muralla en la frontera
[Ginger Thompson] En México, algunos ven la muralla como una oportunidad.
Seattle, Estados Unidos. ¿Construir o no una muralla en la frontera? El debate en Estados Unidos ha puesto a pensar a algunos mexicanos de que quizás no es una idea tan mala. Como se esperaba, la indignación nacionalista y las acusaciones de hipocresía sobre el proyecto han llenado las ondas radiales y las primeras planas en México, sostenidas por campañas presidenciales en las que no escasean los llamados al orgullo nacional. Pero, asombrosamente, otra opinión está tomando vuelo: que las vallas sólidas hacen buenos vecinos.
El ruidoso debate sobre la muralla de la frontera ha confrontado al presidente Vicente Fox, de México, en cada parada de la visita a Estados Unidos que empezó el martes. Aunque no endorsó públicamente la idea, dejó claro que su gobierno estaba preparado para tolerar un aumento de las medidas de seguridad fronteriza si eran acompañada de medidas que despejen vías legales para la inmigración de trabajadores mexicanos.
Aparte de su gobierno, varios expertos en inmigración han incluso empezado a hacer flotar la idea de que unas murallas de verdad, y no las porosas de hoy, podrían ser más una oportunidad que una ofensa.
Una muralla podría disuadir a los inmigrantes ilegales de emprender esos peligrosos viajes a través del desierto de Sonora y obligar a las sociedades de los dos lados a buscar una solución para su dependencia de una industria caracterizada por la explotación, dicen.
El viejo juego de la culpa -en el que México atribuía la inmigración ilegal a la voraz demanda laboral estadounidense y acusaba a los legisladores de xenofobia- ha dado paso a una discusión más reflexiva, al menos en círculos donde se definen medidas, o se influye sobre ellas, sobre lo poco que ha hecho México para tratar de mantener en casa a su gente.
"Durante demasiado tiempo México se ha jactado de sus emigrantes, llamándolos héroes nacionales, en lugar de describirlos como actores de una tragedia nacional", dice Jorge Santibáñez, presidente del College of the Northern Border. "Y se ha jactado del crecimiento de los envíos" -el dinero que los inmigrantes envían a casa- "como un indicador de éxito, cuando en realidad es un indicador de fracaso".
En realidad, Fox -que hace cinco años retó a Estados Unidos a seguir el ejemplo de España y abrir las fronteras y luego apenas si protestó cuando el presidente Bush anunció planes para desplegar tropas- personifica las cambiantes opiniones, a veces contradictorias, de México sobre la inmigración ilegal.
Gabriel Guerra, analista político, dijo que las elecciones presidenciales de julio y las negociaciones sobre la reforma migratoria en Washington han llevado a Fox a un inestable terreno político.
Si atenuara la oposición de su país a la muralla, Fox podría convencer a los conservadores en el Congreso de que adoptaran reformas para legalizar a los casi 12 millones de inmigrantes ilegales en Estados Unidos y ampliar los programas de trabajadores invitados.
Por otro lado, inclinándose ante lo que los críticos han descrito como la "militarización de la frontera", sin obtener programas de legalización, permitiría que Fox fuera acusado de rendirse ante la voluntad de Estados Unidos. También podría perjudicar las aspiraciones de Felipe Calderón, el candidato de Fox para sucederlo en las elecciones del 2 de julio.
"Es un trayecto muy arriesgado", dijo Guerra. "Si parece muy fuerte, pondrá nerviosos a los conservadores. Y si no, será aporreado por sus detractores aquí".
"Diga lo que diga, va a ser difícil que salga bien parado", dijo Guerra. "Creo que lo que más conviene ahora es una diplomacia discreta".
El subsecretario de Asuntos Exteriores Gerónimo Gutiérrez reconoció el reto al que hace frente el presidente. "Estamos en medio de un ping-pong de reacciones que reflejan las preocupaciones legítimas a los dos lados de la frontera, así como un momento inusualmente complejo de las relaciones bilaterales", dijo.
Fox entró a mitad de la partida el martes, empezando una extensa gira por Utah, Washington y California, estados que se han convertido en importantes relaciones comerciales de México, y que han vivido tanto los problemas como los beneficios de la inmigración ilegal.
En Utah, donde los funcionarios calculan que la población de inmigrantes ilegales se ha triplicado desde 1990 hasta llegar a 90 mil, un pequeño número de manifestantes siguieron a Fox en su visita a Salt Lake City. "Preocúpese de su propia gente, para que no tengan que venir aquí", gritaron algunos.
