matones en hollywood
En el curso de sus 20 años en Los Angeles, también se las arregló para insinuarse a sí mismo en el Nuevo Hollywood: un lugar donde la ambición, las rivalidades y las tácticas duras son tanto un arte como un deporte de caza.
Los contornos de la larga sombra de Pellicano están recién emergiendo en una investigación federal aún en curso en la que el detective privado y otras doce personas han sido acusadas de varios cargos de interceptación de teléfono, sobornos y manipulación de declaraciones de testigos. El detective privado se ha declarado inocente y se la ha negado la posibilidad de salir en libertad bajo el pago de fianza.
A medida que emergen a superficie los nombres de los testigos del gran jurado, y de los que fueron supuestamente interceptados, la compleja red de los que fueron tocados por Pellicano conjuran un período no demasiado distante en el que Hollywood, que nunca fue un reino muy pacífico, estuvo enredado en disputas particularmente crueles.
Durante años, Pellicano fanfarroneó abiertamente sobre su enorme conocimiento de primera mano y esto le ayudó a convertirse en un participante directo de ese mundo. Él y el presidente de Universal Studios, Ron Meyer, cuya esposa trabajaba como secretaria del detective privado, conspiraban juntos, de acuerdo a una fuente cercana a Meyer. Meyer y su esposa se negaron a hacer declaraciones. El presidente de Paramount, Brad Grey, entonces un importante gerente cazatalentos, intentó elaborar con Pellicano un piloto de HBO sobre un detective de Hollywood, según varias fuente y un representante de Grey. Los paparazzi lo fotografiaban con estrellas y revistas y diarios, incluyendo este, escribieron coloridas historias sobre sus hazañas.
Es fácil ver porqué Pellicano, con su estilo alternativamente amenazador y resbaladizo, atraía a los hombres enamorados del poder. Y Pellicano mismo imitaba el imperioso estilo de Hollywood. Una fuente que conocía bien a Pellicano contó al Times que ella vio arrojar al detective privado un plato a través del comedor en el entonces concurrido restaurante Le Dome, porque el ajo de su plato de espinacas estaba picado en lugar de cortado. Pellicano insultó al chef, dijo la fuente, y luego dio al camarero una propina de 300 dólares.
Luego, en noviembre de 2002, Pellicano fue detenido y más tarde condenado por posesión ilegal de granadas y explosivos plásticos, y los fiscales federales empezaron a llamar a los pesos pesados de Hollywood.
El litigante de las estrellas, Bertram Fields, que se ha encargado de muchos de los famosos casos de Hollywood, fue entrevistado por el FBI y desde entonces está en el punto de mira de la agencia. Brian Sun, abogado de la firma Fields, dijo el viernes que los abogados de Fields y la firma han estado conversando con el gobierno "para despejar la sugerencia, lanzada en gran parte en la prensa, de que Bert u otro de la firma estuvieron implicados en conductas ilegales en sus tratos con Pellicano".
Grey y Meyer, junto con el fundador de la Creative Artists Agency CAA, Michael Ovitz, comparecieron como testigos ante el gran jurado. Se detuvo a un personaje de primera categoría: Terry N. Christensen, abogado durante 30 años del multimillonario Kirk Kerkorian, acusado de conspirar con Pellicano para interceptar a la ex mujer de Kerkorian durante una encarnizada riña por una tutoría. El martes se declaró inocente.
Sobre las conexiones de Pellicano en Hollywood, su abogado defensor, Steven Gruel, dijo: "Creo que tuvo mucho éxito como detective privado y, aparentemente, una clientela muy impresionante, y eso es todo lo que sé".
Pero la mayoría en el pueblo decidieron mantenerse a distancia de Pellicano, aunque Meyer visitó repetidas veces una cárcel federal cerca de Bakersfield para ver al desacreditado detective privado, de acuerdo a fuentes.
La acusación actual se centra en los años de 1997 a 2002, cuando Hollywood fue impactado por una serie de disputas particularmente violentas. Algunos de los que, según la acusación, tuvieron sus teléfonos interceptados o cuyos antecedentes fueron chequeados sin autorización estuvieron en esa época implicados en litigios con clientes de Field o de su bufete de abogados. Los avatares de la acusación federal contra Pellicano y las especulaciones sobre las posibles conexiones de los diferentes pleitos en la industria han consumido a los entendidos en Hollywood.
