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super mascotas


Héroes grandes y pequeños.
El contrato social entre una persona y su mascota es directo: tú me quieres, yo te quiero. Yo te alimento y te doy refugio; tú dormitas al sol y esperas pacientemente a que llegue la hora de jugar. A menos que seas un gato, y entonces haces lo que quieres y yo te agradezco profusamente por dignarte a frotarte contra mi pierna cuando pasas por mi lado. Pero cuando el desastre golpea a la puerta, tu plácida y pequeña criatura se metamorfosea a veces en un verdadero salvavidas. Pedimos hace poco a los lectores que nos escribieran contándonos sus historias con mascotas como esas. Recibimos una impresionante variedad de historias, desde perros que detectan el cáncer hasta perros como Lassie y loros que chillan "¡A Polly le carga tu novio!".

¡Despierta! ¡Está Pasando Algo!
Era el 20 de junio de 2005, el Día del Padre. Los niños y los nietos vinieron a celebrarlo con un asado a la parrilla. A las nueve se habían marchado todos, así que guardamos los restos de la parrillada y subimos a nuestro dormitorio con Sadie, nuestro dogo faldero.
A las dos y media de la mañana mi marido despertó con los ladridos de Sadie. Eso era muy raro. Le pedimos que dejara de ladrar, pero siguió haciéndolo. Mi marido bajó a investigar. Cuando llegó a la cocina, todo lo pudo ver era una muralla de llamas amarillas que se agolpaban contra las puertas corredizas de cristal. Toda la parte de atrás de la casa estaba en llamas. Justo en ese momento, las hojas de cristal cedieron y el humo y las llamas invadieron a la casa. Yo estaba arriba todavía y tuve que arrastrarme por la escalera para salir de casa.
Si Sadie no hubiese ladrado para despertarnos, estoy segura de que no habríamos sobrevivido. Le debemos la vida a ese pequeño perrito de nariz chata.
[Sandy Little, Fox River Grove]

Una Vida de Servicio
A los tres, Twiight fue abandonada en un importante hospital animal de Nueva York. Tenía un carácter tan dulce, que se la mantenía como donante de sangre para propósitos de investigación y para gatos que necesitaran una transfusión. Durante seis años la pequeña gata negra vivió en una jaula de acero con apenas una papelera y un recipiente con agua y un plato para la comida. Ninguna toalla, nada blando donde dormir. A un lado de la habitación había quince gatos más, y diez perros al otro lado del pasillo, que también eran usados como donantes de sangre.
El hospital me contrató para coordinar su nuevo programa de Terapia Facilitada con Mascotas. Me sugirieron a Twilight como una gata muy suave que disfrutaría visitando a humanos adultos en sus casas de reposo. Una vez una señora no se pudo contener: "¡Qué menina tan bonita!" ¡La señora había vivido en la casa durante tres meses y nadie sabía que podía hablar! En otra casa una señora empezó a acariciar a Twilight con su mano derecha. Aparentemente se relajaba lo suficiente como para usar la mano que antes no podía mover. Una terapeuta la enseñó a comer con esa mano y a lavarse los dientes, sabiendo que era posible.
Después de tres años me volví a Chicago. Le dije al director del hospital animal que yo pensaba que era hora de que Twilight y los otros catorce gatos se jubilaran. Twilight se mudó a nuestro apartamento. Yo no sabía cómo iba a reaccionar ante su libertad. Se puso a correr a toda velocidad en el apartamento, chequeando las vistas al mundo exterior. Twilight gozó de una buena vida hasta que murió, a los catorce años.
De vuelta en Nueva York, el hospital animal tiene ahora una habitación grande para los gatos, donde pueden jugar y trepar y mimarse con otros gatos. Se los mantiene ahí durante un año solamente, y luego se les busca un hogar.
[Pat Gwozdz, Western Springs]

