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venezolanos protestan en las calles


[Monte Reel] Multitudinarias protestas por alarmante tasa de homicidios crean reto político para Chávez.
Caracas, Venezuela. El hinchado cardenal en la mejilla de Dorian Ricardo era rosado en el medio, marcando el punto preciso donde fue golpeado con la culata de una pistola antes de que el atracador le robara su caja de electricista de cien dólares.
Ahora está pensando en la venganza. Parado frente a la oficina de la policía forense para presentar un informe oficial, Ricardo admitió que tenía poca fe en la justicia venezolana. Pero por cincuenta dólares, dijo, podía contratar a alguien para que matara al atracador.
"Si no eres rico, la policía ni siquiera se interesa en oír tu caso", dijo un humillado Ricardo, 41, que describió a su agresor como un matón de barrio. "Es por eso que tanta gente aquí se está tomando la justicia por sus manos. Tienes que hacer algo para proteger a tu familia. Yo tengo que hacer algo, porque al hombre que me asaltó lo veo todos los días".
Es este tipo de ciclos lo que da a Venezuela un sólido derecho al dudoso título de ser la capital mundial de los delitos violentos. De acuerdo a cifras de Naciones Unidas, las tasas de violencia relacionada con el uso de armas son las más altas del planeta. El fétido hedor que viene de la comisaría de policía -un edificio que hace las veces de morgue- es un podrido derivado de una tasa de homicidio que en los últimos años ha eclipsado la de Colombia, un país desgarrado por un conflicto civil de 40 años entre milicias armadas. Las balas vuelan tan a menudo en Caracas que incluso el camión blanco que traslada a los cadáveres desde los barrios al edificio forense tiene un agujero de bala en la puerta del lado del conductor.
La frustración entre los venezolanos hastiados de la delincuencia se ha convertido recientemente en un problema político que ha cristalizado en multitudinarias manifestaciones callejeras exigiendo que el gobierno de Hugo Chávez haga algo para frenar la violencia. Los opositores a Chávez están tratando de convertir la delincuencia en un tema central de las elecciones presidenciales de diciembre, exigiendo acción a un presidente que dicen que ha desdeñado el problema desde que asumiera el poder en 1999.
Muchos de los manifestantes han sugerido que Chávez ha dividido a la sociedad venezolana con sus frecuentes críticas a la clase alta del país, una retórica, dicen, que ha incitado a las clases bajas a la violencia contra los ricos. También dicen que los delitos contra los pobres han sido pasados por alto por una fuerza policial manchada por una extendida corrupción.
Venezuela, un país de 26 millones de habitantes, tiene un promedio de casi diez mil homicidios al año desde que Chávez asumió la presidencia. La tasa de homicidios de 37 muertes por cada cien mil habitantes es más que el doble que en los años noventa.
Aunque el número de homicidios reportados alcanzó un punto álgido con 11.900 en 2003, la indignación pública alcanzó un punto culminante en las últimas semanas después de varios casos altamente publicitados. Tres hermanos adolescentes venezolano-canadienses fueron encontrados muertos con su chofer después de ser secuestrados por hombres armados en uniformes policiales en Caracas, y un conocido hombre de negocios nacido en Italia fue asesinado después de ser secuestrado en un control policial temporal cerca de la capital.
Entre los sospechosos detenidos por el asesinato del empresario había dos agentes de policía, uno de ellos en servicio activo. Su posible participación exacerbó la sensación que comparten muchos venezolanos sobre la policía: que son parte del problema, no de la solución.
"Aquí todo se mueve con dinero", dijo Sandra Molina, quejándose sobre la corrupción de la policía. "Esperamos que el hombre que hizo esto no encuentre a nadie a quien pagar para hacer desaparecer todo".
El gobierno ha respondido a las recientes quejas prometiendo reformar a la policía y con un programa de compra de armas en manos de ciudadanos. Pero no es probable que esas medidas mitiguen los temores de los que creen que la solución al problema de la creciente violencia exige cambios estructurales más profundos.
"La respuesta típica del gobierno venezolano, históricamente, ha sido la evasión, siguiendo la ley de la menor resistencia y una completa falta de responsabilidad", dice Rafael Rivero Muñoz, fundador de una de las más importantes unidades policiales de investigación de Venezuela que trabaja ahora como consultor. "Hay una ausencia de voluntad política para cambiar las cosas porque la delincuencia causa temor y ese temor ayuda al gobierno a controlar a la gente. Ni el gobierno ni la oposición quieren destruir la maquinaria que les ayudará en el futuro".
A pesar de los millones de dólares que inundan a Venezuela, el quinto más grande exportador de petróleo del mundo, todo intento de parar la violencia ha sido eclipsado por otras prioridades de Chávez, especialmente su llamado a reducir la pobreza a través de programas sociales y a forjar una alianza regional para hacer frente a la influencia política de Estados Unidos en América Latina. La idea es que oportunidades económicas más amplias, hechas posible por los programas sociales, a largo plazo reducirán la delincuencia. Pero la falta de una estrategia directa de lucha contra el crimen ha sido la causa de gran parte del descontento en las calles el mes pasado.
"Un montón de gente votó por Chávez con la esperanza de que traería orden al problema de los crímenes violentos, y eso no ocurrió", dice Marcos Tarre, un analista de seguridad pública en Caracas. "El gobierno no tiene una política clara de seguridad pública. En lugar de eso ha habido una manera simplista y errónea de pensar de que el problema es responsabilidad de los militares".
Tarre dijo que en Venezuela se cree a menudo que la policía gana sus posiciones por medio de lealtades políticas, lo que refuerza la percepción tradicional de la corrupción de sus filas. Sin embargo, Chávez ha seguido siendo popular entre la población general -la mayoría vive en la pobreza- en parte debido a que pocos lo acusan directamente a él por la delincuencia.
"Algunos policías hacen su trabajo y otros no", dice Carmen Guzmán, 35, que dice que se preocupa por la seguridad de su hijo de 16. "Es un problema con la sociedad: cada día hay más violencia. Gracias a Dios que no nos ha pasado nada, pero hace poco mataron a un niño de 15 que vivía cerca de nosotros".
La percepción de que el peligro está cada vez más cerca es claramente observable para Eduardo Carvallo, un psicoanalista en el rico barrio de Las Mercedes. Cree que los incendiarios discursos de Chávez con su énfasis en crear un cambio fundamental del poder desde los ricos a los desposeídos crean ansiedades -al menos entre las clases pudientes.
"Hay un discurso público ahora que dice que hay un grupo de gente contra otro -eso es nuevo para nosotros", dice Carvallo, que lleva 18 años en su práctica privada. "Antes yo gastaba muy poco tiempo hablando acerca de sus ambientes, pero ahora tres cuartas partes de las sesiones son para escucharlos discutir sus ambientes, sus temores por la seguridad de sus familias, sus fantasías sobre que son robados o agredidos".
Carvallo dice que ha discutido el fenómeno con otros psiquiatras en Caracas, que han repetido sus observaciones.
"Es un cambio importante, porque cuando me hice psiquiatra el objetivo era ayudar a la gente a superar sus problemas para que fueran más felices", dijo Carvallo. "Creo que eso ha cambiado en los últimos cinco años, y el objetivo ahora es enseñarles a sobrevivir".

10 de mayo de 2006
©washington post
©traducción mQh
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