joshua tree, flor en el desierto
No hay nada de encantador ni de pintoresco en el paisaje. Pero oculta entre los cactus, hayas y barrios residenciales, se encuentra una escena artística con todas las de la ley, con sorprendentes trabajos de artistas contemporáneos como Andrea Zittel, Jason Rhoades y Jack Pierson. (Pierson coloca los viejos letreros de señalización de carreteras que colecciona para sus piezas en el suelo detrás de su casa para darles ese aspecto de cosa antigua y desteñida por el sol.
A unos 200 kilómetros al este de Los Angeles y 60 al nordeste de Palm Springs, los pueblos del desierto a lo largo de la Ruta 62, entre ellos Pioneertown, Twentynine Palms y Wonder Valley, así como Joshua Tree, han sido durante largo tiempo un refugio de escaladores que hacen el peregrinaje hacia los peñones de extrañas formas en el Parque Nacional Joshua Tree. Pero en los últimos años artistas, arquitectos y músicos reconocidos en busca de hipotecas más baratas y espacios más grandes han estado llegando poco a poco e instalándose en estudios en viejos ranchos, trayendo contenedores y cúpulas geodésicas de los años setenta.
Ahora se ha convertido en un destino de fin de semana para forrajeadores, cuya idea de diversión es explorar jardines escultóricos al aire libre, estudios de artistas y la arquitectura experimental -como un iglú hecho de sacos de arena.
"Joshua Tree es como el mundo del arte en Palm Springs", dice Lisa Overduin, la directora de Regen Projects, la galería de Los Angeles que representa a Zittel y Pierson. "Es divertido ver a las coleccionistas con zapatos de tacón alto tambaleándose en el desierto y buscando el arte".
La ‘High Desert Test Sites’ de Zittel, un evento artístico anual (este año se celebrará el 6 y 7 de mayo) es la mejor oportunidad para conocer el ambiente artístico de Joshua Tree. Zittel, la artista conceptual que contribuyó a reactivar la migración hacia Joshua Tree cuando trajo hasta aquí su estudio de Brooklyn hace seis años, invita a artistas a que vengan al desierto e instalen sus obras más grandes específicas para el sitio entre los peñones, cavernas y cactus. (Algunos de los participantes de este año serán Katie Grinnan, Amy Yao y Ryan McGinley). Espectadores y jaraneros reciben folletos con mapas de modo que puedan seguir las caprichosas creaciones en una especie de estrafalaria cacería que incluye actividades extracurriculares como para a comer hamburguesas en cafeterías locales y a bailar el paso eléctrico en Pappy & Harriet, una cantina local.
El pintor Ed Ruscha, los músicos Eric Burdon y Victoria Williams, la artista interpretativa Ann Magnuson y una muestra de guionistas y decoradores de Los Angeles han comprado casas en Joshua Tree en los últimos años, quizás atraídos por su claridad -tanto en actitud como en espacio. Con sus extensas mesetas, caminos para persecuciones en coche y un inmenso cielo de nubes errantes, se parece a esa otra avanzada de arte en el desierto, Marfa, Texas, donde el elemental paisaje y ritmo de cámara lenta son en sí mismos como una obra de arte surrealista.
"Es como si aquí no hubieran reglas, sino solamente supervivencia", dice Thom Merrick, un artista que se mudó desde Nueva York hace varios años debido a que se sentía ‘comprimido’ en la ciudad. "Salgo a caminar todos los días en las colinas", dice. "Y creo que necesito patear las rocas".
Los pueblos mismos tienen un auténtico aire de supervivencia, refrescantemente desprovistos de modernos y finos accesorios. Muchos de los artistas han amueblado sus casas haciendo compras en las polvorientas tiendas de gangas a lo largo de la carretera. (Enormes y horteras lámparas y pinturas de coyotes-aullándole-a-la-luna son artículos muy populares aquí). En la noche, los artistas se reúnen en somnolientos bares como el Palms, con sus rajadas mesas de billar y una máquina de discos con música de vaqueros. En el Beatnik Café, jóvenes de la localidad con piercings y pelo teñido de negro hacen vida social debajo de una escultura de ciencia ficción de un geigerdesco espíritu del venado con raíces de árboles. Las mesas con ordenadores contra la pared con cordones enrollados a propósito le dan al local un aire de ‘Blade Runner’ del desierto.
Los vecinos dicen que Joshua Tree ha sido siempre un refugio de ‘empresarios’. El área fue originalmente una parada de los buscadores de oro en los años de 1870 que acampaban en el Oasis de Mara en Twentynine Palms. En 1938 el gobierno aprobó la llamada Ley de Familias Granjeras [Baby Homestead Act] en un intento de poblar las inhóspitas tierras federales, ofreciendo parcelas de 2.5 hectáreas gratuitamente a cualquiera que quisiera levantar una pequeña estructura. Los granjeros que se acercaron eran una variopinta muestra de desesperados dispuestos a empezar de nuevo en medio de ninguna parte, que con los años incluyó a buen número de artistas, parias y aficionados a los ovnis.