En seis pleitos, Fields y su bufete Century City -Greenberg Glusker Fields Claman Machtinger y Kinsella- estaban representando a varios clientes, incluyendo a Grey, contra personas a las que Pellicano supuestamente pinchó sus teléfonos y hizo chequeos no autorizados de antecedentes hacia la misma época. La compañía de Ovitz, Artists Management Group, había iniciado un litigio contra dos personas, y Ovitz estaba implicado en disputas públicas con otras cuatro personas que Pellicano supuestamente investigó impropiamente.
Tanto Grey como Ovitz, a través de sus abogados, han negado vehementemente haber participado en ninguna actividad ilegal con Pellicano. "Durante toda la investigación el gobierno ha asegurado repetidas veces a Grey que él no tiene ninguna implicación, excepto como testigo potencial", dijo la portavoz de Paramount, Janet Hill.
Del mismo modo, el abogado de Ovitz, James Ellis, dijo que Ovitz "fue informado que él es considerado como testigo en el proceso". Fields confirmó que los investigadores federales le han dicho que es un sujeto de interés en la investigación, y el socio de Greenberg Glusker, Norman Levine, agregó: "Algunos miembros de nuestra firma utilizaron a Anthony Pellicano como detective. Sin embargo, si Pellicano participó en alguna actividad ilegal, lo hizo así sin su conocimiento ni el de la firma".
De momento, el detective privado parece haber adoptado el código del silencio. En un retrato de Vanity Fair de 1993, Fields propugnó su fe en la lealtad de Pellicano: "Apostaría mi vida y la de mi hijo que Anthony no traicionaría nunca a sus clientes".
Irónicamente, parece que Pellicano ya lo había hecho.
Lo que sugiere la acusación de Christensen es que Pellicano pinchó no solamente a sus blancos, sino también a sus empleadores.
Un Racha de Suerte de 50 Años
Un anfitrión extraordinariamente encantador y, en sus horas libres, un erudito en Shakespeare con publicaciones a su haber, y autor de novelas de detective baratas bajo el seudónimo de D. Kincaid, Fields es conocido como el maestro de las cartas con amenazas, el abogado al que contratar cuando un cliente quiere lanzar un ataque de tierra abrasada.
A Fields le encanta fanfarronear que no ha perdido ningún caso desde 1956. Pellicano estuvo implicado en algunos casos muy publicitados. Cuando Fields estaba defendiendo a la estrella del pop Michael Jackson en 1993, durante la investigación de la primera acusación de abuso de menores, Pellicano difundió entre la prensa una grabación que dijo que mostraba que el padre del niño quería extorsionar a Jackson, una acusación que el padre ha negado repetidamente.
El abogado conoció a Pellicano a través de un amigo mutuo, el famoso libertino productor de ‘Ídolos del aire’ [Top Gun], Don Simpson, que murió por sobredosis. Pellicano excavó el pasado oscuro de una ayudante que entabló una demanda contra Simpson por tensión emocional por, entre otras cosas, haberla encargado que se ocupara de sus citas con prostitutas. Su caso fue desechado en 1992. Fields representó a Simpson.
Diez años después, la acusación dice que Pellicano investigó impropiamente a otros tres miembros de Hollywood -el actor de películas de acción Sylvester Stallone, el cómico Garry Shandling y el productor Bo Zenga- que tenían problemas legales con clientes representados por Fields hacia la misma época.
Stallone fue presuntamente interceptado por Pellicano en febrero de 2002, en torno a la época en que demandó a su antiguo representante Kenneth Starrr, por 17.3 millones de dólares. Algunos años antes, Stallone había empleado a Pellicano, pero tuvieron desavenencias, de acuerdo a varios informes de prensa.
En otro caso llevado por el bufete de Fields, el productor de Hollywood, Aaron Russo (‘Entre el pillos anda el juego’ [Trading Places]) fue demandado por el gerente de un fondo de inversiones, Adam Sender, un cliente de Greenberg Glusker.
Como lo cuenta Russo, se estaba cortando el pelo en Beverly Hills en 2001, cuando se acercaron a él dos mujeres con papeles. Russo salió como un rayo de la barbería, por la puerta de atrás hacia su coche mientras las dos mujeres lo perseguían. Una de las mujeres era Denise Ward, detective privado. La semana pasada Ward dijo a Los Angeles Times que ella estaba trabajando para Pellicano en esa época y había tratado de entregar a Russo la demanda de Sender.
