ley y caos en iraq 1
Tres años después, la policía es una fuerza apaleada e ineficiente que ha ayudado a llevar a Iraq al borde de la guerra civil. Las unidades policiales son acusadas de organizar escuadrones de la muerte y trabajar para poderosos grupos políticos o simplemente por beneficios económicos. Los ciudadanos, profundamente desconfiados del cuerpo, están organizando en los barrios sus propios grupos de seguridad. Los asesinatos de agentes de policía están a la orden del día. Este año han sido asesinados al menos 547, casi tantos como las bajas de soldados iraquíes y estadounidenses juntos, según muestran los archivos.
La policía, postulada inicialmente por el gobierno de Bush como una piedra angular de la nueva democracia, en Iraq se ha convertido al contrario en parte de la sombría constelación de misteriosos comandos, despiadadas milicias políticas y otros grupos armados.
El nuevo primer ministro de Iraq y alto funcionarios estadounidenses dicen ahora que el futuro del país -y la posibilidad de que Estados Unidos retire sus tropas- depende en gran medida de si se puede reformar a la policía y poner coto a los grupos ilegales.
Como gran parte de lo que ha definido el curso de la guerra, las realidades en el terreno en Iraq no corresponden con los planes en Washington. Un análisis del proyecto estadounidense de adiestrar la fuerza policial en Iraq, hecho sobre la base de entrevistas con varias decenas de funcionarios americanos e iraquíes, informes policiales internos y visitas a comisarías de policía iraquíes y campos de adiestramiento, revela una cascada de errores de evaluación de parte de funcionarios de la Casa Blanca y del Pentágono, que han subestimado repetidas veces el papel que Estados Unidos debe jugar en la reconstrucción de la policía y en la mantención del orden en general.
Antes de la guerra, el gobierno de Bush desechó como innecesario un plan respaldado por el ministerio de Justicia para reconstruir la fuerza policial mediante el despliegue de miles de asesores civiles estadounidenses. Actuales y antiguos funcionarios de gobierno dijeron en entrevistas que dependían entonces de las evaluaciones de la CIA, que decía que la policía iraquí estaba bien adiestrada. La CIA dijo que su evaluación no decía nada parecido.
Tras la caída de Bagdad, cuando la mayoría de los agentes de la policía iraquí abandonaron sus puestos, una segunda propuesta del equipo del ministerio de Justicia para destinar 6.600 asesores de policía fue reducida a 1.500, y luego abandonada. Durante los primeros ocho meses de la ocupación -mientras la delincuencia y la resistencia reinaban en las calles- Estados Unidos desplegó 50 asesores policiales en Iraq.
Contra las objeciones de Colin L. Powell, secretario de estado entonces, el plan fue finalmente reducido a 500 asesores. El resultado fue que un capitán de policía de Carolina del Norte tuvo bajo su mando a 40 estadounidenses para el adiestramiento de 20 mil policías iraquíes en cuatro provincias en el sur de Iraq.
En todo Iraq los estadounidenses se dieron cuenta de que al tratar de reconstruir la fuerza iraquí, estaban actuando contra el legado de Saddam Hussein.
La fuerza policial era no sólo inepta y corrupta, sino además tras la invasión grupos tribales, religiosos y criminales contendientes estaban compitiendo por el control de la policía. Sin embargo, durante gran parte del año pasado, los asesores estadounidenses fueron capaces de supervisar regularmente menos de la mitad de las mil comisarías de policía de Iraq, donde incluso los agentes libres de influencias deshonestas carecían de habilidades policiales básicas, como cómo disparar un arma o investigar un delito.
Mientras que incluso una fuerza policial viable no habría podido detener por sí sola la resistencia y el caos que finalmente engulló a Iraq, los funcionarios involucrados reconocen que el esfuerzo temprano, vacilante, de reconstruir la fuerza fue una oportunidad perdida.
Frank Miller, ex funcionario del Consejo de Seguridad Nacional que coordinaba el esfuerzo americano de gobernar Iraq de 2003 a 2005, concedió en una entrevista que el gobierno no puso suficiente énfasis en la policía.
