ser rico ayuda en china
[Don Lee] Los más grandes millonarios viven frugalmente en una sociedad donde muchos miran con sospecha a los ricos.
Pekín, China. El hombre más rico de China ha acumulado una fortuna de casi dos mil millones de dólares, pero vive como un frugal contable.
En la noche, después de salir de su edificio de oficinas de 32 pisos, Huang Guangyu vuelve al modesto apartamento que comparte con su esposa y dos hijas en el sudoeste de Pekín. Rehuye el golf que se ha puesto de moda en China, prefiriendo en su lugar fragmentos de televisión. Dice que no tiene hobbies.
"No sé hacer otra cosa", dice Huang.
En Estados Unidos, el ascenso de Huang -de chico que abandonó la escuela secundaria a hombre más rico de China- sería celebrado como una historia de Horatio Alger [1832-1899; autor de libros de aventuras juveniles en los que el trabajo duro supera a la pobreza]. Pero en China, donde la corrupción es desenfrenada, muchos creen que las 300 mil personas que se hicieron millonarias en las últimas dos décadas lo hicieron al modo antiguo: robando a las masas.
Huang, 36, y otros nuevos ricos se encuentran aquí en un extremo de la mayor brecha entre ricos y pobres desde la fundación de la China comunista en 1949. Pekín se ha visto confrontada por una creciente avalancha de motines de campesinos y trabajadores pobres disgustados por la pérdida de sus tierras y fábricas a manos de barones del robo. Las protestas han engendrado llamados de algunos intelectuales a poner freno a lo que dicen que es un capitalismo desbocado.
"Tenemos demasiados ricos misteriosos. Otros admiran su dinero, pero ponen en duda la moralidad de su origen", dice Víctor Yuan, analista del Grupo de Investigación Horizonte, de Pekín. "Se han hecho ricos silenciosamente".
Huang, accionista mayoritario de la cadena de tiendas de electrodomésticos Gome Electrical Appliances, la versión china de Best Buy, conoce el otro lado de la división de la riqueza. El segundo de cuatro hijos, nació en una aldea predominantemente católica cerca de Shantou, una ciudad costera en la sureña provincia de Guangdong, célebre por sus empresarios.
En una entrevista, Huang recordó haber crecido con hambre. Pero su madre, Zeng Changmin, le contó muchas historias. Le contó las aventuras de sus ancestros que viajaron a Tailandia a comerciar azúcar y frijoles, e intercambiar historias de la Biblia.
Una historia le causó una profunda impresión es la parábola de los talentos, de Jesús, en la que un maestro recompensa a dos criados que invirtieron los regalos de dinero, y castiga a un tercero por enterrar su dinero en la tierra.
Huang dijo que iba a misa todas las semanas. No rezaba para ser rico, pero quería librarse de la pobreza de su pueblo -unas 300 familias que vivían del cultivo del arroz y trigo en pequeñas parcelas. La gente que conoce a Huang dice que los otros niños de la aldea se mofaban de él, su hermano mayor y sus dos hermanas menores, porque eran más pobres que sus vecinos.
"Yo tenía tres alternativas", dice. "Ir a la escuela, ser soldado o encontrar mi modo de sobrevivir". Estudiar era caro, dice Huang, y el ejército no quería niños simplones como él.
Así que a los 16 él y su hermano se marcharon hacia Mongolia Interior, viajando en tren durante días a la búsqueda de oportunidades, a 2.250 kilómetros. Vendían radios y pequeños artefactos eléctricos. Pero el dúo sólo duró unos meses, dice Huang. Con algo más de cien dólares se encaminaron hacia las brillantes luces de Pekín.
Cuando Huang y su hermano llegaron aquí en 1986, Mao Tse-tung había muero hacía diez años y la adopción de China del capitalismo estaba tomando forma. A la gente se le permitió empezar negocios, los ingresos subieron y los consumidores estaban pidiendo neveras y máquinas de lavar.
"Ir a Pekín fue un momento decisivo de mi vida", dice Huang, excitado.
Los hermanos alquilaron un puesto cerca de la Plaza de Tiananmen. Sin dinero para comprar mercaderías, Huang colocó dentro cajas de televisión vacías para causar la impresión de que estaba lleno, dice Liu Hongyan, autor de una biografía de Huang. Cuando los clientes pedían un artículo, Huang corría fuera y lo compraba a otro comerciante, acarreándola de vuelta en un triciclo y vendiéndola con beneficios.
