los nombres de salomon
10 de abril de 2009
Durante la Segunda Guerra Mundial y en el periodo de posguerra, esos nombres lo protegieron de los campos de concentración y finalmente le permitieron refugiarse en Estados Unidos.
Pero los nombres también obligaron a Berger, un joven judío, a vivir en constante temor debido a que entre las identidades que asumió se encontraban la de un guerrillero polaco y la de un teniente ruso. Con cada nombre, y cada historia de vida que tenía que recordar, podía ocultar un poco más del hombre verdadero.
Después de la guerra se instaló en Los Angeles y empezó a construir una nueva vida, esta vez como Sol Berger. Durante décadas no habló con nadie sobre lo que tuvo que vivir como Jan, Ivan y Shlomo.
Pero Berger llegó a descubrir que esas identidades, aunque falsas, eran una parte integral de su historia de vida. Y para honrar la memoria de sus padres y hermanos que murieron en la guerra, tenía que contarle al mundo cómo y por qué había adoptado todos esos nombres.
Salomon Berger (1940-1942)
Salomon fue golpeado severamente.
"Ya tuvo suficiente por hoy", oyó decir a un nazi después de dos horas de interrogatorio. Cuando sus interrogadores salieron del cuarto, Salomon, entonces de 20, vio una oportunidad para escapar. Delgado como riel con sus 45kilos, pasó por una pequeña ventana que tenía alambre de púa en el marco y descendió hasta el segundo piso.
Salomon había sido arrestado porque se había negado a presentarse para una cuadrilla de trabajos forzados. Después de escapar se ocultó en una casa judía en las cercanías, pero cometió el error de volver a casa en el sudeste de Polonia. Era 1940, un año después de la invasión alemana.
"Pensé que nadie iba a saber quién era yo", recordaría décadas después. "Volví a Krosno después de tres semanas, y la Gestapo me estaba esperando".
Los agentes de la Gestapo conocían el aspecto de Salomon porque habían estado usando la tienda de sastrería de su familia para lavar y remendar sus uniformes. Lo llevaron a una cárcel con otros prisioneros políticos, donde estuvo con diez católicos, incluyendo un sacerdote que decía misa y leía diariamente sermones sobre el cristianismo. Salomon escuchaba atentamente. Después de seis meses, sus padres sobornaron a los funcionarios para obtener su libertad.
La vida volvió a adquirir un aire de normalidad, pero en los siguientes dos años se empezaron a oír rumores sobre deportaciones y cámaras de gas.
La historia de lo que ocurrió después se basa en los recuerdos y documentos de Salomon. Archivos conservados en Yad Vashem, un museo dedicado al holocausto judío, corrobora que Sol y otros de sus familiares vivían en Krosno durante la guerra. Aaron Breitbart, investigador en el Centro Simon Wiesenthal de Los Angeles, dice que detalles claves de sus relatos coinciden con los antecedentes históricos.
Salomon recuerda, y Breitbart lo confirma, que la comunidad judía de Krosno recibió su orden de ‘reasentamiento’ el 9 de agosto de 1942, y los dos mil quinientos judíos de la ciudad se presentaron en el mercado a las nueve del día siguiente. El padre de Salomon fue incluido entre otros quinientos ancianos, hombres y mujeres, a los que ordenaron abordar un camión. Salomon empezó a llorar.
"Esta es la última vez", les dijo su padre a Salomon y sus tres hermanos. "Sé que nadie va a volver de este viaje. Pero quiero que me hagan una promesa. Traten de sobrevivir para poder contar esta historia".
Los camiones volvieron vacíos.
Salomon y sus hermanos -Moishe, Michael y Joshua- integraron junto a otros seiscientos prisioneros las cuadrillas de trabajos forzados de la zona.
Tres de sus cinco hermanas ya habían emigrado a Estados Unidos y una cuarta había muerto en un incidente violento contra los judíos en Alemania en 1938. Pero su hermano y la hermana restante estaban todavía en Polonia. Los dos fueron subidos a un vagón de ganado, trasladados al campo de exterminio de Belzec y asesinados en una cámara de gas.
Una parte de Krosno fue aislada como gueto. Un mes después, la Gestapo se llevó a otras cien personas, incluyendo a Michael y Moishe.
Quedaron sólo Salomon y Joshua. Poco después, conocieron a alguien que vendía documentos de identidad falsos. Como Jan Jerzowski, un nombre cristiano, Salomon logró salir de Krosno. Al día siguiente de su fuga, el gueto fue eliminado.
Jan Jerzowski (1942-1944)
Jan viajaba en un tren con destino al este de Polonia cuando la policía le pidió sus documentos.
Los agentes persistieron y le preguntaron si había hecho la Primera Comunión. Les aseguró que sí. No satisfechos, le pidieron que rezara algo. Recordando lo que había aprendido del sacerdote, Jan recitó el Padrenuestro.