"Después de la caída de Bagdad debió prestarse más atención a la policía", dijo Miller, uno de los funcionarios que objetó la propuesta original de desplegar miles de asesores. "Eso es obvio. Iraq necesitaba ley y orden".
Los intentos que hubo de adiestrar a la policía se vieron estropeados por la pobre coordinación, dijeron funcionarios civiles y militares. Durante los primeros dos años de la guerra, tres diferentes grupos oficiales desarrollaron tres planes diferentes de adiestramiento de la policía iraquí, ignorando todos ellos la existencia de los demás.
Bernard B. Kerik, ex comisionado de la policía de Ciudad de Nueva York enviado a Iraq en 2003 para dirigir la misión policial, dijo que los funcionarios del Pentágono le avisaron con diez días de antelación y le proporcionaron muy poca orientación.
"Retrospectivamente todavía no sé cuál era su plan", dice Kerik. Sin experiencia en Iraq, y poco tiempo para prepararse, dijo que se preparó para su trabajo en Iraq mirando documentales del canal A&E sobre Saddam Hussein.
El adiestramiento de terreno de la policía iraquí, el elemento más crítico del proyecto, fue dejado en manos de DynCorp International, una compañía con sede en Irving, Tejas, que recibió contratos por 750 millones de dólares. Los asesores, muchos de ellos agentes retirados de pequeñas ciudades, dijeron que llegaron a Iraq y se encontraron pronto atrapados entre agencias de gobierno con personal insuficiente, funcionarios de la compañía concentrados más en los resultados finales que en otra cosa y miles de agentes iraquíes clamando por ayuda.
Cuando quedó claro que el proyecto civil de DynCorp estaba resquebrajándose, oficiales militares estadounidenses se encargaron del adiestramiento de la policía en 2004, dependiendo de unidades de comandos fuertemente armados que habían sido formadas por los iraquíes. Al año algunos sunníes dijeron que algunas unidades habían sido infiltradas por las milicias chiíes y estaban secuestrando, torturando y ejecutando a cientos de sunníes.
En entrevistas, funcionarios de la Casa Blanca y del Pentágono defendieron sus decisiones diciendo que habría sido imposible encontrar a miles de asesores calificados dispuestos a ir a Iraq y que el despliegue de grandes números de agentes extranjeros habrían enfadado a los iraquíes y causado pasividad.
"Siempre que fuera posible, era preferible un enfoque liviano antes que aplicar mano dura", dijo en una respuesta escrita el Consejo de Seguridad Nacional. "La estrategia era apoyar a los iraquíes en todo lo posible y prepararlos para su trabajo, no apoderarnos de sus funciones".
Funcionarios de gobierno dicen que la resistencia, más que cualquier otro factor, ha retrasado su progreso. Mientras que el adiestramiento de campo ha sido limitado, señalan que la mayor parte de los 152 mil agentes de policía han asistido a una de las nueve nuevas academias de adiestramiento, algunos por períodos de hasta diez semanas.
Esta primavera, tres años después de que funcionarios de gobierno rechazaran el gran proyecto americano de adiestramiento, los comandantes estadounidenses están adoptando exactamente el mismo enfoque. Declarando 2006 el año de la policía, el Pentágono despachó un total de tres mil soldados estadounidenses y contratistas de DynCorp para adiestrar y supervisar a reclutas y agentes de policía en todo Iraq.
Comandantes americanos ven ahora la fuerza, que debe crecer a 190 mil hombres, como la pezonera de una nueva estrategia para proteger a la población, defender los proyectos de reconstrucción y facilitar la retirada de las tropas estadounidenses de Iraq.
Pero la política iraquí dificulta el avance. La guerra sobre quién dirigirá el ministerio del Interior, que controla la policía del país, ha paralizado durante semanas la creación de un nuevo gobierno iraquí. Incluso ayer se anunció al nuevo gobierno sin que ese puesto estuviese ocupado. Funcionarios iraquíes dijeron que habían decidido que el nuevo ministro del Interior debía ser políticamente independiente, libre de la mancha de los escuadrones de la muerte, alguien que pudiera convencer a los sunníes de Iraq de que la policía no era su enemigo.
Y las condiciones en el terreno hacen que el progreso sea todavía más difícil.
