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[Keith O'Brien] Durante tres décadas, Norman Swerling fue un hombre amable y felizmente casado que enseñaba a conducir a los niños de Newton. Era estricto. Era dedicado. Adoraba su papel de ayudar a los adolescentes a convertirse en adultos. Entonces, un día, una niña dijo que él la había violado en su coche de instrucción. Primera parte.

Lo primero que te dirán los expertos sobre un violador es que no hay un violador que sea reconocible. Podría ser un bruto. Podría ser tu dentista. Podría ser guapo. Podría ser gordo. Podría ser tu hermano, tu marido, tu mejor amigo. Podría confiar en él todo el mundo. Podría conocer a medio mundo. Y, sin embargo, podría ser verdad. Ese hombre podría ser un violador.
En el pasado, Norman Swerling no pensó nunca demasiado sobre quién es un violador y quién no y cómo podrías notar la diferencia. Pero ahora no puede dejar de pensar en ello. El hombre de 58 años está sentado a la mesa de su cocina en su casa en Wellesley Hills, desempleado y mirando por la ventana sobre las copas de los árboles al este. Desde aquí, sobre su café francés todas las mañanas, Swerling puede ver el contorno de Boston, diminuto en la distancia. Su casa no es lujosa -no según los estándares de Wellesley. Pero es una buena casa. El vecindario es tranquilo. Los conductores jóvenes son educados. En todo caso, lo eran hasta que la niña empezó a decir esas cosas sucias sobre Swerling.
La niña.
Incluso ahora, casi un año después de que terminara todo, Swerling todavía piensa en ella: lo que dijo, cómo lo dijo, el modo en que sonreía e incluso cómo reía en el tribunal. Dios, cómo le gustaría dejar de pensar en esas cosas. Pero no puede. Ella es el personaje principal de una historia que se repite una y otra vez en su cabeza. Es la razón de porqué está desempleado y sentado a la mesa de la cocina en la mañana de un día de semana. Sin ella, no habría cargos ni de violación ni de agresión. No habría juicio. Sin ella, él todavía sería el señor Swerling, el profesor de las clases para aprender a conducir en escuelas de Newton durante más de tres décadas. No amado, quizás. Pero no un violador.
Y, sin embargo, incluso los miembros del jurado dudaban. Este mes hace un año, los doce miembros del jurado absolvieron unánimemente a Swerling de ocho cargos de violación, agresión, asalto indecente y asalto -aunque algunos de ellos todavía dudan. El caso no tenía mucho sentido. No tenía sentido que una alumna de 16 inventara ese montón de acusaciones simplemente porque no le gustaba Swerling. Y sin embargo eso fue exactamente lo que resolvieron. Muchos miembros del jurado creyeron que la niña mintió cuando dijo que Swerling la obligó a hacerle una felación en el coche de instrucción en Newton en diciembre de 2003. Un miembro del jurado calificó la declaración de la niña de "actuación", y el jurado llegó en julio pasado, unánimemente, a una rápida decisión en cuanto a la peor acusación. Swerling, resolvieron, no era un violador.
Pero la idea de que alguien pudiera maquinar mentiras espectaculares y repetirlas ante un tribunal simplemente para arruinar a un profesor no tenía sentido para los miembros del jurado. Y así, aunque votaron absolviendo a Swerling de todos los cargos, algunos jurados me dijeron que no pudieron dejar de pensar, cuando salía en libertad, que quizás hizo algo, quizás tocó a la niña en algún lugar o le hizo comentarios inadecuados. Algo.
Sólo dos personas saben exactamente qué pasó, si es que pasó algo, y una de ellas está ahora en la universidad y no quiere hablar (el Globe no identifica a los demandantes en los casos de abuso sexual). La única señal de su nueva vida es su página web en myspace.com Sus padres, que todavía viven en Newton, tampoco quieren hablar. Durante meses ignoraron los intentos de localizarlos, y entonces, finalmente, los rechazaron en mayo en un e-mail de dos líneas diciéndome que no tratara de ponerme en contacto con su hija. En conclusión, escribió la madre de la niña: "Nuestro abogado se pondrá en contacto con usted".
Nunca lo volví a intentar. Tampoco oí nada de los agentes de policía de Newton que estuvieron involucrados en el caso o de los fiscales que defendieron el caso ante el tribunal. De hecho, ningún testigo de la fiscalía quiso comentar el juicio de Swerling por violación. Todo el mundo parece querer olvidarlo. Algo como esto -un escándalo sexual con un maestro de toda la vida y una guapa chica de la secundaria- no puede olvidarse con suficiente rapidez. Queda colgando. El caso de Swerling no es solamente la pesadilla de unos padres; es la pesadilla de todo maestro. Los comentarios de una niña -verdaderos o no- provocan estampidas de adultos que huyen a esconderse. Y así, tu carrera en la enseñanza puede ser resumida en la primera plana del diario de tu pueblo con el titular: "Profesor acusado de violación".
Así fue como pasó en el caso de Swerling. Y así, mientras otros siguen con sus vidas, está todavía ahí: todavía le pagan su salario de 83 mil dólares, pero está desempleado, posiblemente no volverá a ser empleado nunca, y con demasiado tiempo entre sus manos. Su interés en su propio caso raya en la obsesión. Repite una y otra vez los mismos hechos. Ha confrontado a algunos de los testigos de la fiscalía para entrevistarlos para un libro que está escribiendo y admite que se siente como si tuviera que probar que es inocente. "Tengo que dejar de hacer eso", dice. "Pero sigo haciéndolo".
No puede dejar de hacerlo. Su historia es todo lo que tiene. Ganó el juicio y su libertad, pero perdió su lugar en la vida.