Algunos meses después, Russo descubrió que se había entablado contra él una demanda por morosidad, y Greenberg Glusker también lo estaba acusando de transferir capitales a su ex esposa.
De acuerdo a la acusación, Pellicano había presuntamente interceptado el teléfono de Russo y chequeado los nombres de otros miembros de la familia en bancos de datos policiales hacia la misma época. Pellicano había hecho presuntamente un chequeo de antecedentes de Sender ese mismo año.
En 1998 y 2000 Fields representó a Grey en dos complicados pleitos. En esa época, Grey era un poderoso agente de talentos cuya firma, Brillstein-Grey, representaba Brad Pitt, al creador de ‘Sopranos’, David Chase y al ex alcalde de Nueva York, Rodulph W. Giuliani, entre otros.
Ahora presidente de Paramount Pictures, Grey había empezado como asistente del co-fundador de Miramax, Harvey Weinstein, cuando el rey del indie era todavía un organizador de conciertos. Más tarde unió fuerzas con el agente de John Belushi, Bernie Brillstein.
En su juventud, Grey era conocido en la ciudad como el ‘Little Ovitz’, un testimonio de su ambición y capacidad de formar redes -y de su ferocidad. Sus agresivas tácticas le ganaron la reputación de alguien que debía ser admirado y temido. Como dijo Brillstein, su ex socio: "Brad era muy listo e hizo un montón de pasta en el negocio. Sí, la gente se sentía intimidada por Brad, porque Brad no hablaba demasiado. Sólo hablaba cuando tenía algo que decir. En esta ciudad, eso da miedo".
En 1998, Grey fue demandado por Shandling, que había sido su cliente más distinguido durante dos décadas. Golpeó en el corazón de una relación a veces turbia entre el talento y sus agentes, planteando la cuestión de si un agente puede representar los intereses económicos de su cliente y de él mismo al mismo tiempo.
En la demanda Shandling acusaba a Grey de cobrar tarifas excesivas de su exitosa serie ‘The Larry Sanders Show’, incluyendo una tarifa de 45 mil dólares por episodio como productor ejecutivo y 50 por ciento de la propiedad de la serie de televisión. En su libro ‘Courting Justice’, el abogado de Shandlinh, David Boies (mejor conocido por representar al gobierno en su demanda anti-monopolio contra Microsoft y del candidato presidencial Al Gore para el recuento de Florida), también escribió que durante una investigación él y su equipo jurídico descubrieron al menos una cuenta en la que unos fondos de Shandling habían sido usados para pagar una deuda de Brillstein-Grey.
Grey, que fue representado por Fields, respondió con una demanda por 10 millones de dólares, lanzando lo que se convertiría en parte, en una guerra de relaciones públicas. Dijo que la conducta errática y abusiva de Shandling enajenaba a los escritores de ‘The Larry Sanders Show’, lo que costaba millones a la producción. Según sus documentos judiciales, es probable que cualquier litigio hubiese introducido los sucesos en torno a la demanda de acoso sexual de la actriz Linda Doucett, la ex novia de Shandling, que alegó que había sido despedida de la serie después de que habían roto.
En enero de 1999, de acuerdo a la acusación, Pellicano y una fuente policial, hicieron presuntamente un chequeo no autorizado de antecedentes de Shandling, y el 4 de marzo de 1999, hicieron lo mismo con Doucett. De acuerdo a la acusación, ese mismo día se hicieron chequeos no autorizados del cómico Kevin Nealon, que era otro cliente de Brillstein-Grey y amigo de Linda Nealon, y su ex esposa. (Kevin Nealon no quiso hacer comentarios. Pero en un artículo de opinión el miércoles en el New York Times, bromeó sobre la posibilidad de encontrarse en compañía tan elegante en la lista de la acusación de Pellicano: "Okey, nunca ni en mis más salvajes fantasías pensé que realmente que las palabras ‘Kevin Nealon’ e ‘interceptaciones’ iban a aparecer en una misma noticia, pero me pone eufórico ser parte del grupo. Me hace sentirme importante").
En vísperas del juicio de Shandling, Fields, que había estado amarrado representando al co-fundador de DreamWorks, Jeffrey Katzenberg, en una demanda contra Walt Disney Co., invitó a Boies a su oficina jurídica de Century City. Boies escribió en el libro que Fields cedió, aceptando que Grey devolviera a Shandling sus intereses de propiedad en ‘The Larry Sanders Show’ y de ‘It’s Garry Shandling’s Show’, así como a un acuerdo de dinero de ocho cifras. Según los informes de prensa, Grey obtuvo a cambio un pequeño porcentaje de la serie de televisión ‘News Radio’, que era propiedad de Shandling. Fields ha dicho públicamente que el monto del acuerdo fue mucho más bajo.
