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quién mató a christopher marlowe 1


[Stephen Greenblatt] Marlowe fue asesinado en una taberna, pero la pesquisa judicial determinó que la casa donde fue asesinado no era ni mesón ni nada parecido.
La mañana del 30 de mayo de 1593, Christopher Marlowe, 29, se encaminó hacia una cita que tenía en Deptford, una pequeña ciudad a orillas del Támesis, a unos kilómetros río abajo desde el Puente de Londres. La cita era a las diez de la mañana en una casa que pertenecía a una viuda llamada Eleanor Bull. Allá Marlowe se unió a otros tres hombres a los que ya conocía bien: Ingram Frizer, Nicholas Skeres, y Robert Poley. Los cuatro pasaron la mañana conversando plácidamente, almorzaron juntos y más tarde pasearon un rato por el jardín de la viuda de Bull. A eso de las seis de la tarde volvieron a la casa para la cena. Aparte la mesa en la que comieron, en la habitación había una cama, sobre la que se tendió Marlowe después de cenar; los otros tres siguieron sentados juntos en una sola banca, dando la espalda a su amigo reposando.
De acuerdo a la versión oficial, empezó entonces una discusión entre Ingram Frizer y Marlowe sobre la cuenta -el ‘cálculo', como se decía entonces- de lo que habían consumido ese día. La discusión fue subiendo de tono. Repentinamente, Marlowe, furibundo, se puso de pie de un brinco y cogió el puñal que llevaba Frizer en su funda. Rodeado por Skeres y Poley e incapaz de moverse al principio, Frizer fue dos veces golpeado en la cabeza antes de que pudiera finalmente arrebatar su arma de manos de Marlowe. "Y así fue que, en ese revuelo, que el dicho Ingram, en defensa de su vida, con el puñal ya mencionado, de un valor de 12 peniques, le asestó al susodicho Christopher una puñalada mortal en su ojo derecho, de una profundidad de dos pulgadas y del ancho de una".
Algunos años después, el clérigo puritano Thomas Beard se dio el gusto de un ejercicio piadoso del tipo que, gracias a Pat Robertson y su pelaje, sigue sonando familiar a los estadounidenses. El hombre asesinado tuvo su merecido; en realidad, su fin era "un signo manifiesto del juicio de Dios". Pues aunque Marlowe había recibido una educación teológica más que adecuada en la Universidad de Cambridge, era "en la práctica un apostador y un poeta de la obscenidad", un blasfemo que ridiculizaba al Salvador y de burlaba de toda religión llamándola un embauque. Así que no fue un accidente que la puñalada mortal atravesara el cerebro de la víctima, el cerebro que había ideado blasfemias tan terribles. El edificante espectáculo del miserable fin de Marlowe, escribió Beard, debería erradicar completamente el ateísmo, actualmente tan extendido, o, al menos, "sofocarlo y controlarlo".
En la época de su muerte, Marlowe era conocido no solamente como un notorio blasfemo, sino también como el más grande dramaturgo inglés. Su espectacularmente violenta épica de dos partes, ‘Tamburlaine', sobre el surgimiento de un pastor escita que se convirtió en rey de la mitad del mundo, había revolucionado el teatro isabelino; su cínica comedia ‘El judío de Malta', había divertido a abultadas audiencias, burlándose despiadadamente de los sentimientos morales convencionales; su osada pieza histórica, ‘Eduardo II' había presentado un retrato complejo y comprensivo de un rey homosexual. Y la apasionada intensidad de su tragedia ‘Doctor Fausto', excedía todo lo que su rival contemporáneo, William Shakespeare, había escrito hasta el momento. Muchos repitieron y amplificaron la engreída satisfacción de Beard por el asesinato del joven dramaturgo, pero también se oyeron otras voces, más afligidas. El dramaturgo George Peele lamentó la pérdida, para Inglaterra, "del favorito de las musas". George Chapman celebró el "espíritu libre" de Marlowe, Michael Drayton su "delicada demencia", Thomas Nashe su disposición a despreciar su propia vida "en beneficio de la libertad de expresión".
La respuesta de Shakespeare, cuando se produjo seis años después del homicidio, fue más alusiva que elusiva: "Ah, muerto pastor", dice Febe, enferma de amor, en ‘Como gustéis', "ahora entiendo tu adagio. ¿Quién se enamora si no es de un flechazo?'" El ‘adagio' -es decir, el dicho cuyo poder Febe comprende- es un verso del poema erótico de Marlowe, ‘Hero y Leandro'. La invocación del pastor muerto, no mencionado, es tan breve que casi escapa a la atención, y Febe, el personaje menor, es tan desdeñable que es difícil tomar en serio su homenaje: sólo ahora entiende ella el ‘poder' de algo que había escrito Marlowe. Uno estaría tentado a desechar toda la alusión de Shakespeare, si no fuera porque aparece pisando los talones de otra, todavía más elusiva. "Cuando no se entienden tus versos ni responde a tu ingenio el niño precoz, entendimiento, te quedas más muerto", dice el clown Parragón, "que cuando te traen una cuenta abusiva en una humilde taberna".
