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clubes nocturnos para adolescentes


[Melena Ryzik] Los menores de edad tienen pocos lugares propios donde divertirse sin que nadie controle el largo de las faldas de las niñas.
Nueva York, Estados Unidos. La primera vez que Zach Murphy oyó hablar de Crush, el nuevo club para adolescentes de Chelsea, fue un jueves, cuando una guapa y joven camarera se paró frente a su escuela, el Instituto York en el Upper West Side, a repartir octavillas publicitarias.
Al día siguiente, Zach, 15, fue a echarle un vistazo. No se quería perder nada, así que llegó quince minutos antes de que el club abriera, a las nueve de la noche. Dentro el bar estaba equipado con latas de Red Bull, a seis dólares, y botellas de agua a cinco dólares, incluyendo cinco sabores de Smart Water. Crush no sirve alcohol, aunque sí ofrece un buen montón de caramelos.
Zach sonrió mientras compraba unas piruletas. "Es la primera vez que vengo a un club", dijo. "Nunca lo hice antes".
Para los adolescentes de la ciudad, Nueva York puede ser una experiencia frustrante: la vida nocturna de la ciudad es legendaria, pero aparte del excepcional recital de poesía o espectáculos para menores de 18 en algún club roquero, legalmente no la pueden disfrutar de ninguna manera. En los últimos años los clubes nocturnos para adultos del país han introducido noches exclusivas para adolescentes, ofreciendo a los jóvenes una oportunidad de pasarlo bien que es alternativa al carnet de identidad falso. Algunos clubes de Nueva York han empezado a hacer lo mismo. En Fridays, Manhattan, y Spirit, en Chelsea, tienen una noche para menores de 21, y Exit, en Midtown, la entrada empieza a los 18; Avalon, en el antiguo local de Limelight, es para mayores de 18 de jueves a domingo. Pero Crush es el primer club nocturno creado exclusivamente para adolescentes.
"Los adolescentes realmente no tienen dónde ir en la ciudad", dijo Lexi Lehman, 17, alumna de la Escuela Profesional de Niños, que trabaja media jornada como promotora voluntaria de Crush. También es está haciendo la práctica en Lizzie Grubman Public Relations, donde fue reclutada para asesorar al club. Describiendo el esquema migratorio de sus compañeros de escuela, dijo: "Vamos a casas de amigos. A veces por la noche ves a grupos de niños caminando de arriba a abajo por la Avenue Park".
Como los clubes nocturnos que lo rodean en el oeste de Chelsea, Crush, que abrió sus puertas en diciembre, incluye gorilas y aceras acordonadas con cordones de terciopelo, un salón VIP y chicas a gogó haciendo contorsiones en bikini. Los poco usados rincones parecen hechos aposta para adolescentes besucones y nadie controla si las camisetas dejan ver el estómago o no. A kilómetros de distancia de las brillantemente iluminadas veladas con chicos y chicas con carabina de otros centros juveniles, Crush es un Bungalow 8 sin el champaña de 250 dólares.
Sin embargo, en una ciudad donde el atractivo de una vida nocturna repleta de celebridades aclamadas en todas las columnas sociales, y los adolescentes tienen una larga tradición de meterse a hurtadillas en clubes desde el Studio 54 hasta el Marquee, ¿aceptarán un substituto aguado?
Y ahora que hay un club justamente para ellos, ¿se sentirán sus padres -muchos de los cuales recuerdan los clubes atiborrados de drogas de los años ochenta- cómodos con dejarles ir?
De momento Crush no ha rechazado a demasiada gente. En los pocos fines de semana en que el club ha abierto sus puertas, sólo en contadas ocasiones ha atraído a un público digno de mención, y se ha tratado de noches patrocinadas, como la reunión anual de ex alumnos de la Trinity School o una pasarela en la que clientes habituales adoptan poses de modelos. El club ha alcanzado rara vez su capacidad de 250. Una noche estaba tan tranquila que incluso el encargado de los servicios se puso a bailar en la pista. "Todavía estamos trabajando en las fallas", dijo Grant Shapolsky, el dueño de Crush.
Para complementar la escasa asistencia (la entrada es de 20 dólares), quiere abrir el club para dieciséis dulces primaveras [cumpleaños] y bar mitzvahs (el 12 y 13 cumpleaños y un día), así como espectáculos de rock y hip-hop orientados hacia la juventud. (Crush tiene permiso de alcoholes y de cabaret).
Crear un club nocturno para niños en Nueva York tiene sus riesgos, y uno de ellos son los adolescentes de la ciudad. Notoriamente precoces en cuanto a la vida social, distinguen demasiado rápidamente la diferencia entre lo real y la imitación, especialmente los que han estado en fiestas en clubes de adultos, bebiendo cócteles ilícitos con gente importante o sus hijos. Y el horario relativamente temprano de Crush -de nueve de la noche a dos de la mañana- puede parecer, bueno, demasiado juvenil.