Los analistas dicen que 17 años después Huang utilizaría la misma astucia para catapultar a Gome al tope del comercio detallista de China, con unos 60 billones de dólares. Después de que Huang estableciera una cadena de 120 tiendas, seleccionó 90 de los puntos de venta más rentables de Gome para incluirlos en una lista de una compañía que participaría en la bolsa de Hong Kong. Mantuvo privados los 30 puntos más rezagados, de modo que la gente viera solamente el lado positivo de Gome, de acuerdo a Wang Jizhou, un analista de Alliance Investment Consulting, en Pekín.
"Es como si Huang tuviera dos botellas -una con vino, otra con agua-, pero los inversores creían que las dos botellas eran de vino", dijo Wang.
Con unos 400 millones de dólares del listado y 150 millones de dólares de la financiera estadounidense privada Warburg Pincus, Huang ha más que duplicado el número de tiendas en los últimos dos años a unas 460 en 131 ciudades. Su fuerza de trabajo es de 100 mil empleados.
A menudo comparado aquí con el fundador de Wal-Mart, Sam Walton, Huang trata de aumentar las ventas ofreciendo los precios más bajos. Elimina a los intermediarios y negocia directamente con las fábricas emergentes, como el fabricante de electrodomésticos Haier, comprando enormes volúmenes de mercaderías y rebajando los precios al consumidor tan profundamente que sus rivales tienen problemas en competir.
Huang no pide excusas por su éxito, pero admite que el desarrollo de Gome ha atraído un montón de atención. Muchos analistas dicen que Huang se abrió camino hacia la cumbre sin la ayuda especial de funcionarios de gobierno.
Cuando Gome abrió su punto de venta más grande de Pekín en julio, más de cien mil personas se apiñaron en la tienda, tan grande como un Wal-Mart Supercenter, llevándose televisores a color de 21 pulgadas a 79 dólares y hornos microondas a 36 dólares.
Estaba tan atiborrada "que no te podías mover dentro", dijo la gerente de la tienda, Wang Liqun. A pesar de su oficina del tamaño de un clóset, la encargada de 37 años dice que su salario ha aumentado siete veces desde los 170 dólares mensuales que empezó ganando hace diez años como vendedora de Gome.
Los rivales Huang, sin embargo, dicen que usa su poder en el mercado y su influencia ante fabricantes para estrujar a los competidores. Algunos lo llaman ‘el carnicero de los precios’. Los fabricantes se quejan de que Huang puede ser autoritario, aunque dicen que sí paga sus cuentas.
Analistas y otros familiarizados con la compañía dicen que Huang hace micro administración y a menudo reestructura su personal superior, creando una atmósfera de temor. Los ejecutivos de Gome no quisieron hacer comentarios.
En el reverso de la tarjeta de visita de Wang y de las de todos los empleados se leen las tres reglas capitales de Huang: No aceptéis regalos de clientes. No os dejéis sobornar. No uséis vuestra posición en beneficio personal.
Impreso en la parte de abajo hay un número de teléfono para que la gente informe malas conductas de los empleados.
Huang dice que las reglas reflejan su educación religiosa.
"La disciplina de la iglesia es bastante estricta", dice Huang, que ha donado dinero para construir una iglesia, una guardería infantil y una residencia de ancianos en su pueblo. "Ha sido muy útil ayudándome a tratar con la gente".
Lu Renbo, un analista afiliado al Consejo de Estado, la más importante agencia de la administración china, dice que Huang está preocupado de que sus empleados "formen sus propios círculos de relaciones, o, como dicen los chinos, ocupen sus propias colinas".
Lu atribuye el éxito de Huang parcialmente a su sentido de la oportunidad. Hace algunos años, Huang descubrió que podía retrasar los pagos a los fabricantes, lo que le permitía aprovechar las enormes sumas de dinero que generaban sus tiendas para invertirlas en la propiedad inmobiliaria. Los analistas dicen que Huang, que también controla Eagle Investments, con el auge del mercado de la propiedad inmobiliaria, ha cosechado considerables beneficios comprando y construyendo edificios de oficinas y casas.