R: [...] Sentí su pene contra mi boca y me dijo que abriera la boca. Y luego me agachó la cabeza.
P: ¿Abriste la boca cuando él te dijo que lo hicieras?
R: Sí. Tenía mucho miedo.
P: ¿Y te metió algo en la boca?
R: Sí.
P: ¿Qué era?
R: Su pene.
(Fragmento de la declaración de la estudiante ante el jurado, el 9 de marzo de 2004).

Norman Sheldon Swerling era un hombre grande. Pesaba unos 135 kilos. Le gustaba comer. Todavía le gusta comer. Y aunque ha bajado de peso desde las acusaciones de la niña, todavía no es un hombre guapo. Tiene una sonrisa boba, natural, y usa camisas de manga corta con botones. Tiene barba. Es calvo.
También es un hombre dedicado. Norman Swerling adoraba enseñar a conducir en Newton. De desvivía por ello. No era solamente su trabajo: era su identidad. En las reuniones de apoderados de esos años, recordaba a los padres reunidos que su materia era importante. "Tengo el honor", decía, "y la terrible y enorme responsabilidad de hacer el curso más relevante de esta secundaria". Tal como lo veía él, si él fracasaba, eso se traducía en muertes de niños. Esta también era su comunidad.
Sus padres, con él y sus dos hermanos, se mudaron de Dorchester a Waban, uno de los pueblos de Newton, cuando Norman tenía once años. Como hijos de judíos rusos que emigraron a Estados Unidos, Arthur y Ethel Swerling querían estabilidad para sus hijos. Norma, el segundo, se graduó de la Escuela Secundaria de Newton Norte en 1965. Era miembro de la brigada cinematográfica, del equipo de tiro al blanco con rifle, del club de música folclórica y del Key Club.
Swerling fue a la universidad y sacó más tarde su diploma de licenciatura para la educación secundaria, aunque volvió a Newton en 1971 como instructor para aprender a conducir. Le pagaban bien, cinco dólares la hora en esos días, y le ofrecían resultados inmediatos. Los niños practicaban, aprendían, sacaban sus permisos de conducción -un momento importante en la vida de los niños que Swerling presenció incontables veces. Su esposa de veinte años, Chris Swerling, que trabaja como bibliotecaria para las escuelas de Newton, dice que su marido era una de esas personas que pensaba enseñar toda la vida. Los Swerling no tienen hijos. "Yo lo podía cronometrar. Nunca llegaba tarde. Yo siempre sabía dónde estaba. Salía de la escuela exactamente a la misma hora todos los días, y las noches de lunes y miércoles llegaba a las 9:29, después de las clases de conducción".
Pero entonces, el 15 de enero de 2004, un empleado de la escuela dejó un mensaje para Swerling, citándole a una reunión con él a la mañana siguiente.
La niña.
La niña lo estaba acusando. Swerling fue informado por empleados de la escuela de que "una alumna" estaba haciendo "serias acusaciones". Fue todo lo que le dijeron cuando lo suspendieron de sus labores. Buscó en su mente buscando una explicación. ¿Qué había dicho? ¿Qué había hecho? ¿Había mirado a la chica? ¿Le había mirado la blusa? Swerling ya no pudo dormir. Estaba desecho.
Para cuando lo acusaron formalmente dos meses más tarde, Chris Swerling había enviado a su marido a Florida con un billete de tren barato simplemente para sacarlo de la casa. Es por eso que fue ella la que tuvo que contarle la noticia a los padres de Norman. Es por eso que corrió a casa de sus suegros a contarles sobre la acusación antes de que se enteraran por el telediario.
Norman Swerling quería morir. Desfalco, evasión de impuestos, robo, incluso robo, todos delitos graves. "Pero violación", me dice, "molestar a una niña, eso no se perdona".
Se sintió como si todo el mundo lo estuviese mirando, incluso los desconocidos, y, finalmente, en octubre, su cuerpo, con exceso de peso y bajo tensión, no soportó más. Swerling tuvo un ataque al corazón. Lo operaron y le colocaron tres bypass. Pensó que se iba a morir, y que la acusación sería su condena. Moriría como un violador.

