Blogia
mQh

padre modelo, violador, asesino


[Jeane MacIntosh y Todd Venezia] Padre modelo del Bronx había escapado en 1973.
Nueva York, Estados Unidos. Un brutal asesino de una niña, que pasó tres décadas prófugo de la justicia después de fugarse de la prisión en 1973, fue capturado ayer por detectives de policía en un edificio de apartamentos del Bronx -donde vivió tranquilamente durante años después de empezar una nueva vida como un padre modelo.
Amigos y vecinos se sorprendieron al enterarse de que el hombre que al que conocían como el querido papá soltero Eleuterio Rosario era en realidad José Ortiz Collaso, 67, un desalmado y despiadado delincuente sexual que fue condenado en 1968 después de ejecutar a la hija de 13 años de su novia en Coatesville, Pensilvania.
Collaso -que presuntamente violó a la niña antes de matarla- debía cumplir una sentencia de ocho a veinte años en una penitenciaría del estado.
Pero en 1973, las autoridades lo dejaron salir con un permiso, y no volvió nunca.
Desde entonces nadie vio ni nada se supo del ex trabajador de un cementerio de coches durante 32 años hasta que fue localizado ayer por detectives de la Brigada de Captura del Distrito del Sur en el complejo habitacional Marcy Baer.
Collaso se instaló allí hace quince años con su hijo de dos años entonces, Jesús, poco después de que la madre del niño abandonara a la familia y escapara a Puerto Rico.
Viviendo bajo el nombre de Eleuterio Rosario, Collaso se ganó la admiración de los vecinos por dedicarse a la crianza de su hijo, que es disminuido psíquico.
"Es un padre modelo", dijo asombrada su amiga María Delarosa, 40. "Es un padre ejemplar. Ha criado a su hijo desde que tenía dos meses. Es una persona que se preocupa de los otros".
Delarosa conoció a Collaso cuando los dos empujaban en el barrio los cochecitos de sus hijos hace quince años. Desde entonces se hicieron tan amigas que sus pequeñas familias celebraban juntas los festivos, incluyendo Navidad.
Delarosa no pensó nunca que su amigo podría ser un asesino de una niña fugitivo. Dijo que el hijo de Collaso no sabía la verdad, aunque el niño, ahora de 15, usaba el apodo de su padre.
"Estoy choqueada", dijo Delarosa, después de que se le mostraran fotos policiales de Collaso con el pelo rizado y mirada inexpresiva de los años sesenta. "Es él, pero no es el hombre que yo conozco".
El violento estallido que llevó a la destrucción de tantas vidas empezó una calurosa noche de 1967, cerca de una fundición en una mísera sección de la pequeña ciudad de Coatesville.
Collaso se había alejado de su esposa cuando empezó a salir con una mujer llamada Ella Mae Peaples, que tenía una hija de 13 llamada Verela Blakely.
De acuerdo a un informe de esa época en el Daily Local News de Chester del Oeste, Pensilvania, Collaso trabó "amistad" con la niña. Fuentes policiales dijeron al Post ayer que Collaso obligó a la niña a tener sexo con él varias veces. La mamá finalmente se enteró y lo acusó, dijeron las fuentes.
Afligido por la revelación utilizó un revólver calibre 32 para pegarle a la niña un balazo en la sien y en la nuca.
Luego se disparó a sí mismo. Se disparó dos veces en la cabeza pero, sorprendentemente, sobrevivió porque un balazo sólo lo rozó y el otro le atravesó la barbilla y la oreja sin causarle daños permanentes. De acuerdo a las ligeras instrucciones de sentencia en efecto en 1968, fue condenado a ocho y veinte años por homicidio en segundo grado.
A Collaso le faltaban tres años para pedir la libertad condicional cuando, en 1973, funcionarios de la prisión decidieron darle un permiso semanal de la penitenciaría en Dallas, Pensilvania, para visitar a familiares en Filadelfia. Fuentes policiales dijeron que aparentemente se había estado portando bien en la cárcel y no se lo consideraba un riesgo. El permiso resultó ser una mala decisión, pues Collaso se dio a la fuga de inmediato.
Evitó la captura utilizando un montón de carnés de identidad falsos, incluyendo un número de la Seguridad Social bajo el nombre de Eleuteriio Rosario, que había sido emitido en las Islas Vírgenes o en Puerto Rico en 1957.
No se sabe dónde vivió Collaso antes de que se mudara a Marcy Place hace 15 años. Pero los vecinos dijeron que durante ese tiempo apadrinó a otros dos niños, que se cree que ahora están en la treintena.
Hace unos seis meses el asesino, que venía huyendo de los detectives desde hacía tanto tiempo, empezó a correr de nuevo cuando detectives de Pensilvania lanzaron una campaña para reavivar los casos archivados.
Un detective de Wilkes-Barre finalmente indagó en los antecedentes de Collaso y un viejo conocido le dijo que el fugitivo tenía lazos con el Harlem español.
Informaron a sus colegas en Nueva York, que descubrieron un permiso de conducir sacado con el nombre del apodo de Collaso y pudieron finalmente localizarlo en una dirección en el Bronx. Ayer golpearon a su puerta a las seis de la mañana.
Al principio negó ser el asesino fugitivo, pero las fuentes dijeron que más tarde admitió quién era. Cuando se lo llevaban, gritó a sus vecinos que cuidaran a su hijo.
"Estaba llorando, suplicando: ‘Por favor, no lo entreguen a su madre, ella no lo conoce’", dijo Delarosa.
Sus amigos se mostraron desolados cuando se enteraron de los cargos.
"Esto definitivamente le hará daño a su hijo", dijo el vecino Greg Powell. "Siempre le decía a su hijo que se alejara de la calle, el niño salía siempre con su padre".
Delarosa, que está cuidando al niño, no sabía qué hacer con el joven Jesús, que es estudiante de primer año en la secundaria John F. Kennedy del Bronx. Decidió enviarlo a la escuela sin contarle lo que la había pasado a su papá.
"El niño no tiene a nadie más", dijo Alberto Álvarez, conserje del edificio donde vive la familia. "Está siempre con su padre. Es un niño tranquilo".
Los vecinos dicen que Collaso estaba en el paro y se sostenía con la asistencia pública -cobrando su Seguridad Social, el subsidio al alquiler y la ayuda médica para sus muchas afecciones, incluyendo diabetes. El fugitivo que escapó de la cárcel salía rara vez de su apartamento y áreas adyacentes. Pasaba horas con los obreros de la construcción y a veces les ayudaba en sus tareas de mantención.
Incluso después de enterarse de su pasado -y de expresar su repulsa-, los vecinos de Collaso todavía encuentran difícil pensar mal sobre el hombre.
"Nunca conocí a alguien tan afable", dijo el portero del edificio, Jerson Reyes. "Hace los mandados de todo el mundo. Si necesitas leche, él es el que va a por ella. Lo voy a echar de menos".
Ayer Collaso estaba detenido en Nueva York, esperando ser extraditado a Pensilvania.
Delarosa dijo que ella y otros amigos estaban tratando de buscar un modo de contárselo al niño.
"Nosotros somos su familia, no conoce a nadie", dijo. "Tenemos que cuidarlo".

jeane.macintosh@nypost.com

10 de marzo de 2006
©new york post
©traducción mQh
rss

0 comentarios