Entonces, en 2000, Zenga demandó a la firma de Grey, alegando que había sido reclutado para trabajar en el guión original de la exitosa película ‘Una película de miedo’ [Scary Movie], y que Brillstein-Grey había renegado de un acuerdo de palabra para otorgarle un crédito de productor y una participación en los beneficios por taquilla de la película. En 2002, Grey ganó la demanda fácilmente. Su equipo de abogados, dirigido por Fields, hizo pedazos la credibilidad de Zenga. El juez instructor desechó el caso, y el juez de la corte de apelaciones sostuvo la decisión.
De acuerdo a la acusación, entre febrero y abril de 2002 Pellicano interceptó el teléfono de Zenga y chequeó los nombres de sus familiares, sus asociados comerciales y su abogado en ordenadores de la policía. En 2004 Zenga dijo en una entrevista con Times que él había declarado ante un gran jurado sobre los efectos de esos pinchazos y las amenazas de Pellicano contra sus testigos en el litigio con Grey.
Guerra Territorial
Fields, 76, también tuvo una larga relación personal y profesional con Ovitz, y representó a CAA en varios asuntos durante el mandato de Ovitz. Ovizt había incluso hecho de casamentero, introduciendo a Fields con la consultora de arte Barbara Guggenheim. Y cuando el dúo eventualmente se enamoró, Ovitz, junto con su socio entonces en la CAA, Meyer, y el actor Warren Beatty, dio a la pareja una fiesta de compromiso en 1991.
En diciembre de 1998, Ovitz lanzó su propia agencia, Artists Management Group AMG, después de ser despedido como segundo al mando de Disney. Eso lo puso en competencia directa con Kevin Huvane y Bryan Lourd, sus antiguos protegidos de la CAA,* la superagencia que ayudó a fundar. Hacia 1999, entre AMG y CAA había estallado una guerra territorial, a medida que los clientes eran aproximados. Fue una guerra que se extendería en la próxima década.
En agosto 2001, Mark Arneson, un sargento del Departamento de Policía de Los Angeles, hizo presuntamente un chequeo no autorizado de los archivos DMV de Lourd y Huvane para Pellicano, de acuerdo a la acusación.
James Ellis, abogado de Ovitz, se negó a discutir la antigua relación del agente con Pellicano, pero dijo que "era el tema del interrogatorio de Ovitz por detectives federales". Agregó que "Michael niega categóricamente haber autorizado, o haber tenido conocimiento de cualquiera interceptación, chequeos ilegales de antecedentes u otros medios ilegales de recolección de información".
Innegablemente, el cambio de siglo fue el nadir de la carrera profesional de Ovitz. Se estimó ampliamente en la prensa que Ovitz perdió entre 100 a 200 millones de dólares a la AMG. En una publicitada entrevista con Vanity Fair en agosto de 2002, después de haber vendido la compañía, Ovitz se mostró alternativamente autocompasivo y venenoso con los que calificó de enemigos, desde magnates rivales que dijo que habían disuadido a los inversores de colocar dinero en la AMG, a sus antiguos protegidos en la CAA.
Otros blancos de la ira de Ovitz incluyeron al periodista del New York Times, Bernard Weinraub, del que Ovitz decía en Vanity Fair que estaba confabulado con el supuesto archienemigo de Ovitz y co-fundador de DreamWorks, David Geffen. En la primavera de 2002, justo cuando Ovitz estaba tratando de vender su compañía, Weinraub y la periodista Anita Busch escribieron una serie de artículos en el New York Times haciendo la crónica sobre el misterio de la compañía de Ovitz. Los artículos hicieron público el hecho de que Vivendi-Universal, cuya subsidiaria el Canal Plus tenía un fondo común de 4 millones de dólares para invertir en proyectos de AMG, había hecho una auditoría de los libros de Ovitz. En su entrevista en Vanity Fair, Ovitz dijo que solamente tenía que ver con un Rolex que él la había regalado a un abogado y regalos de Navidad para periodistas. La semana pasada, Ellis, su abogado, dijo sobre la auditoría que "no se encontraron incumplimientos de nuestro acuerdo ni impropiedades económicas". Fields representó a Ovitz en esa audición.