Sinbad Lo Decía En Serio
Nuestro niño Sinbad es el mejor perro del mundo. No solamente es el Rottweiler más guapo que hayas visto en tu vida, sino además su húmeda nariz e insistentes cabezazos le salvaron la vida a mi madre.
En 1998 observé un oscuro lunar en la pierna de mi madre -irregular y negro como los lunares que uno ve en folletos sobre cáncer a la piel. Le sugerí que fuera al médico, pero lo postergaba una y otra vez. Pasaron varios meses y una noche, cuando mamá, Sinbad y yo estábamos mirando Animal Planet (el canal favorito de Sinbad) vimos un reportaje sobre perros que detectan cáncer. Sinbad se levantó de su lugar preferido en la cama y empezó a hurgar con su nariz la pierna de mamá y a lamer el lunar. Durante los días posteriores, no lo podía olvidar y con sus 81 kilos, ciertamente es alguien al que hay que tomar en cuenta. Sinbad estaba hablando en serio y, como podéis imaginarlo, mamá se alarmó; finalmente cedió y fijó una cita con el dermatólogo. Resultó que el bulto era maligno, pero gracias a Sinbad, fue descubierto a tiempo y extirpado.
Sinbad se ha convertido con toda justicia en el verdadero regalón de mamá.
[Annie Kajfes, Glenview]

Buen Olfato Para el Peligro
Hace varios años, mi perro salvó una parte de la aldea de Skokie de una explosión de gas potencialmente masiva. Un día que, después de medianoche, paseaba con KayDee, un pointer alemán de pelo corto, empezó esta a arrastrarme hacia una tapa del alcantarillado en la esquina de East Prairie Road y Crain Street. Por más que tratara de llevarla en otra dirección, ella persistió. Cuando nos acercamos a la tapa, pude oler un débil olor a gas natural. KayDee metió su nariz en el hoyo del alcantarillado y casi salió disparada. Estaba muy agitada. Me agaché y me di cuenta de que ese olor se estaba haciendo más fuerte.
Volvimos a casa a toda prisa, llamé a la compañía de gas y en cuestión de minutos llegó un coche al lugar. Poco después, llegaron los bomberos de la Compañía de Bomberos de Skokie. Horas después, la policía había acordonado la zona y visitaban uno por uno a los vecinos contándoles lo que había ocurrido. El suministro de gas fue suspendido hasta tarde ese día.
Aunque no lo hemos proclamado públicamente, nuestra familia ha sabido siempre que KayDee salvó a Skokie.
[Emanuel Pollack, Skokie]

Un Collie en la Carretera
Hace muchos años estaba mirando por la ventana cuando vi a coches parando a los dos lados de la autopista. Entonces vi a nuestro enorme collie caminado por la mitad de la carretera, ¡justo delante de nuestro hijo de dos años! Nunca supimos cómo pudo nuestro hijo cruzar la valla del patio para seguir a su papá, que acababa de salir en su camioneta hacia la ferretería más abajo. ¡Ese maravilloso pero salvó a nuestro hijo! Un vecino dijo que debíamos regalar a ese perro con el bife más grande que pudiéramos encontrar.
[Peggy Flynn, Jacksonville, Illinois]

Su Novena Vida
Me despertó una frenética llamada telefónica a las cuatro de la mañana del 24 de enero, para mi cumpleaños número 45. Mi padre, Franz, empezó a hablar sobre mi mamá, Luise: No sabía dónde estaba, estaba temblando, no se acordaba de su nombre, no sabía quién era yo ni que era el día de mi cumpleaños. "Llama al 911 o llevála a urgencias. Creo que está sufriendo un infarto". Le diagnosticaron un infarto leve, y le recetaron medicinas anti-coágulos que la ayudaron a recuperarse totalmente.
Pero hay más en esta historia, y tiene que ver con un pequeño y frágil gato gris blanco de quince años llamado Bootsie. Mi mamá se va normalmente tarde a la cama. Lo mismo hace Bootsie. Pero esa mañana el gato, a eso de las tres y media, empezó a arañar y a rascar a mamá y a maullar como si tuviera dolor. Eso despertó a mi padre. Él despertó a Luise y se dio cuenta de que estaba pasando algo terrible. Ella estaba sufriendo un infarto, y, de algún modo, el gato lo supo.
Una vez que despertó a todo el mundo, Bootsie saltó fuera de la cama, corrió hacia la cocina y cayó junto a una pared. Murió ahí pocos minutos después. Sabía que le quedaba una novena vida, y decidió dársela a mi madre.
[Mark G. Hammerschick, Hawthorn Woods]

