Blogia
mQh

buscando el sueño americano en el salvador


[Héctor Tobar] Alcanzando el sueño americano más cerca de casa.
Sacacoyo, El Salvador. Los 170 peones empleados en la Hacienda San Clemente aquí se consideran a sí mismos el mejor equipo de cortadores de caña de azúcar de El Salvador.
Trabajan siete días a la semana. Los más jóvenes y fuertes pueden cortar 12 toneladas de tallos de caña en un turno.
"Algún día le contaré a mis hijos lo que hacíamos aquí", dice con orgullo Adrián Sánchez Corrales, 53.
Los salvadoreños se enorgullecen llamándose a sí mismos la gente más trabajadora de América Central. Pero Sánchez Corrales y su equipo no son de El Salvador; son inmigrantes de Honduras.
Miles de salvadoreños han emigrado a Estados Unidos, legal e ilegalmente, provocando una escasez de la mano de obra en su país natal. Además del mero número de trabajadores perdidos, los dólares que esos emigrantes envían a casa desalienta a los que se quedan atrás a trabajar en trabajos mal pagados y que te rompen la espalda, justamente como la cosecha de la caña de azúcar.
Los hondureños de la Hacienda San Clemente están más que ansiosos de suplir el hueco laboral.
En noviembre, el ministro de Agricultura salvadoreño, Mario Salaverria, anunció que se necesitaban 15 mil trabajadores extranjeros para completar las cosechas de caña, algodón y café.
La escasez de mano de obra se siente en toda la región. Los productores de mezcal en el estado mexicano de Oaxaca, las plantaciones de café en Nicaragua y los productores de chile en el estado de Zacatecas, México, se han encontrado en situaciones similares debido a que mucha gente se ha marchado buscando mejores salarios en otra parte.
"El problema es que los giros de dinero desde Estados Unidos han convertido a los salvadoreños en niños mimados y ya no quieren trabajar cortando caña", dice Italo Escrich, capataz de cosecha de la refinadora azucarera Central Izalco, que contrató a los trabajadores.
Además de los hondureños que provienen de la provincia de Choluteca, Escrich también contrató a 25 trabajadores nicaragüenses.
Tradicionalmente, la migración entre los países vecinos ha ido en la otra dirección. De hecho, la presencia de miles de inmigrantes salvadoreños en Honduras ayudó a precipitar la ‘Guerra del Fútbol’ de 1969 entre los dos países. Pero para los pobres de Honduras y Nicaragua hoy, dice Escrich: "El Salvador se ha convertido en el sueño centroamericano". Para los hondureños la relativa abundancia de El Salvador está, a diferencia del lejano Estados Unidos, a apenas un día de autobús.
A la gente aquí se le paga en dólares -El Salvador adoptó la moneda estadounidense en 2001. La moneda local, el colón, ha desaparecido completamente de la circulación. Los inmigrantes hondureños creen que con los dólares ganados en El Salvador pueden hacer mucho más cuando se los envía a casa y se los convierte en lempiras hondureñas.
"Aquí, una libra de queso cuesta tres o cuatro dólares", dice José de la Cruz, 22. "Por ese dinero, en Choluteca compras tres libras".
Raymundo Calderón, sociólogo de la Universidad de El Salvador, dice que la oferta de trabajadores salvadoreños para trabajos pesados como cortar caña ha disminuido en parte debido al contacto cultural y económico con Estados Unidos.
Es común que las familias salvadoreñas tengan al menos a un familiar en Estados Unidos. Una de cada nueve personas que nace en El Salvador se muda a Estados Unidos, de acuerdo a las cifras del censo más recientes para ambos países.
"La mayoría de los salvadoreños que han emigrado a Estados Unidos no tienen buena educación", dijo Calderón. "Pero cuando llegan a Estados Unidos, tienen acceso a mejor viviendas y mejores salarios. Con eso cambia su visión del mundo, y lo transmiten a sus familias en El Salvador".
Hay alguna preocupación de que los salvadoreños estén perdiendo su imagen de gente trabajadora, una visión que ha sido celebrada por poetas como Roque Dalton, cuyo ‘Poema de amor’ cuenta las hazañas de trabajadores salvadoreños en todas partes en las Américas.
En noviembre, el ministro del Interior, René Figueroa, emitió una declaración llamando a los salvadoreños que trabajen en las cosechas.
"Hoy algunos sectores nos dicen que tienen suficiente con los giros de sus familiares", dijo a un diario salvadoreño. "No es posible que estemos abandonando nuestros propios campos y que tengamos que traer trabajadores de otros países".
El llamado de Figueroa a la "fama" del trabajador salvadoreño no logró parar los buses que traen a miles de trabajadores hondureños y nicaraüenses.
Desde el otoño pasado los hondureños en la Hacienda San Clemente han estado viviendo en dos edificios como bodegas cerca de la ciudad de Sacacoyo, a unos 40 kilómetros al oeste de San Salvador. El alojamiento es sobrio: literas y dos televisores de color para los 170 hombres.
Sin embargo, los hombres hablan con gran optimismo y un sentido de gratitud sobre su situación, no menos que sobre su paga: hasta 125 dólares a la semana los mejores cortadores.
"El ingeniero [Escrich] nos dijo que estábamos en el primer lugar en todo el país", dijo De la Cruz. Ninguna otra cuadrilla de cortadores ha talado tanta caña de azúcar en un día como ellos.
Hace poco durante un día memorable, su patrón les informó que habían cortado dos veces más caña por persona que un grupo de salvadoreños que trabajaba junto a ellos, dijo De la Cruz.
"Cualquiera se siente bien cuando el empleador lo tiene en alta estima", dijo Sánchez Corrales. La refinería de azúcar estaba tan complacida con los hondureños que les hicieron regalos de Navidad.
Poco después de la llegada de los trabajadores, la refinería de azúcar también ayudó a la mayoría de ellos a obtener permisos oficiales para trabajar en El Salvador, el equivalente local de la ‘tarjeta verde’ que tantos inmigrantes aspiran a obtener en Estados Unidos.
"Para mí, esto es un verdadero logro", dijo Sánchez Corrales, mostrando su tarjeta.
Sánchez Corrales, un hombre con la piel correosa, dijo que probablemente volvería a casa a Choluteca en unos meses. Pensaba hacer buen uso de los dólares ganados en El Salvador.
"Un hombre con la cabeza bien puesta compra una vaca, un cerdo o dos, como inversión" para su granja, dijo.
Después de ocuparse de sus cosechas y animales durante unas semanas, dijo Sánchez Corrales, volverá en el autobús hacia el oeste, hacia El Salvador, un lugar donde un hondureño trabajador puede ganar muchos más dólares de los que soñaba.

Alex Renderos en San Salvador contribuyó a este reportaje.

13 de febrero de 2006

©los angeles times

©traducción mQh

rss

0 comentarios