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fugitivo


[Michael Wilson] Tras años de vivir tras las rejas, lo acusan de matar a un guardabosques.
Stockton, Nueva York, Estados Unidos. A su padre lo apodaban Buck, así que a él lo llamaron Bucky, un niño risueño en las viejas fotografías, con el bosque detrás de él. Vivía en una choza cerca de aquí con una hermana y padres pobres, y jugaba fuera, sentado en un sillón de fantasía y mirando una televisión postiza, ambos de heno.
"Jugaba en el bosque", dijo Shawn Horton, 46, un conocido de toda la vida. "Al escondite. A la caza de presas chicas. Cosas normales de un niño de campo".
Pero a medida que el niño, Ralph J. Phillips, crecía, su juego de escondite se hacía menos inocente. "En un momento, llegó a tener todo un alijo de coches robados en el bosque", dijo Horton. "Creo que lo importante para él era la emoción".
Sus últimas jugadas al escondite le ha ganado a estos bosques del condado de Chautauqua cientos de guardabosques, atención nacional y tragedia. La policía dice que es el principal sospechoso del ataque del 31 de agosto contra dos guardabosques, uno de ellos muertos, el otro gravemente herido, en una emboscada en el bosque. También se le sospecha de haber disparado el 10 de junio contra otra guardabosque durante una parada en la carretera, en la que el agente resultó herido, y el atraco de una armería.
Phillips, 44, tiene una larga historia criminal, que se remonta quizás unos treinta años. Pero no es una historia manchada de sangre. Esa contradicción ha dejado a su familia y viejos amigos preguntándose qué pasó, si acaso es el pistolero, qué lo convirtió de ladrón impenitente en alguien dispuesto a cometer un asesinato.
La mayoría cree que cuando la policía, que lo buscaba ya por cuatro meses, detuvo a su hija, su novio y a la antigua novia de Phillips, y las autoridades pusieron bajo custodia temporal a los tres jóvenes hijos de su hija, Phillips se convirtió de hombre empecinado en escapar, y que dicen que ya había disparado contra un agente, en un hombre lleno de odio.
Se cree que se oculta en las cercanías del condado de Chautauqua, un extenso arco de bosques enhebrado de pequeños caminos de tierra y picado de cabañas abandonadas y coches con las llaves metidas encima del visor o colgando del encendido.
La policía cree que ha sobrevivido gracias a la ayuda de una red de antiguas novias, amigos de las nueves penitenciarías donde ha cumplido condenas, y utilizando coches y motos robadas. Aunque sus primeras hazañas parezcan convertirlo en una especie de héroe popular, el asesinato del guardabosques terminó con esa leyenda. La inmensa mayoría de la gente del condado de Chautauqua quiere que sea capturado.
Una carta que escribió a su abogado poco después de su fuga el 2 de abril parecía presagiar su nueva existencia. "No estoy hecho para la vida que lleváis vosotros", escribió Phillips. "Lo he tratado. No resultó".
Sus viejos amigos escuchan día y noche los escáneres de la policía, actualizando y compartiendo la información por celulares y parecen saber tanto sobre el progreso de la cacería humana como la policía. Siete personas han sido arrestadas y acusadas de darle cobijo.
El último, Todd A. Nelson, dejó que Phillips alojara en su casa, en Ludlow, Pennsylvania, durante once días, compartiendo cerveza y pizzas, dicen las autoridades.
El jueves la recompensa por la captura de Phillips fue elevada a 425 mil dólares. Y fue agregado a la lista de personas buscadas del FBI.
En entrevistas, la hija de Phillips, su abuela materna, su ex cuñado y la esposa abandonada dan una compleja imagen del fugitivo. En su historia, Phillips pasa de ser un niño abusado y abandonado a un ladrón que roba simplemente por la adrenalina, provocando que la policía lo persiguiera.
Durante más de la mitad de su vida -desde 1983- ha vivido casi enteramente tras las rejas. Cortos períodos de libertad terminaron en delitos y captura. Parecía, dicen, sentirse más cómodo encerrado que fuera.