Escáner de Gato
Habíamos adoptado hacía poco a un pastor alemán en el refugio del barrio. Benedict era un perro increíblemente bueno y se llevaba muy bien con nuestro otro pastor alemán y nuestro gato siamés, Spoon. Una tarde, mientras los perros se echaban una siesta, Spoon saltó inesperadamente del sofá y empezó a atacar a Benedict, tratando de llegar a su garganta. Spoon se engrifó y silbó y gruñó y peleó hasta que lo cogimos y lo inmovilizamos. Pocos días después, Spoon volvió a atacar la garganta de Benedict. No lo mordió, pero parecía muy enfadado. Ahora bien, Benedict estaba teniendo problemas al comer y los rayos equis revelaron que tenía el esófago inflamado. Llevamos a Benedict al veterinario. Y le descubrieron un enorme tumor cancerígeno que lo estaba estrangulando poco a poco. Nuestro veterinario fue capaz de extirpar quirúrgicamente el tumor. Luego le trató no uno, sino dos cánceres. Finalmente, Benedict sucumbió. Sin embargo, gracias al ‘escáner de gato' de Spoon, pudimos disfrutar mucho tiempo más de Benedict.
[Jennifer Goetz, Evanston]

Paseaperros
Mi tercer hijo, un niño precioso, pelirrojo y de ojos azules, fue enfermizo desde que nació. Cuando tenía poco más de un año, empecé a preocuparme porque no trataba ni de gatear ni de caminar. Debido a su severo cólico, yo lo tenía en brazos la mayor parte del día. Los médicos decían que el cólico desaparecería cuando empezara a caminar, y dijo que no había que precipitarse, porque no había nada malo con sus piernas.
Un día, mientras preparaba la cena, lo senté en una manta en el centro de la salita y coloqué sus juguetes a su alrededor. En esa época, teníamos dos perros, un gran danés llamado Junior y un pastor alemán, Chief. Se colocaron a ambos lados del niño y lo miraron jugar con sus juguetes. De repente lo oí reír, y me pregunté qué estaría haciendo. Lo llamé y, quién lo iba a decir, se acercó caminando aferrado con su mano izquierda al collar de Junior, y con su derecha al collar de Chief. ¡Mi hijo estaba caminando! Ese día, los tres fueron campeones. Nunca olvidaré esa escena.
[Helen Radcliffe, Lemont]

Comiendo Como Pájaro
En diciembre de 2002 tuve dos importantes operaciones al abdomen. No me dejaron comer durante un mes. Cuando volví a casa todo el mundo me instaba a comer, pero yo simplemente tenía miedo. Me sentaba a la mesa y miraba la comida y no sentía ningún apetito. Ahora les presento a Daphne, mi cacatúa moluca. Me llevaba un trozo de algo para comer y abría gentilmente mi boca con su pico y depositaba el alimento en mi lengua. Se paraba a mirarme con sus enormes y saltones ojos para cerciorarse de que me comía el trocito antes de darme otro. Desgraciadamente, ¡a veces la comida que me traía era comida de loro! Nunca antes me había alimentado, y nunca lo volvió a hacer.
[Julie Volpert, Des Plaines]

Vista de Pájaro
Gonzo, mi amazona de cara azul de nueve años, es una super mascota. No sabía que había comprado una detectora de novias. Ya ha detectado a dos novias malas. A una la picoteó. A la otra se la quedó mirando toda la noche, luego estuvo tres días sin abrir el pico. La próxima vez le haré caso, y me ahorraré el corazón y la billetera. ¡El pájaro sabe más que yo!
[Mark Danielczyk, McHenry]

Snowball
¡Mi gato Snowball me salvó la vida!
Había justo vuelto a casa tras el funeral de mi marido y me dirigí al porche de atrás para asegurarme de que la puerta estaba cerrada. Snowball me siguió. Me desmayé y caí por la escalera de atrás. No sé cuánto tiempo estuve inconsciente, pero mi gato salió del patio, algo que nunca había hecho antes, y fastidió a los vecinos antes que lo siguieron al patio, donde yo yacía inconsciente y sangrando profusamente. Me había roto el cráneo y la espalda.
Lo que hizo fue la comidilla del vecindario y, ya en el hospital, me impresionó cuando enteré. Sabía que mi gato me quería, pero nunca pensé que me salvaría la vida.
[Barbara Anne Madera, Chicago Ridge]

