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guardias desarmados en el norte


[Sam Howe Verhovek] Sin armas, los aduaneros canadienses prefieren alejarse cuando el peligro se acerca desde Estados Unidos.
Blaine, Washington, Estados Unidos. La persecución en coche terminó en un estallido de disparos en el Peace Arch, el grácil monumento de mármol a horcajadas en la frontera estadounidense-canadiense que proclama que los dos países son "Hijos de la Misma Madre".
Cuando dos buscados por homicidio de California pasaron volando por la aduana estadounidense y se dirigieron hacia la frontera en el norte, un alguacil logró chocar su vehículo con su patrullero, haciéndolo desviarse hacia un terraplén y atravesar un amplio bandejón entre las dos aduanas hasta que finalmente se detuvo. Los sospechosos prosiguieron la fuga a pie, y en la balacera que siguió, uno de ellos fue herido; al final, fueron capturados.
Aunque el episodio del 24 de enero fue de lejos el encuentro más dramático de los últimos meses entre fugitivos y agentes de la ley en la frontera, la reacción en el lado canadiense siguió el guión no por habitual menos contencioso: Los guardias fronterizos canadienses abandonaron sus puestos.
Casi un docena de veces en los últimos cuatro meses, guardias fronterizos canadienses, que a diferencia de sus colegas norteamericanos están desarmados, abandonaron sus puestos en respuesta a informes de que sospechosos peligrosos se dirigían hacia el norte.
Los abandonos, cubriendo la frontera con puestos desde aquí a Nueva York, han cerrado los cruces por períodos que van de unos minutos a varias horas. En el incidente más reciente del 10 de febrero, el tráfico de Blaine hacia British Columbia fue bloqueado durante tres horas después de que guardias canadienses abandonaran sus puestos en respuesta a un informe de que un sospechoso de homicidio del área de Seattle podría estar dirigiéndose hacia la frontera. El presunto asesino no llegó nunca.
Los bloqueos han sido una fuente de fuerte irritación para los automovilistas y de dolores de cabeza más ligeros para los diplomáticos. Se han convertido en un tema de las recientes elecciones nacionales de Canadá -con el victorioso gobierno conservador prometiendo que armaría a los guardias fronterizos, una idea respaldada por el sindicato que los representa.
"En primer lugar, esto ha sido un asunto de imagen. Somos un país pacífico, con canadienses que se sienten orgullosos del hecho de que en las fronteras no saludamos a la gente con armas en el cinto", dice Ron Moran, presidente del sindicato.
"Pero la realidad es que ya no vivimos en el barrio del señor Rogers", agregó Moran, cuyo grupo de 10.500 miembros con sede en Ottawa es conocido oficialmente por su nombre bilingüe en inglés y francés, el Customs Excise Union Douanes Accise. "La realidad es que nuestros agentes deberían estar armados".
El tema de si los guardias fronterizos deben portar armas ha sido debatido durante años.
Personeros del Partido Liberal se oponen normalmente a la idea. Como lo dijo el entonces ministro de Hacienda, Martin Cauchon, hace unos años: "Las armas en la cintura no corresponden con nuestra imagen".
Pero el nuevo primer ministro conservador, Stephen Harper, juró durante su campaña dar "a nuestras aduanas y guardias fronterizos el adiestramiento y equipos que necesitan, incluyendo armas de cinto".
Harper también dijo que se ocuparía de las preocupaciones de los guardias sobre los turnos individuales que algunos de ellos deben realizar en cruces fronterizos remotos. Las aduanas estadounidenses tienen dos o más guardias.
El 31 de enero, un guardia de la Agencia de Servicios Fronterizos de Canadá se negó a trabajar en su puesto en el remoto Roosville, British Columbia, después de oír informes sobre un sospechoso armado y peligroso que había eludido a la policía cerca del Parque Nacional Lone Pine, a unos cien kilómetros al sur de la frontera.
La policía del condado de Flathead, Montana, emitió un comunicado diciendo que el sospechoso se dirigía posiblemente hacia el norte y que había advertido a las autoridades de que no se dejaría capturar vivo. Fue capturado dos días después, cuando se ocultaba entre los matorrales en un parque en Kalispell, Montana.
El puesto fronterizo canadiense fue reabierto después de unas horas cuando un funcionario no sindicado tomó el cargo. La ubicación era tan remota que sólo había, en el lado estadounidense, cuatro camiones y un coche.
La dirección ha intervenido durante otros paros de los guardias, pero no siempre con suficiente personal como para impedir lo atochamientos, como fue el caso aquí el fin de semana pasado.
En este ajetreado cruce a unos 180 kilómetros al norte de Seattle y 50 kilómetros al sur de Vancouver, British Columbia, el tráfico se veía fluido el otro día. Guardias fronterizos canadienses de servicio referían gentilmente las preguntas sobre los paros a Paula Shore, portavoz de la agencia de servicios fronterizos.
Shore dijo que había habido "algo de disminución" debido a la continuada disputa sobre si los guardias deberían trabajar armados. Dijo que los guardias -que usen chalecos antibalas y spray pimienta- estaban ejerciendo su derecho legítimo bajo las leyes canadienses de abandonar un lugar de trabajo que consideraban inseguro.
Aunque Estados Unidos y Canadá tienen diferentes reglamentos sobre las armas de cinto en la frontera, dijo, "todos queremos lo mismo: seguridad y seguridad para nuestros países y ciudadanos".
Ningún guardia canadiense ha sido asesinado ni atacado con armas de fuego en los últimos años por fugitivos que cruzan la frontera, dijo Moran. Pero varios han visto que se les apuntaba con armas o cuchillos, y ha debido acatar el procedimiento canadiense: Dejar que los delincuentes sospechosos prosigan su camino evitando el enfrentamiento, y luego llamar a la Policía Montada Canadiense para que los persigan.
En el incidente en el que estuvieron implicados los sospechosos de homicidio de California, al menos dos guardias canadienses dejaron sus puestos después de enterarse de que los fugitivos se dirigían hacia su aduana.
Después de que el alguacil Stuart Smith del condado de Whatcom divisara el coche de los sospechosos en una parada para descansar a unos ocho kilómetros al sur de Blaine e intentara detenerlos, el par huyó a toda velocidad.
Smith los siguió hasta el fin de la carretera interestatal 5, dijeron testigos.
"Parecía una película", dijo Miguel Ramos, propietario de Paso del Norte, un restaurante mexicano a una manzana de la aduana estadounidense. "Estos coches llegaron chirriando; hubo un terrible choque" -Smith arremetiendo contra el vehículo de los sospechosos- "y ellos huyeron hacia el lado canadiense".
Los disparos que los pararon los hicieron inspectores de la Aduana y Protección de Fronteras de Estados Unidos, dijo el sheriff del condado de Whatcom, Bill Elfo.
Elfo, antiguo jefe de policía de Blaine, dijo que el incidente era el más sensacional en la frontera del que tuviera memoria.
"Tú sabes que en las aduanas de la frontera no están armados", dijo Elfo. "Eso es siempre una consideración" para el personal policial estadounidense cuando deciden qué hacer durante una persecución.
Moran dijo que los miembros de su sindicato respondieron adecuadamente al riesgo abandonando sus puesto hasta que el peligro hubiera pasado.
"Es una reacción humana normal", dijo. "Es estrictamente una cuestión de hombres y mujeres que quieren estar seguros de que volverán a casa a sus familias al fin de la jornada de trabajo".

19 de febrero de 2006
©los angeles times
©traducción mQh
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