Nos vemos repentinamente de vuelta, por un segundo, a la pequeña habitación en la casa de la viuda Bull, en Deptford, donde en una disputa sobre el ‘cálculo', Marlowe fue asesinado. ¿Por qué fue en 1598, cuando Shakespeare estaba escribiendo ‘Como gustéis', que la muerte de Marlowe pasó por su mente? Probablemente porque, intentando escribir una comedia pastoral -esto es, una comedia sofisticada sobre dos pastores enamorados-, Shakespeare habría pensado inevitablemente en el poema más célebre de Marlowe, ‘El pastor apasionado'. Durante años, esta lírica irresistiblemente seductora -"Ven a vivir conmigo y sé mi amor"- había sido utilizada una y otra vez en las sensibilidades isabelinas, como una inolvidable melodía que una generación entera halló imposible de exorcizar. Quizás Shakespeare, que había estado durante largo tiempo inquieto por los logros de Marlowe como poeta y dramaturgo, necesitaba recordarse a sí mismo que el "pastor apasionado" era un "pastor muerto".
Pero ¿cómo debemos interpretar la extraña observación de que cuando los versos de un poeta no son comprendidos, eso lo mata más que la abultada cuenta en una humilde taberna? ¿Por qué, en esta versión, aparece Marlowe como un enigma para sus contemporáneos, incluso para un contemporáneo tan perceptivo como Shakespeare? ¿Y por qué fue esta elusividad, esta incapacidad de entender "tu ingenio", fatal? O más bien, ¿quién en realidad mató a Christopher Marlowe y por qué?
Shakespeare repite la palabra que ha sido utilizada en la pesquisa oficial de 1593, el ‘cálculo'. Pero muy pocos contemporáneos habrían tenido la ocasión de leer el informe de esta pesquisa; en la época, gran parte de los chismes sobre la muerte de Marlowe se centraban en una escabrosa historia de amor, probablemente de amor homosexual, y violentos celos. Circulaba entonces una versión alternativa -una mortal pelea sobre la cuenta- que los versos de ‘Como gustéis' parecen endorsar y que debe haber estado basada en el informe de la autopsia. Pero el informe mismo desapareció de la vista (y el significado de la alusión de Shakespeare se perdió) hasta que un brillante académico de Harvard, Leslie Hotson, encontró el informe en 1925 y encontró también el indulto oficial otorgado poco después al asesino, Ingram Frizer. Finalmente el caso fue cerrado.
En realidad, como escribió Charles Nicholl varios años después en su impactante libro ‘The Reckoning: The Murder of Christopher Marlowe', la historia empezó a descomponerse bajo la presión de la erudición moderna.1 Esa erudición fue expuesta impresionantemente en dos importantes y nuevas biografías -‘The World of Christopher Marlowe', de David Riggs, y ‘Christopher Marlowe: Poet and Spy', de Park Honan. Tanto Riggs como Honan saben que nada es lo que parece, ni a Hotson ni a Shakespeare (al que Honan caracteriza como "nauseabundamente receloso") o a los dieciséis jurados, "hombres buenos y rectos", que fueron reunidos por el forense para la pesquisa.
La viuda de Bull, según se sabe, no llevaba una taberna; era una mujer de propiedades, con vínculos con poderosos personajes de la corte. Los tres hombres con los que Marlowe pasó el último día de su vida no era un grupo casual de bebedores; eran todos personajes profundamente involucrados en el turbio mundo del espionaje isabelino, creado en los años de 1570 y 1580 por el ingenioso Sir Francis Walsingham y dirigido en gran parte desde su residencia en Seething Lane. Robert Poley, que, como Marlowe, era un niño pobre educado en Cambridge, había sido pillado una vez distribuyendo panfletos católicos subversivos y había revelado (y, sin duda, parcialmente fomentado) peligrosas conspiraciones para matar a la Reina Isabel e instalar a su prima católica, María, Reina de los Escoceses, en el trono inglés. Nicholas Skeres, un confidente de poca monta, también se ocupaba de espiar a los conjurados católicos y transportaba cartas confidenciales desde el poderoso Conde de Essex a Walshingham. Ingram Frizer, cuyo puñal de 12 peniques atravesó el cerebro de Marlowe, era una especie de agente comercial pagado por el jefe de espías Thomas Walsingham, primo de Walsingham, que también era el mecenas de Marlowe. Y Marlowe mismo, como los sabuesos académicos han podido desentrañar, estaba inmerso en este mismo y misterioso reino.
Hijo de un zapatero de Canterbury, el talentoso Marlowe había sido enviado, a la edad de dieciséis años, al Corpus Christi College, de Cambridge, con una beca que era normalmente otorgada a los estudiantes que se preparaban para el ministerio. Recibió la beca por el tiempo máximo, seis años, como si fuera a tomar el sacramento de la ordenación y encaminarse hacia alguna parroquia de provincia, pero no fue eso lo que pasó.
