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américa a los ojos de un francés


[Sebastian Rotella] Bernard-Henri Lévy reanuda expedición de Tocqueville.
Hay un episodio emblemático en ‘American Vertigo’, el libro por aparecer de Bernard-Henri Lévy sobre su odisea literaria en Estados Unidos.
Cuando viajaba hacia el oeste, cerca de Battle Creek, Michigan, en la carretera interestatal 94, el célebre intelectual francés paró para orinar a orillas del camino. Un agente patrullero de las autopistas del estado se acercó con las sirenas encendidas y lo que siguió fue un choque cultural: los parisinos aceptar orinar en público, incluso en los barrios buenos, mientras que los estadounidenses lo ven como algo de borrachos, vagabundos y locos. El agente le dijo a Lévy que estaba en problemas. Las tensiones escalaron. Entonces Lévy le explicó que él estaba haciendo la versión moderna del viaje que hizo su compatriota Alexis de Tocqueville en 1835, y que relató en ‘La democracia en America’.
"El agente, que yo pensaba que me iba a pasar una multa por conducta escandalosa, exhibición sexual pública o, del cualquier modo, ‘merodear con fines delictivos’, me miró con repentina amabilidad y empezó a preguntarme qué, en mi opinión, seguía siendo válido en el análisis de Tocqueville", escribe Lévy. "¿Qué mejor respuesta para aquellos que nos dicen insistentemente que Estados Unidos es un país de vaqueros primitivos y de gente inculta? Y qué estupendo reto para aquellos que en estos días recurren a la francofobia como la última palabra en nuestras relaciones transatlánticas".
El martes, la Random House lanzará con abundante fanfarria, ‘American Vertigo: Traveling America in the Footsteps of Tocqueville’ (en una traducción inglesa de Charlotte Mandell, que también tradujo su libro de 2004, ‘War, Evil, and the End of History’) antes de que salga en Francia.
"Lo escribí para América, sobre América, así que me pareció en realidad natural", dice Lévy, bebiendo té hace poco en su elegante apartamento en el Boulevard St. Germain. "Es un espejo más o menos fiel... que yo sostengo ante los americanos. Me parece justo que sean ellos los primeros en decir si se reconocen ellos mismos o no en él. También tenía la sensación de haber sido bien recibido en ese país, así que quería darles algo de vuelta".
Aquí en Francia, Lévy aparece en los primeros lugares de la lista de bestsellers gracias a sus 30 libros y a una hábilmente cultivada imagen de intelectual de capa y espada y líder de opinión, que al mismo tiempo fastidia y seduce a una ampia audiencia. Lévy es el tema de tres biografías no autorizadas recientes.
En contraste, entre los estadounidenses no es un nombre familiar, ya que no comparten la reverencia de los franceses por los filósofos. Algunos lectores estadounidenses conocen los libros de Lévy, tales como ‘Who Killed Daniel Pearl?’ [¿Quién mató a Daniel Pearl?], un libro de 2003 sobre el asesinato del periodista del Wall Street Journal, y debaten sobre sus teorías paranoicas y el uso de técnicas narrativas.
El libro reúne una serie de artículos publicados el año pasado en Atlantic Monthly. Lévy, 57, y su editor esperan que tanto su imagen como sus ideas puedan ser traducidas. El lanzamiento de su gira nacional en Nueva York incluirá apariciones en programas de televisión, una recepción ofrecida por el embajador francés y eventos en lugares importantes, como la Biblioteca Pública de Nueva York, donde dictará una charla con Tina Brown, ex editora en el New Yorker y Vanity Fair.
"Una de las cosas que hace interesante a Lévy, es que es un filósofo que trata de dirigirse a una amplia audiencia", dijo por teléfono desde Nueva York Will Murphy, el editor en la Random House. "En Estados Unidos no tenemos un personaje equivalente... Merece ser mejor conocido. Un autor como él es bueno para el nivel intelectual aquí".
La idea para esta expedición neo-tocquevilliana empezó hace dos años y medio con los editores de Atlantic Monthly. Al principio Lévy se mostró reticente. No conocía particularmente bien a Tocqueville, que no tiene aquí, irónicamente, el mismo aura que en Estados Unidos. La mezcla de Lévy de reportajes y filosofía se ha concentrado siempre a lugares álgidos, como Afganistán y Bosnia-Herzegovina.
"Les dije: ‘Me gusta el campo, el campo de batalla", recordó. "Y me dieron una respuesta extraordinaria: ‘Pero Estados Unidos es un campo de batalla’".
Al final, decidió que era una idea oportuna en el momento indicado.
"El país estaba en una encrucijada", dijo. "En una batalla política, ideológica que no se parece en nada a lo ocurrido en los últimos cuarenta años, desde los sucesos de los años sesenta. Y parecía muy interesante captar la realidad de Estados Unidos en este momento de simultánea incertidumbre, revuelos políticos y geopolíticos, de renovación de las ideas, y de un serio choque interno... todo esto crea un vértigo que es siempre interesante".
Fue también interesante, sino grave, para la alianza transatlántica, con pesimistas advertencias sobre el abismo que divide tenazmente a Occidente. Europeos y estadounidenses no solamente riñen sobre la guerra en Iraq, riñen también sobre temas culturales como la pena de muerte, el recalentamiento global, la religión en la vida pública. Muchos europeos, especialmente los de izquierdas, han aceptado una caricatura de los norteamericanos como idiotas imperialistas y fundamentalistas, y gordos.