Para no inflamar las pasiones de los conservadores estadounidenses en momentos en que el Senado de Estados Unidos baja el ritmo del debate sobre la reforma migratoria, Fox no respondió directamente a los ataques. Pero dijo lo que quería.
En sus comentarios públicos en Utah, reconoció que México debe hacer más para crear empleo, "de modo que la emigración se convierta en una decisión, y no en una necesidad", y concedió que Estados Unidos tenía derecho a tomar medidas para reforzar sus fronteras.
Pero, dijo, se necesitará más que la intervención policial para resolver realmente los retos de la inmigración ilegal. "Una reforma amplia", dijo Fox, "ayudaría a nuestros dos países a concentrar fuerzas y recursos para cuidar de nuestra seguridad y prosperidad".
Los analistas dijeron que era improbable que Fox se pronuncie alguna vez en público a favor de la muralla. Pero en comunicaciones recientes con Washington, su gobierno, así como dirigentes de todos los partidos políticos mexicanos, han insinuado la construcción de una muralla por su propia cuenta.
En marzo pasado, en un documento publicado en tres grandes diarios estadounidenses, incluyendo al New York Times, el gobierno mexicano, junto con líderes de la clase política y de la comunidad empresarial, explicó su posición sobre la reforma migratoria.
En ese documento, el gobierno de Fox dijo que si Estados Unidos se comprometía a establecer canales legales para el flujo de trabajadores inmigrantes, México adoptaría medidas para impedir que su gente abandone el país ilegalmente.
"Si un país anfitrión ofrece un número suficiente de visados apropiados para el número más grande posible de trabajadores y sus familias", se lee en el documento, "México sería responsable de garantizar que toda persona que decida abandonar el país lo haga siguiendo las vías legales".
En una columna en el diario mexicano Reforma, Jorge G. Castañedam ex ministro de relaciones exteriores, propuso una "serie de incentivos" antes que la intervención policial para impedir la emigración de los mexicanos. Estos incluyen beneficios de la seguridad social para madres cuyos maridos se quedaron en México, becas de estudio para estudiantes secundarios con los padres en casa, y la pérdida de los derechos de tierra de gente que se ha ausentado de sus propiedades por períodos extensos de tiempo.
"Nada de esto es inevitable ni deseable", escribió Castañeda. "Tampoco está escrito que esto produzca necesariamente un quid pro quo con Estados Unidos.
"Pero las elites deberían reflexionar sobre este asunto", continuó, "sobre si queremos recibir algo a cambio de nada".
Por supuesto, todavía hay mucha gente en México que se opone incondicionalmente a la idea de una muralla. La senadora Sylvia Hernández, presidente de la Comisión del Senado sobre Relaciones Exteriores para América del Norte, resumió esos sentimientos diciendo: "Las murallas no hablan de diálogo. Hablan de cierre". Rafael Fernández de Castro, editor de la revista Foreign Affairs en Español, dijo: "Nos están dando el palo, pero no la zanahoria".
Los candidatos presidenciales también han recurrido fielmente al viejo guión.
"Mientras más murallas construyan", dijo Calderón, del conservador Partido de Acción Nacional, "más alto saltaremos". Andrés Manuel López Obrador, del izquierdista Partido para la Revolución Democrática, llamó a Fox "títere" de Estados Unidos por su tibia respuesta ante el anunciado despliegue de tropas a lo largo de la frontera.
Sin embargo, emergen signos de un cambio de opinión lento, pero firme, en los lugares más insólitos.
"Es fantástico", dijo Primitivo Rodríguez, un activista de la inmigración en México, cuando se le preguntó sobre los planes de levantar una muralla. "Es lo mejor que le puede pasar a los emigrantes, y a México".
Rodríguez, que ha sido asesor del gobierno mexicano y organizador en Estados Unidos del American Friends Service Committee, dijo que la frontera porosa había sido durante años una importante válvula de escape para la estabilidad de la economía mexicana, permitiendo que los políticos eludieran la creación de empleos e incluso la necesidad de tomar medidas para detener la emigración de casi medio millón de mexicanos al año.
Informes del gobierno indican que la economía mexicana ha creado cerca de un décimo del millón de puestos de empleo que se necesitan para acoger a la creciente fuerza laboral de México. Entretanto, las remesas de los inmigrantes -que se calculan en unos 120 billones anualmente- han llegado a ser más grandes que varios presupuestos de estados y municipales.
Si los mexicanos realmente cerraran su país, dijo Rodríguez, México se vería obligado a poner orden en su casa.
Y si los trabajadores ilegales fueran encerrados en Estados Unidos, dijo Rodríguez, Estados Unidos se vería obligado a otorgarles mayores derechos legales y a pagar el valor real de su trabajo.