El coronel Muhammad Raghab Fahmy, comandante de policía de Bagdad, dijo que la policía se esforzaba por realizar las funciones más elementales. "Necesitan armas", dijo, y tienen que aprender "a usar los vehículos, aprender a manejar un puesto de control, a mejorar su redacción y saber cómo reaccionar cuando son atacados".
El Plan de Preguerra
En marzo de 2003, tres semanas antes de que las tropas americanas invadieran Iraq, el teniente general Jay Garner, que se retiró del ejército en 1997, se reunió con altos funcionarios del Consejo de Seguridad Nacional para informales sobre sus planes de conducción del país después del derrocamiento de Hussein.
Sacado de su trabajo civil en una compañía que trabajaba para la defensa seis semanas antes, el general Garner, el franco militar que dirigió las operaciones de ayuda en el norte de Iraq después de la primera Guerra del Golfo Pérsico, estaba tratando de formar un equipo y de formular un plan para controlar un país conflictivo del tamaño de California.
El general Garner y sus ayudantes creían que se necesitaría un gran número de agentes de policía americanos y europeos tanto para adiestrar a la nueva fuerza policial iraquí como para ayudarla a controlar un país que temían que pudiera deslizarse rápidamente en el caos.
En la reunión de marzo, el general Garner planteó un ambicioso plan de Richard Mayer, un experto en adiestramiento policial del ministerio de Justicia en su equipo, para enviar cinco mil asesores estadounidenses y extranjeros a Iraq. Mayer dijo que su detallado y extenso plan incluía organigramas, presupuestos y programas.
La propuesta era dramática, pero no sin precedentes. En Kosovo, un décimo del tamaño de Iraq, las Naciones Unidas destinaron 4.800 agentes de policía. En Bosnia, dos mil agentes de policía internacionales adiestraron y supervisaron a las fuerzas locales.
Dos lecciones se aprendieron en los Balcanes, dijo Mayer. "Ley y orden primero", una advertencia de que si no se logra crear una fuerza policial y una estructura judicial efectivas, los proyectos de reconstrucción podrían paralizarse. Segundo, introducir en las comisarías de policía locales a asesores extranjeros también ayudaría a asegurar que los cadetes apliquen su formación en la academia en el terreno y contribuiría a impedir la brutalidad, la corrupción y la infiltración por cuenta de las milicias, dijo Mayer.
El general Garner dijo que él y otros en su equipo también advirtieron a funcionarios de gobierno que la policía iraquí, después de décadas de abandono y corrupción, se derrumbaría después de la invasión. La policía estaba "en el eslabón más bajo de la cadena de seguridad", dijo el general Garner en una entrevista. "No tenían adiestramiento. No hacían patrullas".
En febrero, Robert M. Perito, un experto policial y ex funcionario del Consejo de Seguridad Nacional y de los ministerios de Asuntos Exteriores y Justicia, recomendó a la Comisión de Defensa que se despachara a Iraq a seis mil agentes de policía estadounidenses y extranjeros. La comisión asesora al ministro de Defensa, Donald H. Rumsfeld.
Pero en la reunión con funcionarios del Consejo de Seguridad Nacional, la propuesta de Garner fue recibida con escepticismo por el consejo de miembros del equipo, que dijeron que semejante proyecto de formación no era necesario. Un ruidoso opositor fue Miller.
"Él no creía que fuera necesario", dijo el general Garner en una entrevista.
Miller, que dejó el gobierno el año pasado, confirmó su oposición. Dijo que la evaluación de la CIA llevó a que los funcionarios de gobierno creyeran que la policía iraquí era capaz de mantener el orden. Douglas J. Feith, entonces subsecretario del ministerio de Defensa, dijo en una entrevista que la evaluación de preguerra de la CIA consideraba que la policía iraquí era profesional, una evaluación que acontecimientos posteriores demostraron que era "fundamentalmente errónea".
Pero Paul Gimigliano, portavoz de la CIA, dijo que la evaluación de la agencia advertía precisamente sobre lo contrario. "No teníamos informaciones fiables sobre agentes o unidades de policía individuales", dijo. La evaluación "escrita de la CIA no decía nada sobre la capacidad de la policía iraquí en cuanto a mantener el orden después de la guerra. De hecho, la evaluación decía que había que crear un nuevo cuerpo policial".