Para las Olimpiadas de Pekín en 2008, Huang espera duplicar el número de tiendas de electrodomésticos a mil, e incrementar las ventas anuales a 15 billones de dólares -de 6 billones de dólares en 2005. Pero hace frente a restricciones reguladoras e incertidumbres políticas.
Aunque al gobierno le place que compañías privadas como Gome estén creando empleos y pagando impuestos, hace crecientemente frente a presiones para abreviar la brecha de ingresos. A mucha gente le gustaría que Pekín saque de los ricos para dar a los pobres. Los ricos son a menudo retratados en los medios de comunicación como gente que evade los impuestos y bandidos que trabajan con jefes del partido para expropiar tierras y apropiarse de los capitales de compañías estatales.
El urbanista de Shanghai, Zhou Zhengyi, ex vendedor callejero de fideos y ropa interior que utilizó sus conexiones políticas para convertirse en uno de los hombres más ricos de China, es citado como un perfecto ejemplo. El flamante urbanista de 43 años está cumpliendo una pena de tres años de cárcel por falsificar documentos y manipular la bolsa.
Hace poco Pekín impuso fuertes impuestos a los yates, relojes caros y coches grandes. Líderes del partido están también considerando fijar impuestos más altos a los ricos.
Ciudades como Pekín y Shanghai, que quieren proteger a los pequeños empresarios, han decretado recientemente restricciones sobre dónde pueden los grandes almacenes abrir sus tiendas. Aunque esa política limitará a los rivales de Huang, cadenas extranjeras como Best Buy tienen más recursos que Gome.
Lu, el funcionario del Consejo de Estado, dice que Pekín, aunque preocupado con la brecha en los ingresos, debería prestar más atención a los negocios nacionales como Gome.
"Lo que realmente importa es que debemos preparar a nuestros gigantes detallistas para pelear con los lobos del extranjero", dice Lu. "Muchas de las compañías estatales son débiles, pero esas empresas privadas son lobos ellas mismas".
Huang dijo que él también se preocupaba sobre la enorme división de la riqueza en su país. Pero dijo que estaba ayudando de abreviar la brecha, no a ampliarla. Huang dijo que pensaba contratar a 20 mil empleados más este año.
Después de 20 años de crear sus propias oportunidades, Huang dijo que no quería ningún favor especial del gobierno. Pero, dijo, "simplemente espero que nos traen igual que a los otros".
En la noche, después de salir de su edificio de oficinas de 32 pisos, Huang Guangyu vuelve al modesto apartamento que comparte con su esposa y dos hijas en el sudoeste de Pekín. Rehuye el golf que se ha puesto de moda en China, prefiriendo en su lugar fragmentos de televisión. Dice que no tiene hobbies.
"No sé hacer otra cosa", dice Huang.
En Estados Unidos, el ascenso de Huang -de chico que abandonó la escuela secundaria a hombre más rico de China- sería celebrado como una historia de Horatio Alger [1832-1899; autor de libros de aventuras juveniles en los que el trabajo duro supera a la pobreza]. Pero en China, donde la corrupción es desenfrenada, muchos creen que las 300 mil personas que se hicieron millonarias en las últimas dos décadas lo hicieron al modo antiguo: robando a las masas.
Huang, 36, y otros nuevos ricos se encuentran aquí en un extremo de la mayor brecha entre ricos y pobres desde la fundación de la China comunista en 1949. Pekín se ha visto confrontada por una creciente avalancha de motines de campesinos y trabajadores pobres disgustados por la pérdida de sus tierras y fábricas a manos de barones del robo. Las protestas han engendrado llamados de algunos intelectuales a poner freno a lo que dicen que es un capitalismo desbocado.
"Tenemos demasiados ricos misteriosos. Otros admiran su dinero, pero ponen en duda la moralidad de su origen", dice Víctor Yuan, analista del Grupo de Investigación Horizonte, de Pekín. "Se han hecho ricos silenciosamente".
Huang, accionista mayoritario de la cadena de tiendas de electrodomésticos Gome Electrical Appliances, la versión china de Best Buy, conoce el otro lado de la división de la riqueza. El segundo de cuatro hijos, nació en una aldea predominantemente católica cerca de Shantou, una ciudad costera en la sureña provincia de Guangdong, célebre por sus empresarios.
En una entrevista, Huang recordó haber crecido con hambre. Pero su madre, Zeng Changmin, le contó muchas historias. Le contó las aventuras de sus ancestros que viajaron a Tailandia a comerciar azúcar y frijoles, e intercambiar historias de la Biblia.