"Hasta ahora", dijo Rodríguez, "la política de Estados Unidos no ha sido la de cerrar la frontera a la inmigración ilegal, sino desviarla. Y desviándola ha causado un nivel sin precedentes de muertes, abusos y crimen organizado".
El ruidoso debate sobre la muralla de la frontera ha confrontado al presidente Vicente Fox, de México, en cada parada de la visita a Estados Unidos que empezó el martes. Aunque no endorsó públicamente la idea, dejó claro que su gobierno estaba preparado para tolerar un aumento de las medidas de seguridad fronteriza si eran acompañada de medidas que despejen vías legales para la inmigración de trabajadores mexicanos.
Aparte de su gobierno, varios expertos en inmigración han incluso empezado a hacer flotar la idea de que unas murallas de verdad, y no las porosas de hoy, podrían ser más una oportunidad que una ofensa.
Una muralla podría disuadir a los inmigrantes ilegales de emprender esos peligrosos viajes a través del desierto de Sonora y obligar a las sociedades de los dos lados a buscar una solución para su dependencia de una industria caracterizada por la explotación, dicen.
El viejo juego de la culpa -en el que México atribuía la inmigración ilegal a la voraz demanda laboral estadounidense y acusaba a los legisladores de xenofobia- ha dado paso a una discusión más reflexiva, al menos en círculos donde se definen medidas, o se influye sobre ellas, sobre lo poco que ha hecho México para tratar de mantener en casa a su gente.
"Durante demasiado tiempo México se ha jactado de sus emigrantes, llamándolos héroes nacionales, en lugar de describirlos como actores de una tragedia nacional", dice Jorge Santibáñez, presidente del College of the Northern Border. "Y se ha jactado del crecimiento de los envíos" -el dinero que los inmigrantes envían a casa- "como un indicador de éxito, cuando en realidad es un indicador de fracaso".
En realidad, Fox -que hace cinco años retó a Estados Unidos a seguir el ejemplo de España y abrir las fronteras y luego apenas si protestó cuando el presidente Bush anunció planes para desplegar tropas- personifica las cambiantes opiniones, a veces contradictorias, de México sobre la inmigración ilegal.
Gabriel Guerra, analista político, dijo que las elecciones presidenciales de julio y las negociaciones sobre la reforma migratoria en Washington han llevado a Fox a un inestable terreno político.
Si atenuara la oposición de su país a la muralla, Fox podría convencer a los conservadores en el Congreso de que adoptaran reformas para legalizar a los casi 12 millones de inmigrantes ilegales en Estados Unidos y ampliar los programas de trabajadores invitados.
Por otro lado, inclinándose ante lo que los críticos han descrito como la "militarización de la frontera", sin obtener programas de legalización, permitiría que Fox fuera acusado de rendirse ante la voluntad de Estados Unidos. También podría perjudicar las aspiraciones de Felipe Calderón, el candidato de Fox para sucederlo en las elecciones del 2 de julio.
"Es un trayecto muy arriesgado", dijo Guerra. "Si parece muy fuerte, pondrá nerviosos a los conservadores. Y si no, será aporreado por sus detractores aquí".
"Diga lo que diga, va a ser difícil que salga bien parado", dijo Guerra. "Creo que lo que más conviene ahora es una diplomacia discreta".
El subsecretario de Asuntos Exteriores Gerónimo Gutiérrez reconoció el reto al que hace frente el presidente. "Estamos en medio de un ping-pong de reacciones que reflejan las preocupaciones legítimas a los dos lados de la frontera, así como un momento inusualmente complejo de las relaciones bilaterales", dijo.
Fox entró a mitad de la partida el martes, empezando una extensa gira por Utah, Washington y California, estados que se han convertido en importantes relaciones comerciales de México, y que han vivido tanto los problemas como los beneficios de la inmigración ilegal.
En Utah, donde los funcionarios calculan que la población de inmigrantes ilegales se ha triplicado desde 1990 hasta llegar a 90 mil, un pequeño número de manifestantes siguieron a Fox en su visita a Salt Lake City. "Preocúpese de su propia gente, para que no tengan que venir aquí", gritaron algunos.
Para no inflamar las pasiones de los conservadores estadounidenses en momentos en que el Senado de Estados Unidos baja el ritmo del debate sobre la reforma migratoria, Fox no respondió directamente a los ataques. Pero dijo lo que quería.
En sus comentarios públicos en Utah, reconoció que México debe hacer más para crear empleo, "de modo que la emigración se convierta en una decisión, y no en una necesidad", y concedió que Estados Unidos tenía derecho a tomar medidas para reforzar sus fronteras.