Estos periodistas no pudieron obtener una copia del documento, que es clasificado.
John E. McLaughlin, subdirector de la CIA desde 2000 a 2004, dijo que los funcionarios de inteligencia dejaron en claro en las sesiones de estrategia de la preguerra que la policía era problemática.
"Salí de esas reuniones entendiendo que esta fuerza policial no era un cuerpo del que podíamos depender en el sentido en el que pensamos sobre las fuerzas de policía en Occidente", dijo McLaughlin. "No recuerdo que la agencia, o la inteligencia más ampliamente, haya tranquilizado a la gente sobre la fuerza de policía". Funcionarios de gobierno también dijeron que las misiones en Bosnia y Kosovo habían demostrado que encontrar suficientes adiestradores sería algo difícil, dijo Miller.
Además, los funcionarios dijeron que querían minimizar la presencia estadounidense y dar más autoridad a los iraquíes. "La idea estratégica era que nos íbamos a meter en grandes problemas en Iraq si nos veían como nuestros enemigos querían que nos vieran", dijo Feith. "Como imperialistas, como opresores que queríamos robar sus recursos".
Incluso antes de que el general Garner presentara su caso, funcionarios del Pentágono estaban criticando los proyectos de reconstrucción conocidos como de ‘construcción del país'. En un discurso del 14 de febrero de 2003, Rumsfeld advirtió que las operaciones internacionales de mantención de la paz podría crear "una cultura de dependencia" y que la presencia extranjera a largo plazo en un país "puede ser poco natural".
En la reunión de la Casa Blanca, Condoleezza Rice, entonces asesora de seguridad nacional, dijo que el gobierno revisaría el tema después del derrocamiento de Hussein, dijo el general Garner. La reunión trató entonces otros problemas.
"Acordamos no tomar ninguna decisión en ese momento", recordó el general Garner. "Vayamos allá y tomemos allá la decisión sobre lo que se necesite".
Rice no respondió a una petición de comentarios.
El 10 de marzo de 2003, Bush aprobó las directrices sobre cómo debía Estados Unidos gobernar el Iraq de posguerra, dijo Miller. Una de ellas era que se enviaría sólo un número limitado de asesores estadounidenses. No tendrían autoridad para implementar la ley. Eso lo haría la policía iraquí.
Vacío de Seguridad
A medida que las fuerzas estadounidenses avanzaban en Iraq a fines de marzo y principios de abril de 2003, decenas de miles de agentes de policía iraquíes abandonaron sus puestos. En el vacío de seguridad que resultó, las turbas saquearon e incendiaron las comisarías de policía y ministerios de gobierno.
Las tropas americanas se limitaron a observar, y no recibieron orden de impedir el saqueo. Cuando el general Garner y otros oficiales americanos llegaron a Bagdad, 16 de 23 importantes ministerios de gobierno eran meras caparazones.
Sin embargo, el general Garner no tendría nunca más la posibilidad de plantear de nuevo su propuesta de adiestramiento de la policía. Tres semanas después de llegar a Bagdad, fue remplazado por L. Paul Bremer III, un diplomático de carrera retirado y experto en contraterrorismo. Bremer dijo que no había participado en la planificación de preguerra y nunca fue informado de los planes del general Garner.
"Sólo tuve dos semanas de tiempo para prepararme para el trabajo", dijo Bremer. "No recuerdo que me hayan informado sobre la policía".
Dos días después del nombramiento de Bremer, Kerik, que no había adiestrado nunca a agentes de policía fuera de Estados Unidos, recibió su misión del Pentágono. También dijo que nunca fue informado de los planes del general Garner.
Cuando Bremer aterrizó en Bagdad el 12 de mayo de 2003, un mes después de que se ocupara la ciudad, las oficinas de gobierno estaban todavía ardiendo y el saqueo no había terminado. Esa noche, Bremer dio su primer discurso a su personal.
"Mi primera prioridad es la policía, la ley y el orden", dijo. "Creo que deberíamos disparar contra los saqueadores".