Debido a que los Libros de Compras de la universidad -libros en los que se registraban los costes semanales de pensión y bebida- sobreviven para gran parte de este período, es posible seguir la carrera universitaria de Marlowe de bastante cerca, al menos en lo que concierne a su consumo de costillitas de cordero y cerveza. El patrón de costes sugiere que Marlowe estableció residencia y prosiguió firme y prudentemente sus estudios hasta 1584, cuando recibió su licenciatura. En ese momento, las cosas cambiaron: evidentemente tenía más dinero para gastar -aunque ciertamente no provenía ni de su familia ni de la beca- y, poco después de cumplir los 21, empezó a ausentarse de Cambridge por prolongados períodos de tiempo.
Los funcionarios de la universidad observaron estas ausencias y se alarmaron. Seguro que estaban familiarizados con estudiantes ricos que desaparecían periódicamente para ir de putas o de compras (o, en cuanto a eso, para participar en los interminables pleitos a los que era aficionada la elite isabelina). Pero las ausencias de Marlowe, sospechaban los funcionarios, se derivaban de un motivo más siniestro, uno que ellos también encontrarían inquietantemente familiar. Bajo Isabel I, Inglaterra era oficialmente un país protestante -era obligatorio asistir a los servicios de la iglesia anglicana y los otros credos religiosos no eran tolerados-, pero una parte substancial de la población conservaba una discreta y residual lealtad a la Iglesia Católica. Un pequeño número de esos leales a la antigua religión encontraron la situación intolerable: algunos huyeron al extranjero y entraron a diferentes órdenes religiosas, otros se incorporaron a comunidades seculares de católicos ingleses que vivían en el exilio en Francia y los Países Bajos, otros seguía en casa en secreto, para gran peligro de los sacerdotes católicos que los confesaban y administraban sacramentos.2 Todos estos intransigentes eran considerados por las autoridades inglesas protestantes como amenazas para el estado, real o potencialmente traidores, determinados a asesinar a la Reina y devolver Inglaterra a las garras del Anticristo que ocupaba el trono papal en Roma.
Durante los años de Marlowe en Cambridge, las tensiones crecían firmemente a medida que se hacían circular rumores de conspiraciones católicas e invasiones extranjeras, y los funcionarios redoblaban sus esfuerzos para detectar a los conspiradores. La tarea era exasperantemente difícil: católicos y protestantes eran iguales, compartían los mismos orígenes, y creían en general en las mismas cosas. Prácticamente todas las grandes familias, incluyendo las de los principales fiscales, tenían católicos entre sus parientes. Pero el destino de la nación parecía depender de dar solución a todo esto -y los temores no eran, después de todo, únicamente una manifestación de paranoia. El Papa había excomulgado a Isabel y alentaba los intentos de asesinarla. Se montaron conspiraciones para matar a la Reina -incluyendo la conspiración de Babington, que Poley y Skeres habían infiltrado- y en 1588 la Armada Invencible del católico Rey de España trató de invadir la isla y retornar a Inglaterra a la fe de Roma.
Cuando Christopher Marlowe solicitó su grado de maestría en 1587, las autoridades universitarias se propusieron negárselo. Había, pensaban ellos, una siniestra explicación de sus misteriosas ausencias: estaba tratando de huir al extranjero para unirse a los católicos ingleses disidentes de Rheims. Pero en ese momento intervinieron las más altas autoridades del país -Lord Tesorero Bughley, el Arzobispo Whitgift, Lord Canciller Hatton, y otros en el Consejo Privado de la Reina. Informaron a los funcionarios de la universidad que Marlowe, de hecho, había prestado a la Reina un "buen servicio" e instruyeron que se le confiriera el título en la próxima ceremonia. "No es del agrado de Su Majestad", agregaron los consejeros privados, "que alguien ocupado, como lo ha estado él, de asuntos que redundan en beneficios para su país, sea injuriado por personas ignorantes de los asuntos que le ocuparon". Aunque se han descubierto informaciones sensacionales sobre Marlowe en tiempos modernos, nosotros todavía estamos "ignorantes de los asuntos que le ocuparon". Lo más probable que actuara como espía en círculos de católicos ingleses, en casa o en el extranjero.

Notas
[1] Harcourt Brace, 1992; University of Chicago Press, 1995.
[2] La intrincada red de realistas católicos y su extraordinaria lucha para conservar su fe es vívidamente expuesta en el reciente libro de Gerard Kilroy, ‘Edmund Campion: Memory and Transcription' (Ashgate, 2005).

6 de abril de 2006
©new york review of books
©traducción mQh
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1 comentario

kinoko -

tu biografia me a parecigo genial y me a ayudado muchisimo y ademas a sido muy interesante