Pero, dijo, se necesitará más que la intervención policial para resolver realmente los retos de la inmigración ilegal. "Una reforma amplia", dijo Fox, "ayudaría a nuestros dos países a concentrar fuerzas y recursos para cuidar de nuestra seguridad y prosperidad".
Los analistas dijeron que era improbable que Fox se pronuncie alguna vez en público a favor de la muralla. Pero en comunicaciones recientes con Washington, su gobierno, así como dirigentes de todos los partidos políticos mexicanos, han insinuado la construcción de una muralla por su propia cuenta.
En marzo pasado, en un documento publicado en tres grandes diarios estadounidenses, incluyendo al New York Times, el gobierno mexicano, junto con líderes de la clase política y de la comunidad empresarial, explicó su posición sobre la reforma migratoria.
En ese documento, el gobierno de Fox dijo que si Estados Unidos se comprometía a establecer canales legales para el flujo de trabajadores inmigrantes, México adoptaría medidas para impedir que su gente abandone el país ilegalmente.
"Si un país anfitrión ofrece un número suficiente de visados apropiados para el número más grande posible de trabajadores y sus familias", se lee en el documento, "México sería responsable de garantizar que toda persona que decida abandonar el país lo haga siguiendo las vías legales".
En una columna en el diario mexicano Reforma, Jorge G. Castañedam ex ministro de relaciones exteriores, propuso una "serie de incentivos" antes que la intervención policial para impedir la emigración de los mexicanos. Estos incluyen beneficios de la seguridad social para madres cuyos maridos se quedaron en México, becas de estudio para estudiantes secundarios con los padres en casa, y la pérdida de los derechos de tierra de gente que se ha ausentado de sus propiedades por períodos extensos de tiempo.
"Nada de esto es inevitable ni deseable", escribió Castañeda. "Tampoco está escrito que esto produzca necesariamente un quid pro quo con Estados Unidos.
"Pero las elites deberían reflexionar sobre este asunto", continuó, "sobre si queremos recibir algo a cambio de nada".
Por supuesto, todavía hay mucha gente en México que se opone incondicionalmente a la idea de una muralla. La senadora Sylvia Hernández, presidente de la Comisión del Senado sobre Relaciones Exteriores para América del Norte, resumió esos sentimientos diciendo: "Las murallas no hablan de diálogo. Hablan de cierre". Rafael Fernández de Castro, editor de la revista Foreign Affairs en Español, dijo: "Nos están dando el palo, pero no la zanahoria".
Los candidatos presidenciales también han recurrido fielmente al viejo guión.
"Mientras más murallas construyan", dijo Calderón, del conservador Partido de Acción Nacional, "más alto saltaremos". Andrés Manuel López Obrador, del izquierdista Partido para la Revolución Democrática, llamó a Fox "títere" de Estados Unidos por su tibia respuesta ante el anunciado despliegue de tropas a lo largo de la frontera.
Sin embargo, emergen signos de un cambio de opinión lento, pero firme, en los lugares más insólitos.
"Es fantástico", dijo Primitivo Rodríguez, un activista de la inmigración en México, cuando se le preguntó sobre los planes de levantar una muralla. "Es lo mejor que le puede pasar a los emigrantes, y a México".
Rodríguez, que ha sido asesor del gobierno mexicano y organizador en Estados Unidos del American Friends Service Committee, dijo que la frontera porosa había sido durante años una importante válvula de escape para la estabilidad de la economía mexicana, permitiendo que los políticos eludieran la creación de empleos e incluso la necesidad de tomar medidas para detener la emigración de casi medio millón de mexicanos al año.
Informes del gobierno indican que la economía mexicana ha creado cerca de un décimo del millón de puestos de empleo que se necesitan para acoger a la creciente fuerza laboral de México. Entretanto, las remesas de los inmigrantes -que se calculan en unos 120 billones anualmente- han llegado a ser más grandes que varios presupuestos de estados y municipales.
Si los mexicanos realmente cerraran su país, dijo Rodríguez, México se vería obligado a poner orden en su casa.
Y si los trabajadores ilegales fueran encerrados en Estados Unidos, dijo Rodríguez, Estados Unidos se vería obligado a otorgarles mayores derechos legales y a pagar el valor real de su trabajo.
"Hasta ahora", dijo Rodríguez, "la política de Estados Unidos no ha sido la de cerrar la frontera a la inmigración ilegal, sino desviarla. Y desviándola ha causado un nivel sin precedentes de muertes, abusos y crimen organizado".
24 de mayo de 2006
©new york times
©traducción mQh
0 comentarios