Todavía están muchas de las cabañas originales. Algunas han sido remozadas por sus nuevos propietarios, como Pierson y Zittel, que pintó la suya con el blanco de las galerías de arte minimalistas, amueblándola con rocas volcánicas y trayendo dos contendores para crear un recinto para vivir y trabajar que ella llama A-Z West. Para completar la moderna idea pionera, Zittel construyó docenas de ‘furgonetas’, pequeñas cápsulas de acero inspiradas en las furgonetas, desparramadas entre las rocosas laderas y equipadas con colchonetas de una plaza. Hizo que sus amigos artistas las personalizaran con diseños como llamas ardientes. (Varias de las furgonetas están expuestas en el Museo Whitney de Arte Americano en Altria, Nueva York, hasta el 18 de junio). Otras cabañas yacen abandonadas y ofrecen aspectos fantasmagóricos, con sus ondeantes jirones de papel mural y viejos somieres.
"Lo más grandioso acerca del desierto es que podemos proyectar en él todas nuestras fantasías", dice Zittel. "Llegué aquí buscando una parte de mi misma, una conexión con lo que habría sido si no me hubiese convertido en una artista".
"Joshua Tree es el lugar perfecto para ser visionario y hacer experimentos", dice Linda Taalman, de Taalman Koch, un bufete de arquitectos de Los Angeles. "Tienes la sensación de aislamiento y de que todo es posible".
El apocalíptico jardín de esculturas de un importante artista, Noah Purifoy, sugiere justamente eso. Purifoy, un artista de instalaciones y co-fundador del Centro Artístico Watts Towers en los años sesenta, se mudó al desierto en 1989 y ha pasado los últimos quince años de su vida cubriendo el terreno de una hectárea de tierra reseca con esculturas hechas de desechos reciclados como bandejas de almuerzo de plástico de colores pasteles, ordenares antiguos, inodoros y -mis preferidos- unos rieles de trenes con trenes hechos de viejas ruedas de bicicleta, reproductores de videos y barriles de cerveza.
Arquitectos progresistas, a quienes apetece jugar con filosofías utópicas, también le han echado el ojo a Joshua Tree como la tierra prometida donde las regulaciones urbanísticas para construir son mínimas y los vecinos no se quejan. Este otoño los visitantes podrán visitar la iT House, una estructura prefabricada de aluminio y cristal que está construyendo Taalman Koch Architecture. La firma está colaborando con artistas como Sarah Morris y Liam Gillick para crear tiras gráficas de un vinilo parecido al papel mural que revestirá la casa para cambiar de vistas y filtrar el sol.
Otra firma, Ecoshack, opera un taller de diseños cerca de Joshua Tree donde anfitriones respetuosos del medio-ambiente pueden experimentar con habitaciones temporales como tiendas termales y cápsulas para dormir en forma de burbuja.
George Van Tassel, un auto-proclamado abducido por los ovnis, construyó una cúpula en los años cincuenta que llamó Integratron. Fue comprada por Nancy y Joanne Karl, dos hermanas de Nueva York, hace unos años, y ahora está abierta al público.
Si lo coordinas bien, podrías asistir a una convención sobre ovnis y a conciertos de bandas locales como Concrete Blond y Bauhaus (por alguna razón hay una gran concentración de bandas de Los Angeles de los años ochenta viviendo en Joshua Tree). Es también una especie de santuario para todo el mundo, desde tocadores de didgeridoo hasta el cantante Robert Plant y un profesor que, de acuerdo a Joanne Karl, llegó con un rebaño de ovejas y cabras.
Considera gastar 10 dólares en un ‘baño de sonidos’. Sube a la cúpula, tiéndete en una estera, cierra los ojos y relájate durante media hora mientras una de las hermanas crea una sinfonía de sonidos circundantes usando varios cuencos de cristal. (Se parece un poco a un espectáculo de láser de Pink Floyd, pero sin los láseres y sin Pink Floyd).
Pioneertown, desarrollado en 1945 como un plató de cine por Roy Rogers y otros inversores de Hollywood, es también de muchos modos una instalación artística viva. Es donde se rodaron películas de vaqueros clásicas como ‘La venganza de Cisco Kid’ [The Cisco Kid] y ‘Annie Oakley’, pero que ahora es un pueblo que apenas funciona y se parece más a un plató de David Lynch. A un lado de la polvorienta calle principal con su falsa cárcel y una tienda de ultramarinos hay todavía en funcionamiento una bolera, casas de alquiler y, lo más importante, un Pappy & Harriet’s, un café-restaurante al estilo del Viejo Oeste con cornamentas y mesas de billar que es el centro, junto con el Palms, en Wonder Alley, del ambiente musical local.
Gestionado por los ex neoyorquinos Linda Krantz y Robyn Celia, Pappy & Harriet’s es una parada obligatoria para músicos como Lucinda Williams, PJ Harvey y Leon Russell. En el local se reúnen los domingos las bandas de rock del desierto, entre ellas Gram Rabbit, Angel Thrift y Queen of the Stone Age. La tarde de un jueves reciente, Jessiva von Rabbit, la vocalista de Gram Rabbit, estaba bebiéndose una jarra de cerveza al final de una larga barra de madera, vestida con un abrigo de piel y enormes gafas de sol rojas.
En cualquier otro pequeño pueblo del desierto la aparición a mediodía de esta vampiresa estrella del rock habría provocado miradas hostiles. Pero en Joshua Tree era simplemente otra vecina.
21 de abril de 2006
©new york times
©traducción mQh
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