P: ¿Te tocó el señor Swerling en algún lugar durante la sesión del 6 de enero?
R: Sí, me puso la mano en la pierna, en la parte interior de mi muslo, y entonces, así, me puso la mano en mis bragas, por la parte interior, arriba. Y entonces...
P: ¿Cómo te sentiste?
R: Incómoda.
(Fragmento de la declaración de la alumna ante el jurado).

La niña era guapa. Todavía lo es. Y no le molesta hablar sobre el tema. Por lo menos, eso es obvio en su página web en myspace.com, que apareció apenas tres semanas después de que terminara el juicio. En su página, la niña, que ahora tiene 19, dice que "salir de compras es una de mis cosas preferidas" y "TAMBIÉN ME GUSTA VERME CALIENTE Y SEXY, por mí misma y por cualquiera que se interese". Debajo de una de las fotos de chica de calendario de sí misma que ha publicado, se lee la leyenda: "¿Me veo como puta?" Pero de acuerdo a la página, también le gusta la literatura y le gustaría haber conocido a Madre Teresa. Es un batiburrillo de ideas y fotos inconexas -algunas de ellas bastante gráficas- como muchas páginas web personales de myspace, que se ha convertido en el lugar para intercambiar y publicar chismes picantes y mundanos que se reservaban antes para diarios de vida ocultos en la gaveta de abajo.
En la secundaria, sin embargo, era simplemente otra niña que necesitaba su licencia de conducir, y es ahí donde Swerling entraba en su vida. Su trabajo era enseñarle a conducir. Según lo que dicen muchos, eso no fue fácil.
Dijo que Swerling la gritaba. Él dijo que la niña era incorregible. Ella dijo que Swerling era "malo". Él dijo que la niña tenía mala conducta. Ella lo llamó "terrorífico" y se quejo de que él hacía comentarios sobre lo guapa que era que la hacían sentirse incómoda. Él dijo que conducía mal. "El hecho es que a mí me caía bien el 98.9 por ciento de mis estudiantes", dice Swerling. "Pero esta alumna era insoportable. Era terriblemente desagradable".
Sus choques empezaron a fines de 2003, cuando la niña empezó las clases para aprender a conducir. Swerling es, en general, un hombre amable y sincero. Con Norman, dice su mujer, nunca hay engaño. Él es lo que ves. Fue una de las razones por las que ella se enamoró de él después de que se conocieran en un viaje por Italia en 1984.
Pero Swerling tampoco soporta fácilmente a los cretinos. Especialmente cuando se trata de conducir. Es puntilloso en cuanto a los detalles. La luz verde no significa que puedes pasar; significa que tienes el derecho de hacerlo, cuando es seguro hacerlo. Los que no podían entender eso, sentían su frustración. Incluso los que lo quieren dicen que podía ser criticón, impaciente, exigente. Las clases empezaban puntualmente y no terminaban nunca antes.
"Sospecho que no era terriblemente popular con los niños", dice el abogado de Swerling, Tom Guiney, que lo conoció después de las acusaciones de la niña. "Podía tomar las clases de conducción realmente muy en serio. Yo podía ir conduciendo y él me haría parar completamente".
El tipo era un personaje. "Sobresalía. Déjame decirlo de ese modo", dice Cheryl Turgel, presidente de la Asociación de Profesores de Newton.
