajos en servicios no remontarán sino cuando los turistas vuelvan en masa. Los gigantescos balnearios están todavía en reparaciones.
"Es verdad, todos los candidatos dicen: ‘Los vamos a ayudar’, pero nunca lo hacen", dijo Agustín González, 51, trabajador de mantención en un condominio. "Pero no queremos su ayuda. Queremos trabajo, para nosotros y nuestros hijos".
Una docena de años después de dirigir una rebelión armada en el sureño estado de Chiapas que terminó con más de cien muertos, el líder del movimiento zapatista llevó la semana pasada su sesentero discurso y espectáculo a dos balnearios de Yucatán, recibiendo comentarios mezclados de los numerosos curiosos que asistieron.
Después de años de vivir oculto -una revista decía que había encontrado el amor-, el antiguo profesor universitario que ahora prefiere que lo llamen el Delegado Cero dejó el 1 de enero su bastión en la selva para embarcarse en una gira de seis meses que espera que reviva el interés en su mensaje izquierdista.
Para los que se lo perdieron la primera vez que vino, incluyendo a decenas de jóvenes que viajaron exclusivamente para verlo a él, Marcos ocupó el centro del escenario y dio a sus temas un apasionada revisión: El capitalismo es malo. La globalización es mala. El racismo es malo. Todos los políticos, todos los partidos son lo mismo: malos. Los ricos se quedan con todo; los jóvenes y los pobres son ignorados.
Planea visitar los 31 estados para lo que llama "la otra campaña", un contrapunto de la campaña presidencial mexicana. El presidente Vicente Fox le ha prometido a Marcos un pasaje seguro, a pesar del hecho de que el Delegado no reconoce la soberanía de México.
Incluso a pesar del auge de la izquierda en otros países latinoamericanos, y más recientemente con la elección de nuevos presidentes en Chile y Bolivia, pocos creen aquí que la versión del anti-capitalismo de Marcos prenda en algún lugar. Todos los años medio millón o más de hombres y mujeres mexicanos arriesgan sus vidas cruzando la frontera estadounidense por la posibilidad de construir una vida mejor, con las ropas, coches y otros bienes materiales que ofrece el sistema de mercado.
Para los estimados 250 mil indígenas que viven en aldeas controladas por los zapatistas, la pobreza sigue como siempre. Las aldeas controladas por los zapatistas no aceptan los servicios del gobierno, lo que incluye la educación y el cuidado médico. Y el apoyo económico internacional del movimiento ha disminuido.
Sin embargo, es difícil resistir a un tipo enmascarado con una maja gorra y traje de faena que fuma pipa por un hoyo en su pasamontañas y se traslada en una moto negra. Aunque no sea realmente un nativo de la selva. Rafael S. Guillén, 48, un panzudo ex profesor de filosofía, es hijo de un vendedor de muebles del norte de México, según el gobierno. Pero él lo niega.
Marcos convocó a más de mil personas en un parque de aquí y a varios otros cientos a una cacha de fútbol de tierra en la cercana Playa del Carmen. Devotos partidarios se mezclaron con simpatizantes casuales, trabajadores pobres, turistas y transeúntes.
La noche de apertura en la Playa del Carmen el jueves incluía a músicos que tocaban tambores y conchas de caracolas y martilleaban dos marimbas hechas de gruesos trozos de madera y bambú. Digirieron una procesión de disfrazados en zancos que se pavonearon entre la muchedumbre vestidos con largas túnicas blancas, tradicionales máscaras de calaveras y sombreros.
Mientras los músicos se entregaron a un larga sesión improvisada de estilo maya en el escenario, una pareja de niños se entusiasmaron, de desnudaron hasta la cintura y empezaron a caminar sobre sus manos.
"El mensaje es un poco oscuro, mi español no es muy bueno", dijo uno de los tamborileros, David Bandikoro, que se vino desde París el año pasado para estudiar la música indígena de Tulum. "Pero la libertad y la igualdad, esas cosas sí las entiendo".
Marcos llegó a la cancha de fútbol poco antes de las nueve de la noche, y una hilera de partidarios se dieron las manos para formar una cadena humana que lo separaba de la muchedumbre. Dio la mano a los músicos y posó para las fotografías.
El lema del grupo, dijo, es" todo para todos; para nosotros, nada".
El turismo es venderse a los extranjeros, dijo, y aceptar una vida como sirviente y peón. Los ricos se divierten en los hoteles en la playa mientras los pobres viven en la miseria y el medio-ambiente está arruinado. Los candidatos presidenciales, dijo, son delincuentes. "Vinimos a contarles", dijo, "que nadie los puede salvar. Se tienen que salvar ustedes mismos".
Muchos estuvieron de acuerdo. Otros se rascaron la cabeza.
"Algunas de las cosas que dice están bien, pero ¿qué es lo que quiere? ¿Qué va a hacer?", dijo Leonel Vázquez Carranza, 47, un camarero de hotel desempleado que llegó aquí el miércoles en la noche con mente abierta y terminó muy dogmático. "Es bueno con las palabras, pero ¿qué es lo que va a hacer en concreto?"
Es difícil saber qué quiere decir Marcos exactamente porque se niega a conceder entrevistas y no responde preguntas de la audiencia. Sus amigos sugieren enviar preguntas a su sitio en la red: http://www.ezln.org.mx
Pero no hay que esperar una respuesta rápida, advierten; Marcos tiene poco tiempo.
La gran preocupación aquí en Cancún no es la ideología; es el trabajo. El huracán Wilma pasó por aquí en octubre y miles de cuartos de hotel siguen vacíos, sea debido a reparaciones o a falta de interés.
Los trabajos en la construcción viven un auge, pero los trabajos en servicios no remontarán sino cuando los turistas vuelvan en masa. Los gigantescos balnearios están todavía en reparaciones.
"Es verdad, todos los candidatos dicen: ‘Los vamos a ayudar’, pero nunca lo hacen", dijo Agustín González, 51, trabajador de mantención en un condominio. "Pero no queremos su ayuda. Queremos trabajo, para nosotros y nuestros hijos".
Carlos Martínez y Cecilia Sánchez contribuyeron a este reportaje.
23 de enero de 2006
©los angeles times
©traducción mQh
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