La policía lo dejó ir.
Joshua no tuvo tanta suerte. Los hermanos se habían separado para pasar la noche, pero no lo volvería a ver nunca más.
Jan se mudó a Niznow, donde conoció a Tadeusz Duchowski, el marido de una amiga de la familia que lo había ayudado a escapar de Krosno. Duchowski supervisaba una cuadrilla de construcción y Jan se incorporó al equipo, todos ellos cristianos.
Duchowski no podía inscribir a Jan en los libros -apuntarlo como un trabajador adicional podría despertar sospechas- y no tenía dinero para pagar a un trabajador extra. Pero el trabajo servía como fachada. Para ganar dinero, Jan hacía peguitas; también había ahorrado treinta dólares americanos, comprados en el mercado negro, cosiéndolos en su ropa.
Un día, un miembro del equipo lo apartó a un lado y le dijo: "Vamos a dar un paseo". El hombre lo miró inquisitivamente. "¿Eres tú...?"
"No, no lo soy", dijo Jan, cortándolo.
La conversación se desvió hacia la guerra. Y entonces el hombre le dio algunos consejos.
"Déjame corregirte en dos cosas", dijo el hombre. "Cuando bebas té y tengas un cubo de azúcar, pónlo en la taza, no lo muerdas. Y nunca comas semillas de girasol".
"¿Por qué?"
"Porque los judíos tienen el hábito de comer y beber esas cosas de ese modo".
Luego le señaló algunas palabras que Jan pronunciaba con "acento". Jan nunca admitió que era judío, pero escuchó atentamente. Le preocupaba que, de noche, pudiera delatarse a sí mismo hablando mientras dormía.
Después de tres meses, el puente estuvo terminado y Jan se unió a guerrilleros polacos que luchaban contra los alemanes colocando minas en los rieles del ferrocarril y cometiendo otros actos de sabotaje.
Una vez oyó decir a uno de sus camaradas que, aunque los nazis eran terribles, "mataron a los judíos por nosotros".
Pretendía ser un combatiente decidido. Algunos de sus compañeros guerrilleros hablaban ruso, así que empezó a aprender el idioma. Se obligaba a tragar vasos de vodka hecho en casa y luego se escabullía para vomitar. Cuando llegaban a un río y tenía oportunidad de bañarse, Jan lo hacía en ropa interior para que los otros no vieran que estaba circuncidado.
Una vez, cuando estaba siendo interrogado por un oficial alemán cuando partía en tren hacia una misión para la resistencia, replicó en polaco: "No entiendo alemán", aunque lo hacía. Sabía que los polacos cristianos rara vez hablaban alemán; los judíos, con su yiddish, podían entenderlo.
El oficial lo dejó pasar.
En marzo de 1944 los rusos llegaron a Polonia y Jan fue obligado a enrolarse en el ejército soviético. Le dieron nuevos papeles de identidad, ahora con un nombre ruso. Debido a que el padre de Jan Jerzowski había sido inscrito como Marian, ahora se llamaría Ivan Marianowicz Jerzowski.
Ivan Marianowicz Jerzowski (1944-1945)
Muchos guerrilleros polacos y otros soldados rusos enrolados recientemente eran enviados al frente, pero Ivan no quería morir. Vio a un prisionero alemán con un reloj de oro y se lo quitó para negociar su vida con un comandante ruso. Ivan podía hablar polaco, ruso y alemán, observó. ¿No podría ser usado en algo?
Ivan, entonces de veinticinco años, fue destinado a la sección de interrogatorios para traducir las respuestas de los prisioneros alemanes. En abril de 1945 tuvo permiso del ejército y empezó a buscar a amigos y familiares sobrevivientes. En el camino se enteró de que su hermano Moishe había sido ahorcado en Auschwitz.
Durante los últimos años, Ivan había jugado con la idea de seguir siendo católico. Había vivido como tal durante tanto tiempo, yendo a la iglesia todos los días, que el cristianismo parecía estar grabado en su mente, y la vida era más fácil como cristiano que como judío.
Pero una vez que se volvió a ver con judíos en Cracovia, retornó a su legado. "No quiero vivir una vida llena de mentiras", se dijo a sí mismo. "Nací judío, sobreviví y eso es lo que voy a ser".
Tomó contacto con un comité judío que ayudaba a sobrevivientes de campos de concentración a conseguir documentos de identidad falsos que eran necesarios para viajar a Palestina. En la sede del comité conoció a una guapa joven polaca llamada Gusta Friedman. Había sobrevivido haciéndose pasar por cristiana, bajo el nombre de Waldislava Urbanska.
Ivan se presentó a sí mismo.
"No salgo con rusos", le dijo ella, mirando su uniforme. Le dijo que en realidad era judío, y que viajaba a Palestina al día siguiente. Si quería ir con él, debería volver al día siguiente a las diez de la mañana.