Sin Clichés
Lévy no tiene paciencia con el anti-americanismo. Su libro arremete contra el presidente Bush, pero pinta un retrato a menudo simpático de intelectuales neo-conservadores de Washington, cadetes de la Fuerza Aérea, agentes de la Patrulla Fronteriza y otros personajes que los extranjeros tienden a demonizar. Aunque los amigos y compañeros ideológicos de Lévy son sobre todo de izquierdas, se mofa de gran parte de elite intelectual "progresista", acusándola de encontrarse en "un coma profundo".
"Traté de deconstruir los clichés de que se nutren los franceses sobre Estados Unidos, pero también los de América sobre sí misma", dijo. "A veces, hablando con intelectuales de la Costa Este, me sorprendió su ceguera hacia su propio país... Esta idea de que Estados Unidos está al borde del fascismo, por ejemplo..., creo que hay fascistas en Estados Unidos, que hay tipos malos. Hay un Estados Unidos de extrema derecha, pero Estados Unidos no está al borde del fascismo".
Después de sumergirse en los escritos de Tocqueville, Lévy empezó a principios de 2004 su viaje de un año por las carreteras de Estados Unidos. Usó choferes en parte porque le gusta el lujo y en parte porque nunca aprendió a conducir. Aunque habla inglés, ocasionalmente contrató a asistentes e intérpretes para tomar notas y tener ayuda con los acentos regionales.
Su lista de entrevistas es un Rodelex intelectual, complejo y predominantemente masculino: el filántropo multimillonario George Soros, el ex asesor del Pentágono, Richard Perle, Norman Mailer, el senador Barack Obama (demócrata de Illinois), Woody Allen, Warren Beatty.
El autor también aterrizó en un avión de campaña para una entrevista con el senador John Kerry (demócrata de Massachusetts) justo antes de las elecciones presidenciales. Pero el personal del candidato tenía miedo a un contragolpe francés, de modo que un exasperado Lévy tuvo acceso al senador sólo después de insistir en que su historia no aparecería sino después de la votación.
Lévy también habló con gente de verdad en el corazón de Estados Unidos. En Grand Juction, Colorado, un simpático bartendero de un hotel descifró las complejidades de los beneficios del seguro médico para él. En una convención evangélica afro-americana en Memphis, absorbió la pompa del culto y el mercado, el espectáculo de "ministros que parecen abogados" y "abogados que parecen guardaespaldas".
El análisis panorámico de la sociedad americana que hizo Tocqueville surgió de un estudio académico del sistema de prisiones, así que Lévy visitó seis instituciones penales, incluyendo la infame penitenciaría Angola, de Louisina, y el centro de detención en Bahía Guantánamo, Cuba, un pararrayos para las críticas de todo el mundo.
Aunque reconoce que las prisiones francesas son lúgubres, Lévy se mostró escandalizado de encontrar que muchos de los reclusos eran delincuentes de poca monta y drogadictos que en Europa probablemente no habrían sido encerrados. El sistema penal norteamericano lo sorprendió como designado para "condenar a los pobres absolutos a la invisibilidad".
Como resultado, ve Guantánamo no como una aberración sino como el último producto lógico de una mentalidad punitiva, que ha empeorado, afirma, por la brutal campaña antiterrorista que fomenta la tortura y otros maltratos.
Por otro lado, algunas de las admirativas observaciones de Tocqueville siguen siendo relevantes para Lévy ciento setenta años después. El libro recuerda que la religión fue "la cuna, no la tumba" de la democracia estadounidense. Rechaza la noción de una amenazadora versión del siglo 21 de una Roma imperial instalándose en la orilla occidental del Atlántico, citando la afirmación de Tocqueville de que "los americanos están todavía menos dispuestos hacia la guerra que hacia la política".
Durante la entrevista, Lévy contrastó los progresos que ha hecho Estados Unidos contra el racismo, con las dificultades de Francia a la hora de integrar a los inmigrantes, un problema exhibido por los disturbios nacionales en noviembre.
"En Francia, la nacionalidad es considerada como algo que debería ser otorgado inmediatamente y sin juramentos republicanos", dice. "En Estados Unidos hay que seguir un curso que lo hace más difícil, y una vez que se termina ese proceso, está anclado mucho más sólidamente... La máquina que ensambla a los estadounidenses, la fábrica que produce ciudadanos, funciona.
"Lo que está bien con el modelo americano es la aceptación de las comunidades étnicas como la base para crear ciudadanos. Lo malo del modelo francés es negar la etnicidad para conjurar un ciudadano que sigue siendo imaginario".
El libro explora expansiones en el mapa que no existían en tiempos de Tocqueville. Lévy cubrió la Costa Oeste desde la frontera mexicana cerca de San Diego, donde acompañó a la Patrulla Fronteriza, hasta Seattle, cuya "amplia abertura" y "delicados varaderos bañados por el sol" la convirtieron en una de sus ciudades favoritas.
Y, religiosamente, también visitó Los Angeles. Tuvo un guía eminente en el historiador Kevin Starr, para la Olvera Street. Visitó una clínica para bajar de peso, aunque cree que la epidemia de obesidad no es peor en Estados Unidos que en Francia. Paseó por lo que llama la "grotesca" CityWalk en los estudios de la Universal. Habló de política con Sharon Stone en su mansión de Beverly Hills.
Sin embargo, aunque como discípulo de Tocqueville admira Estados Unidos, su cariño titubea en Los Angeles. No entiende a Los Angeles. La llama la ciudad "ilegible e ininteligible".
"La definición de monstruo de Aristóteles es demasiada substancia y poca forma", dice Lévy. "Es exactamente el caso de Los Angeles. Puede ser un punto de vista europeo. Lo digo con la prudencia de alguien quizás con una idea tradicional de ciudad... No digo que la odiara, pero me sentía extraviado.. Quizás es la ciudad del futuro. Pero sin mí".

22 de enero de 2006

©los angeles times
©traducción mQh

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