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¿tiene sentido seguir en iraq?


[Peter W. Galbraith] El único motivo para la presencia de Estados Unidos en Iraq ahora es impedir que se convierta en una base de Al Qaeda.
¿Cuál es la misión de militares de Estados Unidos en Iraq ahora que la resistencia se ha convertido en una guerra civil declarada? De acuerdo al gobierno de Bush, es apoyar al gobierno de unidad nacional que incluye a las principales comunidades iraquíes: los chiíes, árabes sunníes y kurdos. Vale, pero eso plantea otra pregunta: ¿Sobre quiénes gobierna el gobierno iraquí?
En la mitad sur de Iraq, los partidos religiosos y clérigos chiíes han creado teocracias controladas por milicias compuestas por más de cien mil hombres. En Basra, tres partidos religiosos controlan -y veces se pelean- los miles de barriles de petróleo desviados cada día de la exportación legal hacia el contrabando. Si el gobierno central tiene alguna autoridad en el sur, es porque algunos de los mismos partidos chiíes que dominan el gobierno también controlan el sur.
Kurdistán al norte es efectivamente independiente. El ejército iraquí está excluido de la región, la bandera iraquí está prohibida, y los ministerios del gobierno central no están presentes. Los kurdos votaron casi unánimemente por la independencia en un referéndum informal en enero de 2005.
Y en el centro sunní del país y en Bagdad, el gobierno prácticamente no tiene control más allá de la Zona Verde protegida por los americanos. El Ejército Mahdi, una milicia radical chií, controla los barrios chiíes de la capital, mientras que retoños de Al Qaeda y antiguos baazistas controlan cada vez más los barrios sunníes.
Aunque el gobierno de Bush proclama su respaldo de la unidad iraquí, no tiene ninguna intención de emprender ningún esfuerzo para volver a unificar el país. Durante la ocupación formal de Iraq en 2003 y 2004, la coalición americana permitió que se multiplicaran las milicias y clérigos chiíes para imponer el gobierno islámico en el sur, en algunos lugares con una severidad que hace recordar a los talibanes de Afganistán.
Desarmar a las milicias y desmantelar los gobiernos locales no democráticos ahora pondría a Estados Unidos en directo conflicto con los chiíes de Iraq, que son casi tres veces más numerosos que los árabes sunníes y poseen milicias y fuerzas militares inmensamente poderosas.
No hay tropas significativas de la coalición en Kurdistán, que es seguro y cada vez más próspero. Los árabes iraquíes han aceptado en gran parte la separación de facto de Kurdistán, y también lo ha aceptado el gobierno de Bush.
En el centro sunní, nuestra estrategia actual implica traspasar las tareas de combate al ejército iraquí. En general, son los batallones chiíes los que pelean en las zonas árabes sunníes, ya que las unidades sunníes no son de fiar. Así que lo que el gobierno de Bush describe como fuerzas de seguridad ‘iraquíes' son vistas por la población local sunní como fuerzas hostiles leales al gobierno chií en Bagdad, instalado por los invasores norteamericanos y estrechamente vinculado con el tradicional enemigo del país, Irán. Mientras más ‘iraquizamos' la lucha en el centro sunní, más fortalecemos a los rebeldes.
Debido a que es la ciudad más mezclada de Iraq, Bagdad es el frente de la guerra civil chií-sunní de Iraq. Es una tragedia para su gente, la mayoría de los cuales no comparten el odio religioso que hay detrás de los asesinatos. Las fuerzas iraquíes no pueden poner fin a la guerra civil porque muchas de ellas se identifican con un lado, y ninguna cuenta con la confianza de las dos comunidades.
Para Estados Unidos, para contener la guerra civil deberíamos desplegar más tropas y aceptar una tasa de bajas muchas veces mayor que el nivel actual a medida que nuestras fuerzas cambian su misión de un papel de apoyo a intensas tareas de policía. El pueblo americano no apoyará una misión tan dilatada, y el gobierno de Bush no tiene ningún deseo de emprenderla.
El gobierno, entonces, debe adaptar sus metas en Iraq a los recursos que está preparado para desplegar. Ya que no puede unificar Iraq ni detener la guerra civil, debería colaborar con las regiones que han emergido. Donde una continuada presencia militar no sirva ningún propósito -en el sur chií y en Bagdad-, Estados Unidos y sus aliados deberían retirarse.
Como una alternativa a la intervención de tropas chiíes y americanas para combatir la resistencia en el centro sunní de Iraq, el gobierno debería estimular la formación de varias provincias en una región árabe sunní con su propio ejército, tal como lo permite la Constitución iraquí. Entonces el Pentágono podría retirar sus tropas de este territorio sunní y permitir que nuevos líderes establezcan su autoridad sin ser vistos como colaboracionistas.
Constatando que no podemos mantener la paz en Iraq, no tenemos más que un motivo primordial: impedir que Al Qaeda cree una base desde la cual pueda tramar ataques contra Estados Unidos. Así, necesitamos tener tropas en las cercanías, preparadas para intervenir en caso de que los árabes sunníes sean incapaces de velar por su propia seguridad contra los yihadistas extranjeros.
Esto se podría lograr estacionado una pequeña fuerza ‘en el horizonte' en Kurdistán. El Kurdistán iraquí está entre una de las sociedades más pro-americanas del mundo y su gobierno acogería nuestra presencia militar, porque entre otras cosas protegería a los kurdos de los árabes iraquíes que resienten su estrecha colaboración con Estados Unidos durante la guerra de 2003. Los soldados americanos en el terreno también podrían atenuar la tensión entre los kurdos iraquíes y Turquía, que está amenazando con enviar sus tropas al otro lado de la frontera para capturar a terroristas kurdos turcos que utilizan a Iraq como refugio.
Desde el Kurdistán, los militares estadounidenses podrían volver rápidamente a cualquier área árabe sunní donde Al Qaeda o sus aliados establecieran alguna presencia. Los peshmerga kurdos, la única fuerza militar nativa fiable de Iraq, asistirían alegremente a sus aliados americanos con inteligencia y en el combate. Y moviendo tropas hacia lo que todavía es nominalmente territorio iraquí, el gobierno de Bush podría afirmar que no ha huido y evitaría también las complicaciones políticas -en Estados Unidos y en Iraq- que surgirían si se retirara completamente y luego volviera a enviar tropas a Iraq.
Sí, una retirada de Estados Unidos de las regiones chiíes y árabes sunníes de Iraq dejaría allá una guerra religiosa y un gobierno militar. Pero mantener allá las tropas actuales y la misión produciría el mismo resultado. Continuar una estrategia militar donde los fines exceden a los medios es una fórmula segura para una guerra interminable.

Peter W. Galbraith, ex embajador de Estados Unidos en Croacia, es el autor de ‘The End of Iraq: How American Incompetence Created a War Without End'.

25 de julio de 2006
©new york times
©traducción mQh
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