"Los adolescentes son extremadamente ambiciosos", dice Michael Wood, vice-presidente de Teenage Research Unlimited, una firma de investigación de mercado. "No quieren nada que esté hecho especialmente para adolescentes. Así que si van a un club o a un concierto, quieren conocer al verdadero McCoy".
Mo Pitkin’s, un espacio de actuaciones y restaurante en la Avenue A, que tiene un espectáculo de variedades con presentaciones de comedia y actos musicales de adolescentes el primer viernes de cada mes, también trata de evitar que las cosas suenen demasiado infantiles.
"Un montón de los espectáculos para niños parecen imitaciones de actividades de adultos, y el truco consiste en que parezcan auténticos", dice Phil Hartman, propietario de Mo Pitkin’s.
Para Hartman la autenticidad adquirió la forma de su hija Odetta, 16, que inventó el Primer Vienes -el nombre del espectáculo. "Es frustrante que la gente no confíe lo suficiente en nosotros como para venir a oír a una banda que nos trae locos", dijo la señorita Hartman, explicando cómo llegó a la idea. "Te tratan con condescendencia y te miran para abajo simplemente porque eres una niña".
Pero desde noviembre, la señorita Hartman, estudiante de una escuela Dalton y música de largos cabellos negros y flequillo a lo Meg White, ha tenido un papel muy poco infantil encargándose de los contratos, promociones, y de la gestión y de ser la presentadora de su propio espectáculo, por lo que gana un salario que es casi igual al que ganaría con una pega de después de clases.
Hace publicidad de las actuaciones por e-mail y en reuniones de la escuela, y tratos con delicadas negociaciones sobre el precio de la entrada (10 dólares), el caché de los artistas (100 dólares como mínimo) y los aspectos legales del trabajo con artistas que son menores de edad, para no mencionar a los veteranos de la industria de la música.
"Da miedo tener que mandar e-mails y hablar por teléfono con gente que hacen esto para ganarse la vida, mientras que para mí es apenas una especie de pasatiempo que decidí hacer en la secundaria", dijo la señorita Hartman.
Aunque su padre la apoya, como dueño del club el señor Hartman tuvo algunas dudas sobre el plan de su hija. "Estaba un poco preocupado sobre los resultados del modelo", dijo. Para su sorpresa, algunos adolescentes llegaron con sus padres, que pagaron las bebidas, lo que contribuyó a que la velada se pagara a sí misma.
"Creo que es super", dijo Danny Pellegrini, 16, que actuó un Primer Viernes en diciembre con una banda llamada DV8, agregando que proporciona una alternativa a las actividades habituales de sus amigos. "Muchas veces simplemente nos quedamos en la esquina pensando en qué hacer, cómo a la casa de quién iremos", dijo. "No hay una actividad grande en que la gente haga más que beber y eso".
Y beber y esa es exactamente la razón por la que algunos padres están ansiosos por actividades como el Primer Viernes. "Si no puedes hacer nada porque eres menor de edad, lo lógico es que termines metiéndote en problemas", dijo Claire Pellegrini Cloud, madre de Danny. "Ser capaz de oír música y desconectarla del alcohol es algo maravilloso".
También Crush espera presentarse a sí mismo como la alternativa a pasar la noche en casa mirando tele o apiñado sobre unas patatas fritas con amigos en un mac. "Había mucha tensión", dice Lehman sobre la inauguración del club el 2 de diciembre. "No sabía cómo reaccionaría la gente, o qué pensarían de nosotros, o si volverían".
Con acera acordonada y ropa formal (nada de piyamas, niños), estaba preocupada de que intimidara a los clientes. "La gente piensa que este es un club chévere, y por tanto que es automáticamente exclusivo y difícil, y no lo es", dijo Lehman. "Comunicar eso ha sido difícil".
En un intento de atraer a más gente, salió del estado, invitando a Jack Lepiarz, un estudiante de Nueva Jersey que lleva una bitácora, a que se pasara por Crush. "Es fácil confundir a Crush con un club nocturno de verdad", escribió, agregando que "es una excelente manera para que los adolescentes de Nueva York (y de Nueva Jersey, en mi caso) pasemos un buen rato sin necesidad de ir a una fiesta de la secundaria".
Pero los verdaderamente osados tienen otras opciones.
Un viernes noche el mes pasado, D.J. Seduce -conocido también como David Foulquier, 16- estaba presentando hip-hop y música bailable. Después de su turno, David, un estudiante Dalton, se marchó a Lotus, un club que abre hasta tarde en el barrio del matadero. Cuando se le preguntó qué haría para entrar, Foulquier se encogió de hombros. "Tengo amigos", dijo.

15 de enero de 2006
©new york times
©traducción mQh
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2 comentarios

new balance -

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