De cualquier modo, Canal Plus puso fin a su financiamiento de la compañía de Ovitz, y la atención de la prensa ayudó a reducir el precio de AMG. De acuerdo a la revista ‘New York’, Ovitz se quejó a gritos sobre Weinraub ante Joseph Lelyveld, entonces editor general de New York Times, diciendo: "¿Qué tiene el New York Times contra mí?" Weiraub se negó a hacer comentarios.
Ovitz no niega que se quejó ante el diario sobre la cobertura, aunque Ellis dijo: "No se trataba de ningún artículo o periodista... Ese malestar continúa hasta el día de hoy".
De acuerdo a la acusación, una fuente policial de Pellicano hizo un chequeo ilegal de los nombres de dos periodistas en una base de datos de la policía en mayo de 2002. En noviembre de ese año, Pellicano supuestamente empezó a pinchar el teléfono de Busch. Más tarde, cuando estaba haciendo investigación para un artículo de Los Angeles Times sobre los vínculos con la mafia del actor Steven Seagal, Alexander Proctor, que dijo a un informante de la policía, en una grabación, que había sido contratado por Pellicano, destrozó su parabrisas y dejó un pescado y una amenaza. Jan Handzlik, el abogado de Seagal, dijo que el despacho del fiscal ha determinado que Seagal no tenía conexiones con el incidente del pescado.
Este caso, sin embargo, llevó a investigadores federales a la oficina de Pellicano, donde encontraron miles de cintas y otros documentos, algunos de los cuales están siendo ahora tratados como evidencia en las actuales acusaciones contra Pellicano.
Ni Busch ni sus abogados devolvieron nuestras llamadas. Ella está ahora demandando al detective privado y a citado a Ovitz en su caso. Antes este mes, Ellis se negó a comentar sobre la citación de su cliente.
Además de su contenciosa relación con los periodistas, Ovitz también tuvo que lidiar con un número de quejas de ex empleados y socios: Arthur Bernier, un ex gerente de AMG, demandó a la firma en abril de 2002, alegando que el AMG le debía unos 200 mil dólares. James Casey, un agente de deportes independientes para jugadores de la NBA [National Basketball Association] que llevó a la estrella de Boston Celtic, Paul Pierce, al AMG, demandó en marzo de 2002 a la firma para que le pagara una tarifa de cazatalentos de 450 mil dólares. En documentos judiciales, los abogados de AMG niegan las acusaciones. El caso Bernier fue cerrado con un acuerdo de arbitraje de 2003, y Casey abandonó voluntariamente el caso en noviembre de 2003, aparentemente después de que las partes llegaran a un acuerdo.
De acuerdo a la acusación, Arneson hizo un chequeo de antecedentes de Bernier el 9 de mayo de 2002, y de Casey el 16 de mayo de 2002.
Bernier, que se especializa en márketing deportivo, dijo que nunca oyó hablar de Pellicano antes de la acusación. "Nunca oí clicks en mi teléfono. Nunca vi a tres tipos de impermeable caminando detrás de mi. Me sorprendió mucho descubrir que aparentemente mis libertades civiles estaban siendo violadas".
Se esperan más acusaciones federales en el caso de Pellicano, y Hollywood está esperando. Pocos recuerdan un caso transformado en tan llamativo por una investigación policial desde la detención en 1993 de la madama de clase alta Heidi Fleiss y la supuesta existencia de un pequeño libro negro con los nombres de ricos clientes puteros de Hollywood.
Siempre ansioso por chipar cámara, Pellicano se metió en medio de ese frenesí para anunciar públicamente que cierto ejecutivo de Columbia había negado haber contratado a alguna chica de Heidi. Eso fue considerado ampliamente como una metedura de pata, ya que lo único que hizo la declaración de Pellicano fue llamar la atención sobre su cliente.
Ahora el hombre al que le gustaba arrimarse a las celebridades y complacerse en el reflejo de su gloria, está recibiendo su parte de atención de la prensa. Sólo que no es el tipo de atención que él o sus clientes realmente esperan.
"Oh, los grandes también caen", dijo Fleiss en una entrevista hace poco. "Pellicano era un idiota, pero todos esos peces gordos lo contrataban... Se supone que yo no tengo moral... pero, bueno, creo que tengo más moral que todos ellos juntos".
Greg Krikorian y Shawn Hubler contribuyeron a este reportaje.
26 de febrero de 2006
©los angeles times
©traducción mQh
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