Después de que el discurso de Bremer se filtrara a la prensa, funcionarios militares americanos le prometieron cuatro mil policías militares adicionales en Bagdad.
Tres días después un equipo de evaluación del ministerio de Justicia llegó a Bagdad para diseñar un plan de reconstrucción de la policía iraquí y de las estructuras judiciales y carcelarias.
Un miembro del equipo, Geradl Burke, 57, un mayor de policía retirado de la Policía del Estado de Massachusetts, llegó en un vehículo a los terrenos de la academia de policía de Bagdad. Miles de personas, algunas civiles víctimas de delitos que buscaban ayuda, otros agentes de policía que buscaban qué hacer, asediaron al pequeño grupo de policías militares estadounidenses.
"Había gente que entraba con cuerpos amarrados al capó y en los maleteros", dijo Burke. "Era el único local de la policía que estaba abierto. La gente no sabía qué hacer".
A nivel nacional el 80 por ciento de la policía iraquí no había vuelto a sus deberes, según cálculos del equipo. Los iraquíes saludaron el derrocamiento de Hussein, pero se quejaron amargamente de que Estados Unidos no hacía lo suficiente en cuanto a la delincuencia. Una población que había vivido en un estado policial con prácticamente nada de delincuencia callejera durante 25 años miraba consternada cómo se disparaban los asesinatos, los secuestros y las violaciones.
El 18 de mayo Kerik llegó a Bagdad y no encontró "nada, absolutamente nada" funcionando. "Hay doce tipos en el terreno, más yo mismo", recordó. "Eso era el nuevo ministerio del Interior".
Mayer, autor del plan de adiestramiento de la policía del general Garner que trabajaba en el ministerio de Justicia, había enfermado en Estados Unidos y el equipo del ministerio de Justicia aparentemente desconocía su plan de la preguerra. Partiendo de cero, el equipo diseñó un nuevo plan para adiestrar de 50 mil a 80 mil agentes de la policía iraquí.
"Si estudiaras todas las situaciones de posguerra de los años noventa y las combinaras, no sería de todos modos lo mismo que lo que está pasando en Iraq", dijo R. Carr Trevillian IV, funcionario del equipo del ministerio de Justicia. "Incluso si fuera un ambiente positivo".
Al principio, los miembros del equipo propusieron que los reclutas de la policía iraquí recibieran seis meses de adiestramiento en la academia, el período que habían fijado los adiestradores en Kosovo. Kerik dijo que él se puso "a reír" y calculó que tomaría unos nueves años formar a la fuerza de policía.
El equipo redujo el adiestramiento en la academia a 16 semanas, y finalmente a ocho semanas. Más tare, una auditoría del ministerio de Asuntos Exteriores de 2005 constató que la traducción de las clases del inglés al árabe ocupaban el 50 por ciento del tiempo de formación. Tomando en cuenta las traducciones, los reclutas de la policía recibían el equivalente de cuatro semanas de adiestramiento.
Para compensar lo reducido de las clases, el equipo del ministerio de Justicia propuso un extenso programa de adiestramiento práctico similar al de Mayer. El equipo calculó que se necesitaban más de 20 mil asesores para crear la misma ratio que existía en Kosovo entre adiestradores policiales y reclutas en Iraq.
Considerando esa cifra poco realista, recomendaron estacionar 6.600 adiestradores estadounidenses y extranjeros en comisarías de policía en todo el país para adiestrar a los iraquíes y, si fuera necesario, implementar la ley.
DynCorp, la compañía tejana que debía proporcionar a los adiestradores, ya había localizado a 1.150 agentes de policía retirados y en servicio activo que habían expresado interés en servir en Iraq.
Dos semanas después de llegar a Iraq, el equipo del ministerio de Justicia presentó su propuesta a Bremer. El gobierno tenía ahora un segundo plan para el adiestramiento de la policía iraquí. Bremer lo aprobó el 2 de junio, dijeron él y Kerik.
Max Becherer contribuyó desde Bagdad, Iraq, y Christopher Drew desde Nueva York.
21 de mayo de 2006
©new york times
©traducción mQh
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