Una historia le causó una profunda impresión es la parábola de los talentos, de Jesús, en la que un maestro recompensa a dos criados que invirtieron los regalos de dinero, y castiga a un tercero por enterrar su dinero en la tierra.
Huang dijo que iba a misa todas las semanas. No rezaba para ser rico, pero quería librarse de la pobreza de su pueblo -unas 300 familias que vivían del cultivo del arroz y trigo en pequeñas parcelas. La gente que conoce a Huang dice que los otros niños de la aldea se mofaban de él, su hermano mayor y sus dos hermanas menores, porque eran más pobres que sus vecinos.
"Yo tenía tres alternativas", dice. "Ir a la escuela, ser soldado o encontrar mi modo de sobrevivir". Estudiar era caro, dice Huang, y el ejército no quería niños simplones como él.
Así que a los 16 él y su hermano se marcharon hacia Mongolia Interior, viajando en tren durante días a la búsqueda de oportunidades, a 2.250 kilómetros. Vendían radios y pequeños artefactos eléctricos. Pero el dúo sólo duró unos meses, dice Huang. Con algo más de cien dólares se encaminaron hacia las brillantes luces de Pekín.
Cuando Huang y su hermano llegaron aquí en 1986, Mao Tse-tung había muero hacía diez años y la adopción de China del capitalismo estaba tomando forma. A la gente se le permitió empezar negocios, los ingresos subieron y los consumidores estaban pidiendo neveras y máquinas de lavar.
"Ir a Pekín fue un momento decisivo de mi vida", dice Huang, excitado.
Los hermanos alquilaron un puesto cerca de la Plaza de Tiananmen. Sin dinero para comprar mercaderías, Huang colocó dentro cajas de televisión vacías para causar la impresión de que estaba lleno, dice Liu Hongyan, autor de una biografía de Huang. Cuando los clientes pedían un artículo, Huang corría fuera y lo compraba a otro comerciante, acarreándola de vuelta en un triciclo y vendiéndola con beneficios.
Los analistas dicen que 17 años después Huang utilizaría la misma astucia para catapultar a Gome al tope del comercio detallista de China, con unos 60 billones de dólares. Después de que Huang estableciera una cadena de 120 tiendas, seleccionó 90 de los puntos de venta más rentables de Gome para incluirlos en una lista de una compañía que participaría en la bolsa de Hong Kong. Mantuvo privados los 30 puntos más rezagados, de modo que la gente viera solamente el lado positivo de Gome, de acuerdo a Wang Jizhou, un analista de Alliance Investment Consulting, en Pekín.
"Es como si Huang tuviera dos botellas -una con vino, otra con agua-, pero los inversores creían que las dos botellas eran de vino", dijo Wang.
Con unos 400 millones de dólares del listado y 150 millones de dólares de la financiera estadounidense privada Warburg Pincus, Huang ha más que duplicado el número de tiendas en los últimos dos años a unas 460 en 131 ciudades. Su fuerza de trabajo es de 100 mil empleados.
A menudo comparado aquí con el fundador de Wal-Mart, Sam Walton, Huang trata de aumentar las ventas ofreciendo los precios más bajos. Elimina a los intermediarios y negocia directamente con las fábricas emergentes, como el fabricante de electrodomésticos Haier, comprando enormes volúmenes de mercaderías y rebajando los precios al consumidor tan profundamente que sus rivales tienen problemas en competir.
Huang no pide excusas por su éxito, pero admite que el desarrollo de Gome ha atraído un montón de atención. Muchos analistas dicen que Huang se abrió camino hacia la cumbre sin la ayuda especial de funcionarios de gobierno.
Cuando Gome abrió su punto de venta más grande de Pekín en julio, más de cien mil personas se apiñaron en la tienda, tan grande como un Wal-Mart Supercenter, llevándose televisores a color de 21 pulgadas a 79 dólares y hornos microondas a 36 dólares.
Estaba tan atiborrada "que no te podías mover dentro", dijo la gerente de la tienda, Wang Liqun. A pesar de su oficina del tamaño de un clóset, la encargada de 37 años dice que su salario ha aumentado siete veces desde los 170 dólares mensuales que empezó ganando hace diez años como vendedora de Gome.