Inspiración Permanente
Mi mascota Bandit era un malamute de Alaska. Era octubre del 2000. Él tenía doce años, y yo, 43. Por irónico que parezca, a los dos nos diagnosticaron cáncer. Que él tuviera cáncer me ayudó a concentrarme en él, y olvidarme de mí. Creo que esto fue una bendición.
Aprendí un montón de Bandit en este período de dolor y lucha. Lo observé peleando contra el cáncer y aprendí a pelear como él. Él, simplemente, siguió viviendo, haciendo las cosas que le gustaba hacer, disfrutando de cada momento. No refunfuñaba sobre el pasado y no le preocupaba el futuro. Eso es lo que traté de hacer yo.
Han pasado seis años. Bandit murió y yo continuo peleando contra el cáncer, pero no pasa un día sin que recuerde a Bandit y lo fuerte que era. En los días que me siento deprimido, recuerdo las pequeñas cosas que hacíamos el uno por el otro. El día que murió me mostró lo serena que puede ser la muerte. También me enseñó mucho sobre el amor. Los que son dueños de mascotas saben lo que quiero decir con este tipo de amor: Es incondicional y es especial, algo por lo que, creo, los humanos deberían luchar.
[Ginger Gebert, Des Plaines]

Rescate
Esta es una historia sobre Jake, el perro de mi hermana, que dio su vida por ella. Un chucho de color ceniciento, Jake estaba cerca de la muerte cuando mi hermana menor, Barbara, lo encontró hace diez años en una tormenta de nieve, abandonado y casi congelado al borde de una salida de la carretera.
Era obvio que Jake había sido maltratado por sus dueños anteriores. Por ejemplo, si sacábamos la escoba de la cocina, Jake se sacudía violentamente, corría y se escondía. Jake estaba muy bien adiestrado. Era muy obediente. No desobedecía nunca. Jake y Barbie eran inseparables.
Barbie vive en una bella zona de montañas en Colorado. Hay pocos vecinos, y remotos. Un día de verano, los dos salieron fuera, Jake a echarse al sol y Barbie a trabajar en el jardín. Ese verano era muy seco, con numerosos incendios forestales. Los animales de las montañas la estaban pasando mal y tenían hambre, y bajaban de las tierras altas a buscar comida.
Entonces apareció un enorme puma, que estaba haciendo precisamente eso. Barbie empezó a llamarla a gritos a medida que corría hacia la casa. Volvió a gritar, pero en vano. Por primera vez, Jake se negaba a obedecer. Se quedó para protegerla, pero el puma lo mató y se lo llevó. Barbie está viva. Todavía vive en Colorado. Había salvado a Jake años antes, y ahora fue Jake el que la salvó a ella.
[Mary Bruecker, Chicago]

Milagro de Verano
Yo pensaba que los héroes animales eran, por ejemplo, un san bernardo que rescataba a alguien de una avalancha. Pero esto no siempre es el caso. Arthur es un gazapo de tamaño mediano, gris, y me salvó la vida. No me rescató de una avalancha, pero sin Arthur dudo que yo estuviera en vida.
El verano pasado le conté a mi madre que un familiar estaba agrediéndonos, a mi hermana y a mí. Mi madre llamó de inmediato a la policía. Yo me alegré que nadie más estuviera maltratándonos, pero tenía miedo de que esa persona volviera. Me deprimí. Pensaba que nadie me ayudaría y no quería vivir en un mundo así. Mi madre me inscribió con un terapeuta, pero yo no quería hablar. De hecho, no quería hacer nada. Estaba en mi cuarto todo el día. Lloraba y chillaba contra cualquiera que me disturbara. También estaba pensando un montón en la muerte. Mi familia estaba muy preocupada sobre mí. Incluso mi orientadores pensaban que iba en serio. Instruyeron a mi madre sobre qué hacer en caso de que yo me suicidara.
Un día mi madre me llevó de compras para que me sintiera mejor. Antes me encantaba salir a vitrinear, pero ahora lo odiaba. Justo antes de salir del centro comercial, entramos a una tienda de mascotas. Y ahí es donde conocí a Arthur. Arthur tenía una expresión gruñona y divertida, y me hacía reír. Cuando mi madre lo vio, lo compró de inmediato.
Arthur fue un milagro para mí. Siempre que lo cogía o lo acariciaba, mis problemas desaparecían. A algunos conejos les molesta que los cojan, pero Arthur era siempre muy paciente. Me hacía reír cuando daba volteretas o cuando se trepaba a las sillas, pero lo más importante es que me ayudaba a hablar. Cuando lo acariciaba, le contaba a la gente lo que me había pasado. Arthur fue siempre un amigo que estuvo a mi lado. Poco a poco empecé a disfrutar más de la vida, y mis sufrimientos desaparecieron.
[Elizabeth M., Arlington Heights]