Algunos mujeres se sintieron atraídas hacia él. Era un hombre amable, guapo, misterioso. En realidad, Phillips, desde su fuga, ha vuelto a varias de las mujeres de su pasado, de acuerdo a la policía y esposa, Terry Phillips, 43, que admite que pasó un día con él después de su fuga, a principios del verano. Salieron de compras, caminando tranquilamente hacia una tienda de abarrotes a comprar detergente.
Eso fue el 9 de junio, dijo la señora Phillips. Al día siguiente, cayó el primer guardabosques.
"¿Qué diablos está haciendo?", preguntó durante una entrevista telefónica el miércoles, que otorgó a condición de que su domicilio actual, en otro estado, no fuera revelado, por miedo a colocarse en situación de peligro. "¿Por qué está haciendo eso?"

Phillips nació el 19 de junio de 1962, hijo de Ralph y April Phillips. Su padre era 40 años mayor que su madre, le gustaba beber y tenía violentos estallidos, dijeron varios miembros de la extensa familia de Phillips.
"Lo hacía dormir en un granero", dijo Emery Masiker, 43, un contratista y cultivador de árboles de Navidad que estuvo casado con la hermana de Phillips y que acompañó a su madre hasta su muerte. "Era simplemente un hombre viejo, cansado".
Su padre puede haberlo mal encaminado muy temprano. "Él le enseñó a robar coches", dijo Norma Gloss, 65, cuya hija tuvo un niño con Phillips.
Phillips y su futura esposa Terry, jugaban juntos desde que ella tenía siete, dijo, contando que había jugado a las casitas en fardos de heno y provocando a un toro para que lo persiguiera. Dijo que Phillips fue enviado a un hogar para delincuentes juveniles, aunque no sabe por cuánto tiempo, y no se vieron durante seis años, cuando él volvió a aparecer con una sonrisa y un coche robado. Tenía 13. "Llegó al camino de entrada y dijo: ‘Ven, vamos a dar un paseo'", dijo.
Luego fue nuevamente detenido, dijo. Sus antecedentes juveniles no están disponibles, pero aquellos que lo conocen dicen que Phillips era un ladrón compulsivo.
"Robaba bicicletas y tractores y coches", dice Art Clever, 62, que posee una tienda de abarrotes cerca de la ahora herrumbrosa casa de la familia Phillips. Dijo que Phillips fue perseguido por cuatro agentes de policía hasta su tienda, con sus armas sacadas, y fue detenido en el cuarto trasero.
Masiker dijo que no le importaba qué robaba. "Cigarrillos, armas, dinero", dijo. "Robaría un conjunto de llaves de una máquina de gaseosas, para volver con pilas y pilas de monedas. Podía estar bien un par de días, pero entonces, como un alcohólico, volvía a hacerlo".
Fue padre de una hija en diciembre de 1982, con su novia Kasey Gloss, pero ha pasado, según muestran los archivos, la mayoría de los 23 años desde entonces, en la cárcel.
Pasó tres años viajando entre tres prisiones por robar cosas de un garaje en 1983. Nueve meses después de salir en libertad, fue encerrado nuevamente, por entrar a una casa y amenazar a sus habitantes con un rifle. Fue liberado tres años después, y estuvo de vuelta en prisión nueve meses después.
"Yo los llamo los sabáticos", dijo Horton sobre los períodos de libertad.
Su período más largo tras la rejas, por robo y venta de drogas, empezó el 5 de noviembre de 1992, y duró 13 años. Poco después de empezar a cumplir esa sentencia, una de sus amigas fue sorprendida tratando de pasarle a hurtadillas, metidas en su boca, una llave de esposas, de acuerdo a documentos de su libertad condicional y sus amigos.
Un nativo americano según su sangre, se sumergió en los grupos de indios en la cárcel, dijo su hija. Se escribía con Terry, su amiga de infancia y futura esposa, y ella se convirtió en una visita frecuente en la Penitenciaría de Auburn. Se casaron en una ceremonia en la prisión en 1995, dijo ella.