Los rivales Huang, sin embargo, dicen que usa su poder en el mercado y su influencia ante fabricantes para estrujar a los competidores. Algunos lo llaman ‘el carnicero de los precios’. Los fabricantes se quejan de que Huang puede ser autoritario, aunque dicen que sí paga sus cuentas.
Analistas y otros familiarizados con la compañía dicen que Huang hace micro administración y a menudo reestructura su personal superior, creando una atmósfera de temor. Los ejecutivos de Gome no quisieron hacer comentarios.
En el reverso de la tarjeta de visita de Wang y de las de todos los empleados se leen las tres reglas capitales de Huang: No aceptéis regalos de clientes. No os dejéis sobornar. No uséis vuestra posición en beneficio personal.
Impreso en la parte de abajo hay un número de teléfono para que la gente informe malas conductas de los empleados.
Huang dice que las reglas reflejan su educación religiosa.
"La disciplina de la iglesia es bastante estricta", dice Huang, que ha donado dinero para construir una iglesia, una guardería infantil y una residencia de ancianos en su pueblo. "Ha sido muy útil ayudándome a tratar con la gente".
Lu Renbo, un analista afiliado al Consejo de Estado, la más importante agencia de la administración china, dice que Huang está preocupado de que sus empleados "formen sus propios círculos de relaciones, o, como dicen los chinos, ocupen sus propias colinas".
Lu atribuye el éxito de Huang parcialmente a su sentido de la oportunidad. Hace algunos años, Huang descubrió que podía retrasar los pagos a los fabricantes, lo que le permitía aprovechar las enormes sumas de dinero que generaban sus tiendas para invertirlas en la propiedad inmobiliaria. Los analistas dicen que Huang, que también controla Eagle Investments, con el auge del mercado de la propiedad inmobiliaria, ha cosechado considerables beneficios comprando y construyendo edificios de oficinas y casas.
Para las Olimpiadas de Pekín en 2008, Huang espera duplicar el número de tiendas de electrodomésticos a mil, e incrementar las ventas anuales a 15 billones de dólares -de 6 billones de dólares en 2005. Pero hace frente a restricciones reguladoras e incertidumbres políticas.
Aunque al gobierno le place que compañías privadas como Gome estén creando empleos y pagando impuestos, hace crecientemente frente a presiones para abreviar la brecha de ingresos. A mucha gente le gustaría que Pekín saque de los ricos para dar a los pobres. Los ricos son a menudo retratados en los medios de comunicación como gente que evade los impuestos y bandidos que trabajan con jefes del partido para expropiar tierras y apropiarse de los capitales de compañías estatales.
El urbanista de Shanghai, Zhou Zhengyi, ex vendedor callejero de fideos y ropa interior que utilizó sus conexiones políticas para convertirse en uno de los hombres más ricos de China, es citado como un perfecto ejemplo. El flamante urbanista de 43 años está cumpliendo una pena de tres años de cárcel por falsificar documentos y manipular la bolsa.
Hace poco Pekín impuso fuertes impuestos a los yates, relojes caros y coches grandes. Líderes del partido están también considerando fijar impuestos más altos a los ricos.
Ciudades como Pekín y Shanghai, que quieren proteger a los pequeños empresarios, han decretado recientemente restricciones sobre dónde pueden los grandes almacenes abrir sus tiendas. Aunque esa política limitará a los rivales de Huang, cadenas extranjeras como Best Buy tienen más recursos que Gome.
Lu, el funcionario del Consejo de Estado, dice que Pekín, aunque preocupado con la brecha en los ingresos, debería prestar más atención a los negocios nacionales como Gome.
"Lo que realmente importa es que debemos preparar a nuestros gigantes detallistas para pelear con los lobos del extranjero", dice Lu. "Muchas de las compañías estatales son débiles, pero esas empresas privadas son lobos ellas mismas".
Huang dijo que él también se preocupaba sobre la enorme división de la riqueza en su país. Pero dijo que estaba ayudando de abreviar la brecha, no a ampliarla. Huang dijo que pensaba contratar a 20 mil empleados más este año.
Después de 20 años de crear sus propias oportunidades, Huang dijo que no quería ningún favor especial del gobierno. Pero, dijo, "simplemente espero que nos traen igual que a los otros".
Cao Jun contribuyó a este reportaje.
29 de abril de 2006
©los angeles times
©traducción mQh
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