Iba Pasando
Hace más de treinta años, nos mudamos de un apartamento a una casa de tres dormitorios al norte de Nueva York. Llevábamos viviendo ahí una semana cuando alguien golpeó suavemente a la puerta. Cuando la abrí, había una gata de rayas grises que quería entrar. Se convirtió en el compinche de mi hijo de once años, Allan. Mis vecinos no conocían a la gata, pero estaba muy bien adiestrada y se portaba bien. Y decidió vivir con nosotros.
Cat llevaba cinco semanas viviendo con nosotros, y dormía, en la noche, arriba con Allan, en su cama. Una noche él estaba leyendo con la luz de una lámpara para leer y se quedó dormido. Su almohada de espuma de goma cayó sobre la lámpara y empezó a derretirse. La habitación se llenó de humo y la gata trató de despertar a Allen tocándole la cara con sus patas. Pero eso no resultó. Salió del dormitorio y entró al cuarto de mi otro hijo, Billy, y lo despertó. Se puso a gritar: "¡Incendio!" Yo corría hacia arriba. Allan estaba muy aturdido, pero bajamos. Sacamos la almohada y abrimos las ventanas para que saliera el humo. Todos estábamos bien.
Yo sabía que la gata había salvado a los niños. ¡Ahora tendría una casa toda su vida! Sin embargo, un día se marchó y no volvió nunca más. La buscamos, pero fue en vano.
Creo hasta hoy que entró a nuestras vidas para hacer lo que hizo.
[Ellen Torrone, Rolling Prairie, Indiana]

El Timbre de Mi Puerta
Mi gato Gizmo me lo dieron como regalo cuando tenía, él, unas seis semanas. Yo soy casi sordo. Desde que se vino a casa conmigo, asumió el trabajo de oír por mí. Yo vivía en un apartamento bastante grande, y si alguien golpeaba a la puerta, podía ocurrir que yo no lo oyera.
Así que Gizmo decidió que él sería el timbre de mi puerta. Si alguien llegaba a la puerta, él se levantaba y se sentaba en la puerta que da al pasillo. Si yo no lo podía ver, ni oía la puerta, me buscaba y me arañaba con la pata hasta que yo le prestara atención, y se iba a sentar a la puerta. Si no le prestaba atención, volvería y me arañaría suavemente y volvía a sentarse a la puerta, mirándola.
Desde entonces me he mudado varias veces, con Gizmo, y en todas las nuevas casas fue siempre el mejor timbre de puerta y el mejor teléfono que tuve en mida vida.
[Colleen Helminiak, Hammond, Indiana]

Excavación
Estábamos en una nuestra casa de vacaciones en Wisconsin para Navidad cuando oímos que llamaban frenéticamente a la puerta. Eran los vecinos. El perro de su hija, un bichón frisé llamado Max, había quedado atrapado mientras exploraba debajo de una cabaña abandonada. Había estado gimiendo durante más de una hora, pero durante la última hora no se había oído nada de él. Pensaban que nuestro perro Buttons, que es mitad cairn terrier y mitad bichón frisé, podía convencer a Max, en caso de que estuviera todavía vivo.
Puse a Buttons frente al hoyo por el lado de la cabaña por donde se había metido Max y empezó a excavar. Olía y excavaba a intervalos, pero se detuvo y emergió. Dimos una vuelta a la cabaña y se ella se volvió loca y empezó a excavar como demente. Incluso después de haber excavado debajo de la cabaña, todavía salía tierra. Entonces oímos un quejido. Encontramos a Max, cansado, sucio y mojado, y asustado, pero vivo. Los vecinos trajeron a Buttons algunas golosinas y a nosotros, una botella de vino, pero la mejor recompensa fue verlos felices de que Max estuviera todavía vivo.
[Michelle Muellner, Lafox, Illinois]