"En el patio de visitas, tienes tiempo para hablar, si no hay nadie más", dijo. "Hablábamos sobre nuestro pasado como niños, cuando teníamos 13. Era lo que le gustaba". Pero una serie de violaciones disciplinarias, incluyendo una por "manipular la electricidad", motivó a su traslado a otra cárcel más lejana.
"En la cárcel construyó una radio CB", dijo la señora Phillips. "Le gustaba inventar cosas. Tomó una vez unos cables y una pila y armó una pequeña lámpara".
Se separaron en 2003, a instancias de él, y él le dijo que viviera su propia vida, dijo. Nunca se divorciaron.
Salió en libertad en noviembre pasado, a los 43, y se mudó a una casa de rehabilitación en Buffalo. Parecía ansioso de comunicarse con su hija, a la que conocía casi exclusivamente por sus poco frecuentes visitas a la prisión.
"Ya no bebo ni me drogo", escribió en una de sus numerosas cartas que su hija Patrina Wright, ahora de 23, guarda en una caja de zapatos, y de la que lee fragmentos. "Podrías decir que es mi nueva imagen. No más cárceles para mí, cariño. Ya cumplí todo".
Seguía: "Estoy haciendo todo lo que se supone que debo hacer, así que no te preocupes. Ahora las cosas son diferentes, y todo lo que quiero es estar libre".
Estuvo libre por 49 días. Fue acusado de violar su libertad condicional, después de que un consejero de la casa de rehabilitación informara que Phillips había amenazado a su hija y a su familia.
El abogado de Phillips, John Keaney, dijo que no fue una amenaza. En su corto período de libertad, dijo el abogado, Phillips había obtenido un permiso para salir de Buffalo.
Mientras estaba fuera, compartió una cena de Navidad con, entre otros, un antiguo amigo que había dejado que en 1992 Phillips se acusara de algunos de sus propios delitos, dijo Keaney.
El consejero de rehabilitación se preguntaba si acaso gastar más tiempo en el condado de Chautauqua, con su hija, como quería Phillips, era realmente una buena idea debido a la gente, como ese antiguo amigo, con la que se ponía en contacto.
Phillips replicó que eso no era un problema, con desafortunada franqueza. Refiriéndose a su viejo amigo, dijo: "Me dijo: ‘Si hubiese querido -yo estaba en ese momento trinchando un pavo, a un medio metro de él-, si hubiese querido lo habría podido apuñalar. Podría haber conseguido un arma y dispararle, y no estaría aquí pidiéndote un permiso'", dijo Keaney.
La hija de Phillips dijo que su padre no la habría amenazado nunca. "Simplemente quería a su familia", dijo. "Quería ser el abuelo".
Le escribió desde su celda: "Quiero que conozcas la profundidad de mi amor por ti y la probaré colocando el pasado detrás de mí". Se escapó varias semanas después.
Surge una pregunta: ¿Cómo puede un hombre que ha estado encerrado durante tanto tiempo saber cómo son las cosas afuera? Masiker dice que no creía que su viejo amigo fuera el obsesionado por la supervivencia que se dice que era.
"Tiene que trabajar como todo el mundo", dijo, refiriéndose a unos robos recientes. "No es un tipo del bosque, no se dedica a despellejar mapaches. No es un indio que sale a cazar. Es un oportunista".
El tendero, Clever, predice un fin violento. "Es un hombre muerto caminando", dijo. "Aquí todo el mundo tiene armas. Si alguien lo ve, le disparará".
Su esposa se sorprendió, dos meses después de su fuga, de recibir una llamada de él. "Me dijo: ‘Hey, ¿puedo pasar por tu casa?'", dijo. "Le dije: ‘Sí', y le di mi dirección. Le dije: ‘Pero tienes que acompañarme a lavar'. Me dijo okay".
Salieron de compras, lavaron ropa, y él volvió a su casa por unas breves horas. Su partida no se pareció en nada a la de ese adolescente que apareció en el camino de entrada hace treinta años, estaba vez rebobinado y sin luz. "Nos dijimos adiós", dijo, "y él caminó en la oscuridad, hacia el coche".

7 de septiembre de 2006
©new york times
©traducción mQh
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