tom y jerry ya no fuman
[Joaquín Pérez Azaústre] Pero sí pueden seguir torturando e insultándose.
Para fumarse un pitillo, ahora el gato Tom tiene que salirse de la cámara, enfilar el trayecto hacia su camerino o la escalera de incendios. Deberá hacerlo raudo, casi enfebrecido en la fruición que puede atemperar el cigarrillo. Porque, ahora, ni el gato Tom ni el ratón Jerry podrán acicalarse en la calada, mirar lánguidamente a una gata o ratona con un cilindro breve entre los labios, haciendo cobertura de un deseo que era el de encontrarse sobre el humo. Parece una broma y ojalá lo fuera: en Reino Unido existe un organismo llamado Ofcom, encargado de supervisar los contenidos de los programas televisivos, algo así como el Comité de Sabios del gobierno socialista, pero con capacidad de acción. Los especialistas de Ofcom acaban de descubrir que ciertos personajes de dibujos animados, entre ellos Tom y Jerry, fuman en algunos episodios.
El informe 67 dice así: "(…) Reconocemos que se trata de dibujos de los años 40, 50 y 60, de cuando fumar era una costumbre aceptada por la sociedad. Pero ahora las televisiones deben valorar si son buenas este tipo de escenas (…)". Todo empezó en 1949, cuando la factoría de Hanna–Barbera pensó que sería divertido emitir un capítulo titulado ‘Tennis chumps', en la que aparecía nuestro famoso gato aporreando una pelota con su raqueta de tenis al tiempo que paladeaba un hermoso puro con distancia. Sólo un año después, en Texas, Tom, el mejor amigo del ratón Jerry –y, algunas veces, su peor enemigo– trataba de flirtear con una bella gata mientras se encendía un cigarrillo. No sé si alguna vez han tratado de ligar con una gata –las hay fascinadoras, con o sin bigotes de por medio–, pero la mirada volátil, apenas perceptible sobre una bocanada displicente, puede ser una estrategia directa y eficaz.
No lo han entendido así los analistas de Ofcom, que deben de pensar que cada niño que vea estos dibujos animados va a terminar sus días inmerso en una crisis pulmonar. Y no sólo con Tom y Jerry: también con Los Picapiedra, y el mismísimo Scooby Doo. Sin embargo, no parecen pensar lo mismo de otros comportamientos animados: nadie se ha inmutado hasta el momento porque los mentados Tom y Jerry se hayan torturado durante generaciones armados de puñales, pistolones, hachas y martillos y, tampoco, por el hecho conocido de que Pedro Picapiedra se haya pasado todo su periplo vital, televisivo, humillando a su amigo Pablo refiriéndose siempre a su estatura y llamándolo por el no muy correcto término de 'enano'. "¿Qué pasa, enano? ¿No has crecido nada esta mañana?", vocifera aún Pedro, sin que nadie le llame la atención. ¿Y el capitán Haddock, casi siempre beodo con el abstemio Tintín? Por esa regla de tres, los niños que vean estos dibujos animados terminarán siendo psicópatas al estilo 'Anibal Lecter', acosadores por la altura o borrachos irredentos. Pobres Tom y Jerry y pobres de los niños del futuro.
El informe 67 dice así: "(…) Reconocemos que se trata de dibujos de los años 40, 50 y 60, de cuando fumar era una costumbre aceptada por la sociedad. Pero ahora las televisiones deben valorar si son buenas este tipo de escenas (…)". Todo empezó en 1949, cuando la factoría de Hanna–Barbera pensó que sería divertido emitir un capítulo titulado ‘Tennis chumps', en la que aparecía nuestro famoso gato aporreando una pelota con su raqueta de tenis al tiempo que paladeaba un hermoso puro con distancia. Sólo un año después, en Texas, Tom, el mejor amigo del ratón Jerry –y, algunas veces, su peor enemigo– trataba de flirtear con una bella gata mientras se encendía un cigarrillo. No sé si alguna vez han tratado de ligar con una gata –las hay fascinadoras, con o sin bigotes de por medio–, pero la mirada volátil, apenas perceptible sobre una bocanada displicente, puede ser una estrategia directa y eficaz.
No lo han entendido así los analistas de Ofcom, que deben de pensar que cada niño que vea estos dibujos animados va a terminar sus días inmerso en una crisis pulmonar. Y no sólo con Tom y Jerry: también con Los Picapiedra, y el mismísimo Scooby Doo. Sin embargo, no parecen pensar lo mismo de otros comportamientos animados: nadie se ha inmutado hasta el momento porque los mentados Tom y Jerry se hayan torturado durante generaciones armados de puñales, pistolones, hachas y martillos y, tampoco, por el hecho conocido de que Pedro Picapiedra se haya pasado todo su periplo vital, televisivo, humillando a su amigo Pablo refiriéndose siempre a su estatura y llamándolo por el no muy correcto término de 'enano'. "¿Qué pasa, enano? ¿No has crecido nada esta mañana?", vocifera aún Pedro, sin que nadie le llame la atención. ¿Y el capitán Haddock, casi siempre beodo con el abstemio Tintín? Por esa regla de tres, los niños que vean estos dibujos animados terminarán siendo psicópatas al estilo 'Anibal Lecter', acosadores por la altura o borrachos irredentos. Pobres Tom y Jerry y pobres de los niños del futuro.
2 de septiembre de 2006
©diario de granada
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