A la mañana siguiente estaba ahí.
Planeaban viajar a Rumania, desde donde zarpaban buques en dirección a Palestina. Pero Ivan oyó que era más fácil entrar al país si se viajaba desde algún país del sur de Europa, antes que del norte. Eso quería decir que tenía que buscarse otro apodo.
Shlomo Harari (1945)
Se quitó el uniforme soviético y se puso un traje verde marrón que había comprado en Cracovia. Viajaría a Rumania a través de Checoslovaquia en un vagón para el ganado, abierto -una más de las millones de personas que cruzaban Europa en todas direcciones buscando a los sobrevivientes y una nueva vida.
"Me convertí en Shlomo Harari, un griego que volvía a casa".
El 7 de mayo de 1945 el tren llegó a Debracin, Hungría, y los pasajeros pasaron la noche en el suelo de una escuela. En la mañana, Shlomo despertó en medio de gritos de júbilo y fuegos artificiales. Alemania se había rendido.
Dos semanas después, Shlomo y Gusta se casaron en la ciudad rumana de Klush. Pero no había luna de miel en Palestina. En Bucarest se enteraron de que no había buques disponibles y en lugar de eso se marcharon a Italia, a un campo para personas desplazadas.
"Y aquí me convertí de nuevo en Salomon Berger", dijo décadas después. "Sabía que si quería llegar a un algún lugar, tenía que mostrar un pasaporte válido".
Sol Berger (1946-presente)
Mientras contactaba a sus hermanas en Estados Unidos para conseguir un visado de trabajo, Salomon se enteró de que su hermano menor, Michael, había sobrevivido Auschwitz y estaba viviendo en Los Angeles.
Pasaron cinco años -tres en el campo para personas desplazadas, donde nació su hijo Jack, y dos años en Inglaterra antes de que Salomon recibiera una llamada de la embajada estadounidense en Londres para que pasara a recoger las visas de la familia.
En junio de 1950 llegó a la Union Station en Los Angeles. Michael le dijo: "Si te preguntan cómo lograste sobrevivir, no digas nada. Porque la gente aquí... dicen que ellos también sufrieron. Teníamos que hacer la cola para comprar gasolina. Teníamos que estar en lista de espera para comprar un coche, y no teníamos carne...".
Salomon vivía en Los Angeles Oeste, sobrevivían haciendo peguitas y como modisto y finalmente abrió con Michael una botillería cerca del Coliseo. Con su nueva vida quería un nuevo nombre: Sol. Es el nombre que aparece en sus documentos de identidad.
A los 57 se inscribió en el West Los Angeles Community College y estudió derecho comercial, contabilidad y administración de bienes raíces. Se convirtió en el mejor vendedor de Fred Sands Realtors en Beverly Hills y prosperó, aunque a veces tuvo que luchar contra la depresión, una de las secuelas de la guerra.
Finalmente Michael decidió que mantener el silencio sobre la guerra no tenía ningún sentido y solicitó a la posición de docente en el Museo de la Tolerancia. Sol, sin embargo, todavía obedecía la temprana admonición de su hermano y nunca habló sobre esos terribles años.
En 1994, Michael, fumador en cadena, se estaba muriendo de cáncer. Como recordó Sol: "Me dijo: ‘Quiero que me hagas un favor. Quiero que cuentes la historia de cómo sobrevivimos, y todo lo demás que recuerdes".
Tras la muerte de Michael, Sol entró al museo por primera vez.
En los últimos quince años Sol ha dictado charlas a los visitantes del museo hasta tres veces a la semana. Al principio le resultaba difícil. A menudo se echaba a llorar. Pero lo fue superando y contar la historia de su familia y sus años como Jan, Ivan y Shlomo fue para él como seguir una especie de terapia que lo ayudó a combatir su depresión.
No puede andar muy bien, pero cuando habla, lo hace de pie durante una hora, sus mechones blancos bailando en su cabeza cada vez más calva mientras gesticula para dejar claro algún argumento.
"Esto es lo que tengo que hacer", dice.
Había resuelto no volver nunca a Polonia y a sus dolorosos recuerdos, pero en diciembre pasado sintió la necesidad de viajar a Auschwitz, donde murió su hermano Moishe. Recitó el kaddish, la oración de los difuntos, ante la fosa común cerca de Krosno, donde fue enterrado su padre.
Visitó el antiguo gueto que quedaba a una cuadra de donde había crecido. Allá conoció a Henryk Duchowski, el hijo de una pareja que le habían ayudado a escapar con vida. Duchowski lo llama ‘Yashu’, como se llama a los Juanes. Pero para todos los demás, fue y sigue siendo Sol Berger.
16 de febrero de 2009
©los angeles times
cc traducción mQh
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