Mi Mascota Es un Bovino
Mi mascota Lurch es un bovino. Un buey africano watusi. Cuando Lurch tenía apenas once meses, me salvó de ver mordido por una serpiente venenosa. Yo estaba fuera ocupándome de los animales en el pequeño refugio que gestiono. Para salir al pastizal de atrás, uso un pequeño corredor marcado, a un lado, por la valla del patio trasero y, al otro, por una enorme pila de piedras.
Yo estaba pasando por ese sendero, y Lurch iba delante. Se detuvo bruscamente y se puso de lado, bloqueándome el camino. Le di un suave empujón, pero no se movió. Traté de pasar apretujándome detrás de él, pero retrocedió contra la valla. Pensé que estaba siendo testarudo y decidí pasar, empujándolo. Cuando iba a colocar el pie, volvió la cabeza, obligándome a retirar mi pierna. Ahí fue cuando finalmente vi el problema -¡justo donde iba a poner el pie, se enroscaba una serpiente cabeza de cobre!
Di un grito de sorpresa y mis perros llegaron corriendo. La serpiente mordió a uno de ellos, y luego Lurch empezó a pisotear a la serpiente. Yo tenía los antídotos que necesitaría mi perro. Para cuando se los di, Lurch había matado a la serpiente y esperaba pacientemente que me deshiciera de ella.
Lurch no es solamente un héroe. Se encuentra también en el libro Guinness World Record de 2005: sus pequeños cuernos crecieron y llegaron a ser los más grandes conocidos en la historia. Tienen 38 pulgadas de circunferencia y 2 metros 10 de punta a punta, y siguen creciendo (rockyridrefuge.com).
[Janice Wolf, Gassville, Arkansas] (antiguamente de Chicago del Norte, Illinois)

Una Despedida Apacible

Mi tía abuela era como una madre para mí. Ella me crió y estuvo a mi lado durante todas las pruebas y tribulaciones por las que puede pasar un niño.
En el otoño de 2002, le diagnosticaron un cáncer al pulmón que no se podía operar y le dijeron que le quedaban apenas unos meses de vida.
Hacía un año que yo tenía a Bugg, un dogo/Boston terrier, y cuando mi tía enfermó, Bugg pasaba un montón de tiempo con ella.
Le encantaba el sillón reclinable de la salita. Miraba televisión y se dormía mirando tele en las noches. En el que sería el último día de su vida, noté que Bugg no se había alejado de ella en todo el día. Esa noche decidí dormir junto a mi tía, en otro sillón reclinable. A eso de la una de la mañana, Bugg saltó sobre mi regazo y empezó a lamerme la cara hasta que desperté, lo que era muy extraño, porque nunca me había despertado para nada. Mi tía seguía durmiendo, pero su respiración era diferente: larga y profunda. Conté seis inhalaciones y se detuvo. No se movió nunca. La cogí de la mano todo ese rato, le dije lo mucho que la quería y que estaba bien que se fuera. Su muerte fue apacible e indolora. Si no hubiese sido por el pequeño Bugg, no habría estado a su lado cuando ella murió.
[Rick Cruz, Plainfield]

Lo Que Vieron los Gatos
Normalmente, mi marido lleva su inhalador de asma adonde quiera que vayamos, pero esta vez lo olvidó, así que volvimos a casa a recogerlo. Toda vez que veníamos a casa, los dos gatos de mi hija, Hammie y Thumpers, se asomaban corriendo a la parte de arriba de la escalera. Pero esta vez estaban agazapados, en posición de ataque, en el suelo de la salita, mirando algo que yo no podía ver. Los llamé, pero no respondieron. Después de recorrer la casa buscando el inhalador, me di cuenta de que los gatos no se habían movido. Me paré a mirar si acaso habían visto a una chinche o un ratón, pero nada. Entonces seguí sus miradas hacia un rincón de la salita. Imagínense el susto cuando un niño pegó un brinco y gritó: "¡Ellos me obligaron a hacerlo!" Nos enteramos de que unos niños del vecindario habían entrado a hurtadillas buscando fuegos artificiales. Hammie y Thumpers le dieron un nuevo significado al término ‘ladrón trepador' [cat burglar].
[Mary Ann Wachna, Plainfield]
©chicago tribune
©traducción mQh
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