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soldado de la mafia


[Anemona Hartocollis] Gángster recuerda sus días como soldado de la mafia de Gotti.
Un hombre que se describió a sí mismo como miembro de la organización criminal de John A. Gotti, dijo ayer en la corte que creció en un mundo en el que tuvo muchos trabajos en la construcción, pero que nunca trabajó realmente.
El mafioso, Joseph D’Angelo, 37, dijo que no había trabajado casi nunca en su vida, no tanto porque no quisiera sino porque no se esperaba que lo hiciera, ya que era un asociado y fue más tarde ‘hecho miembro’ de la familia de la mafia, Gambino.
Empezó a trabajar para la mafia, dijo, cuando tenía 16 años, inmediatamente después de que su padre fuera asesinado en un bar de Bensonhurst, Brooklyn, que era frecuentado por la mafia. Se convirtió en chofer del mejor amigo de su padre, Salvatore Gravano, entonces un importante miembro de la familia Gambino, conocido como Sammy el Toro, que llevaba a Gravano a reuniones con funcionarios del sindicato de los Teamsters que tenían conexiones con la mafia.
D’Angelo contó su historia como testigo de la acusación en el juicio de Gotti por extorsión en el Tribunal de Distrito Federal en Manhattan, donde los fiscales están tratando de probar que Gotti fue miembro de una empresa de crimen organizado que se dedicaba a las extorsiones desde los años ochenta.
Durante la construcción de una tienda de Ikea en Nueva Jersey, dijo, su trabajo como capataz consistía en leer los diarios en un tráiler y controlar que los "tipos del sindicato no molestaran a nadie’. En un trabajo de demolición en el distrito financiero de Manhattan, dijo, llegó a trabajar como obrero, sólo que el patrón, que estaba conectado con la mafia, le dijera: "Vete a casa, te enviaré el cheque".
El fiscal Joon Kim le preguntó: "¿Llegó a enterarse cómo sacaba dinero a los sindicatos la familia Gambino?"
D’Angelo replicó: "Ellos hacían lo que queríamos o sufrían las consecuencias".
D’Angelo, musculoso pero todavía atractivo y con cara de bebé, transmitió una melancólica ternura en el banquillo de los testigos. Contó una historia sobre un viaje de Gotti a una casa de campo en Milford, Pensilvania, donde todos cazaron, excepto D’Angelo. En lugar de eso, dijo, andaba en un carro de golf, tirándole manzanas a los ciervos, mientras Gotti le preguntaba si acaso estaba realmente preparado para ser miembro de la familia.
Pero de la misma suave manera, D’Angelo declaró que había cometido dos asesinatos. En un caso, él y otro gángster mataron a balazos a Ed Garofalo, un primo de un soldado de Gambino, porque Garofalo estaba robando dinero a la familia Colombo. D’Angelo recordó que su mentor, Gravano, le dijo: "Antes de que otra familia mate a uno de los nuestros, lo matamos nosotros mismos".
En el segundo caso, dijo D’Angelo, mató a un amigo suyo, James Gilbert, en 1992 o 1993. Gilbert, dijo, "era un niño de un vecindario que hizo algo a una niña, la golpeó o la violó". También se creía de Gilbert que estaba colaborando con el gobierno y que era un ladrón de coches que se había estado metiendo al bolsillo los pagos de los garajes clandestinos, dijo D’Angelo. La gente que pagaba "se quejó de que nuestro amigo estaba haciendo eso".
En junio de 1992, dijo D’Angelo, fue el conductor de un taxi robado en el que Curtis Sliwa, el presentador de radio y fundador de los Guardian Angels fue emboscado y herido gravemente a bala. Gotti está acusado de haber ordenado la agresión para vengarse de Sliwa, porque este había denunciado al padre de Gotti, el gambino don John Gotti, en su programa.
D’Angelo identificó a Gotti como la persona que convocó una reunión para planificar el ataque contra Sliwa. Después del ataque, dijo D’Angelo, fue llevado en un coche de escape a una casa en Canarsie, Brooklyn, donde alguien le ofreció pararle un taxi para que volviera a casa. "No quiero irme en taxi", dijo.
D’Angelo fue arrestado en el caso Sliwa en julio de 2004. Se declaró culpable de secuestro, homicidio y otros delitos antes de convertirse en testigo del estado, esperando que se le otorgue clemencia.
Dijo que había gastado unos 600 mil dólares en su vida como gángster, en "ropas, coches, cenas y bebidas". Después de su detención, dijo, él, su novia y su madre pagaron 212 mil dólares a un abogado que se negó a representarlo cuando empezó a colaborar con el gobierno. Se quedó con 259 dólares en su cuenta, dijo. Ahora lo defiende un abogado de oficio designado por el tribunal.

1 de marzo de 2006
©new york times
©traducción mQh
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