La niña, sin embargo, empezó a decir otras cosas. Después de terminar sus clases con Swerling y sus sesiones de práctica en la calle con su ayudante, Swerling llamó a su casa y le dijo a su madre que ella necesitaba pasar más tiempo detrás del volante. La madre accedió a sesiones extras de práctica, por las que Swerling le cobró 45 dólares por hora, en parte, declaró ella más tarde, porque Swerling era "muy persistente". La niña y el hombre salían solos en esas sesiones, en dos ocasiones: el 16 de diciembre de 2003 y el 6 de enero de 2004. (Swerling dice que estar solo en el coche con sus estudiantes era algo que ocurría todos los días). Swerling estaba solo con la niña una tercera vez cuando él la acompañó al Registro de Vehículos Motorizados de Watertown para su examen de conducción el viernes 9 de febrero. La niña aprobó, y sólo entonces, a la semana siguiente, en la escuela, empezaron sus acusaciones contra él.
El lunes le contó a la enfermera de la escuela, Gail Kramer, una mujer con la que la niña solía almorzar, que Swerling la había golpeado el trasero frente al registro de Watertown. El martes, le contó a Kramer que Swerling, una vez, había colocado sus dos manos sobre las de ella en el volante, que sus manos estaban sudorosas y que ella podía sentir su aliento sobre ella. El miércoles se fijó una cita para que ella hablara sobre este asunto con personal de la escuela, y las acusaciones se hicieron cada vez más graves.
La niña dijo que una vez Swerling la había tocado por detrás, por debajo de la camiseta, y a menudo en la parte interior de sus muslos; que él quería que, en el registro de Watertown, creyeran que ella era su novia; que él allá había caminado muy cerca de ella y "prácticamente se sentó en mi regazo"; que él la cogió la mano y la puso sobre su pene cuando aparcaban en un "callejón" o en una "calle secundaria" una vez que estaba oscureciendo durante una sesión y luego la obligó a agachar la cabeza sobre su regazo y le puso el pene en la boca. La niña dijo que cuando ella empezó a ahogarse, Swerling le dijo: "Okay, arranca, nos vamos". Luego se dirigieron juntos al Centro Newton, donde Swerling la dejó sola en el coche y entró al Dunkin Donuts a comprar café.
"Estoy seguro de que se conocerá la verdad", le dijo Swerling a un periodista después de que se anunciaran los cargos contra él. Pero en privado se sentía mucho menos seguro. Empezó a preparar a su mujer para la posibilidad de que tuviera que ir a la cárcel. Los miembros del jurado lo condenarían por algo, pensaba. Simplemente para hacerse sentir. Simplemente porque, como le gusta decir, donde hay humo, hay fuego.
Sufrió un ataque al corazón, y dos meses más tarde, presenció la muerte de su padre. El frágil hombre había querido ayudar. Antes de su muerte en diciembre de 2004, le había preguntado a Norman: "¿Necesitas dinero?" El hijo dijo que no. Ahora el padre de Norman ya no estaba, y su esposa lo apoyaba, pero era impotente. Y todavía faltaban seis meses para el juicio.

P: ¿Usted empezó a observar o a comentar los cambios de su hija en casa a mediados de diciembre de 2003?
R:Sí.
P:¿Puede describirlos?
R:Tenía mucho miedo, estaba muy triste, no dormía en las noches.
(Fragmento de la declaración de la madre de la alumna durante el juicio en julio pasado).

keithob@aol.com

9 de julio de 2006
©